sábado, 28 de mayo de 2016

SONETO Por Arriaza

¿Qué hace   vuestra   merced   que  no arremete,
¡Oh Don Quijote!, y con sin par bravura
Rompe la envejecida sepultura
En que os dejó tendido Cide-Hamete?

Embrace adarga, vista el coselete,
Y blandiendo en la diestra lanza dura,
Embista la canalla sin ventura
De sandios que a eruditos se nos mete.

Mas ya os oigo decir hacia mí vuelto:
«No mi quietud con voces alborotes,
Ni demandes mi ayuda asaz resuelto,

« Pues te hago saber, y es bien lo notes,
Que si anda ahora el mundo tan revuelto,
Es sólo porque en él sobran quijotes,»

MAXIMAS DE ROCHEFOUCAULD

-Es tal el hábito que tenemos de ocultar a los otros lo que somos, que al fin acabamos por engañarnos a nosotros mismos.

-Es más fácil parecer digno de los cargos que no poseemos, que de los que desempeñamos.

- Nos gusta mucho más que nos imiten, que no que procuren igualarnos. La imitación es señal de estima, pero la competencia lo es de envidia.

VEJECES Por José Asunción Silva.

Las cosas viejas, tristes, desteñidas,
Sin voz y sin color, saben secretos
De las épocas muertas, de las vidas
Que ya nadie conserva en la memoria,
Y a veces a los hombres, cuando inquietos
Las miran y las palpan, con extrañas
Voces de agonizantes, dicen, paso,
Casi al oído, alguna rara historia
Que tiene oscuridad de telarañas,
Son de laúd y suavidad de raso.
Colores de anticuada miniatura,
Hoy, de algún mueble en el cajón, dormida,
Cincelado puñal, carta borrosa,
Tabla en que se deshace la pintura
Por el tiempo y el polvo ennegrecida,
Histórico blasón, donde se pierde
La divisa latina, presuntuosa,
Medio borrada por el liquen verde,
Misales de las viejas sacristías,
De otros siglos fantásticos espejos
Que en el azogue de las lunas frías
Guardáis de lo pasado los reflejos;
Arca, en un tiempo de ducados llena,
Crucifijo que tanto moribundo
Humedeció con lágrimas de pena
Y besó con amor grave y profundo;
Negro sillón de Córdoba, alacena
Que guardaba un tesoro peregrino
Y donde anida la polilla sola,
Sortija que adornaste el dedo fino
De algún hidalgo de espadín y gola,
Mayúsculas del viejo pergamino,
Batista tenue que a vainilla hueles,
Seda que te deshaces en la trama
Confusa de los ricos brocateles,
Arpa olvidada que al sonar, te quejas;
Barrotes que formáis un monograma
Incomprensible en las antiguas rejas,
¡El vulgo os huye, el soñador os ama,
Y en vuestra muda sociedad reclama
Las confidencias de las cosas viejas!

El pasado perfuma los ensueños
Con esencias fantásticas y añejas,
Y nos lleva a lugares halagüeños
En épocas distantes y mejores;
¡Por eso a los poetas soñadores
Les son dulces, gratísimas y caras,
Las crónicas, historias y consejas,
Las formas, los estilos, los colores,
Las sugestiones místicas y raras
Y los perfumes de las cosas viejas!

La cita Por Estanislao del Campo

Era noche, cándidas, flotantes,
las nubes discurrían por los cielos
salpicados de estrellas, como velos
 bordados de topacios y diamantes.

Los rayos de la luna, fulgurantes,
plateaban las lagunas y arroyuelos
que entre pliegues de verdes terciopelos
movían sus caudales murmurantes.

Crucé el jardín con paso cauteloso
hollando margaritas, que un quejido
exhalaban, heridas en su tallo.

Distinguí su vestido vagaroso,
me acerqué, me abrazó, lanzó un gemido
porque al besarla yo le pisé un callo.

CANCIÓN A UNA MUCHACHA MUERTA Por Vicente Aleixandre

Dime, dime el secreto de tu corazón virgen,
dime el secreto de tu cuerpo bajo tierra,
quiero saber por qué ahora eres un agua,
esas orillas frescas donde unos pies desnudos se bañan con espuma.

Dime por qué sobre tu pelo suelto,
sobre tu dulce hierba acariciada,
cae, resbala, acaricia, se va,
un sol ardiente o reposado, que te toca
como un viento que lleva sólo un pájaro o mano.

Dime por qué tu corazón, como una selva diminuta,
espera bajo tierra los imposibles pájaros,
esa canción total que por encima de los ojos
hacen los sueños cuando pasan sin ruido.

Oh, tú, canción que a un cuerpo muerto o vivo,
que a un ser hermoso que bajo el suelo duerme,
cantas color de piedra, color de beso o labio,
cantas como si el nácar durmiera o respirara.

Esa cintura, ese débil volumen de un pecho triste,
ese rizo voluble que ignora el viento,
esos ojos por donde sólo boga el silencio,
esos dientes que son de marfil resguardado,
ese aire que no mueve unas hojas no verdes . . .

¡Oh, tú cielo riente que pasas como nube;
oh pájaro feliz que sobre un hombro ríes;
fuente que, chorro fresco, te enredas con la
luna; césped blando que pisan unos pies adorados!

