domingo, 31 de julio de 2016

Tus manos inquietas sacudiendo el mantel Por Héctor Fuentes

En el más profundo de mis recuerdos de niño, atesoro para siempre tu sonrisa. Tus manos inquietas sacudiendo el mantel. Tus labios encendidos repitiendo de memoria aquello de: “Diciembre, tarde, calor, gran tormenta de verano”. Recitabas a Baldomero Fernández Moreno cada vez que una nube negra nos amenazaba con la lluvia. Casi siempre el aguacero pasaba de largo, entonces reflexionabas en voz alta: “cayeron cuatro gotas, lo mismo que cuatro clavos, y el pueblo está donde estaba: quieto, fresco, alegre y claro”.
Ese momento representaba para mí el verdadero comienzo del verano. Luego vendría la pileta de lona en el patio de casa y las películas argentinas a las cinco de la tarde. Puntualmente nos sentábamos a mirarlas juntos. Una taza de mate cocido humeaba ante mí, y el blanco y negro del televisor disparaba tu entusiasmo. “La muerte camina bajo la lluvia”, “Si muero antes de despertar”, “Los isleros”, “La guerra gaucha”, esos eran los clásicos que no había que perderse por nada del mundo. A medida que avanzaban las historias, ibas repitiendo alguna que otra frase de memoria. Yo te miraba y me reía. La vida era tan perfecta que una taza de mate cocido y una película nos bastaban para que fuéramos felices.
Siempre decías aquello de: ¿qué cosa hermosa la música no? Y cantabas el tango “Los mareados”. “Hoy vas a entrar en mi pasado, en el pasado de mi vida, tres cosas lleva mi alma herida...” Y tu voz sonaba bien fuerte, desparramando un torrente de luz que se abría paso por todos los rincones de la casa.
A veces, cuando algún enojo se posaba en tu frente me repetías: “así como te ven, te tratan”.
Aun recuerdo el blanco inmaculado de tu guardapolvo de maestra. La escuela humilde y hermosa del barrio de Campamento, en las afueras de Ensenada. Tu cara de asombro y de ternura a la vez, aquel día que el más travieso de tus alumnos me regaló un nido de hornero.
Aun resuenan en mis oídos los libros que nos aconsejabas como lectura obligatoria: “Platero y yo” “Recuerdos de provincia”, “La cabaña del tío Tom”, “Don Segundo Sombra”. Por esa época mis piernas corrían detrás de una pelota de fútbol, y no me daban respiro.
Hoy, que leo y que te recuerdo y que te escribo, quiero contarte algunas cosas: tengo dos hijos hermosos igualitos a vos. Creo que aunque no estés, esa sonrisa que yo atesoré sigue viajando a través de la risa de ellos. Creo que la poesía y la música que tanto amabas, transformaron mi vida para siempre. Creo que ahora mismo estarás pensando: “este Héctor, que loco, ahora se le dio por hacer un programa de radio”.


De su libro inédito “Rueda la pelota”

DESOLACIÓN Por Victoria Gonzáles Badani

En  memoria de  las víctimas inocentes 
de confrontaciones bélicas.

Por las gradas baja inerte
con toda su herida a cuestas,
miraba el atardecer
y encontró su carne abierta,
buscaba el calor otoñal
cien truenos lo desorientan
cerros y  tejados se tiñen de polvo y humo,
jirones de enredaderas
sellaron allí su destino.

Se acerca la camanchaca
se abre paso entre el gentío,
dejando rastros de lágrimas
hiriendo en surcos la tierra
horadada de misterios.

A lo lejos una quena
deja escuchar sus lamentos,
en el aire frío, seco
los buitres revolotean.

Donde han quedado las luces
desencontrados luceros,
no habrán más atardeceres
de otoño tibio en las calles.

Agosto 2010.

MÁXIMAS SOBE LA VIDA

 La lección más necesaria para los usos de la vida, es dejar de aprender lo falso. Antístenes.

- El hombre de poco talento que ocupa posiciones elevadas se parece a las estatuas pequeñas colocadas sobre grandes pedestales: su insignificancia resulta más atente.  Plutarco

domingo, 24 de julio de 2016

MAXIMAS DE ROCHEFOUCAULD

- Los celos son, hasta cierto punto, racionales y justos, pues van dirigidos a la conservación de un bien que nos pertenece. ó que, cuando menos, así lo estimamos nosotros; pero la envidia es un extravío que no puede sufrir con paciencia el bien de los demás.

- La envidia se destruye con la verdadera amistad, y la coquetería, con un amor sincero.

- Nada hay tan contagioso como el ejemplo.

- A veces nos hacemos más agradables por nuestras faltas que por nuestros méritos.

- Las mayores faltas son las de los grandes hombres.

- Fácilmente excusamos en nuestros amigos las faltas que a nosotros no nos afectan.

- Pocos cobardes se dan cuenta de la magnitud de su miedo.

- Por mucha que sea la diferencia entre las fortunas de los hombres, hay siempre una especie de compensación entre el bien y el mal, que los hace a todos iguales.

- Dicen siempre que es ciega la fortuna los que no han recibido sus favores.

- La razón de que seamos tan volubles en nuestras amistades es, que se hace muy difícil conocer las cualidades del corazón y muy fácil las de la cabeza.

- Más deshonroso es desconfiar de un amigo, que ser engañado por él.

- No merece el nombre de bueno el que no tendría alientos para ser malo; toda otra bondad obedece casi siempre a la pereza y a la impotencia de la voluntad.

- Un tonto no posee los elementos necesarios para constituir un hombre bueno.

- Nadie es, ni más feliz ni más desgraciado, de lo que él mismo se imagina.

- Cuando nuestro odio es muy violento nos hace descender a un nivel aun más bajo que el de aquellos a quienes aborrecemos.

- Todo el mundo hace elogios de su propio corazón; pero ninguno se atreve a hacerlos de su cabeza.

