sábado, 21 de julio de 2018

JARDÍN DE VERSOS PARA NIÑOS Por R. L. Stevenson (Selección)

A  MINNIE

La habitación roja con la enorme cama
donde sólo gente mayor se acostaba;
el cuarto pequeño en el que tú y yo
descansamos juntos en cierta ocasión
y, para casarnos de forma decente,
te pedí la mano como un pretendiente;
el cuarto de niños, que nos encantaba,
llenas las paredes de cuadros y láminas
y de hojas los huecos,
una habitación para no dormir
y escuchar las ramas y hojas del jardín
que sacude el viento...
y buena también para descansar
y aquellos grabados poder contemplar...
los de la batalla de Sebastopol,
con lanzas y espadas reluciendo al sol,
el pico escarpado,
los barcos hundiéndose, la oveja balando,
los niños felices, descalzos,
riendo encantados al cruzar el vado:
todas esas cosas desaparecieron
y la vieja finca hoy es de otros dueños;
presenta un aspecto distinto,
cobija a unos desconocidos.
Arrastra aún, de molino en molino,
el jardín de nuestra infancia el río;
¡pero los niños, ay, ya nunca
lo veremos desde la esclusa!
Más desde el tejo - aún está allí -
nuestras voces suelen salir
como si estuviéramos jugando
y aún las escucho preguntando:
"¿Está muy lejos Babilonia?"

Lejos, muy lejos, chiquitín,
está muy, muy lejos de aquí...
¡Pero aún más lejos estás tú en la colonia!
"¿Podré llegar a una vela?"
- eso decía la canción.
Yo no lo sé, puede que puedas,
aunque, escuchadme, a condición
de que si vas allí, no vuelvas.
La oscuridad eterna, ¿quién lo duda?,
caerá sobre colinas y llanuras
y apagará los astros y las lámparas
antes de que volvamos a la infancia.

Hasta la India lejana donde estás
estos versos te envío por el mar;
te llegarán, confío.
Porque ni tú ni yo hemos olvidado
aquellos muebles indios,
los huesos de antílope, las plumas de albatros,
las raras semillas, los extraños pájaros,
las cuentas y ajorcas, tantas baratijas,
los dioses  y sus sagradas campanillas,
las susurrantes caracolas retorcidas.
En aquel piso bajo todo era
sencillo y escocés, a su manera,
pero en cuanto subíamos a una silla,
aquello era el Oriente, ¡oh maravilla!
Consideremos todo esto una fábula;
podéis verme en aquella planta baja
y a Minnie sentada como un desafío
sobre aquel precioso mueble indio.
Sonriente y gentil, un escabel me quieres dar
que me resulta alto para hasta mí llegar.
¡Tiende hasta aquí tu mano, querida, y estos versos
tómalos en recuerdo de aquellos viejos tiempos!

LIBROS ILUSTRADOS EN INVIERNO

El verano se apaga, va llegando el invierno...
mañanas escarchadas, cosquilleo en los dedos,
petirrojos curiosos, asustadizos grajos,
y lo mejor de todo: los libros ilustrados.

Lo que antes era agua, duro como una piedra;
paseo por encima, junto con mi niñera;
pero el agua corriente, los arroyos, los lagos,
los encontramos sólo en libros ilustrados.

Las cosas más bonitas, los dibujos más nítidos,
allí están, esperando los ojos de los niños;
ovejas y pastores, árboles y cayados,
todo puede encontrarse en libros ilustrados.

En ellos vemos cómo son diferentes cosas:
los mares y ciudades, las montañas y costas,
y los duendes huyendo, y las hadas volando,
en las bellas imágenes de libros ilustrados.

¿Cómo podré alabaros, cantar vuestra belleza,
días maravillosos junto a la chimenea,
en un rincón del cuarto de jugar, abrigados,

leyendo en compañía los libros ilustrados?

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