Todo comenzó hace
2 semanas a la mañana cuando mi familia y yo íbamos a una estancia. Mi nombre
es Tobías y mi familia es la siguiente: mi mamá es alta, flaquita y hermosa
como las flores, ella se llama María. Mi papá se llama Pedro y es bajito y
morocho como el barro. Además, tengo hermanos gemelos, que son pelirrojos como
tomates, ellos se llaman Emanuel e Ignacio.
En el viaje a la
estancia vi una casita que me pareció muy rara… ¿Qué era eso tan raro? La
casita era marrón, pequeña hecha con barro y con forma circular. Al rato me
olvidé de eso y no le di más importancia.
Cuando llegamos a la estancia, conocimos a
un hombre muy feo con un bigote blanco como la nieve y largo como un tallarín,
el se llamaba Domingo pero como no le gustaba su nombre, todos le decían Pepe.
Él nos hizo recorrer todo el lugar y finalmente llegamos a un galpón que estaba
en el fondo de la estancia, en él, vi muchísimas casitas de las que había visto
esa mañana. En ese momento, le pregunté a mi papá de qué era esa casita, y él
me respondió que era de un pajarito llamado hornero. Lo que me dio mucha
curiosidad fue que… ¿Por qué este hombre tenía todas estas casitas en su
galpón? Entonces le pregunté, pero él se hizo el distraído y se quedó hablando
con mis padres, organizando para volver a verse la próxima semana.
Cuando llegamos a
mi casa, empecé a investigar sobre el hornero. Lo primero que encontré en las
enciclopedias y en las computadoras fue que los horneros eran una especie en
extinción y que sus nidos los rompían o se los robaban las personas para
decorar. Al ver eso, me enojé mucho con Pepe y pensé cómo podía hacer para qué
él cambie de opinión y no siga robándole sus nidos a los horneros.
Después de pensar
y pensar, se me ocurrió un plan que consistió en…
A la semana
siguiente, cuando fuimos nuevamente con mi familia a la estancia de Pepe, hablé
con él, porque antes de realizar el plan debería saber si no estaba arrepentido
de lo que había hecho o si no seguiría robando nidos de hornero, pero como lo
que me respondió fue todo lo contrario a lo que yo quería que respondiera, empecé
el plan.
Arreglé una casa
abandonada que estaba en la esquina de la estancia de Pepe, y se la presenté a
él para que viva ahí. La casa había quedado tan hermosa que Pepe se encariñó de
una manera que no salió ni por un momento. Además no podía entrar nadie más que
él.
Después de tres
días, cuando mis papás me llevaron a visitar nuevamente a Pepe fui al frente de
su casa nueva, toque el timbre y cuando abrió la puerta para ver quién era,
entré rápidamente y le enseñé fotos de casas destruidas y personas que se
quedaban sin hogar. En ese momento lo vi a Pepe salir corriendo.
Cuando salí de la
casa de Pepe lo vi llorando y le dije – ¿Ahora comprendés a los horneros?- y él
salió corriendo rápido como una liebre hasta su estancia. En ese momento lo seguí
y mientras caminaba, pensaba que se había ido por vergüenza o porque no me
quería escuchar, pero me equivoqué… Cuando llegué, él estaba sacando todos los
nidos de hornero de su casa acomodándolos sobre un gran árbol, dándoles comida
y agua, y los cuidó por muchísimo tiempo.
Camino a casa
volví pensando en que me sentía feliz por haber podido ayudar a los horneros,
pero también me sentí orgulloso de Pepe por haber cambiado de opinión en solo
un día.
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