viernes, 19 de noviembre de 2021

Obras premiadas en el Concurso literario narrativo CONTATE UN CUENTO XIV Mención de honor Categoría C

 

Es la culpa de los inocentes

Camila   Samarati, alumna de la E.E.S. N° 4 “Victorino Emilio Montes” de Dolores

 

¿Por qué?, es una pregunta que nos hacemos bastante seguido, aunque bueno capaz ustedes no. Yo me lo pregunto todo el tiempo, a veces me pregunto por qué llegué hasta acá o por qué, incluso la razón de que me tocara vivir todo esto. Aunque quizás debería preguntarme cómo.

¿Cómo permití que mis miedos me controlaran de esta manera? ¿Cómo alguien que me amaba tanto llegó a dañarme de esta manera? Todas esas dudas permanecían, hasta que Martha apareció.

¿Cómo puedo hablarles de ella sin que piensen que me manipulaba? Aunque seguramente, en cierto punto lo hacía y yo prefería no verlo, no quería creer que la persona que me tranquilizaba era la misma que me hacía sufrir.

Todavía me acuerdo cómo me rescató de la persona que solía llamar papá, el cual hacía que mis días se tornaran grises a pesar de ver el sol en la ventana. Martha sabía bien que yo no estaba segura con él, y que los moretones en mi cuerpo no eran producto de caídas como yo decía.

Me creyó, al menos pensaba que sí, pero después de cuatro años de ambas simular Martha decidió tomar cartas en el asunto y encargarse ella misma. En el funeral de mi padre fue la última vez que la vi. Solo pude dedicarle una sonrisa antes de que servicios sociales me dejara en un orfanato.

Ella era más que mi amiga, era mi persona. El ser con el que siempre contaba cuando necesitaba que me mostraran las cosas como realmente eran, y cuando no también, ya que sin importar el tema en cuestión siempre me daba su opinión. 

Cuando cumplí dieciocho dejé la medicación y Martha empezó a venir más seguido, logró sacarme de ese lugar y nos fuimos a vivir juntas. Éramos inseparables, pero no siempre me trababa como una igual. Siempre me pedía que me espabilara y que me diera cuenta de cómo eran las cosas. Era muy directa conmigo, no le gustaba que socializara demasiado, debido a que ella creía que cuando yo conocía a alguien bajaba la guardia.

A pesar del nombre de mujer mayor que le pusieron, ella no lucía tan vieja como era de esperar. Como mis ojos la veía era realmente todo lo que yo no era: linda, rubia y esbelta. La primera vez que coincidimos en algo, era en que debía buscarme un trabajo y dejar de vagar. Busqué anuncios y me dirigí hacia un bar que había a la vuelta y ahí fue cuando vi por primera vez a mi gran amor.

Jorge, el dueño del bar, era muy bello. Tenía una melena de rulos morocha, una brillante sonrisa y un hermoso acento que hacía notar su lugar de procedencia. Era de Chile, y había llegado hacía algunos años a la Argentina para cumplir su sueño de  tener un bar en Puerto Madero. Realicé la entrevista y a pesar de no tener experiencia se ofreció a enseñarme todo lo necesario. Conseguí el trabajo y regresé a casa para contarle a Martha la buena noticia.

No reaccionó de la manera que esperaba, pero al menos el salario era digno y Jorge era un amor, creo que notaba que sentía algo por él, es más, tal vez fue la razón por la que me dio el trabajo en primer lugar. Un par de semanas después comenzamos a hacernos más cercanos, una noche se quedó a limpiar el lugar y me quedé para darle una mano, estaba nerviosa porque enserio me gustaba. Tuvimos un pequeño acercamiento accidental y nos dimos un beso. A la semana siguiente comenzamos a salir, fue justo cuando empecé a sentir a Martha alejarse. Asumí que era porque estaba celosa de mi relación con Jorge así que no le di importancia, siempre hacia los mismos berrinches cuando me gustaba alguien. O tal vez fue el hecho de que nunca traje a Jorge a casa para que la conociera, aunque ella tampoco mostró ningún interés en conocerlo. Yo no necesitaba su permiso para salir con alguien a estas alturas.

Con el paso de los meses, se adaptó a mi relación con Jorge y ya no me hacía tanto escándalo a menos que me quedara a dormir en su casa, cosa que ocurría cada vez más seguido porque llevábamos casi un año de relación.

Antes de cumplir mis veinte años ya vivíamos juntos, las cosas se pusieron muy confusas durante un par de meses porque Jorge estaba distante, no atendía el teléfono ni tampoco me contestaba los mensajes.

Martha seguía susceptible porque me había mudado, hasta que un día me contó que Jorge me estaba ocultando algo. Que ella sabía, aunque yo no le había dicho, no quise hacerle caso porque pensé que deliraba. Me dijo que yo estaba cegada por el amor, pero que iba a salir herida si continuaba la relación ese joven. Ahí fue cuando decidí prestar atención a lo que me estaba contando.

