Un día un niño llamado Fafnir, estaba trepado a un árbol muy
alto. Había nubes y la presencia de una fuerte tormenta. De pronto el cielo se
oscureció más aún, surgió un viento
endemoniado y apareció un tornado que sacó al árbol de raíz. Fatnir salió disparado
con él y una rama le golpeó la cabeza dejándolo inconsciente. Más tarde se
despertó y estaba abrazado al árbol con algunas heridas importantes. De pronto
apareció una figura frente a él. Era como una serpiente gigante con patas de
león y cuernos de alce. Esa criatura se le acercó despacio y aunque su aspecto
atemorizaba, sus ojos tenían una mirada dulce. Parecía tierno y cariñoso.
Cuando estaba a menos de un metro de distancia abrió la boca, sacó la lengua
muy larga y le lamió las heridas más
graves. Todas cicatrizaron. El niño extendió el brazo y le acarició la cabeza.
Una gran amistada surgió entre ellos.
Estruendo.
Hubo una explosión en el aire que los aturdió, se abrió como un portal en el
cielo y acto seguido apareció otra serpiente muy grande con alas de águila. El
niño, sin dudar un segundo, le dijo a la criatura que era su amiga, que se
escondiera con él en el árbol (ya que temblaba de miedo). Cuando la serpiente
los vio, escupió una bocanada de fuego. El niño salió corriendo, pero esa serpiente
lo siguió rápidamente. De pronto Fafnir tropezó y en un instante pensó que la
serpiente lo mataría, pero la criatura se abalanzó sobre la serpiente, la
envolvió con sus patas y las dos se trenzaron en una lucha titánica, sin igual.
Estampido.
Como un rayo. Luego una luz muy blanca y como si nunca nada hubiera ocurrido, la criatura y la serpiente se desvanecieron, Fafnir asustado y
desconcertado se fue corriendo al pueblo.
Días
después, Fafnir intentó incorporarse de a poco. Le dolía todo el cuerpo y se
encontraba en la cama de un hospital. Su brazo derecho estaba enyesado. Su mamá
lo abrazó con lágrimas en los ojos. Él intentó contare lo ocurrido.
La tormenta, el tornado, el árbol disparado con él, la
criatura de la mirada dulce, la serpiente que quiso matarlo…
Su madre lo
miraba sin detenerlo hasta que dijo:” Es un milagro que no te hayas matado al
caerte del árbol Fafnir, los médicos me
daban pocas esperanzas de que despertaras”…
Fafnir
aún no reaccionaba a la realidad. Fue
tan real su aventura…
Cuando su
madre lo abrazó nuevamente, le tomó el rostro entre sus manos y lo miró a los
ojos dándole un gran beso y en ese mismo momento Fafnir pareció recordar la
mirada dulce de la criatura que lo había salvado. Y entonces la abrazó más
fuerte aún.
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