miércoles, 26 de junio de 2013

POLÍTICA Y POLÍTICOS DE ANTES Y AHORA

 (Se incluyen próceres, estadistas o políticos de antes que, por razones de público conocimiento, se han reemplazado por la “clase política” de ahora con las consecuencias del caso - consecuencias que por supuesto sufrimos nosotros-)


DE ANTES

BELGRANO

Cuando el gobierno premió a Belgrano con la suma de cuarenta mil pesos por la victoria de Salta, aquel respondió:
“Ni la virtud, ni los talentos tienen precio, ni pueden comprarse con dinero sin degradarlos”, agregando que destinaba “los expresados cuarenta mil pesos para la dotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras”
Belgrano murió en la mayor pobreza.

SAN MARTÍN

San Martín donó la mitad de sus sueldos para contribuir a la formación del Ejército de los Andes; no aceptó ni Títulos ni honores. Lejos de su patria, vivió una ancianidad pobre y digna.

GÜEMES

Los realistas ofrecieron a Güemes una fortuna si decidía abandonar la causa patriota. Su respuesta a los emisarios encargados de hacerle tal proposición, que eran jefes del ejército enemigo, fue:  “¿Los veteranos españoles estiman en tan poco su honor, que se encargan de misiones como éstas?”

Aquellos bajaron la cabeza avergonzados.

DORREGO

Fue un hombre íntegro, enemigo de las acciones equívocas y de la adulación. Su vida está sembrada de hechos que nos ilustran sobre el valor y la hombría de este guerrero federal, que hizo honor a su patria y a sus armas.
Nunca cegaron a este bravo soldado las vanas gloriosa del poder y de la fama. Aspiraba a un sólo premio: la grandeza del país. Así lo demuestra su altiva actitud frente a la legislatura de la provincia de 

Buenos Aires, al ser nombrado gobernador: Dorrego había puesto fin a la guerra con el Brasil, firmando una paz honrosa; en agradecimiento, la legislatura propuso que se le ascendiera a general; mas Dorrego rechazó el ofrecimiento con dignidad y sencillez, pues, según decía en la carta que enviara a la legislatura, se consideraba muy honrado con el grado de coronel que poseía, y además era su norma no aceptar ascensos que no estuvieran motivados en un hecho de armas ante un enemigo de la Patria.

MARIANO MORENO

La “Representación de los Hacendados” es una prueba del gran talento de Moreno y de su fortaleza de ánimo.
Su hermano Manuel nos refiere un dramático episodio, íntimamente ligado con la creación del famoso documento.
Eran días de pesar y zozobra para la familia Moreno. El anciano padre yacía postrado en cama, presa de una grave enfermedad que hacía temer un desenlace fatal.
La víspera del día en que los hacendados debían presentarse en el Consulado, mariano Moreno en su gabinete de estudio se entregaba a la tarea de redactar el documento.
Era una lúgubre. El viento y la lluvia azotaban los árboles. Manuel, que en aquella noche lo acompañaba en calidad de secretario nos describe el aspecto atormentado del joven doctor. revelaba la profunda lucha entre su sentido del deber que le impulsaba a permanecer ante su mesa de trabajo, y la voz filial, que lo impulsaba a abandonarlo todo para correr al lado de su padre moribundo.
Era necesario tener listo el documento esa misma noche, pues a la mañana siguiente debía ser leído ante el Consulado. Moreno no podía faltar a la palabra empeñada. Los estancieros confiaban en él.
Dirigiéndose a su hermano Manuel, le dice:
- ¡Tú...tu, corre a su lado! ¡Yo..., yo me quedo! ¡Mi deber está aquí!
Haciendo un supremo esfuerzo logró coordinar sus ideas, que comenzaron a fluir luminosas, y las trasladó al papel. Con el trazo final de su firma, Mariano arrojó la pluma y, abandonando su gabinete, pasó el resto de la noche junto al lecho de su padre.
A las siete y media de la mañana siguiente abandonaba la alcoba de su padre para encaminarse al Consulado. Allí le aguardaban ansiosos los hacendados. Saludó a los miembros del Consulado y, adelantándose hacia la mesa, dio comienzo a la lectura de la solicitud, que había de agregar nuevos laureles a su nombre.
De pronto, un hombre se acercó a Moreno. Interrumpiendo éste la lectura del documento le miró con espanto, adivinando la terrible noticia que iba a darle. Moreno, vacilante, buscó el apoyo de la mesa; mas, sobreponiéndose, continuó la lectura de la Representación de los Hacendados.
Sólo cuando el talentoso hombre de leyes se hubo retirado, supieron los asistentes lo que la entereza de Moreno había logrado ocultar: la noticia de la muerte de su padre.


DE AHORA

I
En cierta ocasión, un distinguido político argentino defendía ante un auditorio su postura sobre una ley que amparase a ciertas minorías. De repente, uno del público dijo acaloradamente:
- ¡Independientemente de todas las razones que se den, es inaceptable que cierto grupo de individuos, por más minoritarios que sean, viva en Argentina sin hacer caso de nuestras leyes y creando además sus propias normas!
A lo que otro del público contestó:
- ¿Por qué no puede ser así? ¿Acaso no es lo que nuestros diputados y senadores hacen?

II
El mayor problema de los políticos es que las mentiras arruinan la mitad de su reputación, mientras que la verdad echa a perder la otra mitad.

III
La razón de que nuestros políticos hagan tanto esfuerzo por ser reelegidos es que les resultaría muy difícil ganarse la vida obedeciendo las leyes que ellos mismos han promulgado.

IV
Los gobernantes argentinos, con frecuencia desnudan a un santo para vestir a otro, porque saben que siempre pueden contar con el apoyo del segundo.

V
Cierta vez, un conocido político de nuestro país ofreció un empleo como representante de él ante la prensa. Concurrieron varios, ansiosos - por supuesto -, de dejar de trabajar cobrando sueldo. Uno de ellos fue llamado a concurrir a la oficina del funcionario en cuestión. Éste se sienta y la secretaria, tomando una hoja le dice lo siguiente:
“- Su currículum está lleno de exageraciones, falsedades, verdades a medias, imprecisiones y mentiras. ¿Puede presentarse a trabajar mañana?”
  
VI
En un pueblo de la provincia de Buenos Aires cuyo nombre prefiero no acordarme, un cirujano, un político y un ingeniero civil discutían sobre cuál era la profesión más vieja del mundo. 
- La mía, - dijo el cirujano- ya que de una costilla extrajeron a Eva.
- No, la mía es más antigua, - terció el ingeniero civil- ya que primero se hizo la creación, sacándola del caos.
- Los dos han perdido entonces  habló el político- porque precisamente, ¿quién hizo el caos?

VII
Se define en Argentina Año de elecciones como aquel en que todos los políticos dicen querer y saber ayudarnos a salir de todas las macanas en que antes nos metieron. 

VIII
Nuestra clase política ha hecho de las encuestas de opinión algo tan popular que, en la actualidad, hay más gente haciendo preguntas que contestándolas.

IX
Cuando en las próximas elecciones de Argentina, nuestra sociedad deba elegir entre dos males inaceptables, es porque ya perdió.

X
A veces, la carga de trabajo de nuestros políticos es abrumadora. Luego de una noche de desvelo, un conocido político oficialista argentino fue al despacho de su secretaria y le dijo:
- ¡Estoy muy cansado! ¡Pagaría cualquier cosa porque alguien se presentara a dar la conferencia por mí!
- ¿Cuál es el tema?  le preguntó su secretaria -
- Ética.

XI
Si usted cree que el pasado no puede alterarse, es porque no ha leído regularmente los diarios donde la clase política hace sus comentarios.

XII
Una definición: Líder piquetero: Individuo y /o persona que haría cualquier cosa por los trabajadores, menos convertirse en uno de ellos. Aplicable también a los líderes gremiales que tanto pululan y medran en nuestra ciudad y en todo el país.


“Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía” Mariano Moreno, del prólogo a la traducción de “El Contrato Social” de Rosseau

Réquiem para la muerte de un adolescente – Por Ezequiel Feito

                                                                                         Para  Daniel A.

I

Amigos míos,
detengan aquí sus respetuosos pasos:
Un silencio casi acuoso me indica
que iniciar debo el sueño del descanso.
El de la negra noche no, el de la tierra,
que con mi propia espuma abre un pequeño lago
para aliviar la breve sensación de vida
que hasta último momento fui llevando.

II

Vacíos están mis pulmones. Mi boca, con gesto adusto,
expresar no puede lo triste que me hallo,
ni puedo abrazar a nadie, pues no son míos
estos brazos.
que escriben con su carne en el tablón vacío
una larga historia por estos pocos años.

III

Aún así no sientan pena. No estoy triste ni alegre;
no está el velo de la idea, y para extraños
tengo acceso a una sonrisa,
capaz de hacerles entender que el dolor sólo fue una prueba,
una ínfima acción en mi brevedad de años,
cuando toda predicción era agradable.

IV

Mas mi juventud envejeció. Fue cuando
el mal fue más fuerte que la ciencia,
esa ciencia que recién estaba aprendiendo
como un peso innecesario.

V

¿Por qué entristecerse?
Aquí no pesan ya mis ropas,
ni siquiera aquel amor que a destiempo he amado,
ni lo poco o mucho que viví, ni lo que he visto.
Mas ustedes alégrense, porque están sanos,
y aún pueden amar, ver y ser más profundamente,
pues toda muerte es ajena. Todo es vano
y en esa vanidad anticipa el amor su propio gesto,
tan loco, tan solemne, tan humano.

VI

¿Por qué hablar de la muerte? El resistir lo es todo
en esta vida
y el hoy es algo
que sólo entenderé al final, cuando reciba
la carne nueva y el nombre impronunciado.


PENSAMIENTOS

Quien hoy compra lo superfluo, mañana venderá lo necesario -  Franklin
No compres ningún objeto que no te sea necesario, aunque fuere muy barato, pues no necesitándolo siempre resulta caro -  Jefferson
La avaricia es más contraria a la economía que la liberalidad  - La Rochefoucauld
Guárdate de dilapidar tus recursos, pero mantente lejos de la avaricia; cada cosa tiene su límite - Pitágoras
Resuélvete a no ser pobre, y tengas lo que tengas, gasta menos - Sócrates
No es pobre el que tiene poco, sino el que codicia mucho - Anónimo
Hay tanta economía en no gastar el dinero, como en gastarlo con notoria utilidad a su debido tiempo - Ruskin
El ahorro es la tranquilidad que aguarda - Pascal

Las dos rejas de arado - Rafael Pombo

Tras de largo reposo
la reja de un arado
habíase tomado,
y, caduca, inservible parecía;
vio pasar ora reja,
su hermana y su pareja,
que reluciente y en flamante estado
de su labor volvía,
y díjole: - ¿Por qué si el mismo día,
del mismo material y el mismo hierro
salimos todas dos, tu estás lozana
como un peso acuñado esta mañana;
mientras yo, cual sucio pordiosero,
deslustrada vegeto y degenero?
¿Dónde te embelleciste, y cómo y cuándo?
- Hermana, trabajando.