Apuntes para una historia del disparate: La teoría de las piedras vivas Por L.M.

       Durante el siglo XVI varios científicos europeos se dedicaron con paciencia al estudio y a la observación de las piedras. Y algunos de ellos llegaron a conclusiones completamente disparatadas, o por lo menos, que hoy parecen disparatadas. El médico y filósofo italiano Girolamo Cardano (1501-1576) dedicó buena parte de su vida a examinar minuciosamente distintas piedras. Y una de las cosas que más le llamaron la atención fue que muchas de ellas tenían diminutas cavidades, poros, finos túneles y rayas borrosas. ¿Y a qué conclusión llegó? Bueno, dijo que esos detalles revelaban formas muy simples de aparatos digestivos. A partir de esa observación, podían deducirse tres cosas: que las piedras eran seres vivos, que comían y que crecían.

LAS "PIEDRAS VIVAS"

Cardano y sus seguidores pensaban que la vida y la estructura de las piedras era parecida a la de las plantas: las piedras crecían gracias a la absorción de nutrientes a través de poros y su distribución por conductos; mientras que en los vegetales los nutrientes circulaban por un sistema de canales y cavidades.
El naturalista francés Jean Baptiste Robinet (1735-1820) no sólo compartía las ideas de Cardano, sino que iba mucho más allá: aseguraba que las piedras tenían un complejo sistema de órganos vitales internos que les permitía filtrar, destilar y transportar el alimento a todas las partes de su "cuerpo". Y eso no es iodo: Robinet llegó a decir que cuando las piedras no comían, "se debilita ban y sufrían mucho".
En realidad, Cardano no fue el primero al que se le ocurrió el asunto de las "piedras vivas". Muchos autores de ia antigüedad también decían que las piedras eran seres vivos, muy primitivos, y que nacían de semillas o de los relámpagos. E incluso, y tal como lo planteaba el filósofo griego Aristóteles (384-322 a.C), muchos creían que las piedras nacían en la superficie de la Tierra, o en su interior, a partir del calor o de la influencia del Sol y los demás astros.

EL SEXO DE LAS PIEDRAS

Si las piedras eran seres vivos, también podía pensarse que debían reproducirse de algún modo. Al fin de cuentas, si los animales y las plantas se reproducían, ¿por qué no las piedras? Y que por lo tanto, tenía que haber piedras masculinas y piedras femeninas. Así pensaba, hace 2300 años, el filósofo griego Teofrasto (327-287 a.C), y así lo escribió en su voluminosa obra "Historia de las piedras". Lo mismo sostuvo Plinio, un escritor romano que vivió durante el siglo I, y que se dedicó con gran entusiasmo al estudio de la naturaleza: según él, las piedras "masculinas" se distinguían porque tenían una raya que las atravesaba, más gruesa que las piedras "femeninas".
Mucho más cerca en el tiempo, encontramos la opinión del naturalista inglés John Mandeville, que vivió durante el siglo XVI. Para él, "la unión de los dos sexos en los minerales lleva a la creación de nuevos individuos, al menos en el caso de los diamantes".

CONFUSIÓN CON FÓSILES

Algunas veces no sólo se trataba de interpretaciones apresuradas y bastante fantasiosas, sino de simples confusiones: muchas de las "piedras" a las que se referían los autores de la antigüedad, eran fósiles. Así, por ejemplo, los antiguos pensaban que las Glossopetras, unas supuestas piedras chatas y triangulares, crecían en el aire y caían a tierra durante las tormentas. Hoy en día sabemos que, en realidad, las Glossopetras son simples dientes fosilizados de tiburones. En esta línea de confusión cayó también Plinio: lo que él creyó que eran "piedras masculinas y .femeninas", eran simples restos fósiles de distintos crustáceos.


Extraído de la revista Cabal, febrero de 1999

domingo, 22 de mayo de 2016

EL CHARLATÁN Por León HALÉVY

Cierto pedante charlatán, creía
Que   sus   gritos, no más, huecas. palabras,
Eran sin duda la infalible prueba
De su claro talento y prendas altas.

Igualarse a un Demóstenes no menos,
Se le puso (en Atenas habitaba),
Y en su orgullo soñó ser aplaudido
Cual orador insigne por la fama.

Con tal afán y cor. la bolsa llena,
De Isócrates llegóse a la morada,
A reclamar de sus discretos labios
Para sus fines las lecciones sabias.

—Feliz si me parezco a vos un día.
¿En qué precio fijáis vuestra enseñanza?
—Si te instruyo en hablar, treinta talentos;
Y si en callar, trescientos: cual te plazca.

EL JURAMENTO Por Gabriel de la Concepción Valdés

A la sombra de un árbol empinado
Que está de un ancho valle a la salida,
Hay un pequeño arroyo que convida,
A beber de su líquido argentado.

Allí fui yo por mi deber llamado
Y haciendo altar de tierra endurecida
Ante el sagrado código de vida
Extendidas mis manos he jurado:

Ser enemigo eterno del tirano,
Manchar si me es posible mis vestidos
En su execrable sangre, por mi mano,

Derramarla con golpes repetidos,
Y morir a las manos de un verdugo,
Si es necesario por romper el yugo.

