GANADOR CATEGORIA D – Educación de Adultos
“Cuatro patas”
de Claudia Ester Pueblas alumna de EEPA 702 “Perito Moreno”
Todavía recuerdo aquella tarde de verano cuando la conocí...el cielo era celeste, el aire puro y el clima agradable. Era un día casi perfecto. Si algo faltaba para completarlo era el ser que aparecería poco tiempo después...
Irrumpiendo en el horizonte, con un gruñido defensivo, asomó a lo lejos ella, arisca e intocable, una perrita delgadita y aun así hermosa. Su pelo era negro y brilloso, sus patitas angostas y a pesar de su desconfianza, su mirada era tierna. Nunca olvidaré sus ojos marrones color café con un destello de líneas negras, como pintadas a pincel. Y así en aquel día casi perfecto, ella apareció y a partir de ese momento, aquel ser diminuto cambió mi vida para siempre. Poco a poco me fui acercando, hasta lograr casi imperceptiblemente, acariciar levemente su espalda. Para mi sorpresa, reaccionó bien, me miró dulcemente y comenzó a mover su pequeña cola. Después casi sin pensarlo, como por reflejo, la abracé fuertemente y la llevé a mi hogar. Así fue como empezamos a convivir y a unirnos, poco a poco en una entrañable relación de lealtad y amistad. Porque ella despertaba en mí los más puros sentimientos: fidelidad, complicidad, alegría y por qué no comprensión como la de dos grandes amigas. Con solo escuchar mi voz, ella entendía como me sentía, si estaba triste, preocupada o agotada después de trabajar hasta tarde. Con el tiempo nos fuimos conociendo cada vez más, nos apegamos la una a la otra, como si fuéramos familia. Y aunque a algunos quizás les parecía un poco exagerado, yo la llamaba y amaba como un miembro de ella, como mi fiel compañera de cuatro patas. Después de todo ella se ganó mi corazón y yo aprendí a quererla y ganarme su cariño.
Pasaron varios meses, hasta que un día en uno de esos paseos nocturnos, alguien me comentó que sus anteriores dueños la habían maltratado mucho. No la cuidaban, la tenían atada a una mesa con muy poca movilidad y peor aún la golpeaban para que no ladrara, a pesar de tener hambre o sed. Hoy agradezco aquel día en que nos encontramos, quién sabe por qué o cómo, nuestras vidas se cruzaron. Entonces pasaron los días, los meses y los años... pero para mí eran como si sólo hubieran transcurrido unas horas. A veces todavía recordaba claramente el día en que nos conocimos y que llegó a formar parte de mi familia. Será por eso que no pude darme cuenta, que mi amiga negrita fue envejeciendo y tornándose más lenta en sus movimientos, hasta un poco torpe. No percibí tal vez egoístamente, que esa perrita estaba envejeciendo.
Una mañana otoñal de marzo, ella como de costumbre, se levantó de su almohadón, me acompañó hasta la puerta y movió su cola con más energía de lo usual. Más tarde al regresar, salimos juntas a caminar y a hacer las compras como en otras ocasiones. Mi fiel amiga de cuatro patas se movía de un lado a otro enfrente de mí , con mucha alegría y jugueteaba como cuando era más joven y ágil. Mi leal compañera, giraba su cabeza, asentía con ella mirándome y volvía a hacer piruetas. Tal era su emoción que llegué a preguntarme ¿Qué le habrá pasado que está así? ¿Acaso querrá algo? Si hubiera sabido lo que sucedería más tarde, le habría prestado más atención o tal vez, la hubiera cargado entre mis brazos y demostrado mi cariño de otras formas.
Al día siguiente, cuando me desperté, me moví despacio sin hacer casi ruido para que no me escuchara y me siguiera. Fui a la cocina, preparé el desayuno, la ropa para ir a trabajar, pero mi fiel amiga no aparecía. Pensé...quizás está demasiado cansada, ya está viejita como para hacer las piruetas que hizo ayer. Caminé unos pasos, ya estaba por abrir la puerta, cuando algo dentro de mí me hizo desistir, me arrastró y llevó a dar la vuelta rápidamente. Con el corazón agitado corrí hasta su camita. La observé y noté que estaba muy quieta, que apenas respiraba. La llamé por su nombre, con la voz resquebrajada y temerosa dije: _ ¡Chichina, Chichina!_ Apenas levantó su cabeza y me miró fijamente...Rápidamente la cargué para llevar al veterinario, pero ya era demasiado tarde, me dijo que estaba muy enferma. Mi esperanza era muy grande, tal vez no sea para tanto, él no conoce a mi Chichina, no sabe que es una luchadora, pensé. Él no sabe que ella entró en mi vida en una de las etapas más oscura y triste, para enseñarme a amar nuevamente, para llenarme de buenos sentimientos y llegar a perdonar. Aun así, a pesar de mis deseos, lentamente, despacio, en unas horas la vida de mi fiel amiga y compañera de cuatro patas, se fue apagando...Y con ella se fue uno de los seres más maravillosos que marcaron mi vida para siempre. Y aunque hoy después de muchos años, todavía siento su vacío y de vez en cuando miro sus fotos con nostalgia, agradezco a mi fiel compañera que me salvó la vida y me dio una nueva oportunidad para creer que no estaba todo perdido, que en mi interior existían todavía buenos sentimientos, para seguir luchando, aferrándome a una esperanza. Nunca olvidaré el momento en que por poco hubiera terminado con mi vida si no fuera porque mi fiel amiga de cuatro patas, apareció en el horizonte como un milagro y con su ternura me hizo desistir de aquella idea. Me dio las fuerzas para continuar por un nuevo camino, el del perdón y el amor incondicional, el de mi querida compañera de cuatro patas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario