martes, 11 de noviembre de 2014

Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” “EL REGRESO EN ABRIL” - Por Valentina Scorza

  Julio era  maestro de grado en una escuela primaria, vivía  con su familia en Iruya, un pueblito muy pintoresco situado en las alturas en la provincia de Salta, posee árboles añosos y se encuentra rodeado de hermosas montañas.
 Por esos días esperaba impaciente la llegada de su  primera hija “Abril”. Una mañana como todas, preparó su guardapolvo  blanco, su maletín de trabajo y se sorprendió al observar un extraño sobre en la mesa. ¿Quién lo habría traído? ¿Qué dirá? ¿Serán buenas noticias?...
  Era un aviso inesperado, su cara empalideció de golpe, miró a su esposa asombrado y de sus ojos brotaron ríos de agua salada. Con la voz entrecortada le explicó, que debía ir a las Islas Malvinas, pero no a pasear, sino, a la guerra. Se produjo un minuto de silencio, su esposa se puso a llorar, él trató de calmarla, pero no pudo…
   Pasaron dos semanas y llegó el día, levantó  unas pocas cosas, entre ellas, una manta tejida por su madre.  Fue hacia el lugar de partida y emprendió el viaje.
  Todos sus compañeros estaban tensos y nerviosos, él se encontraba tranquilo porque presentía el regreso. Subió al avión y con la cabeza baja miró por última vez a su esposa, con esas miradas que nunca se olvidan.
  Después de una extensa siesta, sintió un escalofrío que poco a poco fue  recorriendo su cuerpo, miró alrededor y observó un paisaje  cubierto de nieve blanca. Ni bien pisó el suelo comenzó a sentir el silencio aterrador de la guerra, se ocultó detrás de las rocas con mucho cuidado sin que nadie lo divisara. Al caer la noche lo sorprendió un enemigo tratando de clavarle un arma blanca por la espalda, pero antes de que esto sucediera Julio luchó y logró escapar a las trincheras, consiguiendo que este le perdiera  el rastro. Pensó en “Abril” y su esposa, se quedó dormido envuelto con el calor de las manos de su madre guardado en aquel tejido. Al despertar escuchó  “Alto el fuego”… con una sonrisa de oreja a oreja abrazó a sus pocos compañeros sobrevivientes y partieron hacia sus hogares.

  Historias como estas parecen comunes, pero no es común el sufrimiento, la espera y el dolor de los que fueron y de los que esperaron ansiosos cada segundo.

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