No la flauta del dios, alegre avena
Del bosque griego, en que trinar solía:
Es flauta cual paloma en agonía
La que en las noches de los Andes suena.
¡Cuan profundo lamento el de la quena!
La quena, en medio de la puna fría,
Desenvuelve su larga melodía
Más penetrante cuanto más serena.
Desgranando las perlas de su lloro,
A veces hunde el musical lamento
En el hueco de un cántaro sonoro;
Y entonces finge en la nocturna calma,
Soplo del alma convertido en viento,
Soplo del viento convertido en alma. . .
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