Anastasia era una
chica común, bondadosa, amable, solidaria, inteligente y solo tenía unos pocos
amigos, los necesarios. Aunque ella fuera de una personalidad única, su
apariencia exterior la hacía sentir no deseada por los chicos y esto la llevaba
a una autoestima muy baja.
Un día, ordenando
el ático de su casa, encontró un librito pequeño que le llamó la atención. Lo
tomó y lo guardó en su cuarto. Los días
pasaron y la rutina de Ana siguió igual. Un domingo lluvioso al estar tan
aburrida, se acordó del libro. Fue hacia su cómoda, sacó una cajita muy hermosa
con detalles en dorado y de allí sustrajo el pequeño librito. Al empezar a
leerlo, descubrió que no era un libro ordinario, sino un libro que te daba lo
que deseabas a cambio de un precio. Interesada en sus deseos de ser como las
demás chicas, empezó a seguir los pasos para la “felicidad”. Debía tomar una
fibra de color negro, mirarse al espejo y decir en voz alta lo que deseaba.
“Deseo tener un abdomen plano”, dijo Ana mientras se miraba en el espejo. Al
terminar su frase, en el espejo apareció escrito: “Tú tendrás un abdomen plano,
pero a cambio me tienes que dar algo que forme parte de tu personalidad”.
Rápidamente ella escribió su respuesta: bondad.
Al otro día sin
mucha motivación se levantó y a la hora de cambiarse vio que su abdomen era
plano y bonito, tal cual lo había soñado. Fue a la escuela, como todos los
días y volvió con más humor y con ganas
de volver a cumplir su deseo. Hizo lo mismo que el día anterior, pero esta vez
dijo: “Deseo tener unas curvas notables y hermosas” Y en el espejo se leyó: “Tú
tendrás unas curvas notables y hermosas, pero a cambio me tienes que dar algo
que forme parte de tu personalidad” Al aparecer esto, ella respondió:
“inteligencia”.
Ese mismo día tenía que estudiar para un examen, y ya no le
era tan fácil, le costó mucho, pero ella siguió pensando que entregar su
inteligencia al espejo era mejor. Siguió su jornada comúnmente, cenó y se
acostó. Al otro día, su cuerpo no era el mismo, era hermoso con unas curvas que
la resaltaban de todas las demás. Al ir a la escuela se dio cuenta de que los chicos
la veían más, la trataban más, era más apreciada, se sentía como toda chica se
tiene que sentir en la sociedad: aceptada. Solamente aceptada.
Los días pasaron
y a Anastasia le quedaba todavía un deseo. Aunque ella no lo necesitaba, ya que
se sentía cómoda, unos días después usó el último. Ella dijo: “Deseo tener unos
ojos hermosos” En el espejo se escribió:”Tú tendrás unos ojos hermosos, pero a
cambio me tienes que dar algo que forme parte de tu personalidad”. Ana tomó el
fibrón y escribió: amable. Toda la tarde siguió igual, y aunque sus padres
habían notado un gran cambio en su hija, estaban felices porque ella lo estaba.
Al día siguiente, Ana se despertó y recordando
su deseo, corrió al baño. Sus ojos eran grandes, con unas enormes pestañas y el
color era rarísimo, consistía en una mezcla de azul y violeta.
Pasaron los meses
y Ana se volvió popular, deseada y amada por todos, pero mientras su ego
crecía, la Anastasia que alguna vez había existido se estaba muriendo por
dentro. Había dejado a sus antiguos amigos por unos nuevos; sí, eran muchos,
pero ella no había tenido en cuenta que
solo la valoraron después de su cambio. Se volvió vanidosa, nada amable.
Un día en su
habitación aburrida, cansada y viendo a su alrededor, visualizó el espejo
guardado en un rincón. Ya no era el mismo, se había vuelto negro y opaco; nada
se podía reflejar en él ni la más mínima luz de esperanza. Ana lo puso en el
lugar que estaba siempre y lo admiró por un rato tratando de comprender por qué
se había vuelto negro.
Las horas
pasaron, ella admiraba el espejo sin saber por qué se había vuelto opaco.
Dejando la curiosidad de un lado, se puso su pijama y se echó en un sueño largo
y profundo. Aquel sueño le resultó raro. Estaba ella en un túnel negro, sin luz,
atrapada, sin poder salir. Veía desde lejos a sus padres, a sus compañeros, a
sus amigos anteriores. Ella gritaba, pedía ayuda, pero nadie la escuchaba,
nadie le hacía caso. Al despertar comprendió por qué el espejo se había vuelto
negro.
Al principio era
un espejo raro, inusual, con un marco común, aunque en él se reflejaba la luz
como en ningún otro; pero sobre todo era bonito como lo era ella. Ahora era un
espejo ordinario pintado de negro, sin ningún significado en especial, igual a
los demás, como lo era Ana, la nueva Ana.
Ella podía ser bonita, la chica más popular, la que tenía
más chicos detrás, pero nunca llegaría lejos siendo alguien que no era. Alguien
sin sentimientos, sin opiniones, sin nada especial que dar al mundo. Desde
entonces comprendió que todo lo que necesitaba en la vida era ser ella misma,
disfrutar la vida haciendo lo que le gustaba y vivirla como ella quisiera, sin
curvas insinuadas, ni ojos hermosos. Solo ella y su personalidad.
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