8
El niño vestido de príncipe, colgado de ricas cadenas, pierde el gusto de su juego, porque su atavío le estorba a cada paso. Por temor a rozarse o a empolvarse, se aparta del mundo, y no se atreve ni siquiera a moverse. Madre, ¿gana él algo con ser esclavo de ese lujo que lo aparta del polvo saludable de la tierra, que le roba el derecho de entrar en la gran fiesta de la vida de todos los hombres?
19
Si no hablas, llenaré mi corazón de tu silencio, y lo tendré conmigo. Y esperaré, quieto, como la noche en su desvelo estrellado, hundida pacientemente mi cabeza. Vendrá sin duda la mañana. Se desvanecerá la sombra, y tu voz se derramará por todo el cielo, en arroyos de oro. Y tus palabras volarán, cantando, de cada uno de mis nidos de pájaros, y tus melodías estallarán en flores, por todas mis profusas enramadas.
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