Una abeja maligna picó un día
A Eros que robaba la colmena,
Y le picó en la punta de los dedos.
Eros patea, grita, se lamenta,
Se sopla las heridas, y a Afrodita
Mostrando su dolor, llora y se queja
De que un ser tan pequeño y diminuto
Produzca unas heridas tan cruentas.
Y la madre, riendo, dice al hijo:
—¿No eres tú semejante a las abejas?
Tú también, hijo mío, eres pequeño,
¡Pero qué heridas tan terribles dejas!
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