Quien debe paga - G. Núñez de Arce

Hay quien tiene la imprudencia
de olvidar, torpe y ligero,
o las deudas de dinero
o sus deudas de conciencia.

Y se forja la ilusión
de que es insolvente, cuando
está el infeliz pagando
con su propia estimación.

Porque todo el que se atreve
a prescindir del deber
se expone siempre a perder
mucho más que lo que debe.

La botella que todo lo contiene - León Tolstoi

Un día, delante de una cabaña, un niño de pocos años contemplaba una botella que tenía entre sus manos, murmurando:
- ¿Estarán dentro de esta botella los zapatos, como dice mamá?
Por fin, después de darle muchas vueltas, tomó una piedra y rompió la botella: mas al ver que no había nada dentro, espantado por lo que acababa de hacer, echóse al suelo y lloró tan fuerte que no oyó el ruido de pasos de alguien que se acercaba.
- ¿Qué es eso?
Aterrado, el pequeñuelo al oír la voz, volvió los ojos: era su padre.
- ¿Quién ha roto la botella?
En la voz del hombre había algo a que el niño no estaba acostumbrado: algo de compasión, que quizás por primera vez había sentido, al ver aquel pobre ser inocente y débil, encorvado, doblado casi en su desolación sobre los restos de la botella.
- Yo quería murmuraba el niño entre tanto-, ver si había dentro un par de zapatos nuevos... porque los míos están rotos y mamá no tuvo nunca dinero para encargar que los arreglen... los demás niños llevan zapatos nuevos...
-¿Cómo podrías imaginarte que hubiera dentro de la botella un  par de zapatos nuevos?
- Ha sido mamá quien me lo ha dicho... siempre que le suplicaba que me comprase un par de zapatos, me decía que mis zapatos, mis vestidos y el pan, y muchas otras cosas, estaban en el fondo de esta botella... y yo creí encontrar alguna de esas cosas dentro... ¡Pero ya no lo haré más!
- ¡Está bien, hijo mío! dijo el padre poniendo las manos en la ensortijada cabellera del niño.
Después entró en la cabaña, dejando al niño asombrado con su moderación, tan fuera de lo común. Algunos días más tarde, el padre entregó al niño un pequeño paquete, mandándolo que lo abriera. Al hacerlo lanzó el pequeñuelo un grito de alegría:
- ¡Zapatos nuevos!... ¡Zapatos nuevos! exclamó- ¿Has recibido otra botella, papá? ¿Estaban dentro de ella?
- ¡No, hijo mío!  le contestó el padre con dulzura-; ya no quiero otra botella; tu madre tenía razón... todas las cosas iban antes a perderse en el fondo de la botella. Lo que he echado no es fácil sacarlo de allí; pero ya no volveré a echar nada en adelante..

La joya única

Cruzando el desierto, un viajero inglés vio a un árabe muy pensativo sentado al pié de una palmera. A poca distancia reposaban sus camellos, pesadamente cargados, por lo que el viajero comprendió que se trataba de un mercader de objetos de gran valor que iba a vender sus joyas, sus perfumes y tapices a alguna ciudad vecina. Como hacía mucho tiempo que no conversaba con nadie, se aproximó al pensativo mercader y le dijo:
- Buen amigo, salud; parecéis muy preocupado. ¿Puedo, acaso, ayudaros en algo?
- ¡Ay!  respondió el árabe con tristeza-; estoy muy afligido porque acabo de perder la más preciosa de las joyas.
- ¡Bah!  replicó el otro-. La pérdida de una joya no debe ser gran cosa para vos, que lleváis tesoros sobre vuestros camellos y os será fácil reponerla.
- Reponerla... reponerla exclamó el árabe-. Bien se ve que no conocéis el valor de mi pérdida.
- ¿Qué joya era, pues?  preguntó el viajero-
- Era una joya  le respondió- como no volverá a hacerse otra. Estaba tallada en el taller del Tiempo. Adornábanla veinticuatro brillantes, alrededor de cada uno de los cuales se agrupaban  sesenta más pequeños. Ya veis como tengo razón al decir que joya igual no volverá a reproducirse jamás.
- A fe mía  dijo el inglés-, vuestra joya debía ser muy preciosa. Pero, ¿no creéis que con mucho más dinero pudiera hacerse otra igual?
- La joya perdida  respondió el árabe, volviendo a quedar pensativo- era un día, y un día que se pierde no vuelve a encontrarse jamás.

La hormiga y su fortuna - Godofredo Daireaux

La hormiga, después de haber trabajado muchos años, con constancia y empeño sin igual, se encontró con una gran fortuna. En los primeros tiempos, a medida que iba levantándose su posición, iba también creciendo el clamor de los fieles amigos, de esos que no pudiendo jamás alcanzar el éxito, siempre ladran por detrás.
Cuando de rica se hizo poderosa, como los clamores hubieran podido acarrear peligro, se volvieron simples cuchicheos; pues, si bien hay que rebajar siempre lo que uno no puede igualar, es preciso hacerlo con prudencia. Y cuando se hubo cansado la gente de machacar sin cesar las mismas maledicencias, se le ocurrió a la lombriz exclamar una vez en una reunión:
- ¡Cuando pienso que a mí me debe la hormiga todo lo que tiene!
Los circunstantes la miraron con cierto asombro, y ella prosiguió:
- Y ¡cómo no! ¿No se acuerdan ustedes que cuando llegó aquí, pobre, sin nada, desamparada, le facilité, para que descansara, un agujero que yo misma acababa de hacer?
- Es cierto, dijeron, y pronto se acordaron todos de lo que habían hecho para la hormiga, en otros tiempos, cundiendo en la mente de cada uno la idea de que a él le debía, si no toda su fortuna, por lo menos gran parte de ella. Hasta la misma araña se alabó de haberla dejado trabajar en paz, cuando muy bien la hubiera podido prender en su tela; y no hubo mosca,. moscón o mosquito, gusano ni escarabajo, que no se atreviese a afirmar que, sin él, la hormiga todavía sería pobre.

Barrilete de cinco centavos - Roberto Valenti

Barrilete de cinco centavos
que de niño, feliz, remontaba
con el alma prendida en el hilo
que, combado, hacia el cielo se alzaba.

Barrilete de cinco centavos,
te bendigo por este consuelo:
¡me enseñaste a mirar siempre arriba
y a llenarme los ojos de cielo!

El avaro - Esopo

Convirtiendo el avaro en oro toda su fortuna, hizo un lingote que enterró en cierto lugar, y con él enterró en realidad su corazón y su cerebro, porque todos los días iba a contemplar su tesoro. Pero sucedió que un vecino, al observarlo, adivinó que ocurría, y desenterrando el tesoro se apoderó de él. Al encontrar vacío el lugar, el avaro se puso a gemir  y a arrancarse los cabellos. Pero un individuo que lo veía lamentarse así, informado del motivo, le dijo:
- No te desesperes por eso, mi amigo; puesto que a la vez que tenías oro no disfrutabas de él, toma una piedra, ponla en el lugar en que el oro estaba, y figúrate que es el oro mismo; esta piedra llenará para ti el mismo oficio, ya que, por lo que veo, ni cuando el oro estaba ahí de verdad hacías uso de tu tesoro.

Romance del peso ahorrado - Por Carlos Puig

Cinco centavitos hoy,
cinco centavos mañana,
y el peso quedó formado
cumplidas las tres semanas.

Moneditas que junté,
reunidas pienso gastarlas.

Un pobre que vino hoy,
y otro que llega mañana,
y tres semanas cumplidas
volví a quedarme sin nada.

Moneditas que junté,
vuelven a estar derramadas.

Pero el paso que se fuera
ésta lección me enseñara:
que el nunca nada tiene,
nunca a nadie dará nada.

Moneditas que me sobran,
en alguna mano faltan.

Lo que no debe venderse - Carlos Wagner

El término dinero tiene por correspondiente el de mercancía. Si no hubiera mercancía no existiría el dinero. Pero en tanto la mercancía exista, lo habrá, poco importa en qué forma. La fuente de todos los abusos de que el dinero ha venido a ser el centro, está en una confusión. Se han confundido en el término y en la noción de mercancía objetos que juntos no tienen relación alguna. Se ha querido dar un valor de venta a cosas que no pueden ni deben tener ninguno.
Las ideas de compra y venta han invadido regiones en las que, con justo motivo, puede considerárselas extrañas, enemigas, usurpadoras. Es legítimo que el trigo, las papas, el vino, las telas, sean cosas que se vendan y compren. Es perfectamente natural que el trabajo de un hombre le proporcione derechos a la vida, y que se le ponga en las manos un valor que represente esos derechos. Pero aquí ya la analogía deja de ser completa. El trabajo de un hombre no es una mercancía con l razón que un saco de trigo o cincuenta kilos de carbón. Entran en ese trabajo elementos que no es posible valorar en moneda. Finalmente hay cosas que no podrían comprarse: el sueño, por ejemplo, el conocimiento del porvenir, el talento. Quien los ofrezca en venta puede ser considerado como loco o impostor.
El dinero no puede bastar para todo; es una fuerza, pero no es omnipotente. Nada complica la vida, nada desmoraliza al hombre, nada falsea el funcionamiento normal de la sociedad, tanto como el desarrollo del espíritu mercenario. Allí donde reina, todos se engañan unos a otros; no es posible fiarse de nada ni de nadie; no se puede obtener nada que tenga valor.
No somos detractores del dinero; pero hay que aplicarle la ley común: “¡Cada cosa en su puesto, cada cosa en su lugar!” Cuando el dinero, que debe ser un servidor, llega a ser un poder tiránico que no respeta la vida moral, la dignidad, la libertad; cuando unos se esfuerzan en proporcionárselo a toda costa, llevando al mercado lo que no es mercancía; cuando quienes poseen la riqueza se imaginan que pueden obtener de otro lo que a nadie es licito vender ni comprar, hay que sublevarse contra esta grosera y criminal superstición, decir en voz alta a la impostura: ¡Que tu dinero perezca contigo! Lo más precioso que el hombre tiene, por lo general lo ha recibido gratuitamente; tiene que darlo, también, gratuitamente.

