miércoles, 26 de junio de 2013

Pablo Neruda - Por Susana Taddeo

Fue conocido en todo el mundo por su nombre poético, Pablo Neruda, pero su nombre real era Neftalí Reyes. En 1971 recibió el premio Nobel de Literatura.
Muy joven, viajó a Santiago de Chile y en un ambiente extraño y algo adverso, desarrolló sus dos pasiones: la poesía y la política.

El amor en su poesía

En el texto que leeremos a continuación, se realiza un breve análisis de su obra poética para analizar cómo es tratado el tema del amor.

En su primera etapa, en medio del caos y la soledad que angustia al poeta, el instinto amoroso, la cruda pasión sexual es el eje que sostiene  ese mundo que va desintegrándose. Es por eso que en “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”  las imágenes son brutal y profundamente físicas. La pasión amorosa, la conquista sexual, es en esta época casi una necesidad.
“Quién llama? Qué silencio poblado de ecos?
Hora de la nostalgia , hora de la alegría, hora de la
 /soledad,
hora mía entre todas!
Bocina que en el viento pasa cantando
tanta pasión de llanto anudado a mi cuerpo.”
 (Poema XVII de Veinte poemas de amor y una canción desesperada )

Veinte poemas de amor y una canción desesperada nos importan para comprender el desarrollo interior de un poeta erótico, ya que constituye su primera posesión apasionada del mundo.
Neruda descubre que el amor puede ser su pasión y posesión; que la mujer puede ser poseída y no sólo ser un objeto deseado desde lejos.
“En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida”
(Poema III de Veinte poemas de amor y una canción desesperada)

Al ver a la mujer como un ser posible, poetiza todos los goces y las penas de esa posesión. El poema Nº I servirá de ejemplo: En la primera estrofa, el joven, que se siente labriego, manifiesta el ímpetu que fecunda a la mujer como la semilla a la tierra:
“Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en  actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra”

En la segunda hay en cambio, un reconocimiento de su soledad y de la creación de la mujer (fuera de sí mismo) como objeto erótico y al mismo tiempo como medio de aislamiento:
“Fui solo un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba su invasión poderosa .
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en
 /mi honda”

Pero ya en la tercera estrofa vuelve a la visión de la posesión y a elogiarla un poco audazmente:
“Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!”

La última estrofa demuestra que, aunque la experiencia erótica sea múltiple, “sin límite”, no ha sido suficiente para arrancar al poeta de su soledad y tristeza, pues “la sed eterna sigue”:
“Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito”

Pero en los poemas XVII y XVIII aparece la visión de la amada como objeto externo, lejano:
“Pensando, enredando sombras en la profunda
 /soledad.
Tú también estás lejos, ah más lejos que nadie.
...
Tu presencia es ajena, extraña a mí como una cosa
...
Tú, mujer, qué eras allí, qué raza, qué varilla
de ese abanico inmenso? Estabas lejos como
 /ahora.”
Poema XVII

“Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante”
Poema XVIII

En definitiva, ese sentimiento de apetencia de la mujer carnal y concreta y al mismo tiempo de lejanía, soledad, es lo que caracteriza a “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, y que da el tono de su nostalgia y tristeza.
El poema XX sintetiza ese doble sentimiento:
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
...
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos
la besé tantas veces bajo el cielo infinito.
...
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo, sentir que la he perdido.”

Se manifiesta en este poema también, la total disgregación del mundo, cuando en medio de la tristeza de haber perdido a su amor, que no es más que un tributo, exclama:
“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.”

Por último, en “Canción desesperada”, se manifiesta el hombre en busca del Eros de su existencialidad. El poeta está solo y evoca a su amada:
“Emerge tu recuerdo en la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
...
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!”

En “El hondero entusiasta” palpita la ansiedad amorosa del poeta. Pero, hay algo desacorde entre ese deseo de amor, entre esa pasión y la posibilidad de lograrlo.
“Ámame, ámame, ámame.
De pie te grito! Quiéreme.
Rompo mi voz gritándote y hago horarios de fuego
en la noche preñada de estrellas y lebreles.
Rompo mi voz y grito. Mujer, ámame, anhélame.
Mi voz arde en los vientos, mi voz que cae y muere.”

