miércoles, 19 de octubre de 2022

CONCURSO LITERARIO NARRATIVO “CONTATE UN CUENTO XV” Declarado de Interés Educativo por el Ministerio de Educación de la Nación res 1275/se

 

Participante destacado por el jurado categoría A

Volver a Sentir 

de Rafaella Milagros Tapia Cachay alumna de Colegio Regina Pacis de San Borja,  Lima, Perú 

 

Margaret era una señora de mediana edad, con los ojos oscuros y el cabello de tono claro. Ella era serena y se diría que también bastante frívola. En las tardes solía dar un agradable, pero al mismo tiempo soso paseo por las aguas azules que bañaban la costa de su patria. Margaret poseía un velero, era anticuado y estaba un poco deteriorado, pero para ella era una de sus posesiones más valiosas, además le servía para relajarse con la brisa fresca que el clima soplaba con gentileza.

Cierto día, mientras Margaret daba uno de sus paseos sentada en el delicado velero, una niña se cayó de un gran barco que trasladaba productos de exportación hacia zonas poco concurridas y muy lejanas. De pronto el clima comenzó a nublarse, se venía una tormenta, la pequeña, al darse cuenta del repentino cambio de climatología empezó a pedir ayuda, gritando a todo pulmón. Margaret, que empezaba a prepararse para volver a casa oyó los gritos y sollozos y aguzó el oído, al tiempo que intentaba acercarse a la persona que solicitaba vehementemente algún tipo de auxilio. Después de unos instantes la encontró. La niña estaba desfalleciendo, había que actuar rápidamente y eso fue lo que hizo aquella señora; se quitó la mayor cantidad de ropa y accesorios que pudo y se lanzó al agua valientemente para socorrerla. Cuando logró alcanzarla se dio cuenta de que el velero empezaba a alejarse así que empezó a nadar apresuradamente. A pesar de que avanzó a toda prisa, no consiguió alcanzarlo, tenía a la criatura cargada y eso dificultaba su avance, la minúscula embarcación se había perdido entre las temerosas y peligrosas aguas del océano Pacífico. 

Después de nadar unos minutos, Margaret llegó a la orilla y echó a la pequeña en la sombra. Al cabo de poco, afortunadamente, despertó, tosió largo rato y cuando se calmó le empezó a relatar a Margaret su historia:

- Me llamo Violet, y quedé huérfana hace ya un tiempo, estuve sirviendo en una casa para tener techo y comida, pero, por mi corta edad, yo no era muy útil a la señora de aquella vivienda así que ella me dijo que un marinero conocido por ella necesitaba que le envíe a alguien que le ayude con las tareas domésticas de su embarcación y me llevó al puerto, ahí lo encontré y subí a bordo. Durante dos meses me la pasé tendiendo camas y limpiando el barco, he de reconocer que me pagaban bastante bien pero ahora ya no sirve de nada, ¡el dinero se quedó en mi camarote! - dijo Violet entre lágrimas.

- Pero ¿cómo es que, de estar en el barco, fuiste a parar al océano?

- Estaba haciendo la limpieza diaria, estaba cerca de los barandales y, al parecer, el capitán hizo una mala maniobra y bastó para que yo, que estaba trepada en las barandas, perdiera el equilibrio y me cayera al mar, nadie se dio cuenta e intenté nadar pero la fuerza me abandonó y casi me ahogo pero usted, usted llegó y me salvó la vid…

- Bueno, bueno, si hablas mucho puedes cansarte y volverte a desmayar así que te llevaré a mi casa para que puedas descansar.

- Gracias, es usted muy buena. Lamento mucho que haya perdido su hermoso velero.

- Era muy apreciado por mí pero ya no importa.

Margaret llevó a Violet hasta la casa y cuando llegó le preparó una cama y le dio comida, así como también ropa nueva.

A la hora de la cena Margaret preguntó:

- ¿Cuántos años tienes, Violet?

- Diez años, señora.

- Oh, llámame Margaret.

- ¿Margaret?

- ¿Sí?

- Me gustaría preguntarle algo; ¿Por qué usted tenía guardada ropa de mi talla?

- Porque…alguien me la regaló.

- Y ¿por qué le regalaron ropa de niñas si usted no vive con niñas?

- ¿Es esto una cena o un conversatorio? - preguntó fríamente Margaret y se levantó de la mesa con la excusa de ir a lavarse las manos. Violet, después de unos momentos, también se retiró a su nueva habitación, se puso el camisón y se acostó, preguntándose porqué Margaret se había sentido algo molesta cuando ella le formuló esa pregunta.

Pasó el tiempo y Margaret decidió que Violet se quedaría a vivir con ella siempre y cuando la niña le echara una mano con la limpieza y se comportara correctamente.

Violet por su parte, quiso saber más acerca de su nueva progenitora y le preguntó a Robert, el jardinero, si sabía algo sobre la vida pasada de la señora. El hombre le contó una historia que entristeció a la pequeña.

- La señora se casó joven y tuvo una hija a quien llamó Rose, cuando la bebé nació, su esposo la abandonó y tuvo que criar sola a la niña, pero, tristemente, la pequeña falleció a los nueve años de edad, al parecer, estaba jugando en una zona demasiado peligrosa de la playa y vino una ola gigantesca que ella no pudo esquivar.

“Era por eso que tenía ropa para niña, que paseaba solemnemente en su velero y que tenía un carácter serio y frío, ¡era porque detrás de sus ojos y de su semblante aparentemente sereno, ocultaba el gran dolor de haber perdido a su única hija - pensó Violet”.

Cuando Violet estuvo al corriente de la triste historia de Margaret, fue mucho más obediente, aplicada y era paciente con la actitud seca de su madre, además, poco a poco entre las dos se fue forjando un lazo de auténtica amistad y, aunque Margaret no estaba segura de cómo podía haber pasado, Violet se convirtió en una personita muy especial para ella y la amaba con toda su alma.

***

Violet había cumplido los quince años, se había convertido en una muchachita alta, serena, amable, de buen corazón y trabajadora. Gracias a su dedicación, consiguió pequeños empleos, pudo ahorrar y también ayudar a pagar los gastos de la feliz y pequeña familia.

Un día cálido de verano, Margaret salió al jardín y se acercó a Violet, a su querida Violet y le entregó un ramo de flores. La niña, sorprendida, le preguntó por qué razón le estaba obsequiando ese encantador regalo y la señora le contestó:

- Violet, hoy es el día del amor y la amistad y yo, antes de que llegaras, me había olvidado de estos sentimientos, hiciste renacer en mí el amor y te convertiste en una amiga muy querida por mí. Me has hecho la persona más feliz en estos últimos años y no sé cómo agradecerte.

- Soy yo quien debería darle las gracias porque usted me salvó la vida y por eso sigo aquí, en este maravilloso mundo… Por eso le he estado preparando un regalo y como hoy es el día del amor y la amistad, creo que es el mejor momento para dárselo - mientras hablaba, Violet bajó a la playa, llevando con una mano a Margaret y con la otra, tapándole suavemente los ojos. En un momento retiró la mano de su vista, Margaret vio ante sí un hermoso velero, muy parecido al que había perdido en el mar hacía ya cinco años y, cuando se acercó un poco más, distinguió una nota dentro de la embarcación y cuando la leyó, no pudo si no darle un dulce abrazo a Violet. La nota, escrita cuidadosa, limpia y tiernamente, decía:

<< A nuestra mamá, de sus pequeñas Rose y Violet >>.

 

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