Algunas poesías del poeta JUAN LAURENTINO ORTIZ

Nació el 11 de junio de 1896. El paisaje de su provincia marcarán a fuego al niño que años más tarde convertirá esos elementos en protagonistas de su poesía. Estudia en la Escuela Normal Mixta de Maestros de Gualeguay. Temprano lo atrapa el ideario socialista; hace vigorosos discursos y comienza a escribir en la prensa gráfica. Tiene un breve paso por Buenos Aires, realiza estudios de Filosofía y Letras, se relaciona con el ambiente bohemio y literario de la capital, hace amigos entrañables entre escritores y poetas y regresa a su provincia en la búsqueda de su aire, de sus elementos, de su paisaje. Nunca militó en grupos literarios ni en partidos políticos. Construye así una de las obras cumbres de la literatura en lengua castellana. 
Su voz extraordinaria aún continúa en secreto y confinada por el mundo oficial de la literatura por haber asumido Ortíz su derecho a ejercer su libertad sin concesiones, pagando por ello el alto precio del olvido a una poesía fiel a sí misma, auténtica, que deja fuera de ella todo lo que no es digno de su contenido. Celebró la revolución rusa del año '17 y la liberación de París; denunció el asesinato de García Lorca y los horrores del nazismo; padeció la cárcel durante el golpe del '55 y en 1957 fue invitado a visitar China y la ex Unión Soviética encabezando una delegación de intelectuales argentinos. Sus libros también fueron alcanzados por la barbarie de la última dictadura teniendo como destino trágico la hoguera.
La revolución fue una idea permanente en Ortíz, un motivo que organiza y da sentido, pero no por ello puso en lugar secundario sus inquietudes filosóficas y estéticas magistralmente transformadas en uno de los cuerpos líricos más auténticos de las letras latinoamericanas.
Muere un 2 de setiembre de 1978 y consolida así la leyenda que con el tiempo instalará definitivamente su verdadera estatura de poeta. 
Obras: "El agua y la noche" (1924-1932); "El alba sube..." (1933-1936); "El ángel inclinado" (1938); "La rama hacia el este" (1940); "El álamo y el viento" (1947); "El aire conmovido" (1949); "La mano infinita" (1951); "La brisa profunda" (1954); "El alma y las colinas" (1956); "De las raíces y del cielo" (1958); "En el aura del sauce" (Obras completas 1970-1971, incluye "El junco y la corriente", "El Gualeguay" y "La orilla que se abisma", inéditos hasta el momento). El cuarto tomo de sus obras completas, que el vate entrerriano había dejado listo para su impresión con la producción de sus últimos años (su etapa más fructífera) se perdió durante la última dictadura militar.


A la orilla del río... 

A la orilla del río
un niño solo
con su perro.
A la orilla del río
dos soledades
tímidas,
que se abrazan.

¿Qué mar oscuro,
qué mar oscuro,
los rodea,
cuando el agua es de cielo
que llega danzando
hasta las gramillas?
A la orilla del río
dos vidas solas,
que se abrazan.
Solos, solos, quedaron
cerca del rancho.
La madre fue por algo.
El mundo era una crecida
nocturna.
¿Por qué el hambre y las piedras
y las palabras duras?
Y había enredaderas
que se miraban,
y sombras de sauces,
que se iban,
y ramas que quedaban...

Solos de pronto, solos,
ante la extraña noche
que subía, y los rodeaba:
del vago, del profundo
terror igual,
surgió el desesperado
anhelo de un calor
que los flotara.

A la orilla del río
dos soledades puras
confundidas
sobre una isla efímera
de amor desesperado.

El animal temblaba.
¿De qué alegría
temblaba?
El niño casi lloraba.
¿De qué alegría

casi lloraba?


FUI AL RÍO...

Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.

Regresaba
-¿Era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!



No era necesario

No era necesario mirar el cielo ni las ramas.
Aquí te vi, en la tierra pura, en la tierra desnuda.
Aquí te vi, espíritu primaveral, danzar o arder serenamente como la alegría sin nombre,
transparencia imposible de una dicha flotante sobre el polvo.

Aquí te vi, niña fantasmal de velos diáfanos, en el mediodía inexistente.
No era necesario mirar el cielo ni las ramas.


AH, MIS AMIGOS, HABLÁIS DE RIMAS...

Ah, mis amigos, habláis de rimas
y habláis finamente de los crecimientos libres...
en la seda fantástica os dan las hadas de los leños
con sus suplicios de tísicas
sobresaltadas
de alas...

Pero habéis pensado
que el otro cuerpo de la poesía está también allá, en el Junio
de crecida,
desnudo casi bajo las agujas del cielo?

Qué haríais vosotros, decid, sin ese cuerpo
del que el vuestro, si frágil y si herido, vive desde "la división",
despedido del "espíritu", él, que sostiene oscuramente sus juegos
con el pan que él amasa y que debe recibir a veces
en un insulto de piedra?
Habéis pensado, mis amigos,
que es una red de sangre la que os salva del vacío,
en el tejido de todos los días, bajo los metales del aire,
de esas manos sin nada al fin como las ramas de Junio,
a no ser una escritura de vidrio?

Oh, yo sé que buscáis desde el principio el secreto de la tierra,
y que os arrojáis al fuego, muchas veces, para encontrar el secreto...
Y sé que a veces halláis la melodía más difícil
que duerme en aquellos que mueren de silencio,
corridos por el padre río, ahora, hacia las tiendas del viento...
Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en la seda de la poesía
igual que en un capullo...
No olvidéis que la poesía,
si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva,
es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin,
cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin
y tendida humildemente, humildemente, para el invento del amor...

La historia del perro González Por Ezequiel Feito

Hace ya algún tiempo que lo había encontrado en un húmedo y terroso rincón del sótano: Estaba prácticamente desintegrado, con su tela completamente podrida y caída en jirones por la tierra; quedando solo un esqueleto de plástico gris y enmohecido, adherido a una caja de engranajes y resortes que en antaño fueron la cuerda mediante la cual se movía, saltaba, corría y hacía piruetas por todos los rincones de la casa.
Tomé con mis manos lo que quedaba de él. Mientras lo alzaba, iba quebrándose de a poco y cayendo al ávido suelo que parecía devorarlo de inmediato. Contemplé los restos de lo que fuera un perro de juguete con el que jugábamos todos los de la casa, y de inmediato subió a mi alma su recuerdo.
No se por que razón lo llamábamos “El perro González”. Quizás porque cuando lo compramos era uno de los cientos que había en la vidriera y por eso decidimos llamarlo con un apellido corriente.
No lo elegimos entre los que estaban, el vendedor sacó uno, lo probó para ver si funcionaba correctamente y envolviéndolo como si se tratase de ponerle pañales, nos lo entregó y lo llevamos a casa.
En un principio, el perro González era nuestra nueva estrella. Iba de un lado para otro sin necesidad de darle demasiada cuerda, ya que lo teníamos en brazos casi todo el tiempo como si fuera un recién nacido. A medida que pasó el tiempo comenzamos a darle cuerda y disfrutar con sus monigotadas. Siempre iba hacia donde queríamos. Aún teníamos la paciencia de dejarlo llegar o esperar hasta que le se agotara la cuerda para dársela nuevamente. A medida que el perro González “iba creciendo” para nosotros, le obligábamos hacer más cosas exigiendo al máximo su cuerda sin importarnos mucho si se rompería o no.
Lo atábamos de una cuerda y dándole cuerda una y mil veces, lo llevábamos de paseo. ¡Pobre perro González! Siempre debía someterse a caprichos y deseos cada vez mas extravagantes. Hacía todo lo que nuestra imaginación quería, independientemente le agradase o no, porque al fin y al cabo sólo era un juguete.
Lo poníamos en las posiciones mas ridículas y dándole cuerda, nos burlábamos de él. Vez tras vez inventábamos cosas nuevas y luego de comprimir el muelle al máximo nos lo lanzábamos unos a otros con cierta crueldad y violencia. Así fue pasando el tiempo y del pobre perro González iban quedando pocas cosas sanas. En muchas partes del cuerpo llevaba las huellas de nuestro trato salvaje a tal punto que en vez de verlo con cierta piedad, lo veíamos con ironía, con sorna y cierto aire de futura prescindencia. A pesar de ello, el pobre seguía haciendo nuestra tiránica voluntad, aún cuando oíamos el chirrido agudo de su caja de engranajes  anunciándonos que un día no muy lejano todo iba a acabar.
Y así fue. Una tarde su mecanismo estalló y el perro González se detuvo en seco para siempre.
Enojados por habernos dejado en la mitad de la diversión, lo pateamos de un lado a otro de la pieza hasta que cansados del juego y del pobre perro González, fuimos a jugar afuera, dejándolo dentro de una caja de madera.
Al otro día, sin que supiésemos cómo, desapareció por completo de la casa. Manos piadosas, conscientes de su inutilidad, lo habían depositado en el sótano donde hoy y por pura casualidad o como una tremenda ironía del destino, la visión de aquellos restos despertó en mi una tardía piedad por el que una vez fuera el “perro González”.

TITA Por Jorge A. Dágata, mayo de 2000.

Quiero responder a tu pregunta de esa tarde, ahora que los meses transcurridos me dan la seguridad de brindarte una visión casi completa del instante, más que el ojo, más que el razonamiento y la emoción.
Comprendo tu intriga ante mi silencio de entonces; lo habrás valorado como exceso de reserva, egoísmo o  juego de crear expectativas y dejarlas madurar lo suficiente hasta darles una satisfacción. Nada de eso. Cuando incliné la cabeza sobre esa losa -y no te animaste a imitarme- mis ojos llegaron al fondo de esa cavidad cuadrangular poco iluminada,  trajeron de regreso una figura que no podía dibujarte con gestos ni palabras, y preferí callar.
Como si hubiese tomado una fotografía, debía someterla a un proceso, a la delicadísima revelación que no abarca la química ni cabe en las teorías estrechas de la percepción. Necesitaba transformar esa imagen latente en puntos de luz y color. Definirlos uno a uno para que tejieran lo visible. Dejarlos asomarse sobre la oscuridad de la conciencia, ordenados y firmes, hasta que conformaran el descubrimiento completo, en el que esos mismos puntos desaparecen. La diferencia con la foto es tal que me parece imposible no inteligirla: ella es química, ésta fue alquimia.
Recuerdo haberte comentado que a la derecha de la calle principal existe ese sitio con su única inscripción cavada, gastada: TITA. Y dos fechas, los extremos de un segmento: 1910-1923. En el contexto, cualquiera presupone qué hay en los trece años de diferencia. Pero la verdad, apenas rozada, desnuda su lejanía: nadie lo sabe.
También recuerdo haberte comentado que no fui el único, en estos años, atraído sin saber la causa por el zigzagueo de esa quebradura del mármol y el hueco olvidado al que da acceso.
Tita convoca a la curiosidad, incita preguntas, parece emanar una fuerza invisible, ¿magnética?, centrípeta, a la que no pueden sustraerse quienes transitan esa calle. Más de una vez oí su nombre entre la gente, siempre ligado al misterio.
Ahora, mientras te escribo, sé que la imagen no es única, ni está en la retina o el cerebro. Es tan móvil y difícil de aprehender que una estampa hubiese sido absurda y una filmación insuficiente. No alcanzarían las tres dimensiones del espacio y es vano pretender adosarle la del tiempo. Son ellos sustantivos sin sustancia para este ser que los elude, tal vez por trascenderlos. Todas las palabras que puedan pronunciarse son una red de malla muy tosca, por la que Tita se escurre como el agua,  el aire o la luz.
Admito que recurro cada vez más a las comparaciones, igual que los rayos abstractos están obligados al papel fotográfico, para materializar mi visión. Ahora debieras leer esto desde lejos, como se mira un cuadro para percibirlo pleno. El juego de las palabras, el de los lugares de claridad y sombra, logran apenas referencias lejanas de lo que representan. Me resigno a aceptar que, de otra manera, nada sería transmisible.
Digo que Tita descansaba ese día en su lecho olvidado y no es verdad ni el descanso ni el olvido. Sólo era un cráneo de opaco brillo con los cabellos lanosos desprendidos y la mandíbula ridícula suelta, el testimonio de su sueño aparente; sólo su nombre sin referencias era el del olvido. Por nuestros huesos que se articulan en andar, gestos y lenguaje, por nuestros nombres que algo significan todavía para alguien, la otra realidad, la realidad de Tita, no duerme: despierta.
Digo que las lluvias y el polvo de setenta y siete años con sus cuatro estaciones vencieron las maderas frágiles de su cama, así a la carne de sus huesos, y no es cierta la derrota ni la fragilidad. Sólo era un cóncavo hueco dentro del otro cuadrangular, por el que aún el agua y la tierra que esparce el viento harán su trabajo -¿por cuántos años?-; sólo era el derrumbe de los músculos y la sangre resecos devorados: no vencidos. Sustentaban un cuerpo en la caja, y el cuerpo refería un trayecto allá afuera, al sol y a la lluvia, al hogar y a los abrazos que después fueron lágrimas. Cuando volvíamos por esa calle, el día pleno nos golpeó y nos aferramos uno al otro. La misma luz que fija las marcas secas de una foto humedecía los árboles y perfumaba las laderas de la sierra enjoyada en su magia de retamas. Regresamos al hogar y hubo risas pero luego tristezas. Y pensamos, como otros antes y después, que ha de ser frágil lo que pueda desgranarse tan fácilmente; Tita, en nosotros, otra vez saltaba rayuelas dibujadas con crepúsculos y alcanzaba este cielo del presente, por las líneas de tiza borradas de una vereda de un Balcarce que buscaríamos inútilmente hasta cansarnos, en un anhelo, el de llegar, que en cada uno la propia búsqueda resguarda intacto.
Digo además que no es posible fraccionar al tiempo, como no lo es separar un rayo de un haz de luz. Porque no existen ni uno ni el otro en las dimensiones múltiples donde nosotros, y Tita, pretendemos conformar reproducciones. Y no es verdad que las gotas del tiempo no existan: lo demuestra el que transcurre para que yo escriba cada una de estas palabras; y no lo es que cada rayo sea imaginario: oscureció, iluminó los picos de esta imagen que pretendo contarte. Nada sabemos del transcurso hacia delante, algo creemos conocer hacia atrás; y es vanidad de nuestra conciencia pretender, como algunos, que nos pertenece el punto instante engañoso en que vivimos. Sin embargo ella, Tita, abarca los momentos ya vencidos y los que no nacieron aún, frágil, dormida, derrumbada, tibia, móvil, misteriosa, como la realidad confusa que a veces creemos comprender.
Se me olvidaba recordarte que además del nombre y las fechas han dejado sobre la losa una imagen oval de esa niña, con su vestidito y su sombrero de época y una actitud de miedo o travesura ante la cámara. No creas, la química no supo tanto. No creas, en ese entonces yo no podía fotografiarla ni eludirla tus ojos.