El poeta lucha, tira sus piedras, pero le son devueltas:
“He aquí las mismas piedras que alzó mi alma en
combate.
He aquí la misma noche desde donde retornaron”

Abundan en “El hondero entusiasta” deseos de que la mujer amada invada, domine, ocupe todo su ser. Que sea como una fuerza que lo empuje:
“Es como una marea que me arrastra y me doble,
es como una marea, cuando ella está a mi lado”

El poeta ansía ser furiosamente envuelto por la mujer amada:
“Llénate de mí
Ansíame, agótame, siénteme, sacrifícame,
pídeme, recógeme, entiérrame, ocúltame.
...
Bésame
muérdeme,
incéndiame,
que yo vengo a la tierra
sólo por el naufragio de mis ojos de macho
en el agua infinita de tus ojos de hembra!”

Junto a ese deseo de ser totalizado por la amada, se vislumbra cierta pasividad por parte del amante.
En el poema 10, a pesar del deseo por su pasión por el ser querido, nos hace sospechar que la mujer deseada no es más que la proyección de un erotismo visionario:
“Eres lo que está dentro de mí y está lejano.
...
Junto a mí, pero dónde? Lejos lo que está lejos”

Ya en su madurez poética, Neruda escribe “Residencia en la tierra”, donde expresa la angustia existencial del hombre en medio de la incesante destrucción del universo y de sí mismo. El título del primer poema indica ya el clima de la obra: “Galope muerto”:
“Como cenizas, como mares poblándose
en la sumergida lentitud, en lo informe,
o como se oyen desde el alto de los caminos
cruzan las campanadas en cruz,
teniendo ese sonido ya aparte del metal,
confuso, pensando, haciéndose polvo”

La intuición que tiene Pablo Neruda del mundo, en definitiva, es la de desintegración permanente:
“Estoy solo entre materias desvencijadas,
la lluvia cae sobre mí y se me parece
se me parece con mi desvarío, solitario en el mundo
/muerto,
rechazado al caer, y sin forma obstinada” (Débil del alma”; Residencia I)

Se siente cercado por el fracaso y la insatisfacción del mundo moderno, empequeñecido, incapaz de hundirse en la destrucción abismal de la pasión:
“Sucede que me canso de ser hombre,
...
Yo paso con  calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias”(“ Walking around”; Residencia II)

El erotismo atraviesa toda la “Residencia en la tierra” como soledad, como ausencia y como encuentro. Como encuentro bestial y furioso en “Las furias y las penas”. Aquí hay un canto de desesperación escrito en feroz erotismo . El impulso erótico lo invade todo y la amada es su enemiga. Neruda presenta el encuentro erótico como una lucha a muerte, sangrienta:
“En el fondo del pecho estamos juntos,
en el cañaveral del pecho recorremos
un verano de tigres,
al acecho de un ramo de inaccesible cutis,
con la boca olfateando sudor y venas verdes
nos encontrábamos en la húmeda sombra que deja caer besos”

El instinto aparece aquí desprovisto de toda belleza, de todo amor; es simplemente una furiosa pasión, después de la cual surge la nada, el vacío:
“Y ruedas por el suelo manejada y mordida
y el viejo olor del semen como una enredadera
de cenicienta harina se desliza a tu boca.
...
pasa un estéril día,
...
y no queda en la boca sino un sabor de pelo
y de dorada lengua que con sed se alimenta”.

Pero al mismo tiempo busca a su amada, que se da constantemente a otros, entregándose al placer sexual:
“En dónde te desvistes?
...
O corres con ciertos abogados de mirada terrible
 largamente desnuda, a la orilla del agua de la
 /Noche”

“Las furias y la penas” marca el punto culminante del descubrimiento del amor como experiencia de la destrucción total. A pesar de todo, ya en la nota que escribe antes de “Las furias y las penas”, se advierte que su poesía ha cambiado:
“En 1934 fue escrito este poema, Cuántas cosas han sobrevenido desde entonces! España, donde lo escribí, es una cintura de ruinas, ay! Si con sólo una gota de poesía o de amor pudiéramos aplacar la ira del mundo, pero eso sólo lo pueden la lucha y el corazón resuelto. El mundo ha cambiado y mi poesía ha cambiado. Una gota de sangre caída en estas líneas quedará viviendo sobre ellas, indeleble como el amor.  Marzo de 1939-“

El nacimiento de su nueva poesía, de actitud solidaria para con el mundo, del hombre con los hombres, se encuentra ya en uno de los poemas de la Tercera residencia:
“¡Juntos, frente al sollozo!
Es la hora
alta de tierra y de perfume, mirad este rostro
recién salido de la sal terrible,
mirad esta boca amarga que sonríe,
mirad este nuevo corazón que os saluda
con su flor desbordante, determinada y áurea”.
(de “Reunión bajo las nuevas banderas”; Tercera residencia)