Nocturno Por Ezequiel Feito

Soy un barco que en la noche
por las estrellas navega.
Cargado voy de infinito
porque infinita es mi pena.

Aunque errante sea mi rumbo
y en la oscuridad me pierda,
mi barco sabe guiarse
en la negrura mas densa.

Pero cuando me enamore
algún día de una estrella
quemaré toda mi nave
para estar junto con ella.

Si me amas (anónimo)

Regada de mis lágrimas
crece una linda flor,
y mis suspiros débiles
imita el ruiseñor.

Si me amas, niña cándida,
tuya será la flor,
y en tu balcón recóndita
oirás al ruiseñor.

LA PIEDRA Por Lermontoff (1814-1841)

                             I

Implorando limosna llegó un mendigo
Al palacio de un noble, grande y soberbio;
El magnate no quiso darle socorro
Y le dijo al humilde:—¡Márchate presto!...

Mas el pobre, obstinado, no se marchaba,
Y entonces el magnate, de orgullo ciego,
Agarrando una piedra pesada y dura,
La lanzó a la cabeza del pedigüeño.

El astroso mendigo cogió la piedra.
La estrechó rencoroso contra su pecho
Y murmuró:—La guardo, pero no dudes
De que al correr los años te la devuelvo.


II

Y pasaron los años, como las nubes
Pasan por los caminos del ancho cielo;
Y pasaron los años, y el poderoso
Acusado de un crimen se miró preso.

El magnate amainado yendo a la cárcel
Hallóse frente a frente del pordiosero,
Y este sacó la piedra, mas al lanzarla,
Reflexionando un poco, la arrojó al suelo.

Y dijo:—Rencoroso guardé esta piedra;
Mas fue inútil guardarla por tanto tiempo:
Siendo feliz y rico, mucho te odiaba,
Hoy, pobre y perseguido... ¡te compadezco!

Para un egoísta Por Ezequiel Feito


Para Héctor Fuentes

Tu estás solo. La madrugada nunca es tuya,
ni tus pies balancean un vacío sin mañana,
ni tus ojos van brotando desde el fuego
de una simple claridad que despierta hacia a la nada.

Tus sombras no son tuyas. Son apenas
el recuerdo de tu infancia
donde unos brazos vigorosos te envolvían como nubes
y el corazón latía con cálidas palabras.

¿Recuerdas? Eran flor de carne tus mejillas
cuando el cielo en tus ojos colocaba
un sencillo asombro, que incipiente
como luz de inteligencia se mostraba.

Tuyas, si, son esas manos que se aferran
al alto panteón donde descansa
tu gloria casi muerta.
Aún la tierra
no ha regado un sólo surco con tus lágrimas.

No es tu corazón quien salta en tu pecho
ni es tu alma la que atrapa
su canción de amor sobre la tierra.

Tu estás solo. Has dejado para nadie
ese instante amable
capaz de redimir toda tu miseria.
en una sola madrugada.

LA ROSA DE LOS ALPES POR FEODOR LOEWE

Sobre escarpado monte brota ornada
De pardo musgo, hielo y blanda nieve
La rosa de los Alpes ignorada,
De la ancha soledad imagen breve.
El dulce aliento de la blanda brisa
Jamás besó a su regalada boca;
Risueña está cual celestial sonrisa
En el austero rostro de la roca.
Sobre peñascos, entre hielo eterno,
Do la avalancha colma de desdicha
Al morador del valle, en sueño tierno
Germina muda como oculta dicha.
Feliz mil veces quien oculta guarda
Recóndita en  su  pecho y  escondida
Entre nieves y hielo, flor gallarda,
Con que aliviar los duelos de la vida.

LOS TREINTA DINEROS Por Washington P. Bermúdez

Si por treinta dineros, que a la cara
le arrojaron los jueces con desprecio,
vendió una noche el miserable Judas
al sublime maestro,

hoy seres viles, a la luz del día,
titulándose apóstoles del pueblo,
venden su pluma y su conciencia vendan...
quizá por mucho menos.

El cobarde judío, avergonzado
de su traición, y arrepentido luego,
por propia mano se infligió el castigo
de su crimen horrendo.

¡Y los venales escritores, nunca
sienten rubor al recibir el precio
de sus aplausos; las monedas toman,
impúdicos, riendo!

Protervo fuiste al negociar la sangre
del venerando mártir Galileo;
¡Esos que venden su conciencia y pluma
son Judas más protervos!

¡Más probidad y más honor tuviste,
vil Iscariote, en tan remotos tiempos,
que honor y probidad en los actuales
tienen los fariseos!

Tú, después de la infamia, te colgaste;
Los otros cuelgan una cruz al pecho,
Y se deleitan al sonoro ruido
De los treinta dineros.