Crónica de un hombre perfecto - Ezequiel Feito

Quizás ustedes no conozcan la historia que les voy a contar ahora: La historia de Anacleto. O si.
Anacleto fue un hombre honrado; honradísimo, un ser incorrupto -¡En serio les digo!-
que jamás transigió -¡No se rían!- con nada malvado ni con nadie en lo que respecta a principios -¡Callen esas risas!-
Yo mismo lo vi hace seis años; si hubiese estado de rey o de presidente, seguramente las cosas en este mundo serían de otro modo.
Era una persona huraña a su manera; tenía un empleo, una casa, un auto, una vestimenta, un rostro y hasta un nombre común y corriente. Nada lo diferenciaba de los demás. Solo en su interior, pienso, era alguien único, especial, magnífico. Continuamente paseaba su nobleza interior por toda la ciudad sin que nadie lo notara, hasta que cierta mañana, profundamente harto de que la gente le hiciera muecas, hastiado de oír muchas cosas, cansado de ver siempre lo mismo, aburrido de presenciar los mismos delitos y las mismas mentiras, se sentó en el banco de una plaza, frente a un enorme pino que aún  conserva su verdor jovial y comenzó a mirar en toda dirección como quien busca algo para justificar la vista.
Desde ese punto solía verse una gran parte de la plaza: árboles, flores, pastos, senderos de piedra, retamas, pérgolas; y exactamente a su espalda, estaba la calle principal por la que continuamente pasaban tanto autos como personas.
Anacleto miraba atentamente ese paisaje profundamente tranquilo y feliz, hasta que de repente unas personas cruzaron delante de él como profanando su interior inexpugnable con la oscura, deleznable y hedionda mancha del pecado, por lo que, lleno de santa ira comenzó a ordenarles que se fueran.
Las personas lo miraron primeramente con miedo, luego con duda y por último con desprecio, insultándolo y desafiándolo a que los hiciera salir de allí.
Anacleto se fue muy preocupado por lo que él consideraba que era una actitud desafiante a las leyes y al bien común; veía en ellos el gérmen de la disolución del país, el numen revolucionario al revés de la sociedad; la hidra que corrompía aún al mas puro de los principios éticos y morales.
Fue rápidamente a su casa y una vez solo y aislado del mundo, comenzó a redactar un código de leyes propias con artículos e incisos minuciosamente detallados, que cuando acabó, releyó y aprobó por unanimidad, las llamó con el nombre de Leyes Anacleto. Comenzó luego con un borrador de cómo sería la estructura municipal, provincial y nacional para que funcionen, y así, en el término de un mes, había redactado todas las leyes y descripto todos los organismos de gobierno de una nación, tarea que a cualquier país medianamente civilizado le hubiera demorado no menos de 200 años.
Redactó, pues , Anacleto esas leyes por escrito, las imprimió, y con ellas hizo un libro. Entonces con su libro en su mano, salió a la calle para ver quienes cumplían o no esas normas. Se sentó nuevamente en el mismo banco, pero esta vez comenzó a mirar persona por persona, las acciones que hacían para compararlas con sus leyes. Inmediatamente, Anacleto pasó de legislador a juez y de allí a verdugo.
Desde su banco, ejecutó a no menos de cincuenta personas, encarceló perpetuamente a setenta; a otras diez puso cepo, a cinco multas y a las restantes, una suerte de destierro forzoso.
Día tras día, Anacleto realizaba ese trabajo profundamente satisfecho de su labor, reformando sus leyes por otras mas duras. Y al elevar las penas, elevó también la cantidad de ejecutados, encarcelados, multados y desterrados.
Desde aquel momento, Anacleto comenzó a caminar mas erguido como un semidiós: En su casa tenía todas las actas de los juicios que había hecho cuidadosamente archivadas y clasificadas, de tal modo que había llenado una biblioteca completa solamente con los ajusticiados.
Todos los días, Anacleto iba a sentarse en su banco de juez y verdugo en el banco de su plaza junto a su rígido cuaderno de austeras tapas negras y su lapicera fuente suficientemente cargada, hasta que un día faltó para siempre.
Su desaparición no fue en vano, ya que muchos, quizás contagiados por su presencia o entreviendo sus ideas, tomaron ese oficio en forma casual o inmediata, cambiando el austero cuaderno y la formal lapicera por arcoirisadas biromes y variopintas carpetas, saliendo así a recorrer el mundo con la feliz satisfacción del deber cumplido.
Así ha sido y así será -(¡No se rían. Por favor, no se rían!)

La Excepcionalidad Sociocultural Argentina en América Latina, y su Manifestación Artística en el Tango. - Oscar Rafael Ziella

Introducción:

La historia latinoamericana  estuvo siempre condicionada por las influencias exteriores que hicieron peso sobre ella. Es posible, hablar de un mismo bloque económico y político distinguible desde México hasta Argentina. Todas las naciones de América Latina han debido soportar, primero, la dominación colonial hispana, y luego de sus accidentados procesos de independencia, la nuevo contrato neocolonial, en el siglo XIX, con Gran Bretaña, y en la mayor parte del  siglo XX, con Estados Unidos.

Se puede decir, que la  sociedad hace a los hombres  y las manifestaciones artísticas y culturales que nacen de ellos, representan la forma de ver el universo que posee esta. Las culturas varían según sus desarrollos históricos, y el caso a estudiar en este trabajo, la Argentina del Litoral Rioplatense, representada por Buenos Aires, se ofrece como una marcada excepción dentro del concierto latinoamericano.

La idea central de este trabajo, radica en estudiar la particularidad cultural Argentina, con respecto a América Latina. Se  analizará, primeramente, la evolución histórico cultural de Hispanoamérica, y luego, el de la Argentina, para hallar las diferencias más notables en sus desarrollos. Aquí se hará hincapié en el rol decisivo que tuvieron las migraciones europeas a América Latina a partir del Siglo XIX, en especial, a la República Argentina. De aquí surge una pregunta fundamental: ¿Es posible que estos procesos migratorios que afectaron al Río de la Plata, hallan sido fundamentales en la formación de una identidad sociocultural que diferenció a esta zona del resto de Hispanoamérica?

Después de esta parte introductoria, se procederá a analizar la manifestación artística esencial de Buenos Aires: El tango, un producto artístico de neto corte multicultural, que ha sido siempre un referente único en la identificación de la cultura de Buenos Aires. Se rastrearán sus orígenes, sus principales características y su desarrollo a través del tiempo, observando su vinculación real con la sociedad donde se manifestó, y el legado dejado en ella.


La evolución histórica y Sociocultural de Latinoamérica, y la Formación de una Cultura de Elite y otra Popular:

La historia latinoamericana presenta un sin fin de matices que la diferencian enormemente de la historia de América Anglosajona. Ambas culturas surgen de dos sistemas de colonización muy dispares; por un lado, el británico, mejor llamado inglés, en el norte del continente, que con el tiempo dará origen a los Estados Unidos y Canadá. En el otro extremo se encuentra el español, impuesto a gran parte de América del Sur, Centroamérica, y México. De todas formas, los ideales estéticos y culturales de los distintos pueblos autóctonos de América, fueron  desalojados por los  impuestos por los conquistadores europeos. España, conquistó lo que hoy se denomina Hispanoamérica y ejerce su dominio político, jurídico, social y económico, con un alcance tal, que sus efectos llegan divisarse hoy en día en estos países. Esto se evidencia, en gran medida, en el subdesarrollo, en la pobreza, en los conflictos de identidad, y en la marginalidad existente en los pueblos latinoamericanos hoy en día.

La identidad aparece en América Latina como un problema casi sin solución, y parece que sus causas se encuentran en todo el proceso de dependencia colonial que nació en el Siglo XVI. Gerardo Mosquera, hablando de la incidencia identidad en el arte y la crítica en Latinoamérica, sintetiza esta realidad: “El tema de la identidad parece una maldición que no deja libre a la crítica, y al arte mismo, en América Latina. Pero la maldición es gratuita; proviene de los problemas 'ontológicos' del Yo latinoamericano, resultado de condicionantes únicos de la historia, geografía y procesos etnoculturales del continente. La colonización temprana, el sometimiento o exterminio de los pueblos nativos, el transplante masivo de los esclavos africanos, los procesos de acriollamiento e hibridación, diferenciaron a América latina del resto del mundo(...) La etapa poscolonial comenzó en América latina a inicios del siglo XIX, y entre otras cosas, se ha caracterizado por la dependencia neocolonial de Estados Unidos, la continuación de inmigraciones de europeos durante el siglo XIX y buena parte del XX, y las emigraciones latinoamericanas de los últimos tiempos”

Como se sabe, antes de la llegada de los europeos a América esta estaba habitada por diferentes culturas con una identidad propia en cada caso, de las cuáles sobresalieron a los ojos de los europeos, la Incaica y la Azteca. Quizá esto estuvo determinado por el esplendor de poder y magnificencia que se desprendía de aquellos dos sorprendentes imperios que impusieron una total hegemonía estética y cultural a los pueblos sometidos. Es esta la causa por el cual mucho de lo producido por otros pueblos y etnias amerindias pasaron al olvido, y solo gracias al revisionismo histórico- cultural de los últimos decenios renacieron ante nuestros ojos.

