Cuando me despierto veo a mi
dulce hermana Priscila, o Pri como me gusta llamarla a mí, acostada junto a mí.
Es una jovencita de doce años de edad, tiene una cara pálida y unos sedosos
cabellos rubios que le llegan hasta la cintura. Soy la encargada de que no le
falte nada desde la partida de mis padres. Esa trágica expolición sucedió hace ya varios años y desde entonces
me dedico a las labores de la casa. En un principio me pareció bastante
complicado, pero con el paso del tiempo se me fue haciendo una costumbre. Mi primo
George se encarga de traerme todos los días las provisiones que necesito. Es un
muchacho muy fortachón y audaz, estoy eternamente agradecida por lo que está
haciendo por nosotras.
Al levantarme, prendo la
televisión y comienzo a prepararme un enorme desayuno, porque sé que hoy será
un día muy agotador, debo ir a la casa de la anciana Helen a realizarle algunos
trabajos en su jardín. Me considero muy detallista y a la hora de trabajar con
flores soy una experta. Esa es mi manera de ganarme la vida, igualmente recién
estoy empezando y estoy muy segura de que con el paso del tiempo podré mejorar
aún más.
Prometí a Helen estar en su casa a las ocho de la mañana en
punto, la conozco demasiado y sé que no soportará que llegue tarde. Esta
anciana era muy amiga de mi madre, antes de su fallecimiento ellas se visitaban
mucho, si mal no recuerdo ambas fueron juntas a la escuela.
Una vez dentro de la vivienda, me
lleva hacia su enorme y desgastado jardín trasero y comienza a darme algunas
indicaciones que debo cumplir: podar los árboles frutales cuidadosamente sin
dañarlos, plantar tulipanes a lo largo del interminable camino que no sé dónde
llegará y colocar un verde césped en ciertos lugares indicados. Sinceramente
tengo que darle vida a este desolado jardín, seguramente hace años que nadie
toca nada, pero se observa a simple vista que antes de ser este despreciable y
oscuro territorio era un espacio colmado por infinidades de flores, lleno de
mariposas que se posaban sobre ellas todos los días del año.
Comencé mi labor plantando una
gran cantidad de tulipanes en el camino. Mi curiosidad me llevó a caminar por
el sendero, sin saber dónde me estaba conduciendo. Cada vez que avanzaba el camino se iba haciendo más estrecho por
los incontables árboles que aparecían. Cuando decidí volver, me fue imposible, me
sentí desorientada y caminé tratando de encontrar alguna salida posible.
Algo me llamó mucho la atención,
era un árbol, era muy diferente al resto, tenía algo que los otros no, pero no
podía saber qué. Tomé la decisión de acercarme a él. Su madera era distinta a
la de los demás, sus hojas eran de un color rojizo, y contenía unos diminutos
frutos muy similares a una fresa. De repente, sus flexibles ramas me tomaron de
la cintura. Su torso se abrió y me introdujo dentro. Pedí ayuda, pero fue en
vano, porque estaba solamente yo en aquel lugar.
Cuando logré despertarme me
encontré en un mundo nuevo, estaba tendida en el suelo y desde allí observé los
distintos pájaros que volaban sobre mí, que nunca en mi vida había visto
siquiera en fotos. Había incontables flores, de todos los tamaños y colores,
animales que nunca en mi vida los hubiese imaginado, parecían mutaciones. Era
sorprendente.
Tomé fuerzas y me levanté, aún me
encontraba mareada y no entendía nada de lo sucedido. Logré observar muy a lo
lejos una aldea y sin dudarlo fui hacia ella. Al cabo de unos minutos me
encontraba en el sitio deseado. Caminé por las calles de tierra varias cuadras,
donde vi que personas de carne y hueso como yo, vestidas de una manera muy rara
a mi entender, salían de una pequeña parroquia construida de piedra.
