Estábamos tomando sol en la pileta, y mi hijo Joaquín, de tan sólo cuatro años, me sorprendió con esta pregunta:
Papá: ¿vos te acordás el día que dejaste de ser chiquito? Me lo quedé mirando. Al instante sonreí. Me repuse en silencio mientras un sinnúmero de imágenes pasaban por mi mente. No recordaba cuál era el día que había dejado de ser chiquito, pero en cambio sí podía contarle lo que significó para mí alguna vez haber sido un niño.
Entonces le dije: Recuerdo que yo era chiquito cuando llegaba fin de año y mi viejo me regalaba el “Patoruzú de oro”. Era pequeño cuando miraba por televisión "Los Tres Chiflados" y a "Hijitus", acompañado por una taza de mate cocido. Era un niño cuando mi tía me sorprendió una mañana regalándome una gomera. Cuando mi casa de Ensenada se atestaba de mosquitos y debíamos prender un espiral. Ese olor es mi infancia. Y esa casa creo que la encontré el otro día en un sueño. Era un simple pibe cuando daba la vida por un partido de fútbol. Cuando jugaba a la bolita a tres quemas. Cuando juntaba figuritas y cambiaba el álbum lleno por una pelota de cuero número cinco.
Cuando una vez me subí solo al tren que pasaba a tres cuadras de mi casa. Cuando fui por primera vez al cine a ver una película de Bruce Lee. Cuando sentía galopar la alegría en un caballito de madera.
Pero vos me habías preguntado qué día había dejado de ser chiquito. Entonces te miro y pienso: ¿Cuándo se deja de ser chiquito? ¿cuándo empezamos a mirar el noticiero? ¿Cuándo preguntamos qué cosa es la economía? ¿Cuándo renovamos el documento? ¿Cuándo nos quedamos solos y elegimos por primera vez una canción? ¿Cuándo por fin nos sale el nudo de la corbata?
Claro, vos te reís de todas estas cosas que te digo. Entonces te miro y pienso: ¿no será un sueño este juego que me propusiste, en el que yo te explico que día dejé de ser chico, y vos me regalas este inmenso privilegio de ser tu papá?
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