Si por treinta dineros, que a la cara
le arrojaron los jueces con desprecio,
vendió una noche el miserable Judas
al sublime maestro,
hoy seres viles, a la luz del día,
titulándose apóstoles del pueblo,
venden su pluma y su conciencia vendan...
quizá por mucho menos.
El cobarde judío, avergonzado
de su traición, y arrepentido luego,
por propia mano se infligió el castigo
de su crimen horrendo.
¡Y los venales escritores, nunca
sienten rubor al recibir el precio
de sus aplausos; las monedas toman,
impúdicos, riendo!
Protervo fuiste al negociar la sangre
del venerando mártir Galileo;
¡Esos que venden su conciencia y pluma
son Judas más protervos!
¡Más probidad y más honor tuviste,
vil Iscariote, en tan remotos tiempos,
que honor y probidad en los actuales
tienen los fariseos!
Tú, después de la infamia, te colgaste;
Los otros cuelgan una cruz al pecho,
Y se deleitan al sonoro ruido
De los treinta dineros.
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