Encarnación Rizzo y Pacifico
García conformaban un matrimonio de ancianos jubilados. Entraron a media mañana
al Ente encargado de la provisión del agua corriente para efectuar un reclamo.
Retiraron un número para el mostrador y se sentaron a esperar a que los
llamaran. Pacifico llevaba una mochila de oxigeno de las que utilizan los
pacientes de enfermedades pulmonares, con su guía de ingreso metidas en sus
fosas nasales. Cuando les llegó el turno se dirigieron despacio pero
resueltamente al mostrador y a viva voz explicaron su problema, más o menos
así:
- Hace siete días que no tenemos
ni una gota de agua en toda la casa. Hicimos el reclamo y nos dijeron que corría
bajo el número 141417. También nos dijeron que en 48 o 72 horas lo repararían.
Continuaron contando que por la
buena voluntad de los vecinos, que les tendieron una manguera por sobre la
medianera, contaban con el agua imprescindible para la utilización, más o menos
decorosa, del inodoro. Claro que previo acarreo del balde por más de quince
metros.
La empleada que los atendía
conectó su respuesta automática aprendida para estos casos con su fingida
sonrisa. Para colmo al final de cada oración le agregaba la odiosa muletilla de
“¿correcto?”.
Así es que les decía sonriendo: -
en el término de 48 a 72 horas les solucionaremos el inconveniente… ¿correcto?
Don Pacifico, cada vez más
enojado, soportó tres veces la respuesta monótona y automática; pero a la cuarta,
le contestó furioso:
- No. no es correcto. El reclamo
ya tiene una semana de efectuado y no pueden contestarme que espere dos o tres
días más y para colmo subrayarlo interrogativamente con la palabra “correcto ”
que no sabes ni lo que quiere decir.
Lamentablemente lo único que
consiguió con eso fue que la empleada se hiciera la enojada y le repitiera que
en 48 a 72 horas sería solucionado, volviendo a agregar el enojoso
“¿correcto?”, pero esta vez separando cada una de las silabas de la palabra: -
CO – RREC – TO
Encarnación los interrumpió
preguntándole a la empelada donde estaba el baño de damas y hacia allí se
dirigió parsimoniosamente. El viejo, abandonando la discusión inútil, hizo lo
propio y también ingresó en el baño de caballeros, razón por la cual la
empleada suspiró aliviada y llamó el siguiente número de viva voz, para seguir
con los reclamos, desentendiéndose de los viejitos.
Transcurridos más de quince
minutos, y ante el reclamo de otras personas que querían acceder a utilizar el
baño y encontraban la puerta cerrada, los empleados cayeron en la cuenta que
los viejitos se habían encerrado; ella en el baño de damas y él en el de
caballeros.
Golpearon insistentemente las
puertas sin tener ninguna respuesta. Angustiada, la empleada que había tenido
la discusión con ellos, llamó a Seguridad, argumentando:
- lo único que falta
es que los viejos se inmolen a lo bonzo.
Vinieron dos empleados de
Seguridad grandotes y uniformados e insistieron con los golpes para que
abrieran. Debido a que el silencio continuó siendo la única respuesta, luego de
algunas consultas con la Gerencia y con la Comisaría, procedieron a violentar
la puerta del baño de caballeros.
Esperaban encontrar al viejo
ahorcado, pero no. Don Pacifico estaba pulcramente bañado, envuelto en una
toalla y terminando de afeitarse. Mientras tanto ella, salió del baño secándose
con un toallón floreado y luciendo otra toalla más chica envuelta sobre su
cabellera a modo de turbante con el que las mujeres se transforman - por un
instante - en actrices de cine.
Miró para un lado y para el otro
y, sonriendo, volvió a entrar al baño, diciendo: - Me visto y salgo.
Entre los aplausos y vítores de
otros usuarios que colmaban la oficina haciendo sus trámites, don Pacifico se
sentó en una de las filas de sillas puestas a propósito “para esperar sentado”,
secó sus pies y cortó sus uñas, juntando meticulosamente los trozos
desbrozados.
Unos minutos después, mientras
salían a la calle entre numerosas muestras de cariño, Encarnación dijo
gritando:
- El Papa Francisco dijo que
hiciéramos lió y aquí estamos. Tienen todo el día para arreglarnos el
desperfecto; si no, mañana volvemos a cocinar aquí.
En menos de dos horas, concurrió
una numerosa cuadrilla -de aquellas en las que uno trabaja y los demás miran -
y en muy pocos minutos superaron el desperfecto.
Eso sí; previendo que la conducta de los viejitos se hiciera costumbre,
el Gerente ordenó retirar las duchas y anular el agua caliente en los baños de
atención al público.
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