En el enorme edificio del Ministerio de Economía de la provincia se desarrolló el pasado martes 19 el acto de presentación de Murales Literarios, “Tu lugar, tu gente, tu historia”, organizado por el Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires y la Asociación Civil “El Puente Arte y Cultura”, resultado de los concursos en que se convocó a escritores y muralistas. Muchos de ellos acompañaron la exposición de las obras, realizadas sobre paño fenólico en soportes metálicos. Las categorías eran microrrelato y poesía, de modo que la extensión nos permite publicar los textos, para ponerlos al alcance de nuestros lectores. Como valor agregado, los contenidos se orientan a lo social y no eluden lo político, sin limitarlo a lo meramente partidario.
Presidió el acto la ministra del área, licenciada Silvina Batakis. Lo abrió con una definición muy clara en cuanto a valorar una literatura que deje de ser un espacio cerrado y pase a significar un vehículo de conexión con la comunidad. Se trata agregó- de difundir el arte que forja la cultura popular.
A su turno, el asesor Patricio Narodowski, miembro de la Asociación Civil El Puente, aportó su visión, que concibe al proyecto con contenidos bien políticos, con una valoración de la macroeconomía orientada a la distribución de ingresos.
Hasta ahí, nada sorprendente: pocas palabras, muy al núcleo del asunto, desde la perspectiva que compete a los organizadores. Algo, sí, fuera de lo común, que economía y poesía confluyan en algún punto más que en la ripiosa rima. Muchas imágenes presentes y algunas cámaras, para las imágenes futuras. Publicidad, seguramente, un poco de campaña de una gestión política que se va, pero… Los atriles con textos y despliegues visuales. Allá al fondo, un gran cartel del gremio de estatales planteando una reivindicación laboral. De tanto en tanto, un empleado lleva una alta pila de expedientes, sortea al público haciendo malabarismos y nos regresa a la realidad del lugar en que la poesía vibra como recién bajada de una nube:
iluminados, raídos, enclenques, sublimes, soberanos,
somos hilos de esta trama colectiva que es la patria.
Una publicación de muy buena calidad gráfica reúne las producciones para que los asistentes puedan luego disfrutarlas con tranquilidad, y difundirlas, como en nuestro caso. Los ganadores de ambas categorías surgieron de entre más de quinientos trabajos enviados, y en general pertenecen a distritos cercanos a la capital provincial o el Gran Buenos Aires.
Hay una poesía premiada, del interior. Es de un autor que los balcarceños conocemos. Se titula “En un domingo de enero”.
Nada de creer demasiado en concursos y premios, quienes ya transitamos esa etapa del camino. Pero en este caso, dan la posibilidad de expresar una realidad social, sacarla del ocultamiento que puede perpetuar la inequidad, el sometimiento; la injusticia; la deshumanización. Los temas en que la literatura ha levantado desde siempre sus banderas de denuncia, para contribuir a mejorar la sociedad.
Puede uno desconfiar de la “cultura oficial”, y lo bien que hace. O de la limpieza en la premiación, en ocasiones alterada por intereses de grupo o amiguismos. En este caso, se eligió a un desconocido para los organizadores, se puede apreciar el nivel de los demás premiados, ya que se publican todos, y concluir que no hubo favoritismos, sino una selección fundada en la calidad. Sería bueno que este criterio honesto volviera a primar en todos los concursos. Un total de 502 obras tuvo que ser leída por un jurado, conformado por María Layra F. Berro, Nelson Mallach y Paloma Sánchez, de manera atenta y comprometida con el espíritu del concurso Además, la ocasión posibilitó un encuentro con gente cordial, como suele serlo la que comparte vocaciones, la escritura, la pintura o el diseño. Y nos deja una especial impresión de cercanía desvestida de formalismo, la actitud de la ministra Silvina Batakis, recorriendo la muestra y dialogando sin presunciones, aunque sí complacida por concretar un proyecto del cual, y es evidente, ha sido impulsora desde el principio.
