Pesares
de Patricia Testore de Ciudad Autónoma de Bs.As.
…
¿cómo se hace?... ¿cómo es que se continua respirando?... ¿cómo es que el
diafragma insiste en pulsar cuando el aire lacera dentro?... ¿cómo es que se
sigue cuando el nudo estruja sin pausa la garganta, cuando incesantemente
entrega dosis de asfixia sin pedir algo a cambio?... ¿cómo es que se sobrevive
mínimamente al día sin el timbre de su voz, sin el llegar de sus pasos, sin el
venir de su presencia, sin la fresca consolación de sus caricias que diluían
con lacia paciencia el pavor sudado de mi frente, el que las noches y sus
pesadillas aún hoy insisten en traerme?… ¿cómo es que se persevera en esta
existencia que me recuerda a cada instante, y aun en los intersticios que los
separan, el efluvio de su aliento envolviendo mi boca con la más soleada de las
pasiones?... ¿cómo?... ¿cómo seguir así, sin ocupar perpetuamente en elli, mi pensamiento, sin lograr ni un ínfimo tris
que eluda siquiera algo de elli?… ¿podés decirme vos de ese cómo?... ¿de cómo
olvidar lo que jamás olvidaré por haberlo creído tanto tiempo parte de mí,
fracción de mí?… ¿de cómo olvidarla, de cómo ejecutar tamaña contradictoria
acción?... ¿cómo, si cada rincón de esta casa sabe de elli?… ¿cómo, cuando la
inercia hace doler cada célula, cuando la amargura todo lo impregna, cuando nos
coopta la certeza de que algo bueno se acaba de extinguir en el orbe?… ¿y cómo
hacés vos, para no sucumbir al tremendo vacío de no verla al despertar, para no
desfallecer a la nostalgia sofocante de su voz montando el aire, para no
suplicarle a los ecos que por una vez liberten la voz que de elli han
ahorrado?... ¿y cómo podés vos no llorar hasta quedar desértica cuando sabes
que no serán más tuyos sus besos, ni míos, y que sus labios vagarán por otras
pieles, y reposarán en otras bocas, y que su corazón latirá al compás de otros
corazones, que ni el tuyo ni el mío serán?… ¿cómo vas a hacer vos para no morir
ahogada en angustia, cuando las hileras de atardeceres te traigan el
omnipresente murmullo de su ausencia?… ¿cómo?... ¿cómo seguiremos caminando
bajo lloviznas descaradas, si cada gota que peregrine desde tu frente a tu
mejilla me li recordará?… ¿cómo, si mi cabello mojado no admitirá que vos li
olvides?… ¿cómo serán los abrazos debajo de un cielo lloroso, cómo sin elli?...
¿cómo de pequeños, de vilmente menores, de insuficientes, de cínicamente
partidos?… ¿es que vos me podes decir cómo haremos para seguir sólo dos con
todo este demacrado espanto cada vez que li imaginemos feliz entre otras
sonrisas, jugando al amor?... ¿cómo haremos, por favor decime, cuando tres nos
prometimos tantas humedecidas felicidades, las que después se mezclaron y
fueron una sola, una que sería eterna, pero que duró menos?… ¿cómo soportaremos
nuestra existencia a cuestas, si a elli la encontraremos en todas las miradas,
si cada esquina será una en la que tres esperamos, si cuando la luz se apague
ducharemos con nuestras aguas y nuestras sales la almohada que ya no sostendrá
su cabello?… ¿cómo se sobrevive a la partida de un amor?... ¿cuál anestesia se
les suministra a los que quedan solos, y vencidos?... ¿cómo se tempera la
mordida en las costillas del hombre y en las entrañas de la mujer cuando se les
extirpa un tercio de sus vidas?... ¿qué mayúsculo sacrificio, cuál grandiosa
ofrenda deberemos darles a los poderosos, sublimes, alados Dioses nuestros,
para que en este aciago atardecer nos libren de esta bárbara amargura?... … … …
… …
… … ¡de esta bárbara amargura, en este aciago atardecer, líbrame Dios mío!…
¡consume ya la hiel que pervive adherida a mi garganta, que gotea sin descanso
ni final sobre mis entrañas, carcomiéndolas, haciéndolas arder en el horno
ácido de mis oscuridades pecadoras!… ¡ten piedad del yerro que la desesperación
le dictó a mi oído, cuando me encontré aturdida, sin él, y extraviada deseé
todo fin!… ¡acepta este arrepentimiento, esta limpia súplica de tu divino
indulto, de tu postrera redención!… ¡olvida Dios mío, como logras Tú solamente