Hacerlo todo fácil - Por Jaim Etcheverry

         Una obra maestra de la literatura o una sinfonía parecen complejas? Hoy esto no es un problema. La maquinaria de la cultura popular contemporánea cuenta con poderosas herramientas que permiten procesar las grandes creaciones del hombre para despojarlas de ambigüedades, quitarles los matices y todo vestigio de sutileza. Ante la sola sospecha de dificultad, se ponen en marcha los aceitados mecanismos de la simplificación.
Las creaciones humanas adquieren grandeza precisamente cuando logran transmitir la dimensión de complejidad que es inherente a nuestra naturaleza. Cuando tiempo atrás se encaraba, por ejemplo, transferir una gran novela a un medio diferente, se lo hacía respetando la esencia de esa obra de arte. Ahora se la considera como secundaria materia prima por ser embellecida mediante la simplificación. Cada vez más se invita a la gente a acceder a la cultura a través de estas versiones diluidas, copias mejoradas, carentes de la sutileza y matices que hacen trascendente al original. Antes la fantasía era un modo de aproximarse a la realidad. Ahora, la realidad de una obra de arte es usada como material para generar fantasías que permitan pasar un rato divertido.
Todo constituye aceptable materia prima para la industria universal del entretenimiento, aunque suponga devorar lo mejor de nuestra cultura, que termina homogeneizada en una especie de papilla insulsa al alcance de todos. Los clásicos son mejorados para adaptarlos a los requisitos del entretenimiento actual, haciéndolos apetitosos para el nada exigente paladar contemporáneo. Lo preocupante de esta situación es que el público termina por creer que está frecuentando los clásicos.
Esta singular devaluación de la autenticidad se acomete en el convencimiento de que la gente es incapaz de manejar el conflicto y el dolor, las contradicciones y ambigüedades de la vida. Para lograr éxitos comerciales, la nueva cultura mundial del entretenimiento busca aprovechar el prestigio de profundidad de que goza la vieja, aun a riesgo de corromper eso mismo con lo que intenta desesperadamente vincularse.
Describiendo la actual conspiración contra la dificultad, Antonio Muñoz Molina señala que, para los criterios actuales, El Quijote carece de acción porque casi no pasa nada y es confuso. No logra enganchar al lector de hoy, atareado, con poco tiempo para perder en divagaciones inconducentes. Surgen así ediciones simplificadas con lo importante, con la acción, que evitan fatigas inútiles a los lectores. Este convencimiento de que las personas sólo son capaces de recibir mensajes muy simples revela el desprecio por su inteligencia y su capacidad de esfuerzo para comprender la complejidad del mundo.
Cada día estamos más expuestos a esta cultura pasteurizada, papilla intelectual que prolonga la lactancia de una vida fácil, sin esfuerzo ; y de una estúpida jovialidad. El deforme Quasimodo es hoy el simpático Quasi, que baila con otrora atemorizantes gárgolas (bautizadas culposamente Víctor y Hugo) en el interior de una Notre Dame tan luminosa como un castillo de hadas. Quienes nos acabamos de deslumbrar con La Walkyria deberíamos advertir que la historia de los mellizos clama por protagonizar una telenovela en la que Wotan podría ser un ejecutivo atormentado. Pero sin duda antes nuestros chicos verán El Flaco y el Gordo, como sin duda se conocerá en pocos años a Don Quijote y a Sancho. Todo con Luis Miguel entonando la Oda a la alegría, del simpático sordito Beto, que emigrará de la oscura Bonn a la atractiva Miami.
Para gozar de las obras maestras de la cultura humana, no hay que simplificarlas, parodiarlas o ridiculizarlas. Basta con hacer que todos puedan frecuentar los originales para comprenderlos y disfrutarlos. Deberíamos aceptar que no todo es entretenimiento, que somos nosotros los encargados de establecer la forma en que incorporaremos las grandes creaciones del hombre a nuestras vidas. Para lograrlo, hacen falta maestros y ejemplos, no un ejército planetario de disciplinadas niñeras que pasen la cultura por la procesadora para darnos cucharadas del puré que, dócilmente, nos estamos acostumbrando a consumir.

sábado, 14 de mayo de 2016

TARDE DEL TRÓPICO Por RUBÉN DARÍO

Es la tarde gris y triste.
Viste el mar de terciopelo
Y el cielo profundo viste
De duelo.
Del abismo se levanta
La queja amarga y sonora.
La onda, cuando el viento canta,
Llora.
Los violines de la bruma
Saludan al sol que muere.
Salmodia la blanca espuma:
Miserere.
La armonía el cielo inunda,
Y la brisa va a llevar
La canción triste y profunda
Del mar.
Del clarín del horizonte
Brota sinfonía rara,        
Como si la voz del monte
Vibrara.
Cual si fuese lo invisible...
Cual si fuese el rudo son
Que diese al viento un terrible

EL AMBICIOSO Por Francisco Gregorio de Salas

En sus vastas ideas desvelado,
El ambicioso deja el blando lecho,
Y jamás con su suerte satisfecho,
Pasa de un cuidado a otro cuidado.

Necia y ocultamente dominado
De artificiosas máquinas su pecho,
Acreedor se juzga de derecho
Al empleo más digno y elevado.

De sus vanos deseos combatido,
No disfruta jamás el bien presente,
Haciéndole infeliz su propio anhelo;

Y al fin, de toda paz desposeído,
Sólo reina en su espíritu impaciente
El ansia, la codicia y el recelo.

