sábado, 2 de noviembre de 2019

El muerto del esquinero - Por Javier De Viana (De “La Biblia Gaucha”)

¿Sabe el lector lo que es un "esquinero"?
¿No?... Llámase así el poste grueso, fuerte, plantado en el vértice que forma el ángulo de dos líneas de alambrado. Por más recio que fuese y por más hondo que esté enterrado, este "principal" esquinero no podría nunca resistir a las dos fuerzas divergentes que necesariamente lo harían caer en el sentido de la resultante diagonal...
A objeto de contrarrestar esas dos acciones combinadas, se cava  a un par de metros del alambrado, en su parte externa,  una fosa de un metro de profundidad, donde se sepulta otro poste, grueso, duro, imputrescible, al cual se amarra una brida, resistente torzal de alambre que parte de la punta del "esquinero".
Este poste acostado bajo tierra, se llama  en el gráfico decir campesino, - "un muerto".
Se le echa tierra encima; se apisona; más tarde la gramilla crece encima y el foso queda como una tumba olvidada...
Cierta vez, viajando por el despoblado, el que esto escribe, llegó al caer la noche, a un rancho pobre, donde tres gauchos viejos velaban el cadáver de un viejo gaucho. Indagó quién era el muerto y respondieron: "Un hombre que vivió haciendo el bien y a quien, al morir, nadie lo recuerda. Hay hombres que son como los "muertos" de esquineros" de alambrao, que soportan todo el peso, hacen la gloria de los otros y nadie los considera, porque están bajo tierra y nadie los ve y nadie los oye ..."

Semejanza Por Baldomero F. Moreno

De tal manera, hijo, en tus facciones tiernas
reproduces mis ojos, mi frente, mis mejillas,
que cuando a caballito juegas sobre mis piernas
veo toda mi infancia saltando en mis rodillas.

Oración para que un niño no se muera Por Francis Jammes

Dios mío, conservadles ese niño pequeño
tal como conserváis una hoja en el viento.
Ved llorar a la madre. Dios mío, ¿qué os importa
que no se muera el niño, no llevárosle ahora,
como si no pudiera nada evitarlo? Ved
que si le dejáis vivo, rosas ha de ofrecer
en Corpus, para oí año que viene, en vuestro altar.
Vos no ponéis, Dios mío, que soís todo bondad,
la muerte azul en las mejillas sonrosadas,
a menos que os llevéis los niños a una casa
bella, en que con sus madres estén en la ventana...
¿Por qué no ha de ser ésta?... Si el momento ha llegado,
Dios mío, al ver morir a este niño, acordaos
de que vos vivís siempre de vuestra madre al lado.

El poema de Dios Por César Abreu Volmar

Y quise escribir
el mejor poema,
pero Tú lo habías hecho,
Señor.

Y quise encontrar
la mejor palabra,
pero Tú eres la Palabra
por excelencia.

Somos tu poema,
escrito con dolor
y sangre de tu Hijo,
de tu propio corazón.

El mundo es tu
parto de palabras;
somos las sílabas
de tu Gran Canción.

Puesta de sol Por Ezequiel Feito

Árbol amigo, que de lejos me traes
el dulce incienso del sacrificio de la tarde;
como en tiempos en que lo ofrecía
con mis propios labios.

Fuentes del cielo que muestran la escondida senda
de los amantes;
estrecho es mi lecho y no me permite
llevar conmigo a nadie.

Mi tiempo es hoy y mis ojos, esperando la mañana.
se han vuelto nieve para ser llevados
por el lazarillo de la noche.

Ahora entiendo por qué la aurora,
me toma suavemente de la mano
hasta que el día aclara, y la memoria
despierta mansamente entre mis manos.

¡Aún así, miro a lo lejos
y mi corazón se llena de un futuro ya encontrado!

