domingo, 9 de noviembre de 2014

CONTATE UN CUENTO VII "Perfectamente imperfectos" Manuela Germino – alumna de Colegio Santa Rosa de Lima

12-09-2010:
     Es la primera vez que me animo a escribir sobre esto, yo sé que si mi mamá se enterara todo lo que pasó antes estaría en problemas por no haberlo contado, supongo que porque tenía miedo, porque no sabía cómo decirlo. Muchas veces dicen “Si tenés algo que decir, dilo. No te lo guardes, es peor.” pero créanme, esto era un tema complicado, quizás terminaba siendo peor. Mi vida se basa sobre una frase de un libro que leí hace mucho tiempo “Somos lo que nos enseñan y nos ajustamos a las reglas impuestas por los demás.” 
La escuela era mi peor sufrimiento. Odiaba ir a la escuela, no como todos los chicos que la “odian” por tener que estudiar, en realidad, no odian la escuela, no les gusta estudiar. Eso es estúpido, estudiar es necesario para nosotros, a mí me gusta estudiar. No me gusta ir a la escuela. Ni un poco. Lo detesto. Pero como dije, no por el estudio, sino por la gente. Por como soy tratada, porque desde que tengo 6 años soy víctima de bullying constante.
Todo empezó, aunque no me acuerdo exactamente como fue, cuando yo era la nueva en la escuela, pero sólo hay una cosa que recuerdo con claridad, que fui arrastrada de los pelos por sus pasillos y nadie hizo nada. Todos se reían de mí. Eran todos los días lo mismo, algo tenían que hacerme. Era la diversión, como si el día no estuviera terminado. Era algo común para ellos, supongo yo.
Siempre miraba la tele y hablaban del bullying constantemente, a veces pensaba en que tendría que hablar, creo que sé perfectamente de qué se trata, pero tenía miedo, mucho miedo.
“Al momento de imponernos reglas, ideas o acciones, el terror al “que pasará luego” nos impide revelarnos ante la injusticia o al acto impropio que nos adjudican.”
“Si sufrimos es porque en algún momento nos enseñaron a sufrir, pero ¿cómo hemos de defendernos si en ningún momento de nuestras vidas nos han enseñado a hacerlo?.”
Suponía que era yo. Que yo no era capaz de hablar, de expresarme y de pedir un poco de ayuda, pero bah, quién quería ayudarme a mí. Absolutamente nadie. Todos se divertían haciéndome cosas.
“Mi falta de carácter, de voz y de seguridad ha hecho que mi vida se convierta en un tormento.”
“Las malas experiencias de la vida es lo único que me enseñaron a sentir a lo largo de mi crecimiento, cualquier acto de protección ha quedado excluido de mi modo de vida.”
Siempre caminaba por los pasillos, todos me miraban, algunos se reían, otros me miraban fijo, no sé si pensaban qué hacerme o qué, pero cada día era peor. Hasta que un día todo cambió.
Iba pasando por el pasillo hacia mi salón, y todos me miraban como siempre. Sentí que alguien me tomaba del brazo y me empujaba. Pensé que iba a ser otra broma, que iba a tener que aguantar de nuevo otra de esas “palizas” mientras se reían de mí, pero por suerte no fue así.
— ¿No estás un poco harta de todo esto? — me preguntó una voz masculina, grave mientras me miraba serio. No lo conocía. Estaba segura que a él no lo conocía de ningún lado.
— Perdón, pero no sé quién sos.
— Soy nuevo. Estoy acá hace un mes — y diciendo esto se sentó en el piso del pasillo en el que estábamos, que parecía raro que nadie circulara — Me parece que estas sufriendo bastante y lo tendrías que confesar.
— Debes ser el 1% de esta escuela que no me hizo jamás bullying — dije y solté una risita. También  me senté a su lado, aunque no lo conocía y tenía un poco de miedo de que me hiciera alguna broma, sentía  un poco de confianza. Como si esta vez quisiera ayudarme alguien.
— Mira, día a día los secretos, el miedo y el auto-desprecio aumentan, consumiendo cada pequeño pedazo de cordura que aún puedas conservar. Tenés que decir la verdad, defenderte, no podes dejar que hagan lo que quieran contigo.
