miércoles, 19 de octubre de 2022

CONCURSO LITERARIO NARRATIVO “CONTATE UN CUENTO XV” Declarado de Interés Educativo por el Ministerio de Educación de la Nación res 1275/se

 

Mención de honor categoría B , jóvenes de 14 y 15 años

“Paralelo a Ti” 

de Ailin Rodriguez Garrido alumna del Instituto Bg. Martín Rodriguez de Tandil

Me siento vigilada desde el primer día que pisé esta casa.

De un día a otro, tuve que mudarme de la casa de mis padres. Mi hermano y yo

somos gemelos, y tuvimos que mudarnos a los dieciocho. Ninguno de los dos tenía el dinero suficiente para pagar un alquiler, así que decidimos vivir juntos y repartir los gastos. Yo estaba muy feliz con este cambio, aunque, una observación que tuve sobre mi hermano desde que nos mudamos, es que sus ojos color miel cambiaron a un tono...celeste. Al principio no era tan notorio este cambio, pero cada vez, sus ojos eran más intensos. Y, además de esto, la casa me daba una sensación rara, como si hubiera alguien en los rincones, vigilándome... pero no le di mayor importancia.

Pasaron las semanas y las cosas se iban poniendo cada vez más extrañas. Mi

hermano ya no me trataba igual, era como más...frío, la sensación de ser observada empeoró y con el paso del tiempo, empecé a cuestionarme cada paso que daba.

Esta sensación no siempre estaba presente, había lugares en los que podía estar

tranquila, como el cuarto de almacenamiento. Pasaba la mayor parte del tiempo en dicho sitio leyendo libros o dibujando.

Según lo que hacía o en quién había estado pensando ese día era la persona que

creía me observaba. Podía ser desde un amigo hasta la tía de un primo que había

visto hacía un mes y ese día la recordaba. Esto me molestaba.

Hablemos de mi hermano. Antes, repartíamos las tareas de la casa; yo cocinaba y

él limpiaba. Ahora, se negaba a que yo cocinara. Quería hacer todo, lo cual era raro viniendo de él. Siempre fue muy vago, incluso cuando repartimos las tareas quería darme todo a mí, y tuve que meter mano dura para darle la limpieza, y aun así lavaba los pisos como si lavara con un trapo que había sacado de una alcantarilla.

Se estaba poniendo cada vez más raro, al punto en que ya no parecía él. Se

cortaba el pelo cada vez más corto, se vestía de blanco todos los días, y estaba

más serio. Él era una persona muy alegre antes de mudarnos; al llegar de la

escuela siempre tenía alguna anécdota para pasar toda la noche hablando. Eso ya

no sucedía. Debo admitir que lo extrañaba, porque siempre que empezaba a

preparar café y sacaba un paquete de tostadas, yo ya sabía que venía a contarme

algo, y lo regañaba porque yo quería irme a ver televisión, pero me tocaba

quedarme a escuchar toda la historia.

Un día, estábamos a punto de hacer el almuerzo. Quise darle una mano con la

ensalada, pero simplemente me dijo que yo no podía hacer eso porque lo iban a

regañar. Estaba confundida, ¿quién lo iba a regañar? Le pregunté, pero solo

conseguí una mirada de “ya sabes quién” y me echó de la cocina. Estaba muy

enojada. ¿Quién lo iba a regañar? Nuestros padres estarían muy felices de que nos ayudáramos en todo como siempre, y más felices aún al saber que preparábamos comida casera juntos y no pedíamos algo por Rappi.

Comimos en silencio, y al terminar, tomé mi plato con destino a la cocina para

lavarlo, pero mi hermano me frenó en el camino.

—Yo lo hago—. dijo él.

—Puedo hacerlo, gracias—. respondí, mientras intentaba esquivarlo.

—Te dije que no podés hacerlo. Dámelo que yo lo llevo—.

—Estás haciendo que pierda mi paciencia...—.

En ese momento, me miró con cara de enojado y me agarró del brazo.

—Vos venís conmigo—. dijo mientras me arrastraba fuera de la sala.

—¿Qué estás haciendo? Me estás lastimando, soltame—.

Él no respondió. Me llevó hacia mi cuarto y me tiró dentro.

—Te quedás aquí hasta que te diga—. , ordenó, unos segundos antes de cerrar la

puerta.

—¡Ey! ¡Abrí la puerta! ¿Qué demonios pasa por tu cabeza?—. grité mientras

golpeaba la puerta.