Desde una perspectiva marxista, Juan Acha, señala una primera“(...) Estética Hegemónica que es la precolombina de tipo teocrático y centrada en lo sublime de los dioses y en la dramaticidad y fealdad de la existencia humana. pero esta estética es abolida y reemplazada por la feudal que España nos impone y que desarrollamos  durante la colonia  como nuestra 2ª Estética Hegemónica”. La Estética Feudal de los Austrias españoles, propia del sentir del Medioevo,  tendrá un  sentido no muy distinto de la Estética precolombina.

En el siglo XVIII, con la llegada de los Borbones al poder en la metrópoli, se desalojará progresivamente a este ideario estético, por otro basado en los principios renacentistas de belleza, razón y naturalismo. “Esta vendría a ser la 3º Estética Hegemónica de nuestros países, cuya maduración irá junto a la de nuestras repúblicas. Si en Europa se presentara una 3ª Estética hegemónica en un futuro, seguramente será importada por nuestras clases dirigentes y así tendremos nuestra 4ª Estética Hegemónica”. Juan Acha, aduce, además, que los valores de la Estética Hegemónica Renacentista, será aceptada por las clases dominantes de las repúblicas latinoamericanas, en oposición a la desarrollada por las clases populares, que reproduce el ideal estético precolombino, más elementos africanos, combinado con el sentir católico dejado en América por los españoles. “En nuestros países coexisten, pues, dos estéticas: la hegemónica de origen renacentista y la popular que combina la feudal europea con la local, más elementos africanos. Cada una con sus opuestos sistemas de valores, todavía por estudiar y conocer”.

Ante lo aquí descripto, se puede resumir la historia artístico cultural de Latinoamérica, primero, con un proceso dominado por la hegemonía de la cultura de los dos grandes imperios americanos, el Aztecza, y el Inca; imponiendo una visión del mundo totalmente teocrática que se visualizará en sus manifestaciones artísticas. A partir del Siglo XVI, la llegada de los españoles a América supondrá un corte total en la historia de los pueblos indígenas. Todo su ideario sociocultural, religioso y artístico, será derrumbado en pos de la implantación de la cultura feudal occidental impuesta por el Imperio Español. “Históricamente, las formas culturales impuestas por el poder colonial, rechazaron cualquier expresión no identificable con su autoridad y aislaron todo lo que no fuera símbolo de su hegemonía, creándose una cultura de elite, definida en torno a la cultura metropolitana y a los elementos impuestos por ella, modos de vida, religión, lenguaje, entre otros, mientras permanecían alejadas de las mayorías rurales y de los demás sectores marginados, en los que se iban articulando los pueblos de un verdadero mosaico cultural”.

Una tercera etapa hegemónica cultural, nacerá con la llegada de los borbones al poder, e imponer su ideario renacentista en todos los dominios españoles. Esta decisiva, pero corta etapa, dará paso a otra que se caracterizará por la formación de los procesos independentistas de las colonias americanas, los cuales tomarán como ejemplo la visión cultural borbónica. “En América Latina, por ejemplo, la ideología de la clase dominante de los nuevos estados surgidos a raíz de las guerras de independencias, tomó como forma de legitimación de su poder la continuidad de la cultura metropolitana, y mantuvo en general, la misma actitud de autoritarismo colonial frente a las expresiones de lo propio, y en particular frente a la cultura popular; destacó la europeidad y las bases cristianas aislando de la cultura oficial los símbolos de otras etnias presentes en estas sociedades y sus manifestaciones mestizas y mulatas”. Ante lo aquí citado, se pude decir que Llanes, sintetiza magníficamente el paso de la sociedad colonial a la de los jóvenes estados republicanos independientes, pero esta evolución no se quedará quieta, sino que tomará un nuevo rumbo a partir de 1850.

El período de tiempo que osciló entre 1800 y 1870, que en boca de Tulio Halperin Donghi, se puede llamar la larga espera, las jóvenes repúblicas latinoamericanas dieron forma a su proceso político independentista, pero no pudieron lograr una autonomía en cuanto a lo económico se refiere. La diferencia estribaba en que su dominador ya no sería España, sino Gran Bretaña. En esos 70 años estos estados intentaron introducirse dentro del concierto comercial mundial regenteado por el Reino Unido. Solo a partir de la década de los 70,s se logra esta integración, que dio espacio en ella a toda América latina. El rol latinoamericano fue el de exportador de materias primas a las grandes potencias industriales europeas, en particular gran Bretaña, iniciando, de este modo, un nuevo contrato colonial de dominación económica y cultural que se extiende hasta nuestros días. A partir de 1870 se iniciará un proceso histórico que modificará el aspecto general de algunos de los países América Latina: la inmigración europea, millones de personas que buscarán oportunidades de vida digna en el 'Nuevo Mundo'. Este tema será abordado profundamente en el siguiente capítulo.

Finalizando este análisis, se puede aducir que Latinoamérica es un fenómeno tal, que en sus quinientos años de tortuosa historia, su identidad cultural se ha visto envuelta en un infinito entrecruce de influencias externas de carácter dominante; las que al combinarse, en algunas
ocasiones, pero en la mayoría de ellas, rechazando a la cultura autóctona, han creado una situación de desvalorización y de negación de lo propio. Este proceso, efectivamente, ha influido en la producción y en la valorización de las obras producidas por los artistas latinoamericanos. “(...)El arte de la América latina se presenta hoy en un espacio confuso cruzado por formas tradicionales y modernas, habitado por recuerdos propios y sueños ajenos: es un paraje crepuscular de signos entreverados, un escenario promiscuo y vacilante”.


Argentina y la inmigración:

Todo el proceso descripto en el apartado anterior abarca, aunque con matices propios de cada uno de los casos en particular, a todo el conjunto de Estados latinoamericanos. Se describió, por un lado, el nacimiento de una cultura de elite con carácter europeo, que promoverá manifestaciones artístas acordes con el pensamiento Occidental. Por el otro, la gran masa de desfavorecidos por los procesos coloniales e independentistas, verán que las manifestaciones artísticas de su universo cultural serán relegadas a un segundo plano. Este segundo grupo, integrará a la gran mayoría de la población, es decir, mestizos y amerindios. Esta realidad cultural, será diferente en Argentina, en el Litoral Rioplatense. La conquista y el posterior avance de la 'civilización' hacia el sur, llegando hasta los confines de la Patagonia, borró casi todo rastro de la cultura indígena. Solo el Norte, especialmente el noroeste, conservó el legado cultural indígena.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, y la primer parte del siglo XX, Europa, envió a América y a Oceanía una parte considerable de su excedente poblacional. La mayor parte de los inmigrantes se desplazaron hacia Estados Unidos, país que ofrecía grandes posibilidades de bienestar, gracias a su poderosa economía, sustentada en un creciente desarrollo industrial,  y en un fuerte sector agro- ganadero, sustentado por los millones de kilómetros cuadrados obtenidos de la conquista del Oeste a los indígenas norteamericanos. El resto de la inmigración buscó como sitio a América Latina, siendo Argentina el sitio elegido por la mayoría, en gran medida por las condiciones económicas favorables que este país poseía.“(...)Entre 1830 y 1950 Argentina absorbió el 10 por 100 del número total de los inmigrantes de Europa a las Américas. Alrededor del 80 por 100 de los inmigrantes a Argentina provenían de países mediterráneos; la mitad eran italianos, un cuarto españoles y los otros eran otomanos, rusos, franceses y portugueses”. Poco a poco, Argentina se fue transformando en uno de los mayores productores agropecuarios del planeta;  el granero del mundo, como así se le llamaba, significó, para los extranjeros, una posibilidad de encontrar una vida más digna que la que poseían en sus países de origen.
Las condiciones naturales del territorio argentino, eran casi similares al de Estados Unidos o al de Australia; países que de gran extensión y con una gran falta de mano de obra para explotar las tierras recientemente conquistadas a los indígenas. Argentina, un país que hacia 1850 poseía una población de solo 1 millón y medio de habitantes, necesitaba imperiosamente de brazos para expandir su potencial  y rica economía agropecuaria. En menos de cien años el rostro de este prometedor país, cambió definitivamente a causa de los efectos sociales y culturales de la inmigración.
Pese a que el Estado Argentino, buscó que los inmigrantes se dirigieran a aquellas zonas más despobladas del país, tal es el caso de la Patagonia, estos se agruparon especialmente en la provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. La ciudad de Buenos Aires, absorbió a la mayor parte de los extranjeros, convirtiéndose en poco tiempo en una urbe culturalmente y socialmente variopinta. La consecuencia demográfica fue que la provincia de Buenos Aires, y en especial Capital Federal,  y el centro del país, se poblaron muy densamente, padeciendo el efecto contrario todo el extremo norte y el sur del país.
Es común pensar que el país pudo aculturizar a los inmigrantes, sin embargo, es necesario señalar, que la cuestión tomó el rumbo inverso. Lo extranjeros, poco a poco, transformaron la idiosincrasia  y la cultura argentina hasta crear una identidad totalmente nueva y diferente a la que prevaleció en el siglo XIX. Argentina era un país poco poblado, y con identidades socioculturales muy débiles, y además, la inmigración no fue una cuestión de unos pocos miles de personas, sino que fueron millones los que llegaron hasta las ricas tierras de la Pampa Húmeda. La cultura popular gauchesca de corte campesino,  que estuvo siempre en pugna con la clase superior terrateniente, dueña de los medios de producción, fue desapareciendo ante el avance y desarrollo de las ciudades que se potenció con la llegada de los inmigrantes. Una nueva sociedad empezaba a formarse, la Argentina tradicional quedaba en las antípodas de su historia. El siglo XX, con su `misión civilizadora', comenzaría a escribir otro relato dentro de la particular historia del País del Plata.

Rock, David, Argentina 1516-1987. Desde la Colonización Española Hasta Raúl Alfonsín”, Alianza, Madrid, 1988, p. p. 192- 193.