Al verme todos lanzaron un grito
y se acercaron diciéndome que yo era la elegida. Me condujeron a una vivienda,
me sentaron en una silla y comenzaron a explicarme todo: según una antigua
profecía, una muchacha extrajera, de ciertas características físicas muy
similares a las mías, debía liberarlos de la tortura de la Reina Osella, que
los obligaba a mandar a sus hijos a los diez años de edad a su castillo, de lo
contrario sufrirían terribles castigos por el resto de su vida. Nadie sabía
para qué utilizaba a los niños, aunque había varias teorías, algunos decían que
los usaban para alimentar a una terrible bestia que se encontraba encerrada
hacía ya varios años, otros contaban que transformaba en esclavos para mantener
en perfectas condiciones al castillo, pero como la labor era demasiado
complicada, muchos fallecían al poco tiempo.
Una mujer se acercó hacia mí y
comenzó a contarme la historia de cómo le habían quitado a sus dos niños,
Eusebio y Cameron, ambos eran gemelos y fueron tomados por cuatro guardias que
se acercaron a su vivienda. Ella no mostró resistencia, según me dijo, pero
nunca iba a perder las esperanzas de que algún día regresasen sanos y salvos.
Antes de que se fuera le pregunté cómo podía regresar a mi casa, ella me
comentó que quien mataba a la Reina podría pedir un deseo. Cuando quise darle
las gracias había desaparecido de una forma muy misteriosa.
Reuní a la muchedumbre que se
encontraba en el lugar, los hice callar y acepté liberarlos.
A la mañana siguiente, varios
hombres me equiparon con las provisiones que iba a necesitar: una espada, un
escudo elaborado de madera, medicinas, y un pequeño bolso con comida. En menos
de una hora ya estaba preparada para salir. La gente estaba muy agradecida
conmigo y prometieron jamás olvidarme. Me señalaron el camino y comencé a
caminar en esa dirección. El castillo no estaba muy alejado
Todo marchaba bien por el
momento, ya estaba próxima a llegar pero antes debía cruzar una enorme muralla
que rodeaba la estructura de piedra. Recordé que contenía una soga en la
mochila, la tomé y al cabo de un tiempo ya estaba del otro lado del paredón.
Ingresé por una enorme puerta de madera, subí por una
resistente escalera y entré en una habitación donde se encontraba Osella, quien
no se asombró al verme, y exclamó que me estaba esperando. Tomó su espada y
comenzó una pelea. Yo sabía que esta sería la única posibilidad para volver a
casa y poder estar junto a Pri nuevamente. Me torturaba pensar que podría no
verla nunca más y si lograse regresar lo primero que haría iba a ser abrazarla
con todas mis fuerzas. Sin rendirme, aún con las grandes heridas sufridas en la
batalla, logré atravesar el corazón de la Reina luego de varios forcejeos..
Cerré los ojos y silenciosamente pedí mi deseo.
Al cabo de un instante una luz
azul me inmovilizó y me llevó nuevamente a mi hogar. Al llegar oí un grito de
mi hermana, quien estaba con George que había estado cuidándola en los días de
mi ausencia. Comencé a besarlos y a llorar de felicidad.
Estuve varias horas contándoles lo sucedido. Estoy muy
convencida de que me creyeron, aunque parezca muy sobre natural.
Luego de un año mi vida siguió
siendo siempre la misma, me convertí en una excelente jardinera, mi primo logró
casarse y se mudó a otra ciudad, Helen debió ser internada por demencia y su
casa quedó deshabitada. Pri está muy ansiosa porque en unos días va a cumplir
trece años de edad y yo ya le he comprado su regalo que ha deseado durante
varios años: un costoso vestido largo de color rojo con delicados detalles en
oro.
Resulta que ayer misteriosamente
apareció sobre mi cama una carta con fotos de aquella mujer que me había dicho
como volver a casa, con sus dos hijos que habían vuelto a su hogar. Se los veía
muy felices a los tres juntos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario