Evitable
Martina Bega Bibbo, alumna de la E.E.S. N° 3 “Carmelo Sánchez” –
Sentía las pequeñas gotas de lluvia empapar mi gabardina negra. Las molestas luces azules de la patrulla comenzaban a estresarme y apenas llevaba diez minutos en el barrio. Desde mi posición observaba el panorama, por un lado, un grupo de civiles estaba posicionado detrás de la cinta policial tratando de obtener un primer plano de lo que había sucedido dentro de la descuidada casa, mientras que dos reporteros no dejaban de incordiar con preguntas a los oficiales que estaban a nada de perder la paciencia.
Una conocida sombra se cernió a mi derecha.
—Teniente Cross.
El hombre ni siquiera se molestó en responder, simplemente con una mirada hizo que lo siguiera. A pasos rápidos nos dirigimos hacia la casa, donde un grupo de oficiales entraban y salían. Fuera de la vivienda, una pequeña rubia, Alice, nos estaba esperando con cara de pocos amigos.
—Buenas noches, Alice— pronunció.
—Ya estaba creyendo que no iba a venir, Teniente— bufó la rubia.
—Ese era el plan hasta que me llamaron.
Alice rodó los ojos, acostumbrada al humor de su jefe. Con una pequeña seña nos indicó que la siguiéramos al interior. El olor a podrido me golpeó, obligándome a reprimir una mueca. El lugar no era muy amplio, no hizo falta moverse mucho para encontrarse con la escena.
—El propietario de la casa reportó que el inquilino llevaba tres meses sin pagar la renta, entonces pasó a ver qué estaba ocurriendo, y fue entonces cuando encontró el cuerpo— anunció Alice— El nombre de la víctima es Charles Adams, historial por robo y agresión agravada. Los vecinos dijeron que vivía con su hijo, pero cuando llegamos no estaba.
—Viendo como esta, no había que venir corriendo en plena noche— masculló el teniente.
—Parece que lleva aquí unas tres semanas— deduje— Sabremos más cuando llegué el forense.
—¿La cerradura fue forzada? — preguntó.
—No— confirmó Alice— La puerta tenía seguro por dentro, por lo que el asesino debió entrar y salir por la puerta trasera.
—¿Qué sabemos de su hijo? —
—No mucho, las evidencias lo culpan a él, hay rastros de sangre que coinciden con la suya, y un cuchillo, posiblemente, el arma del crimen— respondió la rubia haciendo una mueca— Yo necesito tomar aire, pero siéntanse como en casa, estaré afuera por si me necesitan.
No esperé ninguna orden por parte de mi supervisor y con nada más que un asentimiento de cabeza, dirigí mis pasos hacia la cocina. Había algunas cosas fuera de lugar, rastros de sangre seca y un bate tirado detrás de la mesa. La sangre en el bate evidenciaban que lo habían usado violentamente contra alguien, pero no en Charles, ya que no tenía ningún golpe con esas características. No quedaba nada que no hubiera sido revisado ya, por lo que volví con el Teniente a la misma habitación del inició, donde se encontraba el cuerpo y unas cuantas botellas de alcohol vacías esparcidas por toda la habitación. A pesar del mal estado del cuerpo, era capaz de ver pequeños orificios por todo el abdomen de la víctima. Lo apuñalaron 17 veces.
—Teniente— lo llamé— Creo que tengo una idea de lo que pasó.
—¿De verdad? — respondió aburrido— Ilumíname, Mason, soy todo oídos.
—Todo comenzó en la cocina.
El teniente asintió— Hay evidencias de lucha, la cuestión es, qué sucedió exactamente.
—Deduzco que la víctima atacó a su agresor con el bate— expliqué— Luego, el atacante apuñaló a la víctima, pero por la cantidad de sangre en la cocina, no fueron más de dos veces, otorgándole a la víctima las fuerzas necesarias para huir a la sala.
—Trato de escapar de su agresor. Sí tiene sentido.
—El atacante lo siguió hasta aquí tomándolo por detrás y empujándolo al suelo para seguir arremetiendo contra él.
—Tu teoría no es tan ridícula, pero no nos explica a dónde se fue su hijo.
—El bate debe de haberlo dañado de gravedad, por lo que no pudo haberse ido muy lejos.
El teniente Cross asintió. Luego de dar un último vistazo nos movimos hacia la salida, pues ya no nos quedaba nada por hacer ahí. Nos dirigimos hacia nuestros autos, despidiéndonos con un ligero asentimiento de cabeza.
Cinco días pasaron desde que habíamos estado en la casa. Mi rutina se había resumido a averiguar dónde se encontraba Clay Adams, el hijo de Charles. O por lo menos así lo era, hasta que el Teniente Cross dijo las dos palabras que tanto quería escuchar.
—Lo encontramos.