La Excepcionalidad del Caso Argentino:

El historiador David Rock, aduce que política, jurídica, económica e institucionalmente hablando, se puede encontrar una gran similitud entre Argentina y el resto de los países Latinoamericanos. La dependencia, primero de Europa y luego de Estados Unidos, forma un bloque que se distingue de forma casi homogénea; y que solamente su posición y las características de su producción en el mercado exportador de materias primas los puede diferenciar. Esta imagen se puede visualizar desde el período de formación  de los Estados nación en América Latina, hasta nuestros días.
Pese a las analogías señaladas, las diferencias sociales y culturales han sido evidentes. La inmigración, especialmente europea mediterránea, y las ricas condiciones que ofrecía su  territorio, especialmente en el litoral del Río de la Plata, le ofrecieron  a Argentina el aire suficiente como para que se gestara en ella una clase media de raíz cultural europea. Por esta causa, más la eliminación física de los nativos, no fue posible la influencia cultural amerindia como en el resto de América Latina. La producción artística popular se diferenciará de la generada en otras zonas de Hispanoamérica. Los elementos culturales introducidos por los inmigrantes serán fundamentales en la formación del verdadero carácter del tango, el folclore de Buenos Aires, y llegaran influenciar en otras manifestaciones artísticas como la pintura, donde la magia del pincel de Quinquela Martín, supo dibujar el sentimiento de los trabajadores del puerto de La Boca en Buenos Aires.
El arte culto argentino, será impulsado por la elite europea dirigente hacia un estereotipo estético occidental. Sin embargo, no existirá esa diferencia  tajante en cuanto a lo popular o lo culto observada en el resto de América Latina, dado que, como ya se ha dicho, la cultura del Litoral Rioplatense fue influenciada enormemente por los inmigrantes europeos aunque sería más correcto afirmar que la llegada de los extranjeros ejerció un acción tal, que ellos por sí solos, transformaron de manera total el aspecto y el sentimiento de toda una sociedad- que gracias a las grandes posibilidades de ascenso social que ofrecía Argentina, fueron formando poco a poco una clase media urbana de carácter europeo, de la cual, carecía el resto de Latinoamérica, a excepción del Uruguay. Es probable, que ese arte culto tuviera, también, una buena acogida en los niveles medios de la sociedad, a causa de las buenas condiciones socioculturales que se desarrollaban en Argentina.
A causa de la realidad cultural determinada por sus orígenes, los hijos de los inmigrantes en Argentina miraron hacia Europa, y el arte da evidencias de esto. Se influenciaron con lo producido por las diferentes vanguardias artísticas de las primeras décadas del siglo pasado. Este es el caso de los pintores Norah Borges, Emilio Pettoruti y Alfredo Guttero, que empleando las innovaciones europeas, se insertaron en el medio cultural porteño, enfrentándose a los medios artísticos tradicionales que imperaban en los años veinte. Asimismo, cabe destacar que“(...) combinaron lo que habían aprendido en el extranjero con elementos propios de la  cultura literaria, artística y visual de la Argentina”.
La pregunta obligada ante lo propuesto en las líneas anteriores, sería como fue posible que en Argentina se halla formado una nueva identidad a través del intercambio y la fusión de los elementos culturales  traídos por los inmigrantes desde sus lejanas patrias. “Un rasgo que distinguía a Buenos Aires de muchas de las ciudades de los Estados Unidos de esta época era que desde el principio los emigrantes se mezclaron muy fácilmente, con algunas excepciones como la creciente comunidad judía. Los distintos agrupamientos por nacionalidades crearon gran profusión de clubes, escuelas, hospitales y mutualidades. Con todo, pocos trataban de perpetuar sus orígenes nacionales formando vecindarios aparte, como si fueran guetos, lo cual se debía a las estrechas afinidades lingüísticas entre los españoles y los italianos”. Cabe agregar algo más al acertado análisis de David Rock; y es que no solo las similitudes idiomáticas entre el italiano y el español fueron desencadenantes en su mutua aceptación, sino que también, italianos y españoles pertenecen a dos culturas con una gran cantidad de elementos en común. Pero lo esencial de este proceso, fue que la sociedad de Buenos Aires poseía  un fuerte sentimiento de tolerancia, esto, gracias a la política de inmigración llevada a cabo por el Estado.
Aunque hubo movimientos en contra de los recién llegados, estos fueron muy débiles y aislados, reduciéndose, en principio,  a grupos tradicionalistas rurales de la Provincia de Buenos Aires, sitio en donde el arraigo cultural criollo era más profundo que en la capital, más tarde la protesta se centró en Buenos Aires, y tuvo como protagonistas a los sectores más radicales del conservadurismo argentino, que veían en los inmigrantes, el peligro de la descomposición histórica, social y cultural del país rioplatense. Sin embargo, la mayor preocupación de estos grupos, estaba representada por el miedo a las consecuencias que podrían ocasionar las ideas de carácter socialista y anarquista, que los extranjeros introdujeron en el pensamiento de las masas populares. Los conservadores, apoyados por el ala más radical del ejército, formaron en 1919, La Sociedad Patriótica Argentina. También, el poeta y ensayista Leopoldo Lugones, aunque casi en solitario, pero con una solidez propia de la elegancia de su pluma, se manifestó contra la inmigración, en muchos escritos que combinaban una ideología de matices fascistas y conservadores. Pese a la fuerza que tuvieron en su momento, estos grupos se diluyeron rápidamente, ante una nueva realidad imposible de derribar.
 i Sullivan, Eduard J, Arte Latinoamericano del Siglo XX, Madrid, Nerea, 1996, p. 287.

1 Rock, David, Argentina en 1914: Las Pampas, el interior, Buenos Aires, en Linch, j, Cortés Conde, R, Gallo, E, Rock, D, Torre, J, De Riz, L, Historia de la Argentina, Barcelona, Crítica, 2001, p. 131.

2 Lugones consideraba que la inmigración europea era la causante fundamental de las huelgas violentas que se desarrollaron en Argentina desde 1919. “La guerra que nos traen los extranjeros rebeldes, conforme al programa de un gobierno extraño, es un ataque exterior, mucho más peligroso que una guerra militar porque maniobra a traición desde adentro. No hay guerra civil con extranjeros. Por el contrario: toda guerra con extranjeros es una guerra nacional “. Sin dudas un sentimiento de rechazo hacia los extranjeros se manifestaba en Lugones, quién hacía responsable a estos de los sucesivos paros obreros, qué además significaban, para el autor, un atentado contra nuestra nación. “Huelgas de rebelión contra el país, declarada por una inmensa mayoría extranjera”.
 En el documento La doble amenaza: el pacifismo y el extranjero, Lugones manifestaba que el extranjero debe aceptar sumisamente todas las condiciones necesarias para establecerse en nuestro territorio. El nativo debía ejercer el poder, el inmigrante solo debía obedecer. “Nosotros ejercemos el gobierno y el mando. Somos los dueños de la constitución”. La constitución, era para Lugones, un privilegio de los argentinos nativos.  “No hemos creado con ella ningún dogma, ni nos hemos comprometido temporalmente ante los extraños(...) Nosotros somos quienes aceptamos al extranjero, no el extranjero quién nos acepta a nosotros”.
Lugones resaltaba, además, que la patria era un bien nuestro, solo pertenecía a los argentinos. “Tenemos que exaltar el amor a la patria hasta el misticismo, y su respeto hasta la veneración”. El nativo debía amar a su país y defenderlo ante cualquier ataque extranjero. Lugones presentía el peligro del avance del internacionalismo comunista, y los inmigrantes eran los portadores de la idea de la revolución en Argentina.
Leopoldo Lugones: “Acción ante la doble amenaza”, en M. I. Barbero y F. Devoto, “Los Nacionalistas”, Bs. As. , CEAL, 1983, p.  p. 52- 55.  


El Tango, El Folclore Cosmopolita de Buenos Aires:

Es muy común identificar a la cultura y al arte del Río de la Plata con la europea, señalando a Argentina, en especial y más correctamente, a Buenos Aires, como una prolongación del Viejo Continente. “Argentina era una de las naciones más ricas del mundo y no se sentía muy víctima del imperialismo; su población era en gran parte europea y, por consiguiente, también lo era su cultura(...)”. Uruguay, en especial Montevideo, obedece también a esta consideración, dado que su formación histórica y cultural es similar a la de Buenos Aires. Se puede decir, que en dos Estados diferentes, se encuentra una misma nación.
Es probable que la ciudad de Buenos Aires responda bien a esta identificación europea, dado que en sus manifestaciones artísticas se aprecian un cierto sabor al Viejo Continente; la gris melancolía de los atardeceres porteños, y la loca bohemia, recreados en la música de Astor Piazzolla, citando, quizá, al mayor representante, no solo del tango, sino de la historia de la música argentina, lleva a sus oyentes a  sentir que hay un lazo cultural muy cercano al de las principales ciudades europeas. El tango, como Buenos Aires, la ciudad que le dio cobijo, posee un poco de París, otro tanto de Nápoles, es, por así decir, una síntesis del sentimiento cosmopo1íta de las principales urbes europeas. No existen dudas, que la inmigración le dibujó otro rostro a Argentina, y en especial a su orgullosa capital, aunque esto no alcanza, para definir simplemente a toda una cultura y un arte simplemente como europea. Esta es una cuestión mucho más compleja.
No se pueden buscar los orígenes del tango en los diferentes entrecruces culturales aportados por los variados inmigrantes europeos que llegaron al Río de la Plata desde fines del siglo XIX. Es posible, que el génesis de este peculiar estilo de música, poesía y baile, se halla en el Caribe, más específicamente en Cuba. La primitiva danza del tango, era propia de los esclavos negros y mulatos que se hallaban en este país, y la misma llegó a Buenos Aires en los barcos mercantes que hacían parada en su puerto, introduciéndose rápidamente en los arrabales porteños. Sin embargo, el tango, pese a su origen afro- cubano, pronto tomó una identidad propia en el Río de la Plata, y estas particularidades se generaron gracias al aporte de los extranjeros europeos que volcaron toda su experiencia de vida y su sentir, y lo mezclaron, además, con el arrogante aroma cosmopolita del aire de Buenos Aires.
Cabe agregar, otro elemento más al alma de este fenómeno puramente porteño. Pese a las diferencias que se encuentran entre el folclore de Buenos Aires y el del interior de la Provincia, y en especial de toda la Pampa a causa de su profunda raíz campesina, el tango se influenció del sentimiento de la poética y de la música gauchesca. El Martín Fierro, de José Hernández, la obra cumbre de la poesía gauchesca, relata la historia y los sufrimientos que los gauchos debieron padecer ante la tiranía del Estado argentino durante el siglo XIX. El ambiente melancólico de toda la obra, ese sufrimiento eterno del gaucho, recuerdan notablemente a los personajes propios de la lírica tanguera. Es posible, que también, el carácter altanero y orgulloso de los personajes del universo del tango, provenga de la influencia ejercida del folclore de la Pampa. El gaucho,  pese a su impotencia ante el despotismo y la explotación, no duda de su valor y de su importancia,  manteniendo la frente alta ante todas las adversidades.

 Martín Gerald, La Literatura, la música y el arte en América Latina, 1870-1930, en Bethell, Leslie, Historia de América Latina, Tomo 8, Barcelona, Crítica, 1991, p. 219.
 Un análisis  serio sobre los orígenes del tango se encuentra en:  Ortiz Nuevo, José Luis, Nuñez, Faustino, La Rabia del Placer: El Origen Cubano del tango y su desembarco en España, Sevilla, Diputación, 1999.

