—¿Qué haces tú, preciada flor,
Del llanto que el alba hermosa
Vierte en tu cáliz de amor?—
Y la rosa le responde:
—¿Qué haces, di, tumba sombría,
De lo que tu seno esconde
Y devora cada día?
Yo perfumes doy al suelo
Con el llanto matinal.—
—¡Y yo un alma mando al cielo
De cada cuerpo mortal!—
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