domingo, 9 de noviembre de 2014

CONTATE UN CUENTO VII - Ganadora Categoría B “LA MÁQUINA DEL TIEMPO” Por Constanza del Rosario Pérez – alumna de 4 año de la E.S. Nº 3 “Carmelo Sánchez”

Antes de contar mi historia, voy a contar un poco de mí. Me llamo Julián y tengo 14 años. Soy muy aventurero, me gusta el colegio, leer libros, juntarme con mi familia o amigos a charlar. Vivo con mis papás, Elba y Ernesto, mi hermana Sol y mi perro Shaggy. Gracias a mis papás nunca me faltó nada. Bueno, sí, algo me falta pero no por culpa de ellos. Hace tiempo ya que perdí a mi hermano. Él tenía 9 años y yo 11 cuando falleció sin saber por qué. Los médicos todavía no encuentran la causa. Igual eso no es lo que me duele, no es el por qué de su muerte, lo difícil es tener que acostumbrarme a su ausencia. Hace tres años que estoy intentando acostumbrarme a vivir sin él y sinceramente no puedo dejar de imaginarme cómo sería él ahora, su relación conmigo, las cosas que hubiéramos hecho juntos, lo que podríamos hacer ahora y en el futuro. En casa lo extrañamos muchísimo. Hoy en día, trato de hacer lo posible para sonreír, por un lado por mí, para estar un poco mejor, y por otro lado por mi familia. No quiero que me vean mal porque los perjudico a ellos también. Ahora que saben un poco de mí, voy a continuar contando mi historia.
Estábamos en el patio de casa jugando con Mati y Flor, mis mejores amigos. Nos habíamos cansado tanto que decidimos descansar un rato. Mientras tanto, tomábamos una leche con galletitas. Cuando en un momento, sentí un ruido extraño. Miré hacia la derecha y en el parque había algo que nunca había visto en mi vida. Parecía mágico. Una luz muy grande con una pequeña puerta en el medio. Al ver esto, nos quedamos los tres totalmente paralizados.
- Entrá, Mati ¿a ver? —dije, después de un rato.
- ¿Qué? ¡Yo no! —contestó — Entrá vos, Flor.
- Ni loca
- No se peleen. Yo entró.
 Me despedí y ahí comenzó la aventura más importante de toda mi vida.
Cuando abrí la puerta me encandilé. Después, cuando iban bajando las luces me di cuenta de que estaba en algo parecido a un ascensor. Era un espacio muy pequeño donde solo cabía yo ,  lo único que había eran dos letreros que decían “Ahora es posible viajar por el tiempo” y en el otro “Ingresá el año hasta donde quieras viajar” y un tablero con números.
Por un momento me quise ir. Pero después reaccioné y pensé todas las cosas que podría hacer. Tenía la posibilidad de viajar hacia el futuro, para ver qué sería de mi vida, la de mi familia, la de mis amigos. Pero luego me di cuenta de que también podía viajar hacia el pasado. Lo primero que se me ocurrió  fue ver a mi hermano Federico. Y eso hice. Marqué en el tablero el año 2000 y apreté Enter.
La máquina empezó a hacer ruidos raros, se movía, prendía y apagaba luces. Fue tan instantáneo el viaje que no tuve tiempo de reaccionar para darme cuenta que iba a ver a Fede, la persona que extrañaba tanto. Cuando la máquina se tranquilizó, se abrí la puerta y vi que estaba en el mismo lugar que cuando entré a la máquina. Un día hermoso. Mi casa, el parque, las flores de mamá. Al parecer no había nadie. Cuando puse un pie en el lugar, la máquina desapareció. Empecé a mirar hacia todos lados buscando a Fede: izquierda, derecha, adelante, atrás y nada. Entré a casa, pasé por la cocina y encontré a mamá cocinando a full: ensalada rusa de un lado, lechón frío por el otro, torre de panqueques. Era claro: había llegado en Navidad, justo el día en que me había peleado con Fede. ¡Qué pelea tan horrible! Resulta que mientras él estaba en la casa de su amigo, estábamos aburridos con Sol y decidimos ir al cine. Al día siguiente, cuando se enteró, se ofendió demasiado porque pensó que era una salida de hermanos, tan planeada por nosotros. ¡Por una tontería!
Le pedimos disculpas mil veces y al fin aceptó por cansancio, pero noté que continuaba un poco ofendido. Desde ese día lo noté un poco cambiado, pero no le di importancia ya que sabía que tenía tiempo de sobra para volver a ser como era antes. Lamentablemente, meses después, ya saben lo que pasó.
Volviendo a mi historia, ahora que estaba con él podía hacer lo que quisiera. Así que empecé a hacer con él todo lo posible: jugar a la mancha, a la hamaca, a las escondidas, juegos de mesa o hablar de nosotros. Lo quería disfrutar al máximo. Llegó la noche y pasamos una Navidad maravillosa. No podía estar más contento. Brindamos, recibimos regalos de Papá Noel, miramos los fuegos artificiales. En ese momento me emocioné mucho y abracé a Fede de una manera que nunca lo había hecho. Lloramos los dos. No sé por qué motivo lo habrá hecho él, pero yo sentía que ése iba a ser el último abrazo que le iba a dar, el que tanto esperé y que pensaba que iba a ser imposible. Minutos después apareció la misma luz que había aparecido esa tarde. Ya me tenía que ir. Sin dar explicaciones, antes de poner un pie en la máquina, me di vuelta, saludé con la mano y le grité a mi familia “¡Los amo!”. Subí y volví a esa tarde con Mati y Flor.
- ¿De dónde venís? — me preguntaron.
- De la experiencia más hermosa de mi vida — contesté.

El objetivo principal de contarles esta historia es, básicamente, para que aquellos que tengan hermanos (si no es así, a sus primos o seres queridos) los traten como si fuera el último día que lo vean. Abrácenlos, bésenlos, trátenlos bien. Y sobre todo, ámenlos. Sé por experiencia que no es fácil, a veces, tener una buena relación con ellos debido a diferentes razones. Pero si cada día ponemos nuestro “granito de arena”, quizá podamos tener una mejor relación y no nos arrepentiremos de nada. Recuerden: disfrútenlos ¡Porque nunca saben hasta cuándo los van a tener!

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