miércoles, 26 de junio de 2013

La medicina en Balcarce: Doña Vinacha de Enrique Spinelli

La vieja Vinacha forma parte del conocimiento y del re-conocimiento médico de la hermosa ciudad de Balcarce. Hoy podríamos afirmar que era kinesióloga, osteópata y reflexóloga. En realidad fue la precursora de todo esto y su especialidad era curar el empacho utilizando la técnica de tirar el cuerito. La vieja Vinacha renegaba de prácticas sutiles y desabridas como curar el empacho con un centímetro o el mal de ojo con unas gotitas de aceite. Vinacha era intervensionista, de meter mano, y así lo hacía. Sus célebres manos estrujaban nuestros cuerpecitos de niños balcarceños empachados, pero nos dejaba como nuevos, listos para iniciar todo nuevamente.
Sus manos tiraron cientos de Km2 de cueritos de pibes indigestados. Cómo un alarde y como una muestra de confianza en su método, al despedir al maltrecho niño le obsequiaba caramelos. Éramos niños; el horror y el dolor rápidamente se olvidaban y bien guapos embuchábamos los caramelos.
Hasta el más duro le temía a Doña Vinacha. Por ejemplo, Chuleta Martínez exigía anestesia total para el tratamiento. Dicen que hasta el mismísimo Marmorato llegó a flaquear bajo sus manos y que llegó a prometer no comer más salamines.

A la casa de de doña Vinacha uno caía sin necesidad de avisar. Sin turno, sin orden, sin carné de la prepaga, ni nada. El objetivo allí era simple y claro: curar al enfermo. Sólo hacía falta llevar al indigestado que era atendido al momento y devuelto con su estómago en óptimas condiciones. Si bien el método era 100% efectivo, tenía algunos pequeños efectos adversos como magullones, moretones, etc., pero los mismos desaparecían mucho antes de tener que volver a concurrir por un nuevo empacho.
Al retirarse de la práctica activa, la Vieja Vinacha dejó un hueco en el sistema de salud balcarceño. Por suerte, en seminarios impartidos en cálidas nochebuenas, generó muchas nuevas manos que dominan su técnica. Estas hadas andan por allí, a veces disfrazadas de enfermeras, de amas de casa o panaderas. Es muy fácil encontrarlas; sólo hace falta empacharse.


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