- La hipocresía es el homenaje que rinde el vicio a la virtud.

miércoles, 20 de julio de 2016

CONCURSO LITERARIO "CONTATE UN CUENTO IX" - 2016


Bases del concurso 2016

Declarado de Interés Educativo por el Ministerio de Educación de la Nación – Res Nº 1275/sep


1. Podrán participar gratuitamente todos los jóvenes de 12 a 18 años y adultos escritores que lo deseen, de cualquier nacionalidad, de acuerdo a sus categorías. Cada autor presentará una única obra, original e inédita en cualquier medio, incluidas antologías, páginas web, blogs o redes sociales y que no haya sido premiada en otro concurso ni se encuentre concursando en otros certámenes. En caso de comprobarse que al momento del fallo del concurso, el cuento ha sido publicado por cualquier medio: Internet, libro, suplemento de diario, revista, etc. quedará automáticamente descalificado.

2.  Categorías:
   A-     Jóvenes  de 12  y 13 años
   B-     Jóvenes  de 14 y 15 años
   C-     Jóvenes de  16, 17 y 18 años
   D-     Adultos
                                                      
3.   Obra:
     3.1. Cada participante podrá presentar sólo una obra de tema libre cuya extensión no supere las cuatro páginas.
     3.2. La obra no podrá ser copia fiel de otra ya existente. En caso de ser detectada quedará descalificada.
     3.3.   Las obras que no resulten premiadas no serán devueltas
     3.4. Para su creación los jóvenes podrán consultar a su profesor de Lengua, de Prácticas del Lenguaje o de Literatura o consultar dudas y pedir ayuda en corrección por mail a paoalessio@hotmail.com

4. Presentación de la obra:
  4.1 Las obras deberán ser presentadas por quintuplicado, en soporte de hoja A4, interlineado 1.5, fuente Arial, tamaño 12 y no superar las cuatro páginas, con una caratula en  cada copia que indique la categoría, el título y el seudónimo.
  4.2. La obra deberá ser escrita en idioma castellano.
  4.3. La obra original y sus copias serán colocadas en un sobre sellado. En el exterior de este  aparecerá escrito el nombre del concurso, el título del cuento, la categoría y el seudónimo.
  4.4. Será necesario presentar sus datos personales en un sobre sellado que se colocará en el interior del sobre que contiene los trabajos. Los datos que constarán en el interior del sobre sellado serán:

Seudónimo: ……………………………
Título de la obra: ………………………
Nombre y apellido:…………………
Edad: …………
DNI: ……………………………
Dirección: …………………  
Tel: …………….
Escuela: …………………………
Curso: …………………………
Dirección de mail: ………………………………………………

Y en el exterior de dicho sobre deberá constar el seudónimo, la categoría y el título de la obra.
4.5. La obra deberá ser entregada en la biblioteca de Secundaria Nº3 “Carmelo Sánchez” ubicada en calle 32 y 31 Nº 1026, Balcarce, 7620 hasta el 19 de setiembre de 2016
4.6  Los participantes de otras ciudades podrán comunicarse al siguiente mail para coordinar envío  paoalessio@hotmail.com
4.7. No se aceptarán trabajos que no sean entregados en tiempo y forma

5. Jurado:
    5.1. El jurado estará compuesto por un inspector, un directivo, un escritor y  Prof. de Lengua y Literatura  cuya identidad se dará a conocer el día de la entrega de premios.
    5.2. El jurado evaluará los trabajos entre el 20/9 y el 13/10
    5.3. El jurado podrá decretar desiertos los premios.
    5.4. Las situaciones no previstas en las presentes bases serán resueltas por el jurado y su decisión será inapelable.

6. Premios:
    6.1. Habrá un ganador por categoría, pudiendo el jurado decretar hasta tres menciones por cada una de ellas.           
    6.2. El ganador de cada categoría obtendrá como premio  un libro,  la publicación del cuento en un medio de comunicación local, y un auriculares con memoria externa.
    6.3. Los organizadores serán los encargados de comunicar los resultados del concurso al ganador mediante carta, correo electrónico o por teléfono.
    6.4. La entrega de premios se realizará en la sede de la escuela el 28 de octubre de 2016

 7. Las bases del concurso podrán ser retiradas en la biblioteca de la Escuela Secundaria N° 3 “Carmelo Sánchez”, se publicarán en su blog http://bibliotecamercedesazcaratededaguerre.blogspot.com.ar/ y entregadas gratuitamente tanto a los alumnos como a los Prof. de Lengua de los distintos establecimientos. También serán difundidas por los medios locales y en el blog de “Rescatados del Fuego”: http://rescatadosdelfuego.blogspot.com.ar

8.       La participación en este concurso implica la aceptación total de las bases. 

domingo, 17 de julio de 2016

DOS TEXTOS DE HÉCTOR FUENTES DE SU LIBRO INÉDITO “RUEDA LA PELOTA”