Un silencio se apoderó del lugar y no hubo respuesta. Él ya no estaba detrás de la

puerta. No iba a responder. Me eché para atrás y pensé en lo que había pasado en ese momento, tenía mucho por procesar. Pero antes de que pudiera hacerlo, una sensación recorrió todo mi cuerpo, y empecé a sudar. Alguien estaba vigilándome. Alguien se estaba burlando de mí, podía sentirlo. Pensarían “Qué tonta. ¿Cómo su propio hermano la va a encerrar así?”. Las voces pasaban por mi cabeza como si alguien me estuviera susurrando en el oído: “Seguro que la odia”, “Con esos hermanos para qué enemigos”, “¿Por qué la maltratará?”. “Basta. Cállense.”“¡Es obvio! La maltrata. ¿Sino por qué la encerraría?”, “Seguro no le dará de comer hasta mañana”, “¿Hasta mañana la veremos tirada en el piso?”, “Un espectáculo”, “Y aún mejor si llora, veremos un bebé en el cuerpo de una adulta”, “Llora”, “Llora”,

“Llora”, “Llora”, “Llora”, “Llora”, “LLORA”.

“BASTA”.

Me levanté con un envión y golpeé la puerta.

—¡Vení, ahora! - . grité, esperando que mi hermano abriera y me dijera que todo

esto era una broma. Eso no pasó. Seguí parada, mirando hacia la puerta, sin ninguna respuesta.

“Pff...”

Mi respiración se aceleró, un impulso recorrió todo mi cuerpo y perdí los estribos.

Destrocé todo a mi alrededor, buscando la satisfacción de sentirme en paz, aunque fuese un segundo. Di vuelta cama, silla, macetas, todo volaba por los aires yendo a parar a las esquinas de la habitación, donde normalmente sentía las cámaras. Zapatos, remeras, cuadernos, medias, un pequeño espejo de mesa y un libro. Aquel libro que mi hermano había escrito para mí, días antes del accidente. Él amaba escribir, y más si eran dedicados a sus seres queridos. Llenaba las hojas de trama y sentimientos que lograban atrapar hasta al lector más insulso.

 Las lágrimas comenzaron a emerger y corrían por mis mejillas mientras mis piernas temblaban y caía de rodillas con un gran estruendo. No me aguanté. Largué todas las lágrimas que había estado aguantando todo este tiempo. Grité y pataleé como una niña pequeña, como hacía hace tiempo.“¿Acaso me estaba volviendo loca?” Espera, ¿qué es esto? Una sensación electrizante recorre todo mi cuerpo, y caigo al suelo como un saco de papas.

Recuperé la conciencia y, al abrir los ojos, una luz blanca cegó mi mirada. Intenté

taparme la cara con las manos, pero no podía mover ninguna parte del cuerpo.

“¿Qué estaba pasando?, ¿Dónde diablo estaba?” Moví mis ojos alrededor de toda la habitación, ya que mi cabeza estaba sellada a lo que parecía ser una cama, en la cual aparecí recostada. Apenas podía ver con esa luz en mi cara, pero hice un esfuerzo por distinguir las oscuras manchas en aquel lugar. Era una pequeña habitación, había un carrito lleno de instrumentos médicos a mi lado y, enfrente, una gran puerta; no había ventanas, lo único que iluminaba era esa gran luz blanca. Posé mi mirada en la punta de mis pies, logrando ver lo que parecía ser una correa marrón envolviéndolos. Era raro, pero...me parecía haber visto ese lugar antes.

Sí, ya lo recuerdo. Luego del accidente de mi hermano, hacía unos meses, mi vida

se había venido abajo. No podía controlar mis emociones, eso era lo peor para mí, pero no poder controlar mis acciones, ya era algo mucho más grave. Empecé a herir a las personas a mi alrededor. Cualquiera que estuviera junto a mí en un ataque, salía gravemente lastimado. Junto a eso, vinieron las alucinaciones. Crear cualquier tipo de escenario en mi cabeza y reflejarlo en la vida cotidiana se estaba volviendo un hábito. Simplemente no podía controlarlo, estaba perdiendo la cordura. Después de todo, fue por esto que me trajeron aquí, ...

La gran puerta negra se abrió, interrumpiendo mis pensamientos.

—Tus ojos... susurré

—Buenos días, Srta. Sorni. ¿Cómo está? ¿Ha dormido bien? Perdón, pero no

tuvimos más opción que ponerla a dormir, de nuevo... ¿Qué mencionó recién? Ah,

sí, mis ojos, celestes, como puede ver...

No hay comentarios:

Publicar un comentario