Antes de contar mi historia, voy
a contar un poco de mí. Me llamo Julián y tengo 14 años. Soy muy aventurero, me
gusta el colegio, leer libros, juntarme con mi familia o amigos a charlar. Vivo
con mis papás, Elba y Ernesto, mi hermana Sol y mi perro Shaggy. Gracias a mis
papás nunca me faltó nada. Bueno, sí, algo me falta pero no por culpa de ellos.
Hace tiempo ya que perdí a mi hermano. Él tenía 9 años y yo 11 cuando falleció
sin saber por qué. Los médicos todavía no encuentran la causa. Igual eso no es
lo que me duele, no es el por qué de su muerte, lo difícil es tener que
acostumbrarme a su ausencia. Hace tres años que estoy intentando acostumbrarme
a vivir sin él y sinceramente no puedo dejar de imaginarme cómo sería él ahora,
su relación conmigo, las cosas que hubiéramos hecho juntos, lo que podríamos
hacer ahora y en el futuro. En casa lo extrañamos muchísimo. Hoy en día, trato
de hacer lo posible para sonreír, por un lado por mí, para estar un poco mejor,
y por otro lado por mi familia. No quiero que me vean mal porque los perjudico
a ellos también. Ahora que saben un poco de mí, voy a continuar contando mi
historia.
Estábamos en el patio de casa
jugando con Mati y Flor, mis mejores amigos. Nos habíamos cansado tanto que
decidimos descansar un rato. Mientras tanto, tomábamos una leche con
galletitas. Cuando en un momento, sentí un ruido extraño. Miré hacia la derecha
y en el parque había algo que nunca había visto en mi vida. Parecía mágico. Una
luz muy grande con una pequeña puerta en el medio. Al ver esto, nos quedamos
los tres totalmente paralizados.
- Entrá, Mati ¿a ver? —dije, después
de un rato.
- ¿Qué? ¡Yo no! —contestó — Entrá
vos, Flor.
- Ni loca
- No se peleen. Yo entró.
Me despedí y ahí comenzó la aventura más importante de toda mi
vida.
Cuando abrí la puerta me encandilé. Después, cuando iban
bajando las luces me di cuenta de que estaba en algo parecido a un ascensor.
Era un espacio muy pequeño donde solo cabía yo , lo único que había eran dos letreros que decían “Ahora es posible
viajar por el tiempo” y en el otro “Ingresá el año hasta donde quieras viajar”
y un tablero con números.
Por un momento me quise ir. Pero después reaccioné y pensé
todas las cosas que podría hacer. Tenía la posibilidad de viajar hacia el
futuro, para ver qué sería de mi vida, la de mi familia, la de mis amigos. Pero
luego me di cuenta de que también podía viajar hacia el pasado. Lo primero que
se me ocurrió fue ver a mi hermano
Federico. Y eso hice. Marqué en el tablero el año 2000 y apreté Enter.
La máquina empezó a hacer ruidos raros, se movía, prendía y
apagaba luces. Fue tan instantáneo el viaje que no tuve tiempo de reaccionar
para darme cuenta que iba a ver a Fede, la persona que extrañaba tanto. Cuando
la máquina se tranquilizó, se abrí la puerta y vi que estaba en el mismo lugar
que cuando entré a la máquina. Un día hermoso. Mi casa, el parque, las flores
de mamá. Al parecer no había nadie. Cuando puse un pie en el lugar, la máquina
desapareció. Empecé a mirar hacia todos lados buscando a Fede: izquierda,
derecha, adelante, atrás y nada. Entré a casa, pasé por la cocina y encontré a
mamá cocinando a full: ensalada rusa de un lado, lechón frío por el otro, torre
de panqueques. Era claro: había llegado en Navidad, justo el día en que me
había peleado con Fede. ¡Qué pelea tan horrible! Resulta que mientras él estaba
en la casa de su amigo, estábamos aburridos con Sol y decidimos ir al cine. Al
día siguiente, cuando se enteró, se ofendió demasiado porque pensó que era una
salida de hermanos, tan planeada por nosotros. ¡Por una tontería!
Le pedimos disculpas mil veces y
al fin aceptó por cansancio, pero noté que continuaba un poco ofendido. Desde
ese día lo noté un poco cambiado, pero no le di importancia ya que sabía que
tenía tiempo de sobra para volver a ser como era antes. Lamentablemente, meses
después, ya saben lo que pasó.
Volviendo a mi historia, ahora que estaba con él podía hacer
lo que quisiera. Así que empecé a hacer con él todo lo posible: jugar a la
mancha, a la hamaca, a las escondidas, juegos de mesa o hablar de nosotros. Lo
quería disfrutar al máximo. Llegó la noche y pasamos una Navidad maravillosa.
No podía estar más contento. Brindamos, recibimos regalos de Papá Noel, miramos
los fuegos artificiales. En ese momento me emocioné mucho y abracé a Fede de
una manera que nunca lo había hecho. Lloramos los dos. No sé por qué motivo lo habrá
hecho él, pero yo sentía que ése iba a ser el último abrazo que le iba a dar,
el que tanto esperé y que pensaba que iba a ser imposible. Minutos después
apareció la misma luz que había aparecido esa tarde. Ya me tenía que ir. Sin
dar explicaciones, antes de poner un pie en la máquina, me di vuelta, saludé
con la mano y le grité a mi familia “¡Los amo!”. Subí y volví a esa tarde con
Mati y Flor.
- ¿De dónde venís? — me
preguntaron.
- De la experiencia más hermosa
de mi vida — contesté.
El objetivo principal de
contarles esta historia es, básicamente, para que aquellos que tengan hermanos
(si no es así, a sus primos o seres queridos) los traten como si fuera el
último día que lo vean. Abrácenlos, bésenlos, trátenlos bien. Y sobre todo,
ámenlos. Sé por experiencia que no es fácil, a veces, tener una buena relación
con ellos debido a diferentes razones. Pero si cada día ponemos nuestro
“granito de arena”, quizá podamos tener una mejor relación y no nos
arrepentiremos de nada. Recuerden: disfrútenlos ¡Porque nunca saben hasta
cuándo los van a tener!
No hay comentarios:
Publicar un comentario