miércoles, 19 de octubre de 2022

CONCURSO LITERARIO NARRATIVO “CONTATE UN CUENTO XV” Declarado de Interés Educativo por el Ministerio de Educación de la Nación res 1275/se

Ganador Categoría Malvinas: adultos

"Carta de un soldado herido"

de Juan Carlos Viale de Cañuelas

 

- Domingo, 6 de enero de 2008.

A pesar de ser día domingo, Lucio madruga. Quiere tener todo listo y en condiciones, sobre todo el auto, para salir de viaje mañana (lunes) temprano y con la fresca.

Van a ser unas vacaciones diferentes, es la primera vez que va a la provincia de Corrientes, lo más lejos que anduvo por ese mismo camino, fue hasta Gualeguaychú; pero, si bien, 860 km. lo separan desde Cañuelas (la ciudad donde vive) hasta el Pueblo Colonia Pando, hay una misión muy especial que lo une con ese pueblito; y es algo que tiene desde hace mucho tiempo, y que debe entregar y desprenderse, algo que no le pertenece…; y por lo tanto hacia allí va, junto con su esposa Carmen y su hijo Tony. Además, como agregando más sentimiento a su misión, la fecha coincide con el día de Reyes, esa celebración que nos transporta a la infancia, y es sinónimo de la etapa de la inocencia de nuestros hijos (de los hijos…).

Cerca de las 17:00 hs. Tony preguntó:

- Papá ¿falta mucho?

Y es justo cuando estaban llegando a San Roque y se preparaban para encarar los últimos veinte y pico de kilómetros que les faltaban (esta vez por camino de tierra) para llegar a Colonia PANDO.   Al fin, media hora más tarde, entraron al Pueblito; y al primer lugareño que encontraron, Lucio, le preguntó:

- Buenas tardes Sr., disculpe, estoy buscando el Barrio “Los Árboles”.

- Buenas tardes, sí, sí, lo conozco.          ¿A quién busca?

- Busco a la Sra. Tomaza García (viuda de López) que, según tengo anotado, vive en la calle Guaraníes al 2.207,  entre las calles Quebrachos y Algarrobos,  del Barrio Los Árboles.

- Sí, sí, la conozco.  Pobre Doña Tomaza, desde que se quedó sola casi no sale de su casa.   Pero mire buen hombre, es fácil de llegar.     Ud. siga derecho hasta una placita que está en el medio de la calle, va a ver una estatua; de esa placita doble a la izquierda y se va a encontrar a la derecha con un monte de algarrobos, ni bien termina el monte dobla a la izquierda y ahí empieza el barrio.    No se puede perder porque todas las calles tienen el nombre en cada esquina.            Espero llegue bien.

- Gracias señor, respondió Lucio.

Luego, siguiendo las indicaciones del lugareño, llegó hasta la casa de Doña Tomaza. Era una casa humilde pero muy bien cuidada.Parado en la vereda, frente a la puerta de alambre, cerrada con candado, que daba al jardín de la casa, Lucio golpeó las manos una, dos y tres veces, hasta que escuchó y observó que se entreabría la puerta de la casa; y, a través de ella oyó una voz alerta y desconfiada (a causa de la actual inseguridad) :

- Sí, ¿qué necesita?

- Buenas tardes, busco a la Sra. Tomaza García.

- Sí, soy yo, pero… ¿qué necesita?

Sacando el coraje que venía acumulando, Lucio respondió:

- Mire, Ud. no me conoce, me llamo Lucio Contreras, vengo de la ciudad de Cañuelas, Buenos Aires, y fui compañero de su hijo en las Islas Malvinas.          Yo estaba cerca de Antonio la noche de su accidente; y recogí una carta que él estaba escribiendo para Ud. en ese momento.         Hace mucho tiempo que la tengo, con la promesa y el compromiso de algún día poder entregársela a Ud. misma en mano, y aquí estoy…

Doña Tomaza todavía no comprendía bien lo que estaba escuchando; pero la voz sentida de Lucio la animó a salir de la casa y arrimarse a la puerta de alambre.  Lucio estiró su mano a través del tejido de alambre y le dijo:

- Esto es suyo Sra. Tomaza.

Doña Tomaza agarró la hoja de papel y con sólo mirarla se estremeció… ¡sí!, es la letra de Tonio (Antonio); y en ese instante recuerdó a Graciela (la Maestra de 5° Grado) cuando le decía: “Antonio es muy buen alumno, pero hace la letra tan chiquita que me obliga a ponerme los anteojos”.

Y sí, Antonio era muy buen alumno, y soñaba con hacer el Servicio Militar; por eso, aunque su padre había fallecido, habló con su madre para no presentar ninguna excepción y poder hacerlo.

Doña Tomaza miró al cielo, se le humedecieron  los ojos, apretó la carta contra su corazón…

Lucio emocionado y con la convicción de haber hecho lo correcto balbuceó:

- Hasta siempre Sra.…; subió al auto y cuando arrancaba Tony le preguntó:

- Papá ¿quién es esa señora?

- Es la Mamá de un gran amigo mío.

Lucio se fue y Doña Tomaza nunca pudo recordar si le dio las gracias…

Al rato, Doña Tomaza entró en la casa, acomodó su viejo sillón de algarrobo en frente del aparador donde tiene las fotos de su esposo Pepe (José) y de su hijo Tonio (Antonio) y, con la luz del día y la brisa tibia que entraban por la ventana, se puso a leer la carta…

 

Islas Malvinas, mayo de 1982.-

Hola Mamá, espero ande bien.

            Yo estoy bien, quédese tranquila; eso sí, la extraño, extraño su pan con dulce casero, el calor de la cocina a leña, el gusto de su comida, su voz...

            Sabe Mamá, no sé qué día es hoy, pero debe estar cerca el 25 de Mayo porque nos prometieron chocolate, como en la escuela ¿se acuerda?     Dicen que son chocolates que juntó la gente de Buenos Aires para nosotros.           La pucha, al final no son tan malos los porteños; le cuento que me hice muy amigo de un muchacho de Buenos Aires, se llama Lucio Contreras y vive en una ciudad chiquita que se llama Cañuelas, y parece estar hecho de la misma madera que nosotros; a pesar de quererme hacer creer que nació y vive en la Cuna del Dulce de Leche

Doña Tomaza observó que la última palabra de esta frase terminaba con un rayón, y siguió leyendo:

Disculpe Mamá por la letra, pero estoy casi a oscuras porque no podemos alumbrarnos ni con una velita, es para que no nos vean los Piratas sabe.

 La letra se hace cada vez más ilegible, pero sigue:

            Mamá la quiero much

 La escritura se cortó, la carta terminó así…; y Doña Tomaza se quedó dormida pensando en esa última palabra que Tonio nunca pudo terminar de escribir.

Luego, entre sueños, Doña Tomaza creyo seguir leyendo la carta, y descubrir debajo del último rayón, borroneado por el paso del tiempo, que Tonio le dicía:

 Mamá, tengo frío, mucho frío; no sé qué me pasa pero la necesito, necesito de sus mimos, como cuando me acariciaba de chico y me hacía cosquillas con sus manos ásperas por juntar la leña cuando Papá se iba a la cosecha de naranjas.

            Pero, no puede ser, ¡estoy viendo a Papá!       Pero si Papá está muert…, ¿qué me pasa Mamá?

            Sabe, Papá me está invitando a ir con él, como cuando me llevaba a pescar al Río Santa Lucía en su moto Puma, ¿se acuerda Mamá…?

            Mamá, tengo miedo, mucho miedo, la necesito Mamá; ¡Mamááááááá…!

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