viernes, 19 de noviembre de 2021

Obras premiadas en el Concurso literario narrativo CONTATE UN CUENTO XIV Mención de honor Categoría A

 El mirar de tu recuerdo

Ailin Rodriguez Garrido , alumna del Inst. Brig. Gral. Martín Rodríguez

 

 

Inglaterra. Marzo de 1913.

 

-Ring, ring, riing, riiing- Sonó el teléfono.

- ¿Si?- dije al atender.-

- Hola, ¿Habla Zenda Smirnov? - contestó una voz al otro lado. -

- Ella misma. -

-Soy Alejandra Smith. Tengo una propuesta de contrato para ti. ¿Me escucharías unos minutos?

-Claro. Soy todo oídos

Trece años atrás…

Estaba sentada en el sillón del salón, tomando el té, cuando salió Marie, mi mejor amiga, de la cocina.

- Ahora vuelvo. Voy a lo de Marta a llevarle estos panes. Y como te digo siempre, no…

- No entrar a tu habitación y no abrir los postigos. Lo sé, lo sé…

- Bien. Ya vuelvo

Desde que tengo memoria, me ha impedido hacer esas dos cosas. No entiendo por qué, pero no me opongo, ya que, desde chica, me cuidó y me dio todo lo que una niña de mi edad necesitaba. Además, en unos días cumpliré quince, estoy muy emocionada. Marie, por otro lado, parece que lo único que no quiere en la vida es que llegue mi cumpleaños. Y claro, que pase a su habitación y que abra los postigos es otra cosa que no quiere. 

Pasaron los días y mi cumpleaños llegó. Algo que no he dicho es que, aparte de Marie, no tengo más amigos. Nunca se me ha permitido salir de casa. Por ese motivo, solo estará Marie y mi gato Eider, un fold escocés muy cariñoso, que no le gusta que lo levanten. 

Hoy me he levantado temprano para cocinar un buen pastel. Me he puesto un cancán bermellón con una pollera larga color crema y un corsé del mismo color con algunas piedras preciosas. Unas botas largas marrón oscuro y un lazo, también bermellón para resaltar un gran rodete. 

Estaba bajando las escaleras, cuando pisé el cordón de mi bota. Estaba tan ansiosa que no me até las agujetas como debía. Tropecé, pero logré sujetarme de la baranda antes del desastre. Eider, mi gato, que estaba al final de la escalera, se asustó con los golpes y pegó un salto. Echó a correr al segundo que quise agarrarlo para que se calmara. Olvidé que no le gustaba que lo levantaran. Lo seguí, ya que quería darle un plato de comida como ofrenda de disculpa. Vi que dobló en una esquina de la casa y pasó al pasillo. Yo sabía a dónde llevaba este pasillo,  pensé. A una puerta cerrada, al cuarto de Marie. Pero, ¿desde cuándo deja la puerta entreabierta? Siempre la cierra con llave como precaución para que no pase. Ahora que lo pienso, esta mañana estaba muy despistada por el apuro de hacerle los panes a Marta, seguro se le pasó. Estaba decidida a llevarme a Eider y no desobedecer los pedidos de Marie, no obstante, mi maravilloso fold escoces pasó por esa puerta. Intenté agarrarlo antes de que entrara, pero solo conseguí rozar los pelos de su cola y caerme contra la puerta provocando que esta se abriera de par en par.  Eider, se había adentrado en la habitación y lo perdí de vista. No tenía más opción que buscarlo y retirarme. Con cuidado de no dejar ni un solo rastro de mi presencia, empecé a buscar a Eider. Busqué entre los muebles, en el ropero y…De pronto me  empezaba a preguntar, ¿Que había en esta habitación que no quería que viera si era casi una réplica de la mía? Moví mi cabeza con brusquedad para sacarme esa idea de la cabeza. Tenía que encontrar a Eider, no sacar teorías. Me adelanté hasta la cama y me arrodillé para mirar por debajo. 

-¡Eider!- grité al verlo debajo de ella.