Rueda la pelota


Rueda la pelota. Tu voz viejo me llega desde lejos, como arrancada de una tarde de potrero. Por aquel entonces yo era pibe y no tenía más que un puñado de ilusiones. Dormía abrazado a una pelota. Soñaba con el grito de la hinchada. Vivía cada instante relatándome un partido imaginario.
Un pibe sueña con la gloria, y el mundo, el mundo es un lugar distinto. La gambeta extraordinaria desalienta pataduras. La bolea furibunda que se clava en un ángulo imposible. Se mete justo ahí, donde tejen las arañas, en el rincón de las ánimas, donde el arquero se estira y no llega, donde toda la tristeza se detiene rompiéndose la jeta contra un gol.
Rueda la pelota. La vida es un partido sin reglamento. Y aunque a veces da ganas de tirarla afuera, hay que seguir jugando. Hay que transpirar la camiseta, hay que pelearla, hay que jugarse la vida, y después hay que pasarla, que circule, que vaya de abajo hacia arriba y de más arriba al cielo, hasta que vuelva a la tierra convertida en un cometa, y podamos empezar a patearla de nuevo.
El mundo es una pelota que gira, y cada media vuelta es un día, y cada repliegue es una noche. Pucha, la vida era simple y clara, porque todo orbitaba a partir de la redonda y en su fantástico andar, no había sombras.
La felicidad era un campito verde. Pegarle de puntín era sacarse la bronca. Meter un sombrero resolvía la incomprensible geometría. Alentar a un compañero vencido significaba descubrir en los labios la poesía. Sintonizar la radio era iniciar un rito entrañable, en donde cada jugada, nos acercaba la alegría y nos alejaba por un instante de la muerte.
Ahora bajo corriendo a defender el área. Me sumo a la defensa. Nos pelotean de lo lindo pero aguanto. Miro a mis compañeros pero sólo encuentro yuyales y rostros desdibujados por el tiempo.
Las imágenes aparecen inconexas, como si formaran parte de una película tajeada por un loco censor: Un arco armado con tres cascotes. Una pelota de trapo. Una planta de ruda esquelética, deshojada a pelotazos. Un viejo que nos hecha de la plaza porque le estropeamos el pasto. Los gajos cretinos de un fútbol impresos sobre una pared blanca.
¡Cómo rezongaba la vieja cuando le traía las zapatillas rotas! No había caso, siempre me ganaba la pasión y perdía la cabeza. El cuero se agujeraba y la suela se desprendía. Los botones del guardapolvo colgaban en un hilo, y a la altura de las rodillas, los pantalones se abrían, largando carcajadas provocativas.
Rueda la pelota. Atacamos al rival por las puntas. Probamos suerte desde afuera del área, pero el equipo  resiste.
¿Te acordás viejo cuando me contabas las historias de Estudiantes campeón del mundo? El lugar era propicio porque teníamos que esperar la salida de mamá. Trabajaba en una escuela nocturna y nosotros la íbamos a buscar. Y en esa antesala, en ese umbral, yo te tiraba de la lengua, y vos no querías arrancar. Contame algo de Estudiantes, te decía yo. Y vos te negabas, hasta que un momento, nos sentábamos a los pies de la escalera y el relato comenzaba. Aparecían ante mí tipos inmensos como Poletti, Aguirre Suárez, el doctor Madero, la Bruja Verón, el Narigón Bilardo, y al final, siempre al final, la hazaña. La palabra imposible no existía en los diccionarios, y la vida era un cuento redondo. Justo cuando terminabas de contar la historia, aparecía mamá, sonriendo desde el fondo del pasillo, haciéndonos un guiño cómplice, poniéndole un moño inmenso al relato; apretándose contra nosotros ante el frío de la noche.
Rueda la pelota. Joaquín, mi hijo de once años, me cuenta que esta tarde hizo un gol. Los ojos le brillan y después me confiesa: te lo dediqué a vos. Lo abrazo y me río. Esa pelota sigue girando. Esa pelota me sigue buscando para que un día de estos,  la baje de pecho y la clave en un ángulo.



La Patria 

La palabra patria es muy grande. Es tan enorme que los labios me tiemblan al nombrarla. Salgo a la calle y un pibe descalzo me pide un peso. Lo miro a los ojos y descubro que su mirada está apagada. El país lo dejó sin en el Cuento de las Buenas Noches. La patria entonces me duele. Es un dolor que se me instala en el costado.
¿Tanto cuesta comprender que si alguien camina descalzo el país todo se nos derrumba? ¿Por qué en el país del trigo no somos capaces de multiplicar los panes? Si acá tiras una semilla y crece, ¿por qué nunca nos germina la cordura?
Los cuatro climas de los que gozamos se empecinan en azotarnos con granizo y temporales. Siempre estamos atascados en alguna crisis. Siempre vemos nubarrones en lugar de inventarnos un cielo diáfano.
El dulce de leche no basta para endulzarnos el paladar. Las huellas digitales sirven para el pulgar del documento, no para reafirmar nuestra identidad. El trazo de la birome firmó leyes tramposas. No tuvo el coraje de la poesía. Se dejó ganar por la ascética perfección del pragmatismo. El colectivo es un invento argentino. Los sueños colectivos en cambio, representaron ideales que quedaron sepultados  bajo los escombros del egoísmo.
La patria es una banderita argentina que flamea en las manos de un niño. Ese gesto basta para que exista el futuro. ¿Qué más necesitamos para creer en nosotros?
La patria es una escarapela y el río Limay. La cara de un amigo y el Tupungato. Los tangos de Gardel  y el fuelle de Piazolla.
La patria es un pibe lustrando zapatos. Es un banco de una plaza, un jubilado, un albañil, un doctor en leyes, un vendedor de garrapiñadas.
A la patria la lleva en andas un niño que espanta a las palomas en Plaza de Mayo. La patria viaja a la misma velocidad en el subte de Buenos Aires y en la bicicleta de un pibe que reparte diarios. La patria es el humo de un puesto de chorizos.
La patria es un lugar en el alma. Es sentir que la tierra que pisamos nos acaricia los pasos. Es el olor a sopa de los hospitales. Es ver crecer la espiga derecha, porque elegimos hundirnos con gusto en el vientre de esta tierra.
La patria es mirarnos a los ojos, es reunirnos con los amigos en el café, es una escuela de frontera, un gendarme, un hombre que ríe, una mujer dando a luz, un escritor, un grafitti que dice “Luche y vuelve”.
La palabra patria es muy grande. Es tan enorme que los labios me tiemblan al nombrarla.

EL LADRÓN DE MIEL Por Teócrito .

Una abeja maligna picó un día
A Eros que robaba la colmena,
Y le picó en la punta de los dedos.
Eros patea, grita, se lamenta,
Se sopla las heridas, y a Afrodita
Mostrando su dolor, llora y se queja
De que un ser tan pequeño y diminuto
Produzca unas heridas tan cruentas.

Y la madre, riendo, dice al hijo:
—¿No eres tú semejante a las abejas?
Tú también, hijo mío, eres pequeño,
¡Pero qué heridas tan terribles dejas!

LA GOTA DE AGUA Por Sadí,

Bajaba, de las nubes desprendida,
Una gota a la mar, estremecida,
« ¡Cuánta agua! exclama.¡Qué extensión!
Soy nada
Con esta enorme masa comparada.»
En tanto que ella con rubor se encoge,
Una concha en su seno la recoge,
La abriga, la alimenta de tal suerte,
Que en una hermosa perla se convierte,
Y ora brilla en la frente de un rey puesta
¡Tal premio consiguió por ser modesta!

LA TUMBA Y LA ROSA Por VÍCTOR HUGO

—¿Qué haces tú, preciada flor,
Del llanto que el alba hermosa
Vierte en tu cáliz de amor?—

Y la rosa le responde:
—¿Qué haces, di, tumba sombría,
De lo que tu seno esconde
Y devora cada día?

