miércoles, 26 de junio de 2013

La joya única

Cruzando el desierto, un viajero inglés vio a un árabe muy pensativo sentado al pié de una palmera. A poca distancia reposaban sus camellos, pesadamente cargados, por lo que el viajero comprendió que se trataba de un mercader de objetos de gran valor que iba a vender sus joyas, sus perfumes y tapices a alguna ciudad vecina. Como hacía mucho tiempo que no conversaba con nadie, se aproximó al pensativo mercader y le dijo:
- Buen amigo, salud; parecéis muy preocupado. ¿Puedo, acaso, ayudaros en algo?
- ¡Ay!  respondió el árabe con tristeza-; estoy muy afligido porque acabo de perder la más preciosa de las joyas.
- ¡Bah!  replicó el otro-. La pérdida de una joya no debe ser gran cosa para vos, que lleváis tesoros sobre vuestros camellos y os será fácil reponerla.
- Reponerla... reponerla exclamó el árabe-. Bien se ve que no conocéis el valor de mi pérdida.
- ¿Qué joya era, pues?  preguntó el viajero-
- Era una joya  le respondió- como no volverá a hacerse otra. Estaba tallada en el taller del Tiempo. Adornábanla veinticuatro brillantes, alrededor de cada uno de los cuales se agrupaban  sesenta más pequeños. Ya veis como tengo razón al decir que joya igual no volverá a reproducirse jamás.
- A fe mía  dijo el inglés-, vuestra joya debía ser muy preciosa. Pero, ¿no creéis que con mucho más dinero pudiera hacerse otra igual?
- La joya perdida  respondió el árabe, volviendo a quedar pensativo- era un día, y un día que se pierde no vuelve a encontrarse jamás.

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