sábado, 14 de noviembre de 2020

Contate un Cuento XIII Categoría E

 

Pesares

de Patricia Testore de Ciudad Autónoma de Bs.As.

 

… ¿cómo se hace?... ¿cómo es que se continua respirando?... ¿cómo es que el diafragma insiste en pulsar cuando el aire lacera dentro?... ¿cómo es que se sigue cuando el nudo estruja sin pausa la garganta, cuando incesantemente entrega dosis de asfixia sin pedir algo a cambio?... ¿cómo es que se sobrevive mínimamente al día sin el timbre de su voz, sin el llegar de sus pasos, sin el venir de su presencia, sin la fresca consolación de sus caricias que diluían con lacia paciencia el pavor sudado de mi frente, el que las noches y sus pesadillas aún hoy insisten en traerme?… ¿cómo es que se persevera en esta existencia que me recuerda a cada instante, y aun en los intersticios que los separan, el efluvio de su aliento envolviendo mi boca con la más soleada de las pasiones?... ¿cómo?... ¿cómo seguir así, sin ocupar perpetuamente en elli,  mi pensamiento, sin lograr ni un ínfimo tris que eluda siquiera algo de elli?… ¿podés decirme vos de ese cómo?... ¿de cómo olvidar lo que jamás olvidaré por haberlo creído tanto tiempo parte de mí, fracción de mí?… ¿de cómo olvidarla, de cómo ejecutar tamaña contradictoria acción?... ¿cómo, si cada rincón de esta casa sabe de elli?… ¿cómo, cuando la inercia hace doler cada célula, cuando la amargura todo lo impregna, cuando nos coopta la certeza de que algo bueno se acaba de extinguir en el orbe?… ¿y cómo hacés vos, para no sucumbir al tremendo vacío de no verla al despertar, para no desfallecer a la nostalgia sofocante de su voz montando el aire, para no suplicarle a los ecos que por una vez liberten la voz que de elli han ahorrado?... ¿y cómo podés vos no llorar hasta quedar desértica cuando sabes que no serán más tuyos sus besos, ni míos, y que sus labios vagarán por otras pieles, y reposarán en otras bocas, y que su corazón latirá al compás de otros corazones, que ni el tuyo ni el mío serán?… ¿cómo vas a hacer vos para no morir ahogada en angustia, cuando las hileras de atardeceres te traigan el omnipresente murmullo de su ausencia?… ¿cómo?... ¿cómo seguiremos caminando bajo lloviznas descaradas, si cada gota que peregrine desde tu frente a tu mejilla me li recordará?… ¿cómo, si mi cabello mojado no admitirá que vos li olvides?… ¿cómo serán los abrazos debajo de un cielo lloroso, cómo sin elli?... ¿cómo de pequeños, de vilmente menores, de insuficientes, de cínicamente partidos?… ¿es que vos me podes decir cómo haremos para seguir sólo dos con todo este demacrado espanto cada vez que li imaginemos feliz entre otras sonrisas, jugando al amor?... ¿cómo haremos, por favor decime, cuando tres nos prometimos tantas humedecidas felicidades, las que después se mezclaron y fueron una sola, una que sería eterna, pero que duró menos?… ¿cómo soportaremos nuestra existencia a cuestas, si a elli la encontraremos en todas las miradas, si cada esquina será una en la que tres esperamos, si cuando la luz se apague ducharemos con nuestras aguas y nuestras sales la almohada que ya no sostendrá su cabello?… ¿cómo se sobrevive a la partida de un amor?... ¿cuál anestesia se les suministra a los que quedan solos, y vencidos?... ¿cómo se tempera la mordida en las costillas del hombre y en las entrañas de la mujer cuando se les extirpa un tercio de sus vidas?... ¿qué mayúsculo sacrificio, cuál grandiosa ofrenda deberemos darles a los poderosos, sublimes, alados Dioses nuestros, para que en este aciago atardecer nos libren de esta bárbara amargura?... … … …