Para nuestra cosecha, después de compartir un brindis y reponernos de las fatigas del viaje, esa como una cosquilla interior, la alegría de saber que la poesía de un balcarceño anda por ahí emocionando a más gente, acercándola en la comprensión, mientras se abre camino en un mundo y un tiempo que parecen tan indiferentes.
La Ministra de economía de la Provincia de Buenos Aires, Silvia Batakis, en el discurso de entrega de premios
OBRAS GANADORAS EN MICRORRELATO Y POESÍA
Microrrelato - Primer premio
Multitud – Por Cristian Palacios
Multitud – Por Cristian Palacios
Y a veces, cuando la tormenta,
podía suceder que Madre, lentamente, pasara un brazo por sobre el hombro de
Padre. Y en silencio, Padre, posaba una mano sobre la espalda de Abuela. Abuela
apretaba entonces la foto de Abuelo contra su pecho. Mi mano, temblando,
buscaba la mano de Muchacho. Y Muchacho la de Señor Que Llora Sólo. Y éste la
de Niño Que Tiene Frío. Perro también se había unido al abrazo. Y Gato. Y
Señora Buena. Y Policía. Y Leñador. Tantos éramos entonces que ya no se veía el
principio. Ni el final. Y nadie podría haber dicho cuándo había comenzado el
abrazo ni en qué momento iba a terminar. Pero se sentía bien. Sobre todo en
esas noches, en que arreciaba la tormenta.
Se sentía bien.
Microrrelato - Segundo premio
Buena gente – Por Gustavo Fracchia
Buena gente – Por Gustavo Fracchia
“Los argentinos son buena gente", solía
recordar la vieja uruguaya. Contaba que, al llegar a este país, mientras paraba
en una pensión de mala muerte, cuidando al hijo enfermo de mala muerte, cruzó
la calle hasta el almacén de mala muerte a comprar yerba para llenar el mate y
esperar a su marido que salía temprano a hacer changas de mala muerte. La mujer
que la atendió le dijo que ahí no se vendía yerba suelta. Al verla irse tan
quebrada, la llamó, abrió un paquete y le llenó el mate.
—Venga cuando quiera —le dijo—,
ahora vendemos yerba suelta.
Microrrelato - Tercer premio
Los pescadores – Por Fabián Alberto Le Moal
Los pescadores – Por Fabián Alberto Le Moal
La marea comenzó a bajar y
entendió que debía volver. Juntó la red con el sol del mediodía sobre los
hombros. La sintió pesada y se dijo "un buen día de trabajo".
Desparramó la pesca sobre la cubierta y notó que entre pejerreyes
y dorados se erguían rostros conocidos: el zapatero que fabricó sus botas y la
paisana que horneó su pan; el carpintero que hizo su bote y el herrero que le
regaló su primer cuchillo; todos con sus propias redes a lomo escurrían sus
ropas y se ayudaban, entre risas, a limpiarse de peces y algas. El pescador,
sin inquietarse, buscó en el horizonte el paisaje artesanal del Delta y se supo
en infinitas redes de infinitos pescadores.
Microrrelato - Cuarto premio
La Singer – Por Gustavo J, Cingolani
Llevala, hace una mesita y ponele
unas flores arriba. A mi vieja le hubiera gustado. Mira que nos dio de comer.
Como doblaba el lomo tu abuela sentada en la máquina. Nos vistió a todos. No me
voy a olvidar nunca. Porque para tu abuela nada fue fácil. Como voy a olvidarme
de ese día. Tengo el recuerdo en la mano. Tu abuela, mi mamá, me llevaba de la
mano, a los tirones. La fundación quedaba a la vuelta de casa. Estaban todas
las vecinas, las mismas que se pasaban horas chusmeando, no se daban ni cinco
de bola. Se miraban nerviosas. Evita se dio cuenta, las tranquilizó.
-Compañeras, tranquilas que hay para todas.
Y de los camiones seguían bajando las Singer.
Microrrelato – Quinto premio
La sed, según Tavie Mariani – Por Gonzalo M. Methol
Cuando por fin logró tocar el
cielo con las manos, Mariani descubrió que se trataba de una sustancia fría y
acuosa. Hundió los brazos hasta el codo; movió los dedos para sentir esa consistencia
impensada. Asqueado, quiso retirarlos: una fuerza implacable lo empujó hacia
dentro. Supo, entonces, mientras su cuerpo se sumergía, que la lucha, antes
hermosa y necesaria, ahora era absurda; que eso que le colmaba la boca, la
nariz y los pulmones, asfixiándolo, era lo que había anhelado, ciego, desde
abajo, mientras caminaba descalzo, como un náufrago o un falso Mesías, por las
calles de una ciudad agobiada de historia, fantasmas y geometría. Mariani supo
que debía pagar el precio. Que nadie puede estar a la altura de tanta sed sin
ahogarse.
Microrrelato – Sexto premio
Perdido en tiempos urgentes – Por Gianni Pablo Cionetti
Este mural es, en cierta forma
todos los murales. Como todos los murales, este mural está dirigido, con mucho
interés, a quien lo mira. De hecho, este mural es tuyo "¿Cómo?"
Preguntarás. Muy sencillo, sólo se requiere valor para volar, labor para labrar
el libro que será, a su vez, todos los libros. Te invito a que escribas en las
paredes de los hospitales, en las bocas de los enamorados, en los dormidos
cielos de los muertos, en tu propio corazón alegre, y también en tu propia
tristeza y desespero. Pero nunca dejes de escribir. Porque las palabras son de
todos, y un pueblo que no escribe es un pueblo que se olvida.
Poesía – Primer premio
La hamaca rota – Por José Luis Forcinito
En todo barrio hay una plaza con juegos.
Un amigo callado que se quedó sin padre.
Una novia, que nos amó y quisimos muy poco.
Un almacenero republicano. Un armenio que espera.
Gente humilde que siempre saluda con afecto.
Vecinas envidiosas y jardines de ruda.
Peluqueras decentes que cuentan indecencias.
Sapos en el jardín.
En todo barrio hay un desaparecido.
Lastimando el paisaje, como la hamaca rota de la plaza.
Poesía – Segundo premio
Tapiz – Por Graciela Bozzolo
Tarde. Humedad de río. Suena en el andamio una polka
portuguesa, una tonada, una cumbia, un tango /Acurruca
el obrero su quincena: será fiesta del domingo, pared de
una piecita o cuna improvisada./
Hay alegría en el barrio, tranquila una mujer amamanta,
es una niña, una estampa, virgen de barro./
A la noche el cadete de la esquina termina el secundario./
En el centro, blancos-celestes banderines resisten la
tormenta. Ruge el tránsito./
A media calle tambor y cantos: tumultos de protestas
y reclamos / escupen los televisores de los bares los peores
presagios: es diciembre en Buenos Aires./
En los escaparates se juntan Borges y Jauretche. Ríen y se
besan dos mujeres, las madres encienden las viejas
lámparas./
Iluminados, raídos, enclenques, sublimes, soberanos,
somos hilos de esta trama colectiva que es la patria./
Poesía – Tercer premio
Historia de barro – Por Inés Storni
los ancianos sabios
esos que nos hablan desde los
rincones
dirán
que cada una de las veredas tercas
se anudará en una esquina
para soltar sus cuentos
para llenar de historias los balcones
que después caerán como escombros de voces
agotadas
Poesía – Cuarto premio
Otras manos – Por Santiago Alvarado Olguín
Cuando la sed te pida agua
bajaré al río
donde la oscuridad te pierda
arderá mi llama
antes que el hondo pozo te reste
te tenderé mi mano
porque tu dolor nos abre
y el largo silencio nos funde
porque sos mi hermano
aunque no sepa tu nombre.