Nupcial - Por Javier De Viana (De “La Biblia Gaucha”)

     La prolongada sequía estival convirtió en polvo las pasturas de los serranos campos del norte. Los cañadones mostraban áridas y ardientes, como la piel del
desierto, las doradas arenas de sus lechos. Los arroyos quedaron reducidos a exiguas lagunetas, aisladas unas de otras por los médanos de los altos fondos.
Los grandes ríos, exhaustos, acostumbrados a decir imperativamente al viajador: ¡por aquí nadie pasa!... semejábanse en su magrura a gigantes éticos, y debían sufrir viendo cribada de portillos su imponente muralla líquida.
El aire caldeado, cargado con las emanaciones de los millares de osamentas de vacunos, era casi irrespirable. Ni un clavel, ni un malvón, ni un toronjil resistieron a la aridez
feroz. Cayeron achicharradas las hojas de los cedrones, y se consumieron sin madurar las rojas frutas de los ñangapirés.
Los hacendados más pudientes resolvieron trashumar sus haciendas, - los animales que aún caminaban, - en busca de las tierras del sud, más fértiles, menos castigadas por la sequía.
Una tarde, después de angustiosa recorrida del campo, Maneco de Souza penetró en el galpón y encarándose con Yuca Pleitas, el hijo de su viejo mayordomo y su peón de más confianza, le dijo: Esto es el acabóse. Ya la gente no alcanza ni pa cueriar la
animalada que muere... ¿Te animas a marchar pal sur con una tropa de tres mil novillos?... Yo me animo a tuito lo que me mande, patrón. Hay que dir más de cincuenta leguas p'abajo. Iré. Con seguridá que vas a dir dejando el tendal de novillos pu'el camino. Aunque me quede uno solo he llegar al destino, con la ayuda
de Dios.
- Güeno; mañana, al clariar el día, paramos rodeo y apártame lo mejorcito, y lo que llegue que llegue, y que lo que ha de llevar el diablo, que cargue cuantiantes con él !
No alcanzaban a quinientos los novillos salvados, no obstante la obstinada defensa de Yuca. Pero los quinientos novillos estaban gordos, muy gordos y el amparo
de la escasez casi equivalían a lo perdido.
Yuca recibió orden de conducir la tropa a la Tablada. Debía partir al iniciarse el día.
Esa tarde fue a despedirse de don Braulio, quien le había dado, pastoreo. Terminada la cena,  que fue festín,  y hecha ya la noche, noche opaca, huérfana de luna y de estrellas, Yuca y Carmela se encontraron, sin duda por casualidad, junto a las raíces morrudas del ombú.
-¡Te vas!  exclamó la moza apesadumbrada. Me voy pero volveré.
- ¡Es tan lejos tu pago!... De aquí hasta allá has d'encontrar tantas mujeres que te brinden su cariño, que no espero la güelta!...
 - Si le tenes miedo a las tentaciones del camino, venite conmigo. - Yo iría, pero...
Y él, oprimiéndola entre sus brazos, ordenó: ¡Dame un beso! Ella intentó resistir.
- ¡No, no!. . . Si me besas me embozalas y tendré que seguirte a la juerza
- Por juerza no, por güeña gana. Y se besaron.
Y en eso, en la sombra de la noche, toda hecha de sombras, surgió una más grande.
Era don Braulio, un viejo alto y robusto como un viraró, con la cabeza y el rostro emblanquecido por copiosas barbas de toro. ¿Qué hay, gurises?  preguntó con voz plácida.
Tras breves instantes de indecisión, musitó Carmela humildemente :
 - Yuca me quiere sacar. .
Solemne, el viejo interrogó al joven: - ¿La querés? Dejuramente- Tenes cara de güeno. Dame la mano. Y besó a la hija en la frente...
Y a la madrugada, cuando todavía no se había encendido ninguna luz en el cielo. Yuca partía, llevando en la anca chata de su tordillo, al mejor clavel del pago.
A falta de sacerdotes, el radioso sol levante, besándolos en la frente, santificó sus desposorios.