LA TEMPESTAD Y LA CALMA POR JUAN DE ARGUIJO

Yo vi del rojo sol la luz serena
Turbarse, y que en un punto desparece
Su alegre faz, y en torno se oscurece
El cielo con tinieblas de horror llena.
El austro proceloso airado suena,
Crece su furia, y la tormenta crece,
Y en los hombros de Atlante se estremece
El alto Olimpo y con espanto truena;
Mas luego vi romperse el negro velo
Deshecho en agua, y su luz primera
Restituirse alegre al claro día;
Y de nuevo esplendor ornado el cielo
Miré y dije: ¿Quién sabe si le espera
Igual mudanza a la fortuna mía?

EPITAFIO DE ANTIMACO ASTRÓLOGO POR LOPE DE VEGA

Yace un astrólogo aquí,
Que a todos pronosticaba,
Y que jamás acertaba
A pronosticarse á sí.
De una coz y mil molestias
Le mató una muía un día;
Que entiende la astrología

LA QUENA Por José Santos Chocano

No la flauta del dios, alegre avena
Del bosque griego, en que trinar solía:
Es flauta cual paloma en agonía
La que en las noches de los Andes suena.

¡Cuan profundo lamento el de la quena!
La quena, en medio de la puna fría,
Desenvuelve su larga melodía
Más penetrante cuanto más serena.

Desgranando las perlas de su lloro,
A veces hunde el musical lamento
En el hueco de un cántaro sonoro;

Y entonces finge en la nocturna calma,
Soplo del alma convertido en viento,
Soplo del viento convertido en alma. . .

A UN JUEZ MERCADER Por Francisco de Quevedo Villegas

Las leyes con que juzgas ¡ oh Batino!
menos bien las estudias que las vendes;
Lo que te compran solamente entiendes;
Mas que Jasón te agrada el vellocino.
El humano derecho y el divino,
Cuando los interpretas, los ofendes,
Y al compás que la encoges ó la extiendes,
Tu mano para el fallo se previno.
No sabes escuchar ruegos baratos,
Y sólo quien te da te quita dudas ;
No te gobiernan textos,  sino tratos.
Pues que de intento y de interés no mudas,
O lávate las manos con Pilatos,
O con la bolsa ahórcate con Judas.

MAXIMAS DE ROCHEFOUCAULD

Francisco, Duque de La Rochefoucauld, Príncipe de Marcillac, ilustre cortesano y literato francés, nació en París el 15 de Septiembre de 1613. A los diez y seis años entró en el ejército, y durante algún tiempo permaneció en la Corte. Murió en París el 17 de Marzo de 1680. Su celebridad literaria se funda en sus «Reflexiones, ó sentencias y máximas morales» y en las «Memorias de la Regencia de Ana de Austria» (publicadas subrepticiamente en 1662), en las cuales da cuenta, de un modo sencillo pero magistral, de los acontecimientos políticos de su tiempo.

-El deseo de aparentar que somos personas de mérito nos priva a veces de serlo.

-Hay personas débiles que conocen su propia flaqueza hasta el punto de saber aprovecharse de ella.

-A pocos hombres es dado conocer todo el mal que hacen.

-A veces tendríamos que avergonzarnos de nuestras mejores acciones, si conociese el mundo la causa que las ha motivado.

-Se necesita la misma habilidad para poner en practica un buen consejo, que para obrar por propia iniciativa.

-Podemos dar consejo, pero no conducta.

-Nunca nos ponen tan en ridículo las cualidades que tenemos, como las que afectamos tener.

-Hay en la aflicción varias clases de hipocresía: lloramos para adquirir fama de sensibles, para que nos compadezcan, para que lloren por nosotros y para evitar el escándalo de no llorar.

-Llegamos novicios a las diferentes edades de la vida, y faltos de experiencia, aun cuando hayamos estado muchos años para lograrla.

-Juzgamos las cosas de una manera tan superficial, que las palabras y acciones mas comunes, dichas y hechas de una manera agradable, con algún conocimiento de lo que ocurre en el mundo, alcanzan, a veces, un éxito superior al de las inteligencias privilegiadas.

-Cuando los grandes hombres se dejan dominar por la magnitud de sus padecimientos, descubren que lo que los sostenía era el poder de su ambición, y no el de su entendimiento.

-Descubren también que, si los héroes se desprenden de una parte de su vanidad, son exactamente iguales a los demás hombres.

-Los que se dedican demasiado a las cosas pequeñas, se hacen, por lo general, incapaces de las grandes.

-Pocas cosas hay que sean impracticables por sí mismas; las mas de las veces los hombres no logran un éxito franco, antes por falta de aplicación que por carencia de medios.

-Nos es más grato el trato de aquellos que nos deben beneficios, que el de aquellos de quienes los hemos recibido.

-A todo el mundo le gusta corresponder a los favores sin importancia; algunos llegan a reconocer los que la tienen relativa; pero difícil será hallar uno siquiera que no pague con la ingratitud los mayores beneficios.

-En la adversidad confundimos, a veces, la debilidad con la firmeza; la sufrimos, sin atrevernos siquiera a mirarla, como los cobardes se dejan matar sin resistencia.

-Los seres despreciables son los únicos que temen el desprecio.

-Los crímenes que sólo conocemos  nosotros,  fácilmente los olvidamos.

-La perfidia y la traición son hijas de la falta de capacidad.

-Es tan fácil engañarnos a nosotros mismos, sin que nos demos cuenta de ello, como difícil engañar a los demás sin que se enteren.