MENCIONES EN MICRORRELATO Y POESÍA
Microrrelato – Mención
Paredón – Por Sheila Kehoe
El muro nace junto a la calle colectora. De sólidos
ladrillos, encastrados prolijamente hasta una altura homogénea, es un claro
reproche a las vecinas paredes de chapa y cartón que se desmoronan, sin ley,
unas sobre otras. De lejos parece blanco, inerte, un espectro proyectándose
sobre la villa, Pero basta con apoyar la mano sobre el revoque rugoso para
darse uno cuenta que está vivo. La inmensa tapia, que los de afuera soñaron
blanca, tiene tatuada la piel con las voces de los de adentro. Nombres,
declaraciones de amor, insultos, amenazas. Unos gritan en aerosol negro y otros
responden con pinceladas rojas. Delineado con un ladrillo: un arco de fútbol,
con las huelas de muchas pelotas embarradas que fueron gol. Después, más
palabras, más villa, más pueblo, más vida.
Microrrelato – Mención
Después de Caseros – Por Graciela Beatriz Brown
Por mi tierra (cuando aún no se llamaba Suipacha) pasó el
soldado federal cabizbajo. Lloraba. En Caseros perdió sus sueños. Arrastrando
la pierna rota, comenzó a andar hacia el progreso.
Microrrelato – Mención
El palacio ideal – Por Emmanuel O. Burgueño
El hijo de un campesino, cartero de campo de profesión, tuvo
un día una revelación: "¿Qué otra cosa puede hacer un hombre mientras
camina una y otra vez por el mismo paisaje excepto soñar?". Había
tropezado con una piedra, y su forma extraña y hermosa enfebrecieron su
imaginación, Vislumbró un palacio imposible, y dedicó el resto de su vida a la
tarea de reconstruirlo. Durante treinta y tres años (93.000 horas) recorrió
kilómetros con su carretilla en busca de piedras, conchillas, fósiles, arena...
Su palacio fue creciendo, poblado dé toda clase de animales, seres, esculturas;
sin lógica aparente, se expandía como un árbol que buscara llegar al cielo.
Microrrelato - Mención
Rompecabezas – Por Juan Martín Montiel
El rayo de sol ardía en la piel. El aire caliente despegaba
del piso entre polvo y escombros, secándole los labios. Sus brazos y sus manos
se sentían cada vez más pesados. Pero la obra seguía. -¡¡-¡ Bebió agua de una
botella de plástico y contempló la pila de ladrillos. Cada ladrillo era
importante, sin alguno de ellos, el edificio no estaría completo.
"¿Qué pasa, Manuel? Dale, no aflojes que en dos días
terminamos" Era la voz del viejo Olega. Volvió a mirar a la pila.
Comprendió que era él también como un ladrillo, una parte importante de algo
más grande, y esa grandeza lo invadió. Era otra pieza invaluable: en su
ausencia, ese algo estaría incompleto, a medio hacer. Se secó la frente y le
sonrió. "Dale, no aflojes"
Microrrelato – Mención
Resistir – Por Ana María Moyano
Pringles 225. Ahí va ELLA: negra y descalabrada; taconeando,
la borracha. Ve una puerta clausurada y se ríe a carcajadas, la maldita. En las
calles pululan enfermos. Algunos, agónicos; otros, mutilados. Con fiebre, con
pus y con sangre. No hay diagnóstico, ni alivio. ¡Vacío! Exterminio! - ¡Cerró
el Policlínico! Deudas mal saldadas. ¿Y los pacientes? ¿Y el personal? -
comenta la gente.
La bronca estalla en los viejos empleados. Hay marchas,
reclamos! Afloran ideas y fluyen las ganas.
En Pringles 225 se oye un grito desgarrador. Hay jadeos. La
pasión puja. Asoman sesenta manos y ¡están enlazadas! Son médicos, enfermeros y
auxiliares. ¡Nació Policoop! ¡Nació en Tres Arroyos, un pueblo, que quiere la
vida! La negra borracha, la muerte, humillada, se inclina y agacha su frente.
Microrrelato – Mención
Masacre – Por María Victoria Mora
El estallido rompe el silencio de la noche. Rodolfo se
despierta. Le cuesta creer lo que escuchó. Necesita confirmarlo. Se viste y
sale. Camina siguiendo el rastro del sonido. Escucha un camión. Lo ve alejarse.