Yo perfumes doy al suelo
Con el llanto matinal.—
 —¡Y yo un alma mando al cielo
De cada cuerpo mortal!—

DE LA MALA ÍNDOLE Por Sadí

En un pecho enemigo
Nunca la amistad nace;
Y en derredor la acacia
Espinas duras trae.

De su contrarío; el sabio
No espera fe constante;
Que de hierbas amargas
No brotan las suaves.

Para formar alfombras
No usó de cañas nadie.
Contra naturaleza
No hay trabajo que baste.

Así, de aquel que tiene
Un maligno carácter,
No se esperen más frutos
Que perfidias y fraudes.

Aceptación de lo indecible Por Amando Fernández-Guisa- Cuba

Cuando te llegue el tiempo
te irás sin ceremonia ni palabras.
No has de decir adiós a nadie pues hace mucho que tu existencia es,
más que vivir, una amorosa despedida.
De todos tus recuerdos recogiste los más castos
por hacerte más niño, ahora, que ya se inicia un interior
despojamiento,
para mejor sentir —dormir—
en el abrazo de aquélla que algunos llaman muerte.
No le ocultes tu sangre ni tu rostro.
Ni temas. Es su oficio.
Cuando llegue el momento, sal, recíbela en tu puerta; y dile
quedamente, en un susurro:
entra, amor, y reposa; te esperaba.

PAISAJE DE ELEGÍA Por MARÍA ELENA WALSH


No escuches mi dolor, tú que me heriste.
No te reclama ya ningún acento.
Sólo en mi corazón la sangre es triste.
(¡ Oh lentas calles del otoño lento!)

No te requiero un solo mandamiento.
-Tú que me niegas, tú que no me diste-
No sientas esta muerte que yo siento.
(¡ Oh tristes voces del otoño triste!)

Que sólo a mis entrañas se refiera
este clamor, este importante frío.
Quiero que no te alcance su lamento.
Pero si alguna vez ¡ ay! te lacera
un gran silencio, es el silencio mío.
(¡ Oh lentas sombras del otoño lento!)

CONSETOS DE NUSHIRVÁN MORIBUNDO A SU HIJO ORMUZ Por poeta persa Sadí


Cuando vio el rey Nushirván
Su postrer hora ya cerca,
Llamó a su hijo; Ormuz al lecho
Y le habló de esta manera:

—« Del pobre, del infeliz,
Sé, hijo, guarda, y no pretendas
Confinarte en las pesadas
Cadenas de tu indolencia.

» Nadie en tu dominio puede
Gozar de abundancia, mientras
No cuides de tu reposo,
Diciendo: « Esto me contenta.»

» Ni es sabio nunca aprobar
Que el pastor tranquilo duerma,
En tanto que el lobo astuto
El redil con ansia cerca.

» Hijo, ve, al mísero pueblo
Con tu protección alienta;
Que es de él el rey desde el punto
Que se ciñe la diadema.

» Las raíces son el pueblo,
Y el tronco el rey; considera
Que de las raíces saca
El árbol toda su fuerza.»

SONETO CANSADO Por José Luis Lanuza

Juntar palabras por el puro ruido:
estos versos no tienen más secreto.
Luchan el disparate y lo discreto,
lo improvisado, lo desprevenido. ..

Mi entendimiento, ya, de adormecido,
casi no puede asir nada concreto,
y lo adormece más este soneto
instigador del sueño y del olvido.

Unos ojos evoco y se me escapan. . .
Su color impreciso ya se esfuma
tras imágenes vagas que los tapan:
pájaro que a la tarde vuelve al nido,
árboles en otoño, piel de puma,
ciclo revuelto y mar amanecido.

Ocaso en Termas de Reyes Por Ada Gil

                                   
 Entre cerros esmeraldas y ocres,
tajos plateados acuchillan el imponente valle pedregoso.
El sol vibra.
Su esbelto esqueleto hace equilibrio en la cúspide del cerro milenario.
Con lentitud penetra su cima, perdiéndose en sus entrañas.
Póstumos brillos tiñen el poniente.
Transitamos julio.
Sin embargo, el destiempo de una primavera cálida me adormece.
El ocaso apenas enfría la tarde abrigando el lugar con un manto de misterio.
En ese minuto esclarecido, creo en Dios.
Él me persuade de mi pequeñez.
Mi corazón, tantas veces dudoso, lo invoca.
El día extingue su final, sin premura, con ritmo perezoso.
Un simbólico tañido de campana se esparce en la tibia brisa.
La grandeza de esa naturaleza sabia templa mi espíritu.
Ha llegado la hora de amansar los sueños.
Enlazar tenazmente lo que me hace feliz.
Mellar la espada contra los sucesos que retrasan mis propósitos.
Demorarme como en un abrazo, en los soplos luminosos.
Ya aprendí que son sólo destellos fugitivos.
En este instante justo y necesario,
señales palmarias se han cruzado en mi camino.
No estoy distraída.
Las percibo.

miércoles, 13 de julio de 2016

Otras manos, otros hijos Por Fernando Adrián Zapata

Tantos sueños que olvidamos
con soberbia y mezquindad,
los precisan los hermanos
del planeta, y de verdad...
Todo lo que derrochamos,
todo lo que destruimos,
lo precisan otras manos,
lo precisan otros hijos...
Tantos logros mal usados
y al servicio de unos pocos,
comprobamos que le sirven
a tiranos y mafiosos.
Todo lo que derrochamos,
todo lo que destruimos,
hoy lo piden otras manos,
hoy lo piden otros hijos...
Todo lo que no sembramos
y lo que no construimos,
¡ lo precisarán tus manos,
lo precisarán tus hijos!
Todo clama en nuestras ansias;
¡nuevos días brillarán
cuando alcemos la esperanza,

compartiendo unión y pan!

Abrazo universal por Fernando Adrián Zapata

Late el mundo cada instante,
siempre y en cualquier lugar;
late y vibra, sueña y canta
por poblarse de amistad.
Se iluminan los abrazos
con el pulso de los pueblos,
con el agua y con el viento,
con la siembra de tus sueños.
Se reinventan tantas ansias
que una vez soñamos juntos:
¡ ansias de una tierra libre,
tierra unida, mundo justo!
Abrigamos en el alma,
en los ojos, en las manos,
las mañanas florecientes
por una equidad de hermanos.
Se iluminan los abrazos
con el pulso de tus sueños,
con el agua y con el viento,
con la siembra de los pueblos.
La esperanza del futuro
abre paso al cultivar
¡un planeta para todos

y un abrazo universal!

domingo, 10 de julio de 2016

CUADRO MATUTINO Por JOSE SEBASTIÁN TALLÓN

Me acerco a la ventana. Con la mano
quito el rocío que la tiene opaca.
Frente a frente a mi casa hay un pantano
y en el pantano suena una matraca.. .

Es mañana de barro, sol y seda.
Y para dar envidia a sus parientes,
lleva, un perro, triunfal, por la vereda,
un hueso tentador entre los dientes.

Hay olor a café y pan tostado. . . 
Las aves de corral han despertado 
y al día van con aletear de fiesta.

Y un gallo joven, exaltado 
el nervio, ya pasea, magnífico y soberbio, 
la sanguínea fogata de la cresta.

VIOLÍN DEL AGUA Por MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ

Tienes la voz tan verde que podría
morir en ella, casi como el viento,
con las hojas desnudas y un lamento
perdido entre mi cuello todavía.

Antes de luz mi llanto la quería;
violín del agua ahora que la siento
con violetas volando de su aliento,
quejumbrosas, al prado de este día.

Es sonido del alma entrequebrada
-¡ay verde son, custodio del rocío!-
amor cautivo, flor desesperada.
Y ya el olvido siega en sus corolas
y su jazmín de lumbre de tan mío
tañe mi corazón, cuando sus olas.

ADIÓS AL ABUELO CAMPESINO Por NICOLÁS CÓCARO


Se duerme bajo el sol de la llanura
el cuerpo del abuelo campesino,
y el mugir del ganado en el camino
se arrima a su morada con ternura.

Arriba, en el ciprés el mismo trino
de la calandria a veces le murmura
que lo eterno de Dios no tiene altura
si al corazón le toca el son divino.

Y la tierra, esa tierra que lo viera
con el canto del gallo mañanero
ya en juglar, ya en raíz de ganadero,
lo vuelve a su quietud esperanzada,
mientras el cuerpo yace en la madera,

SENTENCIAS POR PUBLIO SYRO

- Espera de otro lo que tú le hagas.
- Que tus lágrimas aplaquen la cólera de quien te ama.
- Una deuda es para el hombre libre cruel esclavitud.
- Preferimos los bienes de otros, que a su vez prefieren los nuestros.
- No cifres  tu regocijo en la desgracia ajena.
- Ama a  tu  padre, si es justo; si no lo es, sopórtale.
- Reconoce los defectos de tu amigo, no los odies.
- El único lazo de amistad es la confianza.
- La desgracia nos pone de manifiesto si tenemos un amigo o Solamente su imagen.
- El amor no puede ocultarse, puede extinguirse.
- El amor que causa la herida, la cura.
- Todos preguntemos: ¿Es rico? Nadie: ¿Es virtuoso?
- El sabio será dueño de sus pasiones; el loco, su esclavo.
- El dinero es un bien cuando la razón gobierna.
- El espíritu enfermo se da en espectáculos a la multitud.
- No ha vivido mucho tiempo el viejo necio, si no ha existido mucho tiempo.
- Cuando juega la mujer anciana, hace reír a la muerte.
- Cuando es francamente mala la mujer, es buena.
- El arco pierde su fuerza por la tensión; el espíritu, por la flojedad.
- El valor crece con la audacia; el temor, con la indecisión.
- Donde persuade el oro, no puede nada la elocuencia.
- La conformidad hace fuertes á corazones débiles.
- ¿Qué mal puede desearse al avaro sino prolongada vida?
- El avaro mismo es causa de su desgracia.
- El avaro no hace nada bien más que morir.
- Frecuentemente ha resultado mal un proyecto bien concebido.
- Gózase oportunamente un placer cuando al mismo tiempo se disipa un dolor.
- La buena fama es segundo patrimonio.
- No olvides jamás e1 beneficio recibido; olvida en el acto el que has hecho.
- La gratitud es aguijón para el bienhechor.

Bajo el flamboyán - Por Noel Pérez García -Sorribe-Cuba

         Meses después esto será una anécdota más, de esas que gusta de contar en el patio de la casa, en su sillón preferido, bajo la sombra del flamboyán. Silvita estará sobre sus piernas, incitándolo a contar más, «¿y entonces qué pasó, papi», y él tendrá otra vez que volver a inventar detalles a la historia, como siempre hace: poner abismos donde había huecos, selva donde apenas había vegetación, leones y pumas en lugar de unos pocos lagartos y serpientes de mala muerte, y Silvita abrirá los ojos, muy grandes, esos ojos que son de su mamá, y dirá un ohhhh muy prolongado, y lo abrazará y reirá y él será otra vez el hombre más feliz del mundo, aunque Silvia le diga bajito «mira que inventas», y el beso le diga que no es reclamo sino parte del juego al que invita una tarde bajo el flamboyán, ese que el bisabuelo sembró con sus propias manos y siempre ha sido el lugar de los cuentos, de las reuniones, del reencuentro luego de cada viaje. Porque de este viaje también regresará, como de los otros, y otra vez será la botella de ron debajo del brazo de Sergio, «¡Eh, campeón!, ¿cómo dejaste la Patria Grande?» y el ardor de la bebida al bajar por la garganta, ese ardor dulzón y acogedor, distinto a este otro que le quema en la pierna y le siembra escalofríos en todo el cuerpo. Pero de este no dirá nada, ni se quejará cuando el cuerpo de Silvita, «¿verdad que ha crecido mucho?», presione allí donde la piel es más sensible, donde quedó la marca, el recuerdo de esos segundos que ahora tal vez parecen minutos, días, pero que entonces serán sólo eso, una lágrima de dolor fácil de justificar con la brisa, o la alegría de saberse otra vez entre los suyos, bajo la sombra del flamboyán del abuelo, narrando todas las peripecias por esas tierras del mundo, por estos cerros que pueden ser tan peligrosos, pero que en unos meses tal vez sean el lugar más hermoso del mundo desde donde era posible ver toda la ciudad a sus pies, como emergiendo de entre un gran abrazo de las colinas; «¡cómo en la Sierra Maestra, papi!», sí, como en la Sierra Maestra, y volverá a contarle de sus tiempos de recién graduado, cuando le tocó servir en un Consultorio Médico de un pueblito de la Sierra Maestra, muy cerca de donde se estableció, en 1958, la Comandancia General el Ejército Rebelde, en La Plata. Y llegarán a su mente los recuerdos de su primera visita a aquel sitio donde estuvieron Fidel y el Che; tal vez sienta la misma emoción de entonces, la que le asalta cada vez que lo cuenta y repita que solo es comparable a la emoción que sintió allá en Vallegrande, en La Higuera, frente al busto el Che, a los carteles que recuerdan al guerrillero, en las paredes que lo vieron morir. Entonces asomará una lágrima y no tendrá que justificarla, porque todos lo saben reviviendo esa visita, tantas veces contada bajo el flamboyán. Silvita lo abrazará en silencio, y Sergio alzará el vaso en salutación, antes de beber el trago, en mudo homenaje.
Ahora daría cualquier cosa por probar un trago de esa botella con la que siempre Sergio lo recibe. Sentir el dulce ardor del líquido bajar por su garganta, arroparse con su calor y dejarse llevar por las brisas de la tarde y la voz de Silvia que le llega desde la cocina, como un canto de ángeles. Pero la garganta le quema de otro ardor, seco, como si todo el polvo de la carretera hubiera ido a parar allí. Y las voces que escucha no se parecen a la de Silvia ni al canto de ángeles; es un lamento, un quejido que se arrastra entre el pedregal y le sube por la pierna como si brotara de la carne abierta, aunque adivina que viene de más allá, del otro lado de esa nube de polvo que no parece posarse nunca, y le oculta a la vista cómo ha quedado la camioneta en que viajaban, o quién de sus acompañantes es el que llama, se lamenta.
Mucho después, junto a Silvia, bajo el flamboyán, intentará recordar los detalles, pero no serán diferente a esa sucesión desenfrenada de imágenes que ahora le acechan, esos segundos en los que la risa despreocupada se rompe en un grito, una advertencia y luego todo vueltas y más vueltas, golpes y más golpes; luego el silencio y, después, ¿cuánto tiempo después?, la conciencia del dolor y la quemazón en la pierna. Entonces Silvia, le acariciará el cabello, le dará un beso en la frente y llorará en silencio las lágrimas que ahora no puede llorar, allá, tan lejos de todo, de estos cerros traicioneros, de este polvo que lo ahoga y se mete en cada rincón de su cuerpo, en esa herida abierta en su pierna. Silvia, allá, quizás camino a la escuela a buscar a Silvita, que saldrá corriendo con un papel en la mano, el nuevo dibujo que hizo en la clase y Silvia escuchará la explicación de la niña, «este es mi papá y estos son los niños que él cura para que se pongan mejor», y Silvia lo adivinará en los trazos infantiles y quizás piense en él y lo vea, como a través de los ojos de su hija, envuelto en su bata, «creo que me enamoré la primera vez que te vi en bata», curando a los niños de los cerros. Entonces madre e hija caminarán a casa, muy contentas, despreocupadas, a escribirle un correo a papá «para que sepa que le hiciste otro dibujo». Él sabe que será un dibujo lindo, lleno de colores, donde no caben estos ocres lastimosos del polvo, donde el rojo no será el de la sangre que le baña la pierna, sino el de la bandera que siempre Silvita gusta de poner en sus manos, como para que no quepan dudas de dónde viene «su papito».
Se incorpora con dificultad. Ha logrado calmar la hemorragia con un cabestrillo improvisado. El polvo se ha asentado y logra ver unos metros adelante el perfil del auto. Muy cerca de él los cuerpos inmóviles de algunos de sus acompañantes. Están cubiertos de polvo y apenas puede identificar a Rosa, por el vestido que sobresale por debajo de la bata, ahora confundidos en un mismo trozo de tela polvoriento y con huellas de sangre. Vuelve a escuchar los lamentos, ahora más definidos. Provienen del interior de la camioneta y hacia allí va, arrastrando la pierna. Al llegar ve el rostro ensangrentado de Turiño, el chófer:
—¡Coño, flaco, discúlpenme! —se lamenta Turiño cuando lo ve llegar.
—¡Calma, negro, calma! —dice, mientras da un vistazo hacia el interior de la cabina. Al lado de Turiño está Manrique, el Jefe de la Misión Médica; tiene la cabeza apoyada contra el cristal de la ventanilla, salpicada de sangre.
—¡No me di cuenta de ese bache, flaco, discúlpenme, coño!
—¡No te preocupes negro, esa cosas pasan! Ahora necesito que te calmes y me digas dónde te duele —el negro trata de calmarse, respira profundo varias veces. El negro Turiño, el chofer, su amigo de otras misiones, un «as en el volante» como le dicen todos los que han trabajado con él por esas cordilleras de Bolivia, las calles haitianas, o incluso allá, por Paquistán, cuando lo del terremoto. El negro Turiño que siempre tiene un papel protagónico en sus narraciones allá en la casa, bajo el flamboyán, cuando cuenta de su buen humor, de sus chistes, de su habilidad como chofer, pero también de su terror a las serpientes y a la sangre. El negro Turiño que no puede ver una jeringuilla con sangre y ahora la ropa toda manchada de sangre, indicándole con un gesto de la cabeza que no, que no le duele nada, que él está entero, que ayude a los demás. Pero al menor movimiento el rostro se le descompone y se le escapa un quejido, mientras se lleva la mano hacia un lado del abdomen. —¡Está bien, negro, trata de no moverte mucho! Echo un vistazo a los otros y estoy contigo, otra vez, ¿okey?
A Silvia sólo contará en detalle esta conversación, el resto dirá que se le ha extraviado, como los instantes exactos del accidente. Ella comprenderá y lo abrazará en silencio, sin hacerle notar que ya sabe todo, que los directivos del hospital le habrán contado lo sucedido esta tarde, de la muerte de otros miembros de la Brigada Médica Cubana que viajaban en aquella camioneta, incluido el Jefe de Misión; de los otros que, «gracias al rápido accionar de su esposo, lograron salvarse». Él se dejará abrazar y regresará a este momento en el que se mueve de un lado a otro, inspeccionado los cuerpos de los otros médicos que lo acompañaban, descubriendo con dolor que nada podía hacer por este o aquel; y la alegría de descubrir que uno aún respira, apenas, pero respira. Y se deja caer a su lado y le encuentra la herida por donde brota la sangre y logra detener la hemorragia, con restos de su propia bata, hasta que encuentre los bolsos con medicamento que están en la camioneta. Entre los brazos de Silvia todavía se preguntará cómo pudo llegar a la camioneta, a pesar del martirio de su pierna herida; o cómo pudo ayudar al negro Turiño a salir de la cabina y, luego de acostarlo a un costado del auto, regresar con el maletín de primeros auxilios, a ayudar al otro colega. Ahora tampoco lo sabe, pero lo importante es que lo hizo, que sobre su pierna sana sostiene la cabeza del otro médico que respira ahora con mayor facilidad, que si mira hacia su izquierda puede ver al negro Turiño, quejoso, pero vivo.
Siente que le ruedan por las mejillas unas lágrimas, las primeras que se permite en mucho tiempo. Pero sabe qué no son lágrimas de dolor, de ese dolor intenso que le llega desde las entrañas de su pierna; o del saberse rodeado de los cuerpos inertes de quienes, hasta unos minutos atrás, compartían con el sueños y alegrías. Para esas lágrimas ya habrá tiempo. Llora por el sonido de las sirenas que se acercan, porque adivina la ayuda, porque sabe que el negro Turiño, el médico a quien sostiene la cabeza y él, estarán a salvo, y que, meses después, esto será una anécdota más, de esas que gusta de contar en el patio de la casa, en su sillón preferido, bajo la sombra del flamboyán, con Silvita sentada sobre sus piernas, escuchándole contar de las peripecias del negro Turiño al timón, de su miedo a las serpientes y a la sangre; de todas las caminatas que él y sus colegas hacen día a día para llegar hasta comunidades lejanísimas, donde nunca antes habían visto un médico. Escuchará el ohhh prolongado de Silvita cuando le cuente de selvas y panteras, y saboreará el ron que Sergio le brinde de la botella nueva «especial por el regreso», y del beso prolongado que Silvia pondrá en sus labios, tras recriminarle sonriente «mira que inventas»; mientras la niña va a buscar el último dibujo que hizo de su papá, «curando a los niños del mundo».