Su deseo de comunicación con los otros hombres; la identificación del yo del poeta con todos los hombres, se puede apreciar especialmente en “Alturas del Macchu Picchu”
“Sube conmigo, amor americano,
besa conmigo las piedras secretas”
(Canto VIII; Macchu Picchu)

Neruda ha encontrado una nueva forma de amor. El poeta alude a una simbología sexual que es aquí la glorificación del sentimiento comunitario que lo une a otros seres.
En el canto XI se da la presencia concreta del panyoísmo, de la identificación de los destinos humanos. El hombre se agiganta en u  yo colectivo más superviviente que todas las cosas:
“veo el antiguo ser, servidor, el dormido
en los campos, veo un cuerpo, mil cuerpos, un hombre mil mujeres,
bajo la racha negra, negros de lluvia y de noche,
con la piedra pesada de la estatua:
Juan Cortapiedra, hijo de Wiracocha,
Juan Comefrío, hijo de la estrella verde,
Juan Piesdescalzos, nieto de la turquesa,
sube a nacer conmigo, hermano”.
(Canto XI; Macchu Picchu)

Une así la historia del hombre americano y el presente, la realidad actual de América con la solidaridad del poeta. Esa actitud continúa en “Las uvas y el viento” . Los primeros versos de carácter amoroso que Neruda escribe en su madurez son “Los versos del capitán” . Inicia aquí su poesía amorosa dedicada a Matilde Urrutia, que perdura como una constante de su producción hasta la actualidad. El amor no es ya una experiencia total de destrucción; es una asunción vital y solidaria del mundo. La poesía de esta época no lo separa del mundo, sino que le permite su acceso más íntimo y total y una identificación con la naturaleza.
“Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
...
suben tus hombros como dos colinas
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos d el cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra”
(de“En ti la tierra”)

Por encima del amor individual se encuentra también ese amor general al que se siente ligado el poeta, no sólo por la fuerza de sus convicciones políticas, sino por la fuerza de su mismo amor hacia esa mujer:
“No me detuve en la lucha.
No dejé de marchar hacia la vida,
hacia la paz, hacia el pan para todos,
pero te alcé en mis brazos
y te clavé a mis besos
y te miré como jamás
volverán a mirarte ojos humanos”.
(de “El olvido”)

Estos poemas no son sólo compartibles por un ser, sino que son capaces de ser recibidos y compartidos por todos. Por eso no sólo busca expresar la pasión amorosa, sino también su cotidianeidad. De ahí que veamos a su amada entregada tanto a las tareas diarias como al amor:
“te veo
lavando mis pañuelos,
colgando en la ventana
mis calcetines rotos,
...
Ay, vida mía,
no sólo el fuego entre nosotros arde,
sino toda la vida,
la simple historia,
el simple amor
de una mujer y un hombre
parecidos a todos”.
(de “No sólo el fuego”)

Más tarde, en “Odas elementales” abarcará todo el mundo concreto. Hay en ellas un hondo amor humano, un afectivo mensaje a los acontecimientos del desposeído. El poeta canta, junto a las cosas elementales, las experiencias elementales: el amor, la alegría, la claridad y también el mundo de la envidia. Su poesía es el canto de todos los hombres:
“Yo tengo que cantarlas,
dadme
las luchas
de cada día
porque ellas son mis cantos,
y así andaremos juntos,
codo a codo,
todos los hombres,
mi canto los reúne:
el canto del hombre invisible
que canta en todos los hombres”
(de “El hombre invisible”)

El amor envuelve a todas la odas. El amor le permite descubrir otra vez la realidad; la vida se identifica con el amor:
“La boca de la vida
besa mi boca:
Vivo,
amo y soy amado.
Recibo en mi ser cuanto existe”
(de “Oda a la claridad”)

Pero el canto de amor no aparta al poeta del mundo sino que lo devuelve a él con más brío, con fe, con esperanza:
“Las olas dicen a la costa firme:
Todo será cumplido”
(de “Oda a la esperanza”)

Su fe política y su destino erótico se enlazan y complementan; el porta puede decir entonces:
“La vida
me pidió que combatiera
y organicé mi corazón luchando
y levantando la esperanza:
hermano
del hombre soy, de todos
Deber y amor se llaman
mis dos manos”
...
Pero deber y amor son mis dos manos”
(de “Oda a las flores de la costa”)

Para concluir...
En definitiva, pueden señalarse dos etapas bien definidas al tratar el tema del amor en Pablo Neruda:
El amor como experiencia total de destrucción. Erotismo.
El amor como asunción vital y solidaria del mundo. Crónica diaria del amor.


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