Corre hacia allí. No piensa en el peligro, piensa en los noticieros:
subversivos muertos en enfrentamientos. LLega. El horror se aparece ante sus
ojos. Ve restos de hombres y mujeres que ya no son. No puede contener el
vómito. Sabe que las pesadillas lo perseguirán por siempre. Creyó que ser
clandestino en un pueblo como Fátima lo mantendría a salvo. Tiene que huir. Por
más que lo piense, sus pies no se deciden a andar. La sirena suena cada vez más
cerca. (En homenaje a las víctimas y familiares de la Masacre de Fátima)
Microrrelato – Mención
Generaciones – Por Santiago Featherston
Mi abuelo me cuenta que en su juventud el país era otra
cosa. Tiene las manos curtidas de tantas heladas, dice. Deja el mate en el
suelo y me sigue contando: "Yo empecé a trabajar desde tu edad, Nico.
Tenía 8 años y andaba juntando los huevos en el gallinero atrás de mi vieja, tu
bisabuela, que en paz descanse". Yo me lo quedé mirando unos segundos y le
dije:
-Pero abuelo, ahora los niños vamos a la escuela y no
tenemos que hacer esas cosas. ¿Eso es bueno, no? Dejó lo que estaba haciendo y
soltó una carcajada. Tenes razón, Nico. A veces los viejos nos olvidamos de
usar los lentes y vemos las cosas borrosas. Pero ustedes ven bien. Por eso
mismo la Argentina los necesita.
Microrrelato – Mención
Siesta – Por Josefina Ricotta
Mariela se acomodó los anteojos. Abrió la palma de
la mano izquierda sobre el centro del volante y liberó al viento un sonido tan
intenso, que los chicos que chancleteaban por el medio de la calle, lo
confundieron con la sirena de los bomberos. Suspiró - Siga derecho hasta
chocarse con la plaza y enfrente tiene el rancho - respondió la chica del mate.
Acá todo les queda entre la ruta y la laguna, pensó Mariela. Bajó con el eco de
un portazo y activó el seguro. Las rejas de menos de un metro de alto le
impidieron la entrada. Se revolvió el pelo. Suspiró -Son las dos de la tarde
señora - respondió una nena. Mariela se resignó a dormir la siesta con el aire
acondicionado encendido y el asiento reclinado
Microrrelato – Mención
Aprendí de ver – Por Florencia Zubieta
La vi revolviendo las manos adentro de un balde. Estaba sentada
sobre una butaca de trapo. Hacía morcilla al aire libre con sus manos. Era
invierno en el patio de mi niñez.
-¿Dónde aprendiste eso, mamá? -Deber
-¿Por obligación? -¡No hija, viendo, de Ver!
Intenté imaginarla de niña cincuenta años atrás por esa misma
pampa: ¿A quién miraría? A su madre y a su padre, así como ellos seguramente
habían mirado también a los suyos, envueltos todos en el solipsismo de un acto
concreto y milenario.
La sigo viendo sobre esa butaca, y aunque no aprendí a hacer
morcilla -lo confieso-, hoy busco envolverme yo también, en un abecedario que
revuelvo con mis manos, y hasta con mis pies.
Microrrelato – Mención
Zzbz – Por Lucio Flavio Di Giacomo Noack
Las luces se apagan. El acto final inicia. El protagonista se
presenta en escena. Un dúo de vientos ejecuta una melodía monótona y conocida.
El espectador se inquieta. El protagonista, despliega toda su destreza en la
ultima entrada. La magistral interpretación se apodera del interior del
espectador. Las luces se encienden. El espectador salta de su cama y estallan
los aplausos. El mosquito escapa entre bambalinas.
Poesía – Mención
Buenos Aires – Por Silvia Claudia Rivas
Yo supe de un compadrito que bailaba en lo de Hansen.
Me aseguró que a vivir
se aprende sólo en los suburbios,
donde el bandoneón es más triste
porque la luna se hace lunfarda del empedrado al zaguán.