-Somos menos desgraciados a veces cuando nos engañan los que amamos, que cuando nos dicen la verdad.

-Antes de desear una cosa con vehemencia deberíamos averiguar si el que la posee es feliz con ella.

-Si conociéremos a fondo algún objeto nunca lo desearíamos con pasión.


-El hombre que no siente satisfacción en sí mismo, excusado será que la busque en otra parte.

INSULTANDO DEFECTOS NATURALES De TRADICIONES Y OBSERVACIONES DEL TALMUD

        No desprecies al pobre: tú no sabes cuan pronto puedes correr su misma suerte.
No desprecies al contrahecho: sus defectos no han sido buscados por él, y no debes añadir tu insulto á su desgracia.
No desprecies á ninguna criatura: la más insignificante es obra de tu Creador.


El Rabino Eliezer, al volver de la residencia de su amo á su lugar natal, estaba altamente engreído con los grandes conocimientos que había alcanzado. En su camino encontró una persona singularmente desproporcionada y contrahecha que viajaba hacia la misma población. El extranjero le saludó diciéndole:
—La paz sea contigo, Rabino.
Eliezer, orgulloso de su sabiduría, en lugar de devolverle el saludo, reparó solamente en la deformidad del viajero, y en tono de burla le dijo:
—¿ Raca, son todos los habitantes de tu pueblo tan contrahechos como tú?
El extranjero, admirado por la falta de modales de Eliezer, y provocado por el insulto, replicó:
—No lo sé; pero sería mejor que hicieras esta pregunta al gran Artista que me ha hecho.
El Rabino comprendió su error,  y apeándose de su cabalgadura,  se arrojó á los pies del desconocido,  rogándole que le perdonase la falta cometida por su corazón vanidoso, la que sentía sinceramente. —No—dijo el desconocido;—ve primero al Artista que me ha hecho y dile: ¡ Oh gran Artista, qué horrible ser has producido !
Eliezer continuó en sus ruegos, y el extranjero persistía en su negativa. Entre tanto llegaron á la ciudad natal del Rabino. Los habitantes, enterados de su llegada, acudían en grupos á recibirle exclamando:
—¡ La paz sea contigo, Rabino! ¡ Bien venido seas, maestro!
—¿A quién llamáis, Rabino?—preguntó el extranjero.
El pueblo señaló á Eliezer.
—¡Ya éste honráis con el nombre de Rabino!—continuó el pobre hombre.—¡ Oh Israel, no produzcas muchos que se le asemejen!
Y contó lo que le había sucedido.
—Ha hecho mal; él lo conoce—dijo el pueblo.—Perdónale, pues es un grande hombre, muy versado en la Ley.
El extranjero le perdonó, haciendo notar que su larga negativa no había tenido otro objeto que hacer comprender bien su falta al Rabino. El sabio Eliezer le dio las gracias; y mientras exponía al pueblo su propia conducta como un ejemplo, justificaba el proceder del extranjero, diciendo, que si bien una persona debe ser siempre flexible como una caña y no tenaz como un cedro, el insultar la pobreza ó los defectos naturales no es ofensa venial; sino que, por el contrario, es una de las qué no cabe esperar sea perdonada fácilmente.

sábado, 7 de mayo de 2016

ALLÁ LEJOS Por RUBÉN DARÍO

Buey que vi en mi niñez echando vaho un día
Bajo el nicaragüense sol de encendidos oros,
En   la   hacienda fecunda, plena de la armonía
Del   trópico; paloma de los bosques sonoros,
Del viento, de las hachas, de pájaros y toros
Salvajes, yo os saludo, pues sois la vida mía.
Pesado buey, tú evocas la dulce madrugada
Que   llamaba a la ordeña de  la vaca lechera,
Cuando era mi existencia toda blanca y rosada,
Y tú, paloma arrulladora y montañera,
Significas en mi primavera pasada
Todo lo que hay en la divina Primavera.

DESDICHA INFANTIL Por Luis Ratisbonne

DESDICHA INFANTIL
Por Luis Ratisbonne

Una mujer andrajosa
Hallé en mi camino un día.
Y de su diestra agarrada,
Con débiles pasos iba
Una infeliz pequeñuela
Desmedrada y enfermiza.
Pasaron por una tienda
De juguetes, grande y rica;
Clavó la mujer en ellos
Embelesada la vista,
Y le habló de esta manera
A la demacrada niña:
-« ¿Ves qué graciosos payasos?
¿Ves qué muñecas tan lindas?
¿Ves cuántos animalejos
Dentro de aquella cajita?
Ese teatro de niños,
¿Ves cómo reluce y brilla?
Mira aquellos bebés blancos;
Son de rosa sus mejillas.
¿Verdad que todo es hermoso?
¡Contémplalo, prenda mía!
-Y esas cosas ¿de qué sirven? »
Preguntó la pobrecilla.
¡Eran, para ella, los juegos
Novedad desconocida!
Marchó de nuevo la madre
Llevando a rastras la hija;
Su Ángel custodio, llorando
Y gimiendo la seguía

A MI MADRE Por EDMUNDO DE AMICIS

Amo el nombre gentil, amo la honesta
Aura del rostro que del pecho arranca;
Amo la mano delicada y blanca
Que mi lloro a secar acude presta;

Los brazos donde yo doblo la testa,
Que a mi trabajo sirven de palanca;
Amo la frente pura, abierta, franca,
Donde toda virtud se manifiesta.