Podía ver a través del gran cristal de la sala de interrogatorios, como la expresión de mi jefe se tornaba más furiosa. Clay no respondía sus preguntas, pero no era capaz de disimular el nerviosismo en su rostro. Los minutos siguieron corriendo, hasta que mi jefe golpeó la mesa con las palmas de sus manos, saliendo hecho una furia de la habitación.
—Perdemos el tiempo interrogándolo, no le sacaremos nada.
—Podríamos forzarlo un poco— propuso Evan, uno de los agentes que estaba en la habitación— De todas formas, no saldrá de aquí.
—Solamente lo dañaríamos y aun así no dirá nada— respondí.
—Muy bien sabelotodo. Entonces, ¿qué hacemos?
—Quizás pueda interrogarlo.
El teniente se encogió de hombros sentándose en su silla.
—Adelante, el sospechoso es todo tuyo.
Antes de que Evan pudiera refutar, me adentre en la pequeña habitación. Clay no hizo el intento de levantar la mirada de sus manos cuando entre. Suspirando, me acerqué a la mesa y me senté en la silla frente a la suya, tomando el expediente que descansaba sobre la mesa. Fui capaz de distinguir golpes que ya estaban sanados, por todo su rostro y brazos. Lo que más captó mi atención, fueron unas pequeñas marcas de quemaduras en su muñeca derecha.
—Mi nombre es Mason— me presente— Cuéntame de ti, ¿Cuál es tu nombre?
Nada. Siguió mirando sus manos.
Abrí el expediente llegando al apartado de las fotos del cadáver de Charles. Los puse frente a él, para que enfocara su vista en las imágenes.
—¿Lo reconoces? — inquirí— Lo apuñalaron 17 veces.
Volvió a ignorarme.
—Escucha, sé por todo lo que has pasado, pero tienes que ayudarme a entender qué pasó.
Silencio.
—Creo que no comprendes la situación. Asesinaste a un hombre. Ellos van a encerrarte si no empiezas a hablar— Seguí presionando.
—Me van a encerrar, ¿Verdad?
—Si no colaboras lo van a hacer— confirmé.
—No quiero que me lleven— susurró.
—Entonces confiesa.
—Yo… No puedo— negó con la cabeza.
Debía seguir presionando si quería obtener información. Golpeé con mi puño la mesa y comencé.
—17 puñaladas, querías asegurarte de acabar con él, ¿Eh? ¿Sentiste ira? ¿Odio? — insistí— Estaba sangrando, suplicando por clemencia, ¡Pero tú lo apuñalaste una y otra vez!
—Por favor, déjame en paz…— suplicó
—Sé que tú lo mataste— lo ignoré— ¿Por qué no lo reconoces?
—Ya basta…
—Solo di “¡Yo lo maté!” ¿Tanto te cuentas decirlo?
—¡Basta!, ¡No más, no más!
—De acuerdo, de acuerdo…—lo tranquilicé— Ya verás que todo va a estar bien. Sabes algo, no digas nada, a fin de cuentas, no sé ni porqué me preocupo, no es mi asunto, porque al que están acusando no es a mí, ¿Verdad?
Silencio.
—Confiesa y te prometo que no dejaré que te hagan daño.
Estaba esperando que se quedara en silencio de nuevo, pero no fue así.
—Me torturaba todos los días… Yo hacía lo que me pedía, pero siempre había algo mal — confesó— Y ese día, tomó un bate y empezó a golpearme con él… Sentí miedo, miedo de morir. Así que, tomé el cuchillo y lo apuñalé en el estómago. Me sentí mejor.
Cuando enfrenté sus ojos con los míos los encontré llenos de lágrimas.
—Había mucha sangre…
Sus palabras seguían dando vueltas en mi cabeza. Mi mirada se encontró con la del teniente por unos pocos segundos, en los que entendí que ya no había nada más que hacer.
—He acabado.
Me levanté de mi asiento cuando los guardias entraron para llevárselo.
—¡Déjenme en paz! ¡No me toquen!
El semblante desdeñoso de Evan se hizo presente en el cuarto.
—¿Van a sacarlo de una vez o seguirán ahí parados? — cuestionó.
Tuve que moverme hacía la izquierda cuando dos hombres tomaron a Clay de ambos brazos, para sacarlo a base de empujones del cuarto.
A pasos lentos me moví hacia la salida, sumergiéndome en la oscuridad del pasillo, observando la mirada apagada de mi supervisor. Sabía que no había nada más para hacer. Tal vez si alguien hubiera intervenido todo esto se podría haber evitado. Clay se libró de la jaula de violencia que su padre le había impuesto, a costa de entrar a una mucho peor. Aun estando muerto, Charles atormentará a Clay por el resto de su vida, pues las heridas siempre dejarán una marca de lo vivido, para recordarte que todo lo que pasó fue real.
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