En memoria de las víctimas inocentes
de confrontaciones bélicas.
con toda su herida a cuestas,
miraba el atardecer
y encontró su carne abierta,
buscaba el calor otoñal
cien truenos lo desorientan
cerros y tejados se tiñen de polvo y humo,
jirones de enredaderas
sellaron allí su destino.
Se acerca la camanchaca
se abre paso entre el gentío,
dejando rastros de lágrimas
hiriendo en surcos la tierra
horadada de misterios.
A lo lejos una quena
deja escuchar sus lamentos,
en el aire frío, seco
los buitres revolotean.
Donde han quedado las luces
desencontrados luceros,
no habrán más atardeceres
de otoño tibio en las calles.
Agosto 2010.
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