Pero amo mucho más la voz sencilla
Que el ánimo conforta entristecido
Convenciendo y causando maravilla;

La voz que cariñosa hasta mi oído
Llega al alba a decirme dulce y bajo:
-Hijo mío, es la hora del trabajo.

CANCIÓN DE LAS MONTAÑAS Por SCHILLER

El sendero que el vértigo produce,
Al borde del abismo serpentea;
Los genios que le guardan, te amenazan
Con una muerte cierta.

Si a ese dios destructor que hay en el fondo,
De su modorra despertar no intentas,
Es preciso que marches en silencio
Para que no te sienta.

Sobre profundidades tan terribles
Estrecho puente su tablero eleva;
No es obra de mortal, ni hay mortal mano
Que a hacerlo se atreviera.

Bajo él forma un torrente blanca espuma,
Irritado por cárcel tan estrecha;
Muge por la mañana y por la tarde,
Muge siempre, sin tregua.

A la negra región de los espíritus
Conduce sin tardar la horrible puerta;
Habitan en el fondo; y del sendero
Que alguno caiga esperan.

Por encima se tiende una campiña
Donde se unen otoño y primavera,
¡Con qué placer, huyendo de este mundo,
Yo viviría en ella!

Cuatro torrentes mugen en el valle
Hacia los cuatro puntos de la Tierra:
A Norte, a Sur, a Oriente y Occidente;
No hay quien su origen sepa.

Y como que está oculto a las miradas
El manantial donde su vida empieza,
Su destino es correr siempre perdidos
En la extensión inmensa.

Dos rocas se levantan sobre el mundo,
Sobre toda altitud, y voltejean
En sus agudos picos blancas nubes,
Vapores de la tierra.

Allí, pues, sobre un trono deslumbrante,
Que los hombres no ven, vive la reina
De las altas montañas: la coronan
Mil zafiros y perlas.

El sol lanza sus rayos, envidioso
De tanta brillantez, que le avergüenza;
Y queriendo fundir tan ricas joyas,
Realza tu belleza.

MENDIGA Por Olindo Guerrini

Terminado el festín, la mesa alzada,
Salía yo al acaso,
Cuando encontré en el fango arrodillada
Una niña a mi paso.

Las ropas desceñidas y andrajosas,
Pálida y balbuciente,
Imploraba con manos temblorosas
La piedad de la gente.

Arrojando en su falda una limosna
Dije a la pordiosera:
-Corre ¡infeliz! y hacia tu madre torna,
-¡Quizá llora y te espera!-

Una errante sonrisa de pasada
Plegó su labio yerto,
Y fijando en el cielo la mirada,
Dijo: - ¡Mi madre ha muerto!

Dijo: - Mi madre ha muerto; el hambre aterra;
La estación es muy cruda;
¡Nadie en mí piensa ya sobre la tierra,
Huerfanita y desnuda! —

Fuerza es sin duda que el dolor nos venza
Viendo al menesteroso;
Yo ante miseria tal sentí vergüenza
 De ser casi dichoso.

A NISE BORDANDO UN RAMILLETE Por Manuel Justo Rubalcava

No es la necesidad tan solamente
Inventora suprema de las cosas,
Cuando de tus manos primorosas
Nace una primavera .floreciente.
La seda en sus colores diferente
Toma diversas formas caprichosas,
Que aprendiendo en tus dedos a ser rosas
Viven sin marchitarse eternamente.
Me parece que al verte colocada
Cerca del bastidor, dándole vida,
Sale Flora a mirarte avergonzada;
Llega, ve tu labor mejor tejida
Que la suya de Abril: queda enojada

EL DESTINO Por Pedro Buenaventura Metastasio

Nace en un bosque venturoso niño,
Mece madre infeliz su tosca cuna;
Y más tarde al favor de la fortuna
Los destinos de un pueblo regirá.
Otro desventurado en regio alcázar
Mira correr sus juveniles años;
Y... tal vez con el tiempo los rebaños
Del otro, infortunado, cuidará.

