domingo, 9 de noviembre de 2014

CONTATE UN CUENTO VII - MENCIÓN DE HONOR DE CATEGORÍA C “La elegida” Por Eugenio Cuccioletta – alumno de 3º año de la Escuela Leopoldo Lugones de Santa Fe

Cuando me despierto veo a mi dulce hermana Priscila, o Pri como me gusta llamarla a mí, acostada junto a mí. Es una jovencita de doce años de edad, tiene una cara pálida y unos sedosos cabellos rubios que le llegan hasta la cintura. Soy la encargada de que no le falte nada desde la partida de mis padres. Esa trágica expolición  sucedió hace ya varios años y desde entonces me dedico a las labores de la casa. En un principio me pareció bastante complicado, pero con el paso del tiempo se me fue haciendo una costumbre. Mi primo George se encarga de traerme todos los días las provisiones que necesito. Es un muchacho muy fortachón y audaz, estoy eternamente agradecida por lo que está haciendo por nosotras.
Al levantarme, prendo la televisión y comienzo a prepararme un enorme desayuno, porque sé que hoy será un día muy agotador, debo ir a la casa de la anciana Helen a realizarle algunos trabajos en su jardín. Me considero muy detallista y a la hora de trabajar con flores soy una experta. Esa es mi manera de ganarme la vida, igualmente recién estoy empezando y estoy muy segura de que con el paso del tiempo podré mejorar aún más. 
Prometí a Helen estar en su casa a las ocho de la mañana en punto, la conozco demasiado y sé que no soportará que llegue tarde. Esta anciana era muy amiga de mi madre, antes de su fallecimiento ellas se visitaban mucho, si mal no recuerdo ambas fueron juntas a la escuela.
Una vez dentro de la vivienda, me lleva hacia su enorme y desgastado jardín trasero y comienza a darme algunas indicaciones que debo cumplir: podar los árboles frutales cuidadosamente sin dañarlos, plantar tulipanes a lo largo del interminable camino que no sé dónde llegará y colocar un verde césped en ciertos lugares indicados. Sinceramente tengo que darle vida a este desolado jardín, seguramente hace años que nadie toca nada, pero se observa a simple vista que antes de ser este despreciable y oscuro territorio era un espacio colmado por infinidades de flores, lleno de mariposas que se posaban sobre ellas todos los días del año.
Comencé mi labor plantando una gran cantidad de tulipanes en el camino. Mi curiosidad me llevó a caminar por el sendero, sin saber dónde me estaba conduciendo.  Cada vez que avanzaba el camino se iba haciendo más estrecho por los incontables árboles que aparecían. Cuando decidí volver, me fue imposible, me sentí desorientada y caminé tratando de encontrar alguna salida posible.
Algo me llamó mucho la atención, era un árbol, era muy diferente al resto, tenía algo que los otros no, pero no podía saber qué. Tomé la decisión de acercarme a él. Su madera era distinta a la de los demás, sus hojas eran de un color rojizo, y contenía unos diminutos frutos muy similares a una fresa. De repente, sus flexibles ramas me tomaron de la cintura. Su torso se abrió y me introdujo dentro. Pedí ayuda, pero fue en vano, porque estaba solamente yo en aquel lugar.
Cuando logré despertarme me encontré en un mundo nuevo, estaba tendida en el suelo y desde allí observé los distintos pájaros que volaban sobre mí, que nunca en mi vida había visto siquiera en fotos. Había incontables flores, de todos los tamaños y colores, animales que nunca en mi vida los hubiese imaginado, parecían mutaciones. Era sorprendente.
Tomé fuerzas y me levanté, aún me encontraba mareada y no entendía nada de lo sucedido. Logré observar muy a lo lejos una aldea y sin dudarlo fui hacia ella. Al cabo de unos minutos me encontraba en el sitio deseado. Caminé por las calles de tierra varias cuadras, donde vi que personas de carne y hueso como yo, vestidas de una manera muy rara a mi entender, salían de una pequeña parroquia construida de piedra.
