Mención de honor categoría B , jóvenes de 14 y 15 años
“Para siempre”
de Sofía Hernández alumna del Instituto Manuel Belgrano de La Plata
El señor Pheres encendió la tableta y suspiró. Sabía que no tenía mucho tiempo. Ojeó rápidamente el periódico virtual, y cuando ya estaba por acabarlo, apareció su hijo. Era demasiado tarde para esconder la tableta. Suspiró, ya sabía lo que lo esperaba. Levantó la vista, su hijo lo miraba desde la puerta del living, en pijama, con el pelo todo desarreglado. El niño lo miró expectante, y como siempre, su padre leyó noticia por noticia en voz alta y, al terminar, negó con la cabeza.
Gian, el pequeño, se alejó lentamente, con la cabeza gacha. Su padre sintió lástima por el jovencito. Ya había intentado explicarle, de distintas maneras, que no se podía volver a la Tierra. Nunca.
Se levantó del sillón y fue a desayunar con su hijo...bueno, desayunar no, más bien tragar líquidos de colores verdosos, que no eran más que proteínas licuadas que preparaba la máquina del hogar interactivo. Miró a Gian, jugaba con el vaso, y cada tanto tomaba un trago, para luego fruncir el ceño y sacar la lengua con expresión de asco.
Gian lo miró, nuevamente, expectante. Su padre sabía que quería decir.
- Aún no han conseguido replicar el sabor de la comida terrestre. - le comentó.
Gian bajó la mirada. Rara vez hablaba. Y eso preocupaba al señor Pheres, parecía que, desde la llegada a Marte, su hijo no solo había perdido su hogar, cultura, amigos, sino también las palabras...
- Si no te gusta puedes dejar lo que quedó de la...comida.
Gian asintió cabizbajo, se levantó de su asiento y se alejó. Su padre escuchó sus pasos resonando por el pasillo.
-Gian ven aquí, pequeño - lo llamó vivamente....
Esperó unos instantes, hasta que la cabecita de su hijo se asomó por la entrada.
- Vamos a ir de paseo, así que arréglate un poco.
Su padre esperó algún gesto de parte de su hijo. Gian solo lo miró fijamente. En silencio, como si estuviera procesando la idea. Se dio media vuelta y se fue. Su padre lo esperó, pacientemente, hasta que el niño apareció con la escafandra puesta, minutos más tarde circulaban entre los cubículos- hogares – interactivos, los enormes conjuntos estelares, y las ciento de galaxias mudas y vacías que rodeaban Marte. Fue entonces cuando ocurrió el milagro: Gian habló.
- ¿Qué es eso? - preguntó, señalando un punto determinado del espacio bajo por el cual estaban caminando, solo que millones de metros más arriba. Era una enorme bola ennegrecida rodeada de un haz de luz.
Su padre tembló. Sentía una mezcla de alegría y de temor ante la pregunta de su hijo. Casi deseó que él no le hubiese preguntado. Casi.
- Es la Tierra, Gian.
- ¿Qué le pasó? - preguntó el niño, mientras abrazaba, asustado, la pierna de su padre.
- Un agujero negro impactó contra ella, haciendo que se hundiese en el tiempo y quedase allí atrapada.
- ¿Está viva?
- Solo está atrapada en el tiempo, y quedará ahí para siempre.
- ¿Para siempre?
- Sí, para siempre.
Gian no dijo nada más durante el regreso. El resto del día transcurrió normal, y luego de cenar se fue a dormir. Su padre respiró, Gian parecía normal, como si ese terrible
descubrimiento hubiese quedado en el olvido, de hecho, hasta parecía tener cierta luz en la mirada. Pero su padre tenía un mal presentimiento. Sentía que estaba fallando, no sabía en qué, pero sentía que había cometido un error. Y tenía que ver con la Tierra, ese planeta atrapado en el tiempo. Tenía que ir a verla, tenía que ver la Tierra y así se quedaría tranquilo. Sería un paseo, saldría en ese mismo momento, y contemplaría el agujero del tiempo que tiene una esfera en su interior. Salió dejando su cubículo-hogar- interactivo en un absoluto silencio, Gian debía estar profundamente dormido. Flotó durante un largo rato, hasta que por fin la vio. Pero la Tierra, ahora agujero negro, no estaba sola. Alguien caminaba sobre la gravedad y se acercaba a ella. Ese alguien se había adentrado en aquel torbellino oscuro. El señor Pheres agudizó la vista, y por un segundo sintió que su cuerpo era impulsado a un abismo de soledad y dolor.
Ese alguien era Gian, dentro del agujero negro.
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