Desde muy pequeño trabajaba con su padre mientras que también
iba al colegio. A los 13 años
recibió maltrato de un docente y
abandonó esa escuela, esto hizo que se sintiera muy triste porque su madre tuvo
que cambiarlo de establecimiento y para el niño no fue fácil alejarse de sus
compañeros y adaptarse a otro ambiente. Pasaron dos largos años y volvió al mismo colegio de donde se había ido;
sus compañeros estaban muy felices, lo recibieron con los brazos abiertos y le
organizaron una fiesta de bienvenida en
la que almorzaron un rico asado y luego fueron a la pileta del pueblo a
disfrutar todos juntos.
Fue pasando el tiempo y sintió la necesidad de ganar su
propio dinero. Comenzó repartiendo diarios (nunca dejó de lado el trabajo que
realizaba con su padre, que trabajaba en el campo) y con su primeros ahorros
logró comprarse la Play Station 2, que él tanto deseaba y no quería que sus
padres intervinieran en la compra. Siguió ahorrando y se compró un equipo de
música. Como le iba mal en el colegio, su madre decidió sacarle la Play
Station, eso lo enojó mucho porque no entendía como se la había quitado si la
había comprado con su propio dinero. Dora, su madre, le explicó que si no
estudiaba, cuando fuera grande le
resultaría más difícil ganar su dinero
y lograr cosas sin depender de nadie.
Y fue entonces que comenzó a
poner empeño en el colegio y logró levantar sus notas.
Con el correr del tiempo
surgieron otro tipo de intereses como por ejemplo: salir a bailar, ya que todos
los chicos de su edad ya lo hacían. Con sus compañeros conformaron un grupo para organizar bailes cada quince días. El objetivo era
recaudar dinero para realizar el viaje de egresados a Bariloche a fin de año,
este dejaría recuerdos imborrables en cada uno de ellos.
En uno de esos bailes que
organizaron con mucho entusiasmo y compañerismo con todos sus amigos miró a una chica de una manera especial, era
la primera vez que la veía, aunque más tarde supo que ella logró que pareciera
casual un encuentro que no fue tal . Ella era carismática, súper buena, una
mina con un corazón gigante que amaba la forma de ser de él; y entonces le
contó todos sus problemas y
sufrimientos por los que pasaba desde los 12 años…
A ella le pasaba lo mismo con él,
era una persona muy cerrada que trataba de estar siempre sola, no contaba sus cosas a nadie. Conocerlo fue increíble y profundo.
Con el paso de los días, el joven se dio cuenta que lo
que creía una amistad era ya amor
y un día le confesó que estaba
completamente perdido por ella y que no podía dejar de amarla ni de pensar en su forma de ser, en su personalidad, en
lo que realmente era ella.
En fin, ella le confesó que
también lo amaba y se unieron desde ese entonces, fueron novios por cuatro
años, luego se casaron y tuvieron los niños que siempre desearon. A los
veinticinco años de casados renovaron los votos matrimoniales y otra vez a los
cincuenta años de matrimonio.
La vida tiene dos caras y la
muerte es la otra, por suerte también los encontró juntos.
El nueve de agosto, los dos salieron por su parte a trabajar cuando la
vida decidió por ellos. Mientras el tipeaba en su escritorio informes contables
y ella en su tienda acomodaba la vidriera, ambos sintieron un fuerte dolor en
su pecho e inevitablemente sus pensamientos se trasladaron en el otro. Los dos
vieron pasar sus mejores momentos por su mente y sin saber del otro tocaron con
su dedo pulgar el anillo que simbolizaba su unión. Ni los médicos de urgencia,
ni toda la tecnología pudieron lograr que uno de ellos viviera; en su corazón
ambos habían tomado la decisión de disfrutar juntos de esta vida y despedirse
de ella de la misma manera: JUNTOS.
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