ESPERANZA Por Guillermo Jaim Etcheverry

        En la sociedad actual se extiende una tendencia alarmante: la resignación. Se manifiesta en una suerte de renunciamiento a actuar sobre el mundo que encuentra su justificación en razones tales como el curso autónomo que parecen seguir la técnica, las características del mundo globalizado o el fracaso de las antiguas utopías responsables de verdaderos desastres durante el siglo XX. Nos desentendemos del futuro, abrumados por señales que nos impulsan al gozo del instante inmediato y nos conducen, insensiblemente, a un inevitable desencanto.
Encerrados en nosotros mismos, protagonizamos un nuevo individualismo que refleja nuestro retiro progresivo del mundo, abandonando resignados la voluntad de civilizarlo o corregirlo. Influidos por aquello que se sostenía en la década de 1980, "no hay otra alternativa", aceptamos la perspectiva de la desaparición de la política y, por lo tanto, de la democracia, que no son otra cosa que apuestas al porvenir. Nuestras vidas quedan así despojadas de la perspectiva que les confiere ese porvenir y se van convirtiendo en presente perpetuo, con lo que terminamos por renunciar también a lo que nos define como humanos.
Precisamente, si algo nos distingue de los animales es el poder decir "no" al orden que parecen tener las cosas. Considerar que lo que sucede no es inevitable constituye el fundamento de nuestra acción como humanos. Si renunciamos a lo? proyectos, a la voluntad de cambiar ese curso de la historia, en suma, a la esperanza, enajenamos nuestra humanidad.
De acuerdo con la bella expresión de Emmanuel Levinas, "el tiempo va hacia alguna parte". Esta concepción de un tiempo recto, lineal, en oposición al tiempo circular que supone la repetición inevitable del pasado, es una creación de la cultura judeocristiana, una idea inicialmente religiosa de la esperanza que aparece reformulada en la concepción del progreso durante el siglo XVIII. El progreso es, pues, la versión laica de la esperanza cristiana, que a su vez proviene del antiguo mesianismo judío. Ese de los grandes profetas que una sentencia del Talmud expresa magistralmente: "¡Recuerda el futuro!" Nos advierte que estamos en camino y, además, que somos gestores del mundo por venir. Los humanos tenemos responsabilidad sobre el destino del mundo. Este no es el resultado de una fatalidad inevitable, un mero producto del azar, sino que refleja nuestra voluntad de construirlo. Afirmar que "otro mundo es posible" -como lo proclama una consigna que hoy se extiende- es esperar que lo sea.
Max Weber sostenía que la política es "el gusto por el porvenir", como lo recuerda Jean-Claude Guillebaud en un ensayo que lleva por título esa frase. Placer que, sin embargo, no expresa una simple inclinación hacia las promesas del futuro ni un abandono inconsciente a lo imprevisible. Supone querer gobernar el porvenir, reafirmando la esperanza en la posibilidad de torcer el rumbo. Sólo habitados por la concepción de un futuro por construir podremos rechazar la idea de que este mundo está librado a las leyes del azar, abandonado a la fatalidad, a la dominación, a la lógica mecánica de un "proceso sin sujeto", como lo define Jacques Ellul.
Es preciso reconquistar el interés por controlar el rumbo de la historia, convenciéndonos de que el mundo es mejorable.
Debemos evitar dejarlo, como también lo señala el Talmud, "abandonado a los malos", librado a los mecanismos anónimos del poder, de la tecnociencia y de la comercialización de la vida. De lo que se trata es de volver a encantar el presente recreando hoy la esperanza en el porvenir.

Extraído de la revista “La Nación”

jueves, 5 de mayo de 2016

Tres poesías obreras de homenaje al Primero de Mayo Por Fernando Adrián Zapata

Mi humanidad obrera

Mis horas de trabajo me colmaron
de un ímpetu flamante de experiencias;
palpitan mis adentros proletarios
con cánticos de justas persistencias.

Mis manos siguen,firmes,la jornada,
creando y produciendo plusvalía;
mi mente,en cambio,se alza,concentrada,
por cada anhelo que mi vida ansía.

Y todo el corazón que me sacude,
irriga sus relámpagos de fuego
en todo mi existir por lo que pude
lograr y por lo que lograré luego.

En esta transición estoy forjando
mis días de labores,tan vitales...,
...¡tan vívidas,de cantos solidarios,
por tiempos de justicias augurales!!!



Somos obreros

Soy obrero,hermano humilde,
luchando,con más sudor;
por un mundo justo y libre,
sin hambre ni explotación.
Sos obrero,hermano humilde,
luchando,con más fervor;
por un mundo justo y libre,
con dignidad,con unión.
Sos igual que yo y que muchos,
buscás pan y libertad;
sos igual que yo y que muchos,
buscás triunfos de equidad.
Derrotando a los tiranos,
habrá pan y libertad.
Si triunfamos,como hermanos,
habrá triunfos de equidad.
Si avanzamos,triunfaremos;
no habrá guerra ni opresión.
Si avanzamos,triunfaremos;
por prosperidad y unión.
Sos igual que yo y que muchos,
buscás pan y libertad.
Sos igual que yo y que muchos,
buscás triunfos de equidad.
Si avanzamos,triunfaremos,
y así: todos triunfarán.
Si triunfamos,¡sembraremos
triunfal generosidad!!!



Este campo,esta ciudad

He crecido en esta tierra,
este campo,esta ciudad,
recorriendo en cada huella
una historia singular
que se vuelve colectiva
en las horas del trabajo,
del estudio,noche y día,
¡entre luchas,entre abrazos!

He sudado mis jornadas
aspirando a progresar,
con mis forjas más templadas
en la calle,en el hogar.
He cantado con hermanos
el reclamo y la alegría,
¡compartiendo,solidarios,
sueños,rumbos y comidas!

He sangrado y he llorado
de emociones encontradas,
de momentos recordados,
y esperanzas enlazadas;
he buscado aquellos lares
que en el corazón irradian,
¡como fuegos estelares,
como triunfo en flor del alba!

He sembrado y cultivado
este suelo que nos nutre,
este anhelo que abrigamos
por la unión que nos alumbre:
nuevos tiempos de reencuentro,
¡nuevos pasos que nos colmen
de justicia y de alimentos,
de igualdad,de luz,de uniones!!!