Tienes la voz tan verde que podría
morir en ella, casi como el viento,
con las hojas desnudas y un lamento
perdido entre mi cuello todavía.
Antes de luz mi llanto la quería;
violín del agua ahora que la siento
con violetas volando de su aliento,
quejumbrosas, al prado de este día.
Es sonido del alma entrequebrada
-¡ay verde son, custodio del rocío!-
amor cautivo, flor desesperada.
Y ya el olvido siega en sus corolas
y su jazmín de lumbre de tan mío
tañe mi corazón, cuando sus olas.
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