No debí gritar. Se asustó nuevamente y salió por el otro lado. En un intento de acorralarlo corrí hacia donde estaba, pero cuando iba hacia allá, choqué con un cuadro que se descolgó y cayó sin cuidado alguno al suelo. 

- ¡Demonios! Mmph - Me tape la boca rápidamente. Ese no era el lenguaje de una dama, según los libros que había leído  en la gran biblioteca de la sala.

 Sacando lo de mi lenguaje, me acerqué al cuadro con la esperanza de que no estuviera roto.  Me salvé, estaba intacto. Empecé a inspeccionar el cuadro más en detalle para asegurarme de que no tuviera ningún daño. Tenía un lindo marco de madera tallado, en forma de óvalo. La pintura dentro del cuadro era¿La habitación? Agarré el marco con fuerza y me acerqué a él. Esta vez, cambió la pintura. Ahora era una mujer, rubia, con un rodete y lazo rojo, era parecido al que me había puesto yo. No sabía qué explicación darle a esto. ¿Cómo había cambiado la pintura en un instante? Al sacar mi mirada de su sedoso cabello, logré ver, unos ojos color verde esmeralda que te llenaban el alma. Un ruido, el gato. Cierto, me había olvidado. Me llevé la mano a la cabeza. Tenía la intuición de que ya había visto esos ojos de color esmeralda en algún lado. Tenía una memoria muy mala, por lo que recordar hasta las cosas más tontas era un gran trabajo para mí. Me levanté y lo mismo hizo la chica de la pintura. Esto ya no era normal. ¿Me estaba volviendo loca? Puede ser, mucho tiempo encerrada. Empecé a moverme frente al cuadro y éste repetía lo que hacía al mismo tiempo. Podría ser ¿ésta soy yo?, dije, tenía hasta mi misma ropa. No podía ser coincidencia. Otro ruido, venía desde la puerta. Me di vuelta, no era el gato. Me recibieron los ojos aterrados de Marie, que dejó caer la canasta vacía, donde había llevado las galletas. Ahí recordé.

- Verde esmeralda…- susurré

- ¿Qué dices? - dijo Marie, todavía con esa cara aterrada. 

- Mamá...ojos esmeralda…

Marie, esta vez, abrió los ojos como platos. Se aproximó hacia mí agarrándome de la muñeca y sacándome de allí. Fuimos hacia la sala y mientras señalaba un sillón me decía que me sentara

-       ¿Qué recuerdas? Dime. - averiguó 

 

-       Sabes que tengo mala memoria, pero recuerdo esos ojos verdes esmeralda…

 

-       Mamá… Era actriz. Una actriz muy famosa y reconocida tanto por su talento como por sus cautivadores ojos verde esmeralda. No creo que recuerdes, pero, ella fue asesinada por unos antiguos manager que la querían de regreso, a los que ella se negó. Nunca lograron esclarecer su muerte, pero pasamos por mucho juntas - explicó, con lágrimas en sus ojos.

  

-       ¿Te refieres a mamá como nuestra? - No tenía mucho que lamentar. Apenas recordaba su rostro.

 

-       Fue para protegerte Zenda…- dijo apunto de levantarse.

 

-       ¡Marie! - le tomé la mano antes de que quisiera irse.

 

-       Sí. Yo...soy tu hermana 

 

-       ¿Hermana?

 

-       No quería que me preguntes sobre mamá. No quería. No podía volver a pasar por tanto dolor. No puedo hacerlo, lo siento. Hay que seguir adelante, Zenda, como cada uno puede y en verdad lo hice como pude. Tú eras pequeña y yo tenía que ser fuerte para que podamos caminar de la mano y seguir unidas. Aún hoy no puedo hablar de ella. No logro superarlo. Y cada vez que te miro…-

 

-       Ves sus ojos. - interrumpí.

 

-       Sí... Guardé todo lo de ella en una caja. Te la daré. Hay fotos, recortes de diarios y revistas, cartas… Podrás reconstruir su mundo, nuestro pasado, pero no me preguntes por favor, no puedo. Ah… y... te daré también - hizo una pausa seguido de un largo suspiro- su espejo.

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