I
Implorando limosna llegó un mendigo
Al palacio de un noble, grande y soberbio;
El magnate no quiso darle socorro
Y le dijo al humilde:—¡Márchate presto!...
Mas el pobre, obstinado, no se marchaba,
Y entonces el magnate, de orgullo ciego,
Agarrando una piedra pesada y dura,
La lanzó a la cabeza del pedigüeño.
El astroso mendigo cogió la piedra.
La estrechó rencoroso contra su pecho
Y murmuró:—La guardo, pero no dudes
De que al correr los años te la devuelvo.
II
Y pasaron los años, como las nubes
Pasan por los caminos del ancho cielo;
Y pasaron los años, y el poderoso
Acusado de un crimen se miró preso.
El magnate amainado yendo a la cárcel
Hallóse frente a frente del pordiosero,
Y este sacó la piedra, mas al lanzarla,
Reflexionando un poco, la arrojó al suelo.
Y dijo:—Rencoroso guardé esta piedra;
Mas fue inútil guardarla por tanto tiempo:
Siendo feliz y rico, mucho te odiaba,
Hoy, pobre y perseguido... ¡te compadezco!
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