- El excesivo placer que nos causa el hablar de nosotros mismos, debía hacernos comprender que no les ocurre otro tanto a los que nos escuchan.
- Prescindimos mejor de nuestro interés, que de nuestro gusto.
- Las faltas del alma son comparables a las heridas del cuerpo; queda siempre la cicatriz y jamás desaparece el peligro de que puedan abrirse de nuevo.
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