Al verme todos lanzaron un grito y se acercaron diciéndome que yo era la elegida. Me condujeron a una vivienda, me sentaron en una silla y comenzaron a explicarme todo: según una antigua profecía, una muchacha extrajera, de ciertas características físicas muy similares a las mías, debía liberarlos de la tortura de la Reina Osella, que los obligaba a mandar a sus hijos a los diez años de edad a su castillo, de lo contrario sufrirían terribles castigos por el resto de su vida. Nadie sabía para qué utilizaba a los niños, aunque había varias teorías, algunos decían que los usaban para alimentar a una terrible bestia que se encontraba encerrada hacía ya varios años, otros contaban que transformaba en esclavos para mantener en perfectas condiciones al castillo, pero como la labor era demasiado complicada, muchos fallecían al poco tiempo.
Una mujer se acercó hacia mí y comenzó a contarme la historia de cómo le habían quitado a sus dos niños, Eusebio y Cameron, ambos eran gemelos y fueron tomados por cuatro guardias que se acercaron a su vivienda. Ella no mostró resistencia, según me dijo, pero nunca iba a perder las esperanzas de que algún día regresasen sanos y salvos. Antes de que se fuera le pregunté cómo podía regresar a mi casa, ella me comentó que quien mataba a la Reina podría pedir un deseo. Cuando quise darle las gracias había desaparecido de una forma muy misteriosa.
Reuní a la muchedumbre que se encontraba en el lugar, los hice callar y acepté liberarlos.
A la mañana siguiente, varios hombres me equiparon con las provisiones que iba a necesitar: una espada, un escudo elaborado de madera, medicinas, y un pequeño bolso con comida. En menos de una hora ya estaba preparada para salir. La gente estaba muy agradecida conmigo y prometieron jamás olvidarme. Me señalaron el camino y comencé a caminar en esa dirección. El castillo no estaba muy alejado
Todo marchaba bien por el momento, ya estaba próxima a llegar pero antes debía cruzar una enorme muralla que rodeaba la estructura de piedra. Recordé que contenía una soga en la mochila, la tomé y al cabo de un tiempo ya estaba del otro lado del paredón.
Ingresé por una enorme puerta de madera, subí por una resistente escalera y entré en una habitación donde se encontraba Osella, quien no se asombró al verme, y exclamó que me estaba esperando. Tomó su espada y comenzó una pelea. Yo sabía que esta sería la única posibilidad para volver a casa y poder estar junto a Pri nuevamente. Me torturaba pensar que podría no verla nunca más y si lograse regresar lo primero que haría iba a ser abrazarla con todas mis fuerzas. Sin rendirme, aún con las grandes heridas sufridas en la batalla, logré atravesar el corazón de la Reina luego de varios forcejeos.. Cerré los ojos y silenciosamente pedí mi deseo.
Al cabo de un instante una luz azul me inmovilizó y me llevó nuevamente a mi hogar. Al llegar oí un grito de mi hermana, quien estaba con George que había estado cuidándola en los días de mi ausencia. Comencé a besarlos y a llorar de felicidad.
Estuve varias horas contándoles lo sucedido. Estoy muy convencida de que me creyeron, aunque parezca muy sobre natural.
Luego de un año mi vida siguió siendo siempre la misma, me convertí en una excelente jardinera, mi primo logró casarse y se mudó a otra ciudad, Helen debió ser internada por demencia y su casa quedó deshabitada. Pri está muy ansiosa porque en unos días va a cumplir trece años de edad y yo ya le he comprado su regalo que ha deseado durante varios años: un costoso vestido largo de color rojo con delicados detalles en oro.

Resulta que ayer misteriosamente apareció sobre mi cama una carta con fotos de aquella mujer que me había dicho como volver a casa, con sus dos hijos que habían vuelto a su hogar. Se los veía muy felices a los tres juntos.

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