domingo, 3 de julio de 2016

ASTUCIA DE UN SOLDADO Por Francisco Gregorio de Salas

Por el reino de Galicia
Un soldado caminaba,
Y llegando a un lugarcillo,
Entró alegre en la posada.
Preguntó a la mesonera
Que qué de comer le daba:
Y ella le dijo que en todo
El lugar no había nada;
Y el soldado replicó
Con astucia y con cachaza:
« ¿Habrá algunos guijarritos
De aquellos que hay en el agua
De ese arroyo que se ve,
Que cerca del lugar pasa?»
« Eso, señor, a montones,
Respondió; pero ¿qué saca
Para comer de que yo
Vaya ahora y se los traiga? »
« Es que yo, dijo el soldado,
Tengo el secreto y la gracia
De tomarlos y ponerlos
Has sabrosos que unas natas;
Y yo le enseñaré a hacerlo.»
Alegre corno una pascua
La sencilla mesonera
Fue por ellos, con el ansia
De enriquecerse con cosa
Que tanto le acomodaba.
Trajo una buena porción;
Y el soldado preguntaba:
« ¿Hay aceite ? »   < Sí, señor.»
« ¿Hay huevo? y pan en casa? »
A todo dijo que sí;
Y el buen soldado, con maña,
Hizo de todo una sopa
Y se la comió con gana.
Y viendo la mesonera
Que los guijarros dejaba
Y lo demás se comía,
Le dijo muy admirada:
« ¿Por qué dejáis los guijarros? »
Y él la respondió con gracia:
« Esos se dejan después
Que ya han dado la sustancia.»

Somnium Por C. González- España


Deslizar
el sueño útil de la noche
en el destino intransigente
que te luce
cada  mañana
y
distraerlo
de tu lluvia y tu sequía
antes
de que alguna desgarrada
voz
lo alcance y lo inunde
de tristeza.

Recuerdos de infancia Por Victoria Gonzáles Badani - Bolivia.

                        “No sé cómo puede vivir, quien no lleve a flor de alma los recuerdos de su niñez” Unamuno. –Epígrafe- “La arboleda perdida” de R. Alberti.


Un espacio enorme en la memoria
jardines y escaleras la dibujan,
girasoles y gorriones le dan vida
y alegran el travieso corretear de mis hermanas.
Recuerdos de mamá que sube y baja,
entre flores y afanes  peregrinos,
en el patio,  el sol espera  al medio día
y el aire puro, soplado por el viento.
Hielo, escarcha, se mezclan en sordina,
espasmos atrapados en vigas y dinteles,
esperan impasibles del Inti milenario
su cauce natural y benigna concurrencia.
De mañana el frío nos despierta,
la aurora despereza las montañas
y el trino de las aves se confunde
con el rítmico parir de los tejados.
El silencio se apaga junto al frío
regresa el ajetreo como ayer, como mañana,
los pájaros vuelven a besar las flores
y la casa grande parece una acuarela.

¿Y ahora?... Por Rafael Serrano Ruiz- España

A Paquisol Gayo Retana

Formados en el miedo,
asentados en la comodidad de lo conocido,
lloramos por temor
al gran enfrentamiento…
dimensión donde lo fundamental se desconoce.
Aprendizaje de lo imperfecto.

Instante supremo.
Aceptación del hecho…
¿Eso es  todo?
¿Y ahora ?...


Crisálida del tiempo…
insólito renacer en la permanencia,
nueva dimensión
donde todo de nuevo fluye,
donde nada termina…

Mi máscara desnuda Por Beatriz Ojeda-Montevideo-Uruguay

Mientras medito mi alegato
ante mi máscara desnuda
el mundo sigue andando
sin confesiones valederas.

Sin otro sueño que lograr ofrendas
fingiendo ante mi misma
un mundo que desvía mis creencias
emplazo a la verdad en mi palestra.

Deseosa de mirarme en el espejo
con mi rostro sincero
encuentro que el camino que he elegido
está siendo poblado de mentiras.

Mentiras disimulos y antifaces
en cada contingencia que he vivido
montando una obra de oropeles
que alcance a ser vivida como cierta.

Y nada de lo visto me contenta
he sido descuidada en mi propuesta
descifro las entrañas de los huecos
destierro mi pantalla de apariencias.

Espinelas directas Por Granada Sandoval- España

Estoy en el espacio de un suspiro
buscando del ayer frases perdidas.
Estoy rebuscando por las heridas
de días que se fueron al olvido.
¡Como duelen los deseos y el latido,
de un corazón  que late ya agotado!
¡Qué triste ir navegando lado a lado
Por horas de ternezas infinitas!
¡Mi pobre corazón...!  ¿Por qué tiritas
Por cosas que son agua del pasado?

Horas brujas 5 Por Amanda Reverón- Venezuela


La quietud
se encrespa,
deja de ser el pan nuestro de cada día.
Ya no habita el carapacho
y se muestra;
saca sus brazos,
deja de ser montuna.
Es mucho más que un letargo,
es una luna redonda
crepitante
al ras de la penumbra.

LA CIUDAD DE LAS BRUJAS Por María Elena Walsh


Si ustedes vieran el invierno
en la ciudad de Brujas.
Es un invierno tan antiguo
y no parece acabar nunca.

Hay un solcito fugitivo
que las abuelas buscan
y se sientan en la vereda
para enhebrarlo en sus agujas.

Hay calles de nadie y silencio,
casas de piedra mustia,
muchos canales y canales
donde el agua está quieta y muda.

Con señorial aburrimiento
los cisnes se aventuran
a patinar sobre la escarcha
bajo puentes de musgo y bruma.

Flores de tiza por el cielo
los molinos dibujan
y sueñan fábulas de harina,
recuerdan pan lleno de arrugas.

Campanas de los campanarios
se sueltan todas juntas
a cantar viejas alegrías,
repentinas como la lluvia.

Si ustedes vieran el invierno
en la ciudad de Brujas.
Es como un sueño de juguete
abandonado por la luna.

MANUBRIO AZUL Por María Elena Walsh


Un abuelo, un abuelo muy viejito
por el parque se pasea con bastón.
No le importa si llegó la primavera,
sólo espera cobrar la jubilación.
De repente, de repente se detiene
y algo busca que se le perdió.
Mira al suelo, mira al cielo
y mira alrededor.

Por dónde andará –manubrio azul–
color de un triciclo del ayer.
Un juguete de pura nostalgia
que a su infancia lo lleve otra vez,
que se ponga a rodar para atrás
hasta mil novecientos tres.

Por dónde andará –manubrio azul–
relámpago de felicidad.
El abuelo se trepa a una hamaca,
se desliza por el tobogán
y cabalgando en el sube y baja
a su antigua niñez se va.

Por dónde andará –manubrio azul–
amor que el olvido le robó.
El azul de su viejo triciclo
de repente lo halló en una flor,
una flor que esperaba en el tiempo
y sólo por él florece hoy.

Un abuelo, un abuelo muy viejito
por el parque se pasea con bastón.
Sólo espera recobrar la primavera,
no le importa nada la jubilación.
De repente, de repente se detiene
a ponerse la flor en el ojal.
Ese algo que esperaba
no se marchitará.

.Instrucciones para planchar el alma… Por Antonio Monzonís Guillén-España

El hubiese vivido siempre arrugado
porque así era su vida........
triste,
sola,
vagabunda.......
se hartaba de hacerse la cama todos los días....
de tener que limpiar el plato y la cuchara que comía......
de asomarse al balcón y no ver nada
sólo veía la calle vacía y las plantas casi secas y sin flores
sentía el frío en la cama.....
 y daba muchas vueltas para buscar el calor,
 pero eso le despabilaba pensando siempre......
y quería conciliar el sueño....
pero tenía sueños raros,
pensamientos vagos.....
..durante el día ..
...daba vueltas al mercado para comprarse la fruta....
y pensaba que tenía que coserse el botón de la camisa......
luego veía volar a los pájaros cantando con sus trinos....
y veía el cielo azul de la vida....
con pequeñas nubes blancas...
que despacio se deslizaban
y creía ver entre ellas .....
todo lo que andaba buscando...
a ella...
…a ese amor que buscaba...
..con los besos de su boca ,
,,,con los brazos que de noche lo abrazaban...
.. y cuando veía al vendedor de las plantas....
quería comprarle una ....
una planta llenita de flores blancas. ,,..
..porque a ella le gustaba
y la pondría en la mesita del salón ...
..como un adorno muy cerca del sillón verde...
..cuando miraba el espejo...
.dibujaba una sonrisa para ver si le gustaba....-
y luego ya se afeitaba...
siempre pensando en ella ...
..cada momento del día....
y su cuerpo estallaba.....
y exhausto abría siempre los brazos-.---
y unas lágrimas de oro....
recorrían por sus venas....
llenitas de vendavales.....
de fuego.....
y de preludios....
...y esperaba en el sillón ..
..y al ratito se dormía....
.escuchando los sonidos.....
de las viejas alambradas...
de las rosas y del río .....
donde siempre se bañaba desnuda....
donde la tierra maldita.....
de mi cuerpo la alejaba.....
y siempre la recordaba.....
con mis manos en su cuerpo.....
con suavidad dorada,,,,
y hablábamos del amor que el viento se lo llevaba....
y yo sin dormir
pensaba....
y pensaba....
y esperaba.....

La mano que firmó el papel derribó una ciudad Por Dylan Thomas.


La mano que firmó el papel derribó una ciudad;
Cinco dedos soberanos tasaron el aliento,
Duplicaron el globo de la muerte y partieron en dos un país;
Estos cinco dedos le dieron un rey a la muerte.
La poderosa mano guía a un hombro inclinado,
Los nudillos están entumecidos con la tiza;
Una pluma de ganso ha puesto fin al crimen
Que puso fin a la conversación
La mano que firmó el tratado engendró una plaga,
Y creció la hambruna y llegaron las langostas;
Grande es la mano que posee dominio sobre
El hombre mediante un nombre garabateado.
Los cinco reyes cuentan los muertos pero no mitigan
La herida encostrada ni acarician la frente;
Una mano gobierna la piedad como una mano gobierna el
cielo;
Las manos no tienen lágrimas para verter.