Por tanto, es imposible, separar el elemento criollo gauchesco del alma del tango. También, tango como el folclore gauchesco poseen orígenes populares, aunque, como se mencionó antes, la esencia de ambos no condice, estos representaban a los sectores bajos y marginados de la sociedad. Este carácter popular, más su particular y sensual danza, hicieron que el tango fuese combatido por las clases altas y los sectores más conservadores de Buenos Aires, y solo a partir de las décadas del 30 y del 40, este comenzó a ser más aceptado socialmente.
La mala fama del tango se convirtió en una leyenda negra. Desde sus inicios, fue la manifestación artística de los arrabales, los barrios de la periferia porteña, donde gran parte de los inmigrantes se refugiaron. En este oscuro y pobre ambiente porteño, se combinaron una dura y particular idiosincrasia, con todos los elementos artísticos y culturales que dieron vida y forma al tango. Era la música y la danza de las prostitutas y de los malevos. Al respecto, es común vincular a este género con el hampa y el prostíbulo que contagiaría a la soldadesca y a locales de diversión frecuentados por delincuentes.
En el tango,  los compadritos  dirimen sus diferencias en duelo criollo en una solitaria esquina, la prepotencia del más fuerte y el amor que se vende al mejor postor. Incluso escritores como Jorge Luis Borges vieron el origen de la coreografía del tango en los movimientos de los duelistas, esquivando y tirando puñaladas. Esto, sin embargo, es una simplificación y, como tal, peligrosa. El tango nace entre malvivientes, pero también entre gente honesta, entre los peones rurales expulsados del campo por la nueva organización empresarial de la estancia, dónde la ganadería extensiva requiere menos mano de obra, y entre los miles de italianos y españoles que llegaron a Buenos Aires y a Montevideo.
Esta tendenciosa y sensual danza se desarrollará en los arrabales porteños. La palabra arrabal posee en su significado una connotación muy particular.  Horacio Ferrer, en su obra El Tango: Su Historia y su Evolución,  contrapone suburbio a arrabal. Suburbio, afirma el autor uruguayo, no posee la misma y misteriosa potencia fonética que arrabal. Arrabal nombra, el bajo urbano de la mala vida. Arrabal es sinónimo de tango, es como si en ella se respirara un aire de melancólica poesía.
En estos arrabales, se encontraban los conventillos, los cuartos de pensión, las casas humildes donde se amontonaban varias familias, los lugares donde las madres cocinaban y lavaban la ropa y los padres tenían un estrecho lugar para descansar después del trabajo o de pasarse horas y horas buscándolo y dónde los niños se reunían a jugar en las calles o los patios por falta de espacio. Era en los suburbios donde vivía el inmigrante recién llegado pero dispuesto a hacer fortuna, y donde encontraba alojamiento el criollo trasladado a la capital. Eran Boedo, la Boca, la Concepción y Montserrat en Buenos Aires, y Goes, Palermo, Aguada y la Unión en Montevideo, y en las zonas portuarias en general de ambas ciudades.


El Tango y su Desarrollo a Través  del Tiempo


Hay una particularidad única que el tango poseyó: su constante evolución. Como ya se dijo antes, este comenzó en los arrabales porteños como una simple melodía especial para el desarrollo de la danza. Las innovaciones técnicas y artísticas que introdujeron en él los inmigrantes, en particular, los italianos, lo cubrieron con su inconfundible toque nostálgico. En las décadas que fueron desde el fin de la Primera Guerra Mundial, hasta los años de la Gran Crisis, el Tango experimentó sus momentos de mayor gloria y reconocimiento mundial. Carlos Gardel, el zorzal criollo, se elevó hasta la cumbre del parnaso de los héroes del tango. Hoy en día, Buenos Aires y el tango son identificados con su voz, su música y su figura. Ritmos más complacientes y una lírica más acabada, inundada por un torrente de nostalgia y romanticismo casi enfermizos, caracterizaron a esta época de explosión tanguera.
En los años treinta, el tango se acerca a la crítica social; el Buenos Aires de la época anterior vivió en un clima de triunfo y arrogancia a causa de todo su esplendor, y por la gran promesa de futuro que se proyectaba sobre Argentina. La gran crisis, afectó también al país Rioplatense, y las escenas de hambre y desocupación que se producían en Europa y Estados Unidos, también se dieron cita en Argentina. Todo el arte de este país se hizo eco de los sufrimientos de la gente, y el tango no pudo estar ajeno a aquello. La protesta social se internó en su poesía,  acercándose a la realidad que azotaba a  todo un pueblo; ya no era solo un baile sensual acompañado de una lírica amorosa, sino que se hacían imposible predecir, los límites que alcanzaría en su evolución este género musical.
A partir de los de los años cuarenta, con una fama ya consolidada como estilo musical, surgen las grandes orquestas para tango, donde el bandoneón, elemento imprescindible para esta música, se lleva el papel preponderante de la síntesis orquestal. Aníbal Troilo, Mariano Mores, y en especial, Astor Piazzolla, van a infundir a este estilo musical una mayor jerarquía artística. La orquesta, que en tiempos anteriores solo acompañaba a la voz líder, ahora pasa a  imponerse, lográndose el particular dramatismo tanguero mediante su imponente fuerza sonora.
Existió un personaje que va a proponer una nueva faceta en el tango. Este será el genial Astor Piazzolla, quién pintó con su música el verdadero alma de Buenos Aires. Se alejó de los convencionalismos existentes, y desarrolló un estilo musical de marcado carácter cosmopolita, en el que no desdeñó ningún elemento ajeno a la cultura tanguera para enriquecer a la música de porteña. El tango, que había tenido un origen popular, representando a los grupos sociales de los arrabales porteños, con el tiempo fue afianzándose y desarrollando un estilo musical casi preconcebido. Parecía que el tango poseía una receta única, y las fuertes voces conservadoras no aceptaban ni el mínimo cambio. Piazzolla, se reveló contra esto, y provocó con su inquieto espíritu innovador, que el folclore rioplatense adquiriese un definido acento vanguardista. Un tango, no necesariamente debía ser una simple canción, sino que también podía ser una obra conceptual desarrollada como una sinfonía.
En Piazzolla, la bohemia porteña se fundió con el profesionalismo musical, una combinación perfecta para desarrollar un estilo que no poseía límites creativos. En la carátula interna de  su L. P. de 1969, Adiós Nonino, explica brevemente el sentido de su compromiso como artista, al hablar del tema Michelángelo 70: “Este tema es una especie de ejercicio musical, debido a mi imposición a escribirlo con solo tres notas”. Piazzolla introduce un eterno fluir de sentimientos extremos que evocan el miedo, la pérdida o la frustración. A partir de la década del sesenta, muchos comenzaron a considerar a la música de Piazzolla, como algo alejado del tango a causa de su extravagancia. Precisamente  esto era lo que él buscaba; explorar nuevos caminos compositivos para poder representar en diversas formas al nostálgico mundo de la ciudad de Buenos Aires. Quizá todas sus innovaciones desdibujaron en su música la típica concepción rítmica del tango,  pero el alma y el sentimiento romántico de lo que proyectó en sus composiciones, invita a sus oyentes a entrar casi inconscientemente en los más variados estados de ánimo. Es como si alejándose de lo preconcebido, pudo crear una música más sincera y pura, desdeñando a la fachada tanguera tradicional, y optando por la riqueza existente en el interior de la obra.


Conclusión


Como se ha visto a lo largo de este trabajo, es imposible hablar de un mismo proceso histórico y cultural para todo el sub continente latinoamericano. Económicamente hablando, las similitudes son evidentes, todo el bloque que comprende a las ex colonias españolas y portuguesas fueron son  países subdesarrollados que dependen del Estado imperialista de turno. Durante el siglo XIX y parte del XX, Gran Bretaña fue la potencia hegemónica que dominó los destinos de América Latina. A partir del fin de la Segunda guerra mundial, Estados Unidos se hizo cargo del puesto dejado por su padre histórico.
En la cuestión cultural, la realidad es mucho más compleja de creído normalmente, Latinoamérica no es todo homogéneo que pueda estudiarse siguiendo las mismas pautas de análisis para todos los casos en particular. Los artículos analizados durante el curso, quizá cometan el pecado de reducir la historia artística- cultural de América latina a un único paradigma representado por la lucha de dos culturas; una de elite, dominante y con carácter occidental; y otra popular, maltratada por los grupos de poder y con raíces indígenas. Sin embargo, esta tesis no es practicable para el caso argentino, que ya desde el inicio de su historia colonial mostraba ciertas particulares en su desarrollo económico y sociocultural..
Este trabajo analizó el caso puntual de Argentina, en especial de la ciudad de Buenos Aires y la provincia que lleva el mismo nombre. El país Rioplatense, recibió, a partir de 1870 hasta 1950, millones de inmigrantes europeos que cambiaron su rostro y provocaron una evolución artístico- cultural diferente del resto de América latina. La gran mayoría de los indígenas fueron eliminados físicamente, y con ello, su cultura. El gran desarrollo económico argentino,  propició que naciera y se desarrollara en este país una clase media burguesa de carácter europeo. Siempre hay que tener en cuenta, que la parte norte de Argentina está muy distante cultural y económicamente de Buenos Aires y el litoral del Río de la Plata, y que se aproxima más al resto de Hispanoamérica, por su carácter mestizo e indígena.
Como ya se dijo, la llegada de los inmigrantes, modificó culturalmente a la Región del Plata en Argentina. De este proceso se formará una sociedad muy variada y multicultural, con  manifestaciones artísticas diferentes a lo producido en sus países vecinos- solo Uruguay posee una relación íntima con Argentina, dado que son parte de la misma idiosincrasia sociocultural, y que las conveniencias económicas del Imperio Británico hicieron de ellos dos países diferentes- y con un neto corte europeo, siempre combinado con la tradición criolla predominante en el siglo XIX. El arte producido con elementos occidentales, propio de la lógica imposición de las clases gobernantes blancas de América Latina, no fue visto como algo extraño en las clases medias, medias bajas y populares de Buenos Aires, dado que el origen étnico –cultural de la población era europeo. Aún más que decir, de la combinación de elementos traídos desde sus lejanos hogares por los inmigrantes europeos, fue posible la evolución definitiva del tango, una manifestación musical, lírica y estética, con sobrado tono popular.
Está claro que el tango, fue el producto de los entrecruces multiculturales que se produjeron en Buenos Aires en las primeras décadas del siglo XX. Pese al sentimiento europeo que posee, no puede concebirse sin los aportes de la cultura criolla que le precedió, y por el supuesto origen afro- cubano de su danza. Su acción en el desarrollo de la cultura Rioplatense fue enorme,  dado que su jerga, sus modismos y expresiones lingüísticas, aún permanecen, y sin una tendencia a la extinción,  en el particular castellano porteño.
De neta raíz popular, nacido en los arrabales porteños, con el tiempo fue desarrollándose hasta alcanzar una madurez tal, que comenzó a verse ya casi como una manifestación artística de culto. Esto fue analizado, mediante la obra de Astor Piazzolla, el hombre que desarrolló todas las posibilidades de progresión musical en el tango, y que le ofreció un neto sabor cosmopolita en sus obras. Esto fue posible, gracias a la realidad sociocultural existente en el Buenos Aires de aquellos tiempos, muy propicia hacia la innovación y la búsqueda de lo diferente, a causa del origen variopinto de su sociedad.


