Estaba a un costado de la avenida
con sus pies vendados por un sol enfermo.
Un sol detenido, mudo de voces
que borraba los rasgos de aquel dios quieto.
El dios contaba autos como cuenta
semillas la muerte para su granero.
Rígido en su trono de estacas y lona,
con la última bandera que quedó de su reino
está ese dios de facciones tan simples y serias;
ese rey destronado que perdió su trabajo
y puede ser albañil, camionero,
pintor, cuidador, trapito,
vendedor o enfermero.
Dios detenido. Pedazo de carne,
a medias comido por las aves del cielo.
Hombre que se desvanece
quedamente detenido.
Sin trabajo,
gastado
y quieto.
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