— No puedo. Tengo miedo. Tengo miedo de decir la verdad. No sé ni qué hago hablando contigo, aunque sienta que podes ayudarme a su vez siento miedo. Si querés que te diga la verdad, te lo digo con una frase de un libro. “Si en este mismo momento no dejo salir todos mis demonios acabaré sumida en una locura donde no veré ni retorno ni rastro de conciencia.”— Cuando terminé de pronunciar la última palabra lo miré a los ojos y los tenía rojos e hinchados.
— Por favor, podes confiar en mí. No te estoy diciendo esto porque no sea la verdad. Vengo de pasar por la misma situación hace un mes atrás, me tuve que mudar, estaba sufriendo y no quiero que nadie más pase por lo mismo. Vivo constantemente en sufrimiento, ni en mi casa puedo estar bien porque mis padres no me entienden. Por favor, vos tenés que salir adelante, no tenés que seguir sufriendo. No es lindo todo esto, sé que la estás pasando mal, confía en mí. — Mientras decía esto se le cayeron dos o tres lágrimas, pero se las secó rápido. Parecía que no le gustaba llorar enfrente de las personas, lo entiendo, a mi menos.
El timbre de entrar a los salones sonó. Me miró y se paró del piso agarrándose con una mano de la pared. Me dedicó una sonrisa.
— Sé que vos podes salir adelante. — Y sacó del bolsillo un chocolate Milka, de los que a mí más me gustaban y se lo agradecí.
  Unos días después volví al colegio  y decidí que tenía que hacer algo por mí misma. Los días anteriores, tuve la suerte de poder volver a hablar con él. Austin Gale. Me aconsejaba bastante, y tenía razón en que tenía que ayudarme.
   Fui demasiado decidida. Sabía que tenía que hacer algo si venían por mí. Ví que se acercaban  cuando estaba en mi casillero. Entonces, como ya los había planeado, solamente visualicé a donde se encontraba la directora del establecimiento y me acerqué a ella, pero sin que los demás se dieran cuenta. Me trabaron el pie y caí en el piso golpeándome muy fuerte la boca. Y por supuesto, la directora me había visto. Creo que era la primera vez que hacía algo bien. Me dolía, sangraba, no iba a decir que no, pero  como pude  levanté la cabeza y vi la cara de Vee Sky pidiéndole perdón a la directora diciendo que no había sido a propósito.
   Yo no sabía qué más había pasado, me tuve que ir a casa, porque sufría mucho de dolor y mi boca sangraba. Me enteré a la semana, cuando al volver hablé con la directora y me dijo que ella no iba más al establecimiento, y que su grupo de amigas tampoco. Que alguien había declarado a mi favor, diciendo que siempre pasaban estas cosas. Y era él, el 1% de la escuela que nunca me había hecho bullying. Esa persona que había dicho que tenía que hacer algo por mí misma y defenderme. Y tenía toda la razón.
   Los días en la escuela habían cambiado completamente, recuerdo que mis compañeros eran distintos conmigo, que me hablaban y me ayudaban en todo y ya no era objeto de burlas. Es más, una tarde llegaron Vee y todas sus amigas a casa pidiéndome perdón por lo ocurrido en todos estos años. Me confesaron que sus padres no habían dicho que fueran a casa, que fue un acto de bien de ellas.
   La directora me dijo que Austin estaba internado, un severo cuadro de ACV, en coma en el hospital, y que llevaba varios días así y no sabían cuándo podría despertar. Recuerdo que se me cayeron unas lágrimas, pero como a él , no me gustaba llorar enfrente de las personas.
   Recuerdo que me fui a casa corriendo, tomé plata y corrí hasta el hospital. Pedí por favor visitarlo, su familia se encontraba afuera de la habitación, y aunque no los conocía le dije la verdad.
— Tuve la oportunidad de hablar pocas veces con su hijo, pero me supo ayudar como nadie pudo. Sólo necesito cinco segundos. — Su mamá entre lágrimas me sonrió y me dejó pasar abriéndome la puerta de la habitación.
Conectado a un respirador artificial se encontraba, dejé un beso en su mejilla y un papel con un Milka arriba de la mesa que estaba justo a su lado.
“Sé que vos podes salir adelante.
Como yo también lo hice. ”


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