La Posta De
Pedro
Francisco Florez, alumno de la E.E.S.N°2
Amaneceres
y atardeceres profundos, majestuosas barrancas y el aroma del Río Paraná eran
el escenario ideal para Pedro y su familia, lugareños y dueños de la posta del
lugar, distante de Rosario unos 50KM y sitio obligado de Manuel Belgrano en su
recorrido.
Pedro,
era un niño de 8 años inquieto, vivaz y muy astuto, vivía con sus padres y con
Abel, su hermano menor.
Corría
el año 1.811 y con la llegada a la posada de cada persona también arribaban los
rumores del paso del General por allí y esas noticias entusiasmaban al pequeño,
soñaba con conocerlo…
Los
adultos, a menudo, se reunían a conversar y Pedro prefería dejar el juego con
Abel y los niños para empaparse y nutrirse con las novedades. Pero, en esos
tiempos, todo era muy lento, desde las galeras y los carruajes hasta las
noticias y los arribos.
Soñar
mucho ese encuentro lo fortalecía y lo hacía muy feliz, también lo ponía algo
ansioso. Por las noches rezaban a la virgen de San Nicolás y agradecían por el
día vivido, Pedro en el absoluto silencio pedía cumplir su deseo.
A
mediados de enero de 1.812, una mañana en el que el sol derretía la tierra,
llegó un mensajero avisando que al otro día el ejército de Don Belgrano haría
un alto en el recorrido y daría descanso a las tropas allí, las órdenes eran de
alistar el lugar de modo urgente
Pedro
no entraba en sí de tanta alegría, él mismo había recibido al mensajero con
aquella esperada novedad.
Tanta
temperatura no trajo otra cosa más que lluvia y el anegamiento de los caminos,
todo era desaliento al día siguiente para Pedro, esto lo condenaba a esperar
aún más, pero en tanta tristeza surgió por efecto quien sabe de qué una gran
idea: Él iría en busca del General, sus padres lo aprobarían porque pese a sus
8 años era un experimentado jinete.
Así
fue que salió cerca de las 10 de la mañana a puro galope y pasadas 3 horas pudo
ver al escuadrón a lo lejos. Sus emociones eran un “sube y baja”, nervios,
taquicardia, temblores y sudoración, “ahí están!!” gritó y fue en busca de
ellos.
Ya
frente a frente, Manuel Belgrano no entendía la situación y aquel mensajero le
explicó todo sobre Pedro, la posta y su familia, mientras Don Manuel descendía
de su caballo, el niño también lo hizo de un salto y al extenderle la mano
formalmente, Pedro lo abrazó muy fuerte llorando de emoción y felicidad.
La
llegada a la posada fue colosal, entre algarabías y ganas de descansar,
Belgrano recibió el cuarto del niño para recuperar energías y aquel día de
1.812, a poco de jurarse la Bandera Nacional por primera vez, Pedro cumplió el
sueño de su vida: conocer a Don Manuel Belgrano.
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