Poesía – Mención
Llanura – Por Miguel Ángel Vecino
Es simple, es el traje sentido del lápiz.
Es la seña vulgar de la mano, es la mano sobre los ojos replicando
el horizonte...
La irrupción pensada de los árboles,
La unión de los campos con mi cielo, en ese rastro
ilegible del alambrado.
La línea efectiva del atardecer en el bosque cegador del sol
naciente,
Todo figurado en la mirada, en parte es llanura...
lo otro: un habitar pensado.
Poesía – Mención
Entrega – Por Salomé
Hernaiz
Soy el ascenso del humo
que el fuego no quema
soy la ausencia
estremeciendo la desnuda piel
me nazco en un rostro ajeno
y vuelo en un jilguero muerto
¿Qué hay de vida?
¿Qué hay de muerte?
la extinción cegada del exceso final
la entrega
Poesía – Mención
En un domingo de enero – Por Ezequiel Feito
En un domingo de enero, sobre un viejo tobogán juega un niño
mientras su padre lo vigila atento.
Lo mira dulcemente, la fatiga ha olvidado quizás por un
momento.
Ha dejado de morir tan sólo un rato, olvidando su salario y
su futuro incierto.
Ríen ambos, un aire quieto parece entregarlos a la sencillez
de un tiempo.
que mañana venderá sin más remedio.
Y no le importarán los árboles ni el sol, ni que fue
domingo, o que fue en enero.
A su rutina volverá. El mundo mágico se habrá cerrado por
completo,
mientras que la plaza esperará el regreso
de la mirada atenta del padre al niño en el cuerpo de un tobogán muerto.
Poesía - mención
Oración del detenido – Por Eduardo E. Serralonga
Oración del detenido – Por Eduardo E. Serralonga
Ya no
siento el oprimir empecinado del acero que lastima mis muñecas, ni el sonar ni
el estampido de metales al abrir y cerrar de nuestra reja, como siento hoy
aquella lágrima empapando su rostro -húmeda mueca-a mi suerte apoyado en esta
celda y mi madre sollozando en esa iglesia ¿Vale tanto mi atrevido sueño vano
ese instante irreflexivo, inmeditado, torpe impulso vanidoso del pasado?¿Vale
acaso tres denarios oxidados este ahora de mis alas recortadas? Pienso, vale,
todo esto -arrepentido-en mi nube de estupor iluminada ¿que no tenga la caricia
de su mano?
Poesía – Mención
A Cántaros – Por Magali Martínez Barletta
A cántaros la vida cae
rebalsa dolor su pecho
a cántaros el cuerpo
llora
el agua le llega al cuello.
Derrama su vieja pena
ahogada en su voz silente
a cántaros la vida cae
sollozos en todo el cuerpo
los truenos le abren los ojos
hundiéndola en el
silencio
Poesía – Mención
Una foto – Por
Daniela Borgo
Somos dos bebés blancos y redondos,
durmiendo con idéntico gesto de miembros desparramados,
en un catre viejo, en la galería descascarada del campo.
Una parra nos da sombra y frescor,
una parra y su mirada, hermano,
que se hamaca desde un sillón de mimbre sobre pómulos
aindiados.
Son los ojos de nuestra mamá descalza,
como un tul sobre nuestras cabezas,
es su regalo más puro: su sangre en la nuestra.
Poesía – Mención
El asado – Por Fabio
Prado González
Y hubo un asado que nos junto a todos.
Chicos y grandes (que siempre nos echaban)
finos y mersas, peronchos y radichas.
Si hasta el loco del barrio comió asado ese día.
Se hizo la luz y fue tanta la alegría
que el comisario habló
y todos aplaudimos.
Luz de mercurio, y ya vendrá el asfalto.
Mi viejo cantó un tango,
Mi vieja sonreía.
Gracias por compartirlo. No pude participar de la premiación, pero gracias a esta publicación y por pura casualidad, me estoy enterando de cómo fue. Gracias.
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