Llamada también dinero plástico, tiene la ventaja de presentarse en material rígido y variedad de colores y diseños, todos tan agradables a la vista como un edificio espejado de ochenta pisos o un chip, aunque el tamaño es intermedio entre ambos.
Su utilidad original no es, como algunos usuarios preglobalizados supusieron en el siglo anterior, la de aliviar picazones por frotamiento. Los dispositivos magnéticos incorporados brindan una inserción en un intrincado mundo donde la operación clásica del dos más dos tiene resultados imprevisibles.
A pesar de su apariencia lisa y geométrica de rectángulo brilloso, posee ganchos y anzuelos electrobiosicotrónicos que se adhieren a la víctima, penetran su carne y absorben los jugos vitales: cuando el propietario advierte el juego virtual en que se encuentra implicado sólo le queda como opción redoblar la apuesta, en una progresión geométrica cuyo desenlace es plastificarlo a él mismo y desdibujar sus curvas a líneas y ángulos rectos para mimetizarse con sus congéneres.
Se augura un futuro en el que las tarjetas de crédito serán utilizadas por otras tarjetas, sin requerir la intervención humana.
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