miércoles, 26 de junio de 2013

Casos de “jetta” - Arthur García Núñez, "Wimpi”

Había nacido en Montevideo. De muchacho vino con su madre a nuestra ciudad, Buenos Aires, y estudió en el Colegio Nacional Mariano Moreno, para ingresar más tarde en la Facultad de Medicina. Pero abandonó la carrera, marchándose a la aventura, a El Chaco. Luego de mil peripecias, a las que relegó en el último lugar de la memoria, como si hubiese querido borrarlas definitivamente del recuerdo, regresó a Montevideo.  Fue redactor de El Imparcial y posteriormente de El Plata. El periodismo y la radio sustentaron su prestigio, que se tornó amplio y aplaudido, sin dificultades para aceptárselo con plenitud absoluta. Apareció en la prensa porteña, allá por 1946. El gusano loco y Los cuentos del viejo Varela fueron los únicos libros que la timidez de Wimpi se atrevió a publicar después de tremendas dudas.  Muchos otros corrieron el destino del fuego, al que los arrojó el autor, incapaz de sobreponerse a su sentido extremo de la autocrítica. La taza de tilo, Ventana a la calle, Cartas de animales, Viaje alrededor de un sofá, Vea amigo, La risa, Los cuentos de Don Claudio Machín, El fogón del viejo Varela y La calle del gato que pesca, acaso pudieron correr idéntico camino, pero el inesperado y llorado fallecimiento de Wimpi acaecido en Buenos Aires el 9 de septiembre de 1956, los salvó de tan quemante suerte. 


Casos de “jetta”

De pronto entra, uno, al hotel de postín y observa evidentes signos de progreso: cristalería de Bohemia, baño individual, cubiertos para espárragos, cubiertos para caracoles. Piensa uno que antes el tipo bebía el vino en un jarro, se bañaba en una tina, chupaba los espárragos y comía los caracoles con un alambre. Sin embargo, amigos, en el mismo hotel donde los clientes exigen esas obtenciones del progreso, no hay ningún cliente que se sienta cómodo en la habitación número 13. Esto significaría que el tipo progresó solamente en la forma de bañarse y de comer los espárragos. Nadie sabe por qué se le tiene miedo al 13. Se pensó que podía ser porque eran 13 los comensales de la última cena. Pero, después, quedó demostrado que siglos antes de Cristo los antiguos egipcios ya le temían a este número. La superstición del martes como día aciago viene de una batalla librada en España hace 7 siglos. Era rey don Jaime I El Conquistador, pero como estaba enfermo mandó a sus capitanes a Luxen, para que contuvieran a la hueste mora. Y allí en Luxen, el martes 27 de julio de 1276, los moros le hicieron sufrir a valencianos y aragoneses un descalabro espantoso. Y quedó en España el martes como día aciago por eso. Y se empezó a decir: en martes ni te cases ni te embarques... La desgracia había sido guerrera, pero siempre se parecieron el casamiento y la guerra, por eso se juntaron las dos cosas en el mismo refrán.
Ustedes observen que el tipo estudia, medita, evoluciona, llega a ser un encanto para sus
amigos, una gloria para su país, un banco para su mujer y, sin embargo... toca madera
cuando oye hablar de paperas, cree en los tipos que traen "jetta" -que hacen mal de ojo- y cuando los ve acercar monta un dedo arriba de otro o hace los cuernos para abajo. Y es un tipo inteligente el que hace eso, amigos. Capaz de ganar la pregunta de los 20.000 pesos. Nos conocemos poco, ¿eh? No sabemos nada de nosotros mismos. ¿Por qué hacemos dibujos con un lápiz cuando hablamos por teléfono? ¿Por qué hacemos pequeños animalitos de miga durante la conversación de sobremesa? ¿Por qué de repente nos preguntan una cosa y contestamos otra? Distracción. Pero la distracción no quiere decir que el pensamiento no funcione; porque el pensamiento no cesa nunca. Lo que ocurre es que cuando estamos distraídos, el pensamiento está en otra cosa que en aquello que hacemos. Recién el día que sepamos dónde está, dentro de nosotros -en qué abismo, en qué cueva, en qué encrucijada- ese pensamiento, cuando no está donde lo necesitamos recién ese día amigos, vamos a poder escuchar sin reírnos a la gente que habla en serio. Poner el sombrero arriba de la cama, también trae "jetta". La explicación de esta superstición es complicada y ridícula. Dicen que el sombrero se usa para salir y que la cama es un sitio donde el hombre está acostado. El hombre mientras está vivo, siempre sale de su casa a pie. Sólo cuando está muerto sale acostado.
Entonces vincular esas dos cosas: el Sombrero, que es lo que usa el tipo para salir, con la cama, que es donde el tipo está acostado, dicen que precipita el momento en que saquen al tipo de la casa con los pies para adelante.
Pasar por debajo de una escalera es yeta porque antes se consideraba al triángulo una figura sagrada. Y una escalera siempre forma un triángulo: cuando está parada en sus dos ramas, un triángulo isósceles, cuando está apoyada contra la pared un triángulo rectángulo; pasar por debajo de una escalera se consideraba "jetta" porque se rompe, se invade, se traspasa, se viola una figura sagrada. Sin embargo la única "jetta" que puede demostrarse en este caso es la que toca al tipo que pasa por debajo de la escalera cuando le cae encima el martillo del electricista o el balde del pintor. El tipo se va impresionado por aquello que cree y, entonces, queda con el ánimo predispuesto para que le ocurra realmente lo que empezó a temer que le ocurriese. Menos mal, amigos que con poco nos afligimos, pero con poco también nos consolamos, porque tres marineros, un gato negro, una mariposa blanca, un grillo..., un trébol, una herradura, un carro de pasto... nos ponen contentos. Lo mismo que pone contento a un caballo -un carro de pasto- nos pone contentos a nosotros.
Y hay pesimistas que, dicen que, si a pesar de que las herraduras colgadas en la casa traen suerte y a pesar de que los caballos pierden herraduras a cada rato el tipo pocas veces tiene herraduras colgadas en la casa ... es porque las necesita para usarlas él. Pero debe ser mentira. Y aunque fuera verdad, siempre será preferible calzarse como un caballo que pensar como un lagarto.

No es feliz él que no quiere.

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