Bibliografía:

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Presentada por el Profesor de Historia Oscar Rafael Ziella en el Doctorado en Humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid

Teófilo - Ezequiel Feito

De repente, en medio de la sesión, el intendente se levantó, y dirigiéndose a la asamblea con el engoladísimo acento que usaba en reportajes y reuniones dijo:
-¡Esto no puede seguir así! ¡Debemos hacer algo para frenar este problema social antes que todo el municipio se hunda y por supuesto, nosotros con el! ¡Secretario! ¿Que hemos hecho hasta ahora?
-Hemos reforzado la vigilancia de las personas, hemos construido tres cárceles mas, y vamos por la cuarta, duplicamos los agentes, elevamos las penas y acortamos el tiempo de los juicios. Hemos puesto mas iluminación en las calles, creamos más de cincuenta consejos vecinales y otras tantas patrullas; hemos cerrado armerías y controlado todo vehículo que pasa por estos lugares; hemos colocado detectores de metales y cámaras de vídeo en casi todos los lugares, desde los bancos hasta los kioscos y almacenes. Nos faltaría ponerlas en los baños. Confeccionamos una base de datos con cada individuo y por si fuera poco, hemos identificado y reidentificado nuevamente a las personas; actualizamos domicilios; legislado sobre la pena de muerte....
- ¡Basta por favor ! - interrumpió el intendente - Ya esta bien.
-Pero Señor, aún falta leer la mitad de la lista - protestó el secretario -
-¡No importa ! Digan ustedes cual fue el resultado de todo esto.
-Ninguno Señor, en realidad las cosas siguen estando como antes o peor que nunca.
-¡Eso ! ¡Peor que antes! No hemos logrado nada, ¡Nada!
-¿Y que es lo que usted sugiere? - le preguntó uno que hacía de “barra” -
Debemos poner el municipio hombres que detenten un mejor ejemplo. Debemos crear personas ejemplares para poder cambiar nuestra sociedad.
-Señor - dijo otro - esas personas aún no existen; quizás las podamos formar desde la promoción de jardín de infantes que termina este año.
-¡No hay tiempo ! Debemos hacer algo rápido, y cuando digo rápido es ahora. Tenemos que idear algo antes de terminar esta sesión.
- ¿ Hoy ? ¿ Ahora ?
- ¡Ahora !
-¿Esto significa que hasta que no encontremos una solución no saldremos de aquí?
-¡Exactamente !
-Pues entonces debemos ver en que lugar del recinto vamos a colocar nuestras cenizas, porque no encontraremos salida.
-¡Excusas ! ¡Tiene que haberla! ¡Siempre hay una, y nuestra función es encontrarla!
- Aunque muramos...
-¡Aunque muramos una y mil veces !
Habían pasado varias horas discutiendo, cuando de repente, alguien se levantó para pensar en voz alta.
-Se me ocurre una idea: ¿Que tal si promocionamos el bien, el respeto, la legalidad, etc. por medio de tandas publicitarias, utilizando actores o modelos ampliamente conocidos, de la radio, la TV; o mediante conferencias, cursos, y todo lo que tengamos a mano?
-La idea no es mala - dijo uno - , pero lo difícil va a ser conseguir dinero para mantener la campaña, porque necesitaremos mucho tiempo para imponer “la marca” en el mercado.
-Pero...¿Tenemos plata para sustentar la campaña?
- No
- Entonces olvídenlo.
-¡Un momento ! - dijo otro - La idea es buena y podríamos hacerla de una manera mas económica, gráfica y duradera.
-¡Cómo, cómo ! - dijeron algunos voces-
-Contratando a una persona para que haga esa publicidad por medio de su vida.
-¿Que dice ? - dijeron otros -
-Digo lo que digo. Pongamos a alguien con el status de empleado municipal, designándole sueldo, obra social, asignación familiar, vacaciones anuales y todo.
-¿Para que? ¿Para que haga publicidad por la calle, para que deje folletos puerta por puerta, para que de conferencias?
-No. Lo único que deberá hacer este hombre es representar, vivir o hacer con su propio ejemplo el trabajo de una persona virtuosa. Deberá estar todo el día en la calle ayudando a las personas que necesitan algo, cumpliendo las leyes, charlando de cosas espirituales y morales con la gente...en síntesis, hará el bien en todo momento y lugar donde se lo requiera, y esto siempre con una sonrisa, modales amables, y una disposición  ilimitada. De esta manera la gente se sentirá impelida a hacer lo mismo, porque el bien, como el mal, se contagia y aún mas cuando se lo practica.
Si por medio del ejemplo de ese hombre podemos inducir a la población a que lo imite, entonces cambiaremos la gente, la sociedad, el país y hasta el mundo.
-¿O sea que le pagaremos un sueldo para que el hombre, quienquiera que fuese, haga las cosas bien y represente en palabra y acción a una persona honrada y normal ?
-Así es. Y verán ustedes que saldrá bien barato y nos dará dentro de muy poco tiempo buenos resultados. Señor intendente, colegas, ¿Les gusta la idea?
-Secretario...¿Alguna vez hemos intentado eso?
-No Señor intendente. No figura en la lista.
-¿ Alguien tiene una idea mejor ?
-No - contestó a coro la asamblea, mitad por no tener otra propuesta y mitad porque no tenían la menor intención de quedarse allí -
De modo que, finalizando la sesión, se le encomendó al concejal autor de la idea que buscase una persona idónea para ese trabajo.
Al día siguiente y en privado, nuestro concejal salió a buscar a un hombre común y corriente, de la calle, para proponerle trabajar de persona ejemplar con sueldo fijo, obra social y vacaciones pagas a cuenta del municipio.
La elección recayó en un tal Teófilo, quien desde ese día se convirtió en el primer hombre al que le pagaron por hacer las cosas bien.
La posesión del cargo se hizo de la manera mas reservada posible. Al siguiente día Teófilo empezó a trabajar en el centro mismo de la ciudad.
Comenzó por ayudar a cruzar la calle a varios ancianos, siguió con una persona que necesitaba empujar su auto para que arranque, luego ayudó a una mujer que juntaba la basura. En otra oportunidad sacó a pasear a un perro, hamacó a una nena, levantó papeles del suelo colocándolos prolijamente en los cestos colocados para ello, etc.
Al terminar el día, y luego de haber realizado varios actos de bondad, horas extras mediante, Teófilo se dirigió a la municipalidad  y después de fichar su tarjeta, fue pacíficamente a su casa.
Los siguientes días no fueron muy diferentes. Teófilo seguía haciendo su trabajo metódicamente y a conciencia, llegando muchas veces a atrapar ladrones aún a riesgo de su vida. Su labor se resumía en vestir al desvestido, alimentar al que tenía hambre, ayudar al que necesitaba. Saludaba amablemente, decía “gracias” a cada persona, tenía siempre una  palabra amable para cada ser viviente, y en verdad, parecía representar con su persona toda la ética y la bondad implícitas en las leyes y ordenanzas. Y todo eso con una sonrisa que parecía no acabar nunca.
Esto lo hizo durante mucho tiempo hasta que de a poco la gente comenzó a cambiar y el municipio fue mejorando, al menos humanamente. Día a día Teófilo siguió realizando su fichaje con el sano orgullo de realizar una concienzuda labor bien remunerada.
Lentamente, el tiempo fue haciendo su trabajo. Teófilo fue envejeciendo y murió.
La gente al no ver a Teófilo circular por las calles haciendo el bien, comenzó a volver rápidamente a su estado habitual, de tal manera que todo volvió a ser como antes, y cuando la situación llegó a un límite espantoso, al intendente no le quedó mas solución  que convocar a la legislatura con carácter de urgente.
Se reunieron en el palacio municipal; y llevaban mas de una hora discutiendo cuando de repente, en medio de la sesión, el intendente se levantó, y dirigiéndose a la asamblea con el engoladísimo acento que usaba en reportajes y reuniones dijo:
-¡Esto no puede seguir así ! ¡Debemos hacer algo para frenar este problema social antes que todo el municipio se hunda y por supuesto, nosotros con el! ¡Secretario! ¿Que hemos hecho hasta ahora?

Demasiado tarde - Liliana Colavita

Yo manejaba lo más rápido que podía por el camino de tierra. Los golpes de viento levantaban polvaderas que no me dejaban ver bien. El auto era viejo y por algún lado se colaba el polvillo que primero flotaba y después se iba pegando en el tablero, en los asientos y en mi ropa. Sabía que tenía que tener cuidado con la última curva, la tierra suelta hace patinar tanto como el barro y si no entraba bien me iba a ir de cola.
El mandado que tenía que hacer no me gustaba, no me parecía bien. ¡Ir a molestar a los Meritorios Personajes, qué ocurrencia! ¡Después de tanto tiempo, con todo lo que habían trabajado! Al principio pensé en negarme, pero, en realidad, no podía; era mi parte de participación en un sistema participativo y nadie puede negarse a participar. (No es cumplir órdenes, no hay que confundirse, es ejercer el derecho de participar).
Habíamos dado tantas vueltas con ese tema y con otros tantos, y no lo habíamos podido resolver. La falta de resolución de los problemas se adjudicaba a la resistencia al cambio, tan estudiada, clarificada y hasta cuantificada por los especialistas.
Cuando los Meritorios Personajes aportaban ideas basadas en su  experiencia convertida ya en sabiduría, se rechazaban por obsoletas. Los nuevos vientos propiciaban el cambio, el gran cambio. El cambio organizado, pensado, consecuente y obsecuente con el mandato mundano.
Después de mucho cavilar y al cabo de varias reuniones participativas en las cuales se programó la participación en otras reuniones en las que se decidió ampliar la participación para volver a reunirse y analizar de nuevo las situaciones, se resolvió buscar el aporte de los Meritorios Personajes, tan dejados de lado por su perseverancia heroica para mantener de pie los ideales que los sustentaban.
Y ahí iba yo, que había tenido el honor de ser su discípulo, a buscarlos. Me preguntaba cómo lo tomarían los Meritorios Personajes, de creencias tenaces y acciones estables, características que no por obviamente necesarias sean frecuentes en quienes más se necesitan.
Por haberme distraído pensando todo esto, el auto se me fue un poco en la última curva, pero logré controlarlo. Ya llegaba.
El parque se veía lindísimo en esa época del año. Al entrar fui reconociendo los lugares que había recorrido acompañándolos.
Seguía preguntándome si no hubiera sido más fácil atender sus razones y seguir su ejemplo desde el principio, que ir a buscarlos ahora, cuando a pesar de lo que dijeran los demás, yo sabía que era tarde, que ya no podían regresar como pretendían. Era tarde para darles la razón, pero no para atender sus razones.
Paré el auto en el mismo lugar que el último día. Era un lugar tan apacible que sentí ganas de quedarme.
Reconocí los canteros y los bancos de piedra, y cuando llegué, más por respeto que por ritual religioso, me arrodillé junto a sus tumbas y me puse a llorar.