… … … … ¡de esta bárbara amargura, en este aciago atardecer, líbrame Dios mío!… ¡consume ya la hiel que pervive adherida a mi garganta, que gotea sin descanso ni final sobre mis entrañas, carcomiéndolas, haciéndolas arder en el horno ácido de mis oscuridades pecadoras!… ¡ten piedad del yerro que la desesperación le dictó a mi oído, cuando me encontré aturdida, sin él, y extraviada deseé todo fin!… ¡acepta este arrepentimiento, esta limpia súplica de tu divino indulto, de tu postrera redención!… ¡olvida Dios mío, como logras Tú solamente hacerlo, la vileza de mi flaca tenacidad al no soportar su partida, al intentar cobardemente quitar de mí el soplo de vida que Tú, y sólo Tú, una vez me prestaste, y que sólo Tú fabricaste, y que solo Tú debes acallar!… ¡margina de mí, te ruego, este suplicio ponzoñoso que erra por mis venas y que incinera mi carne!… ¡expulsa ya, por compasión, los exóticos, heréticos, asquerosos delirios de esta agonía envenenada!... ¡destierra de mí, con tu amor, estas antinaturales alucinaciones de anatemas tercios que derruyen mi conciencia y ahogan en desasosiego estos instantes, que serán mis últimos!… ¡ve en mí más que el hoy, mi Dios, y no dejes de observar lo que por él di!… ¡ten en cuenta, Tú que sabes del hubiera, cómo habría sido mi terrenal vida junto a él, y cómo jamás me habría yo apartado de tu sendero!… ¡haz que penetre, mi único Dios, en cada una de mis células tu perdón, que sólo tuyo es!… ¡ten en cuenta, oh Dios mío, el desgarro del alma que su ausencia me propinó!… ¡puedas advertir suavemente, Dios único y cierto, que ya más no pude, y que la mordaz aflicción confundió mi voluntad!… ¡acógeme así, mi Dios fidedigno, y si es tu albedrío, en la más humilde habitación de tu reino, donde ya él mora y por mi aguarda!… ¡pero si Tú, Dios mío, así no lo arbitras, ya nomás le imploro a tu generosa clemencia que más que prontamente empuje mi vida hasta el final de este fiero túnel, de pared azabache y dolorosa, colmada de atroces desvaríos!… … …

… … … atroces desvaríos colman este fiero túnel de pared azabache y dolorosa… lobreguez cilíndrica, flagelante, que enreda trances con tiempos, que funda desolaciones, que concibe penas imposibles, acaso humanas por desesperadas, ciertamente humanas por suicidas… pero ya no importa demasiado, porque allá veo el color... allá adelante, en la luz al final del túnel… la forma inexacta que se va aproximando, detentando la vivacidad de una llaga… y entonces los suplicios van desintegrándose, así, como ahora, de a uno a la vez… y los pensamientos van confundiéndose, todos, se van reformando en uno, complejo y simple, único, como en los instantes previos a dormirme… y no, no es factible precisarlo, describir cómo es que va arribando el alivio… tal vez sedosamente, mas sólo se comprende en el cuerpo, en el mío, que va deslizándose hacia una paz aterciopelada… va ganando acceso a una luz de color imbatible, ignoto, a una cromaticidad de herida honda, equivalente a la de un atardecer final, cada instante más cercano, ahí, en el extremo benigno de la negrura… y la vista va acomodándose en esa dirección, y yo me voy donando a mí mismo, bien de a poco, lentamente… y en ángulos más bondadosos el final se va entregando con docilidad a una perspectiva visual más misericordiosa, y a cada pausa continua se va ofertando más, y a mí se me va olvidando lo oscuro, lo que aún duele, lo que dolió antes tanto, tanto y más... aquellos errores, una aflicción, las culpas, todas las omnipotentes impotencias apiladas… y ansío perdonar, ahora, porque ya no importa el daño soportado, porque ya no posee peso la razonabilidad de no hacerlo, y entonces la venganza va diluyéndose en el agua salada, soltándole de a uno sus átomos desganados… y el perdón se da, se emana sin más, y yo lo voy adjudicando en todas direcciones, hacia todo, hacia todos, también a los que me legaron su prejuicio, y me condenaron, y me aislaron, y me lapidaron… pero ahora voy llegando, y ya los pensamientos se tiñen del color del atardecer último, y yo me observo ir, y como en un sueño afable logro enfocarme a mí mismo, a un hipocampo hermafrodita que de un barro y de una costilla fue moldeado así, porque en su hocico alguien sopló del modo que lo hizo, y no de otro modo… yo lo veo irse, como a imagen y semejanza mía, o como a una memoria de hipocampo… la veo alejándose, paulatinamente, una memoria que va borrándose asintóticamente, muy de a poco, por siempre.

 

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