Al escuchar todo lo que decía sobre este, noté que realmente le importaba mi  relación pero que todavía sentía la necesidad de controlarme, el constante deseo de  protegerme. ¿Cómo culparla? Era parte de su naturaleza. Me llevó hasta la vereda del bar y ahí estaba él, compartiendo una cerveza con una  chica que yo no conocía.

Martha me miró, sonrió dulcemente y susurró:

 -Quédate acá que voy a entrar-. Abrió la puerta y Jorge exclamó sorprendido:

 -Sofía, ¿qué estás haciendo aquí? -.

A lo que Martha respondió:

-Sofía no vino, además a las preguntas las voy a hacer yo.  ¿Quién es la mina y qué carajo están haciendo? -. 

La chica miró sorprendida intentando entender qué pasaba, Jorge miró a Martha muy  confundido e intentando calmarla contestó:

 -Sofía por favor, bajá un cambio y déjame  explicarte. ¿Por qué actúas  así? -. 

- Hay muchas preguntas Jorgito… pero las de “¿por qué?” son mis preferidas manifestó sonriente -sin embargo, la única que necesito que me respondas es y la voy a preguntar solo una vez más. ¿Quién es esta y qué se supone que están haciendo? - repitió mientras tomaba una botella de la barra.

Jorge abrió sus ojos alerta al ver que las intenciones con esa botella no eran buenas y afirmó temeroso:

-Sé que se ve mal pero no es lo que estás pensando Sofí, bajá la  botella vamos a hablar como gente normal-.

Martha perdió la paciencia, se acercó y golpeó la cabeza de la chica partiendo así la botella y quedándose con la parte filosa de la misma en la mano. 

No lograba moverme, estaba en shock. No sabía cómo reaccionar ante la situación en la que Martha nos estaba metiendo. De repente Martha se abalanzó sobre Jorge y advirtió:

-Última oportunidad de decir la verdad querido piropero, sinceramente todavía no  descifro cómo es que no se dio cuenta- dijo en un tono amenazante mientras lo  tomaba del cuello, punzando la botella rota en el medio de su pecho. 

-Mi intención nunca fue lastimarte Sofía, vos me conocei perfecto- expresó Jorge mientras desprendía un grito de dolor- Sabei que me pongo nervioso cuando me  llaman y estoy ocupado. Estaba armando la pedida de mano más romántica que  podías imaginar- expuso señalando su bolsillo - quería pedirte matrimonio y consagrai  nuestro eterno…- antes de poder terminar Martha acabó de enterrar la botella en su  pecho y culminó la frase:

-Amor, eterno amor, ibas a decir. ¿No?, no me sorprende. Mentiras y más mentiras…  estoy tan harta de tus mentiras- suspiró decepcionada mientras recitaba el refrán que Jorge no pudo.

Irrumpí en el bar con lágrimas en los ojos, la observé sorprendida y dije:

¿Cómo pudiste matar al amor de mi vida? Sabías muy bien que lo amaba- grité eufórica- ¿Cómo sabías el final de la frase?

Era nuestro, nunca se lo había dicho. A lo que respondió:

-Todavía no entendiste, ¿no?, yo no existo más que psicológicamente. Es más, esta conversación ni siquiera está pasando, son solo tus pensamientos vomitando las palabras que éstas inventando para justificar tus actos, como el hecho de que le reventaste una botella en la cabeza a esa pobre muchacha y, claro que apuñalaste a Jorge- exclamó tranquila en tono cínico.

-¡Yo no hice nada, vos hiciste todo esto!-le grité.

-No mi amor, todavía no caes, soy el fruto de tu imaginación en respuesta a todo lo que sufriste- anunció serena mientras se desvanecía.

Mi cerebro no entendía la situación, cuando de un momento a otro, Martha había desaparecido y yo me encontraba gritando con desesperación a un reflejo mío en el espejo del mostrador.

Empecé a hiperventilar y miré a Jorge, la sangre había manchado su camisa blanca.  Ahí lo comprendí, él estaba muerto y esa chica estaba inconsciente por mi culpa, nunca fue Martha. El verdadero monstruo siempre había sido yo.

Por fin entendí porque creía que Martha era una controladora, y en ese momento se mostró por última vez para decirme lo siguiente:

-Yo nunca intente controlarte So, soy la mezcla entre lo que vos siempre quisiste ser; y la parte tuya que no conocías, la parte que sin querer borraste después de matar a tu papá, después de todo lo que sufriste tu cerebro reaccionó de otra manera e intentó mantenerse cuerdo tapando todo lo inmensamente doloroso-.

Luego de analizar todo durante un par de minutos, llegué a la conclusión de que todo era cierto, yo maté a mi papá y a mi adorado Jorge, mi primer y último amor, si me vieras ahora llorando por vos creerías que son lágrimas falsas después del horrible acto que cometí cuando solamente querías hacer algo lindo, con esta chica que aún  no sé quién es y posiblemente nunca sepa. Llegó la hora de hacerme cargo del destino que me espera- dije mientras tomaba uno de los cristales rotos, que luego usaría para abrir mis venas y finalmente morir en la agonía consciente que tomaba el no hacerme cargo de los atroces actos que había cometido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario