Autorretrato de mujer frente al espejo
Blanca Estela
Castro de México
He corrido las
cortinas para mirar amanecer en el mar. La luz del sol potenciada con su propio
reflejo sobre el agua azul llenaba todo el espacio de vida y alegría.
Respiro
lentamente el aire fresco y me siento en el paraíso por unos minutos infinitos
hasta que unos nudillos golpean la puerta apenas. He pedido un jugo a la
habitación, la camarera ya está aquí.
Al volverme para
abrir la puerta el enorme espejo que está sobre la pared me devuelve una imagen
que se lleva mi alegría matutina. Mi cara que aún no ha pasado por el baño está
fláccida y descolorida, mis ojos con ojeras han profundizado sus patas de gallo.
Por mi frente cruzan dos surcos bastante visibles. Mi pelo quebrado y rebelde
muestra más de cuatro canas perfectamente blancas en su oscura maraña.
Si bajo la
mirada, casi sin querer, aparece una silueta desgarbada, desdibujada bajo un
camisón blanco demasiado grande para ese cuerpo posando sobre un par de
pantuflas ridículamente rosas a ras del piso.
Trato de montar
una sonrisa para la camarera, saludo y doy las gracias como me han enseñado
mientras deslizo unas monedas en las manos de la mujer que se marcha tan veloz
como vino después de un breve: “No se moleste”.
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Esta noche
saldremos a cenar a uno de los restaurantes cercanos al puerto. En esta ciudad
son famosos los restaurantes de esa zona por sus comidas y por la cantidad de
gente de todo el mundo que se puede encontrar por allí.
Es una noche
especial, me he puesto un vestido negro largo y zapatos de tacón, ahora vengo
frente al espejo para arreglarme el chal plateado sobre los hombros.
La luz de la
araña de la habitación no es la mejor, pero para arreglarme el chal sirve
perfectamente. No puedo evitar sonreír al mirarme al espejo, no parezco la
mujer que hoy a la mañana miraba salir el sol. Este vestido y los zapatos con
tacos altos me hacen ver elegante, con el chal cubriré la leve flaccidez de mis
brazos. La peinadora hizo un buen trabajo con mi cabello, luce brillante y en
su sitio, no veo ninguna cana. La maquilladora me ha colocado base y rouge, el
labial es un rojo brillante, hasta tengo un toque sensual. Mis arrugas casi no
se ven y mis ojos enmarcados por sombras mezcladas y rímel lucen hermosos,
además tienen el brillo que da el disfrute de unas vacaciones tan soñadas como
estas.
Basta de mirarse
al espejo, tomo mi cartera y la llave para salir. En estos hoteles ni siquiera
hay que apagar la luz. Soy haragana por nacimiento, me encantan las vacaciones.
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