sábado, 19 de octubre de 2019

HAY QUE SABER SONREÍR - Por Juan Antiga, año 1927.

1.  Los chinos tienen un proverbio que contiene en su esencia  y  cortos   límites   un   tratado   de   vasta   sabiduría. Este pueblo,  tan  antiguo como  discreto,  dice:   "Quien   no sabe sonreír debe cerrar su tienda".

2.  Dirija usted una mirada al círculo de sus relaciones, y como una sencilla observación, tan sólo por entretenimiento,   haga   la   siguiente   prueba:   tome  una   hoja   de papel y ráyela en el centro. La derecha de la línea rotúlela, "Personas que sonríen" y la izquierda,  "Personas que no sonríen".   Anote en cada departamento los nombres de los que poseen o no esas cualidades, y quedará en realidad sorprendido del resultado: encontrará que invariablemente todas aquellas personas anotadas en la columna de la derecha disfrutan de buena salud, su negocio se desenvuelve próspero, son cordiales, y su perenne sonrisa el mejor anuncio de un estado de ánimo conforme y feliz...

3.  Sonría  siempre,  como  sonríen  los japoneses  desde niños, aun cuando tengan que presenciar terribles espectáculos  o  sufrir  profundos  dolores  morales  o  intensas  penas . físicas. Sonría, aunque tenga necesidad de realizar ejercicios  calisténicos de los  músculos faciales  ante el  espejo cada   mañana,   para   enseñarles   a   contraerse   automáticamente.  Aprenda no tan sólo a sonreír en todas las ocasiones, buenas o malas, sino procure también reunirse con aquellos que hagan de la sonrisa una religión. Busque la sociedad de gentes agradables y alegres. Los libros humorísticos, los chistes por disparatados y absurdos y cuanto tienda a modificar sus pensamientos pesimistas, transformándolos en optimistas. Y más qué nada cultive el hábito de encontrar i o todo bien, tolerar, perdonar o disculpar, buscando lo divertido, lo ridículo, lo realmente digno de considerar sensible y merecedor de crítica bondadosa en cada situación.

4.  No pretendo con esto llevar a nadie al camino de la burla   o   del   sarcasmo,   del   cinismo   o  de   un   escepticismo morboso o, como sucede en ocasiones, y de ellos dan prueba   los   maldicientes  o   los  envidiosos,   hacer   desagradable nuestra relación amistosa o cerrar el cupo de los afectos; pero la vida demasiado corta y rica de tristezas y contrariedades  bien  vale la  pena  de saberla  hacer  grata  a  los que nos quieren o a los que nos aceptan, y más que nada a nosotros mismos, que luchamos con las propias pasiones y tenemos que vencer al horrible monstruo del aburrimiento y del egoísmo en todas sus múltiples manifestaciones. ..

5.   Siembre  una  sonrisa y cosechará muchas de ellas, pues la condición humana consiste en devolver en armonía, lo que recibe. Dé al mundo los beneficios de su alegría, no de sus penas.

Cuéntale al mundo  tus  dichas 
y no le cuentes tus penas; 
que vale más que te envidien 
que no que te compadezcan.

Así dice un cantar popular que un poeta anónimo de Norte América expone en un pensamiento análogo. . . : "Es muy fácil estar contento cuando la vida se desliza, como canción; pero el hombre merecedor de ser tal es el hombre que sonríe cuando todo va mal.

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