viernes, 19 de noviembre de 2021

Obras premiadas en el Concurso literario narrativo CONTATE UN CUENTO XIV Mención de honor Categoría E

 

Cara de malo

Adrían Rubén Santamaría, San Andres de Giles

 

Ella no quería bailar tango conmigo porque yo no ponía cara de malo.

Yo le decía que –en principio- no me consideraba malo y que guapo nunca había sido. No me surcaba la mejilla una cicatriz tramontina…ni portaba en mi cabeza un funyi marrón para saludar a las papusas apretando el ala del sombrero…

            Como nunca pudimos hilvanar un sólo paso decidimos tomar clases en una academia. El premio mayor consistía en ser seleccionado a fin de año para una exhibición de baile.

Me chocaba los pies para no pisarla. Ella me decía:

-       ¡Pisáme!, no me importa; pero poné cara de malo.!

Le decía que era mi Malena y le susurraba:

-       Paredón… tinta roja en el gris del ayer…. ¿Y aquel buzón carmín y aquel fondin… donde estará mi arrabal? (mezclaba las letras e intentaba un falsete desafinado) …

Se ofendía, me exigía concentración.

Una clase descubrí al Profesor que malhumorado -y él sí con marcada cara de malo- me miraba fijo, se acercó y me preguntó:

- Flaco, ¿ustedes dos son hermanos? …

- No, no, …somos pareja profe…

- Entonces por qué no la apretás

- Profe, recién dijiste que el tango es la fusión de un abrazo, no un rejunte…no  un revuelto gramajo…

- ¡Permitíme! - me dijo.

Se aferró a mi Malena, la arrimó con una envión seco desde la espalda a su pecho y me dijo que en el Tango el que manda es el macho. Yo le contesté que en el Tango mandará el varón pero que en mi casa mandaba ella y el que se volvía después en el  343 con Malena era yo y no él. Negó con la cabeza tres veces antes que a la voz de vinilo del jilguero mayor se le marchitará la frente por tercera vez. Me dijo que yo no entendía nada…

En otra oportunidad taconeábamos: “Te acordás hermano la rubia Mireya…  se formaba rueda pa verla bailar”… El profesor paró la música, levantó las manos y cruzó varias veces los brazos en un gesto irreversible. Se dirigió al sonidista, lo miró como si fuera el último recurso, me señaló a mí y le dijo:

-       ¡Tenemos que hacer algo!…. Poné la Cumparsita.

Después invocó a Juan D´arienzo, hizo una breve charla y explicó con énfasis porque se lo llamaba el rey del compás. Me marcaba con el pie TácatatácataTá. Yo le miraba los zapatos que más que lustrados con pomada Cobra y cepillados hasta lastimarse las manos parecían plastificados con la viruta que él les arrancaba a los pisos de pinotea donde solía milonguear; me sujetó la mandíbula como un boxeador desafiante al título y me dijo:

-       Mírame a mí no a los pies. Tácatatácatatá…

Cuando  se cansó de mí, llamó a su compañera. La profe era más amable, -al menos se sonreía-, pero me decía al oído que dejara de pisar huevos duros. Me decía espalda recta pero no tensa; me decía hombros relajados y mirada al frente. Me decía que el pie que avanza es el que hace el paso y el que está en el lugar es el que contiene el peso del cuerpo. Imploraba que moviera mi cadera y flexionara mis rodillas, me pedía que imaginara una línea en la mitad de mi cuerpo, que arrastre la punta de los pies y acaricie los talones…que  bailara en sentido contrario a las agujas del reloj. Yo  le contestaba que no podía asimilar tanta información de golpe…Después  me pedía que me dejara llevar… que me concentrara en aromas…

Mi Malena me miraba como una leona enjaulada. A ella tampoco le salían bien los pasos pero lo  atribuía a mi impericia.

Tomamos clases hasta finales de noviembre aunque a  nosotros dos nos dejaron en un rincón,  como en una penitente liturgia  practicando los pasos básicos.

El día de la elección de las parejas para el baile de fin de año el profesor me llamó aparte, y  me dijo:

-Avanzaste, demostraste empeño, casi llegas al ocho, pero  no hay caso… no pones cara de malo…

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