hacerlo, la vileza de mi flaca tenacidad al no soportar su partida, al intentar
cobardemente quitar de mí el soplo de vida que Tú, y sólo Tú, una vez me
prestaste, y que sólo Tú fabricaste, y que solo Tú debes acallar!… ¡margina de
mí, te ruego, este suplicio ponzoñoso que erra por mis venas y que incinera mi
carne!… ¡expulsa ya, por compasión, los exóticos, heréticos, asquerosos
delirios de esta agonía envenenada!... ¡destierra de mí, con tu amor, estas
antinaturales alucinaciones de anatemas tercios que derruyen mi conciencia y
ahogan en desasosiego estos instantes, que serán mis últimos!… ¡ve en mí más
que el hoy, mi Dios, y no dejes de observar lo que por él di!… ¡ten en cuenta,
Tú que sabes del hubiera, cómo habría sido mi terrenal vida junto a él, y cómo
jamás me habría yo apartado de tu sendero!… ¡haz que penetre, mi único Dios, en
cada una de mis células tu perdón, que sólo tuyo es!… ¡ten en cuenta, oh Dios
mío, el desgarro del alma que su ausencia me propinó!… ¡puedas advertir
suavemente, Dios único y cierto, que ya más no pude, y que la mordaz aflicción
confundió mi voluntad!… ¡acógeme así, mi Dios fidedigno, y si es tu albedrío,
en la más humilde habitación de tu reino, donde ya él mora y por mi aguarda!…
¡pero si Tú, Dios mío, así no lo arbitras, ya nomás le imploro a tu generosa
clemencia que más que prontamente empuje mi vida hasta el final de este fiero
túnel, de pared azabache y dolorosa, colmada de atroces desvaríos!… … …
… …
… atroces desvaríos colman este fiero túnel de pared azabache y dolorosa…
lobreguez cilíndrica, flagelante, que enreda trances con tiempos, que funda
desolaciones, que concibe penas imposibles, acaso humanas por desesperadas,
ciertamente humanas por suicidas… pero ya no importa demasiado, porque allá veo
el color... allá adelante, en la luz al final del túnel… la forma inexacta que
se va aproximando, detentando la vivacidad de una llaga… y entonces los
suplicios van desintegrándose, así, como ahora, de a uno a la vez… y los
pensamientos van confundiéndose, todos, se van reformando en uno, complejo y
simple, único, como en los instantes previos a dormirme… y no, no es factible
precisarlo, describir cómo es que va arribando el alivio… tal vez sedosamente,
mas sólo se comprende en el cuerpo, en el mío, que va deslizándose hacia una
paz aterciopelada… va ganando acceso a una luz de color imbatible, ignoto, a
una cromaticidad de herida honda, equivalente a la de un atardecer final, cada
instante más cercano, ahí, en el extremo benigno de la negrura… y la vista va
acomodándose en esa dirección, y yo me voy donando a mí mismo, bien de a poco,
lentamente… y en ángulos más bondadosos el final se va entregando con docilidad
a una perspectiva visual más misericordiosa, y a cada pausa continua se va
ofertando más, y a mí se me va olvidando lo oscuro, lo que aún duele, lo que
dolió antes tanto, tanto y más... aquellos errores, una aflicción, las culpas,
todas las omnipotentes impotencias apiladas… y ansío perdonar, ahora, porque ya
no importa el daño soportado, porque ya no posee peso la razonabilidad de no
hacerlo, y entonces la venganza va diluyéndose en el agua salada, soltándole de
a uno sus átomos desganados… y el perdón se da, se emana sin más, y yo lo voy
adjudicando en todas direcciones, hacia todo, hacia todos, también a los que me
legaron su prejuicio, y me condenaron, y me aislaron, y me lapidaron… pero
ahora voy llegando, y ya los pensamientos se tiñen del color del atardecer
último, y yo me observo ir, y como en un sueño afable logro enfocarme a mí
mismo, a un hipocampo hermafrodita que de un barro y de una costilla fue
moldeado así, porque en su hocico alguien sopló del modo que lo hizo, y no de
otro modo… yo lo veo irse, como a imagen y semejanza mía, o como a una memoria
de hipocampo… la veo alejándose, paulatinamente, una memoria que va borrándose
asintóticamente, muy de a poco, por siempre.
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