Con referencia a la ley que estableció la citada conmemoración, la misma tuvo su origen en el Senado bonaerense, por la iniciativa de la Agrupación Bases de la ciudad de La Plata, y uno de sus autores fue el legislador dolorense D. Atilio Roncoroni, juntamente con su colega D. Edgardo Míguez.
La acción polifacética desarrollada por Hernández, está reflejada en todos los campos donde le tocó actuar. Quizás la necesidad de encontrar un medio viable para expresar la inquietud de sus ideas, lo llevó a incursionar en el periodismo: El Argentino de Entre Ríos, La Patria de Montevideo, El Río de la Plata (Este fundado por él) fueron entre otros receptores de sus valientes expresiones.
Muchos de los artículos publicados en el Río de la Plata fueron reflejados posteriormente en el “Martín Fierro”.
El 19 de agosto de 1869 decía: “Parece que nuestros gobiernos quisieran hacer pulgar como un delito el hecho de nacer en territorio argentino”. Así insistía en el Canto 8 de “la Ida”:
“El anda siempre juyendo;
siempre pobre y perseguido,
no tiente cueva ni nido
como si fuera maldito,
porque el ser gaucho… ¡barajo!
el ser gaucho es un delito.
El 20 de agosto de 1879 decía el Río de la Plata: “Se ha dado la noticia que el cacique Coliqueo proporcionará toda clase de facilidades a las fugas de los gauchos”. En el Canto XIII del Martín Fierro dice:
“Yo sé que allá los caciques
amparan a los cristianos,
y que los tratan de hermanos
cuando se van por su gusto,
a qué andar pasando susto
alcemos las pilchas y vamos”.
El 6 de octubre de 1869 decía Hernández en su diario: “Los gobiernos necesitan soldados para defender la frontera; pues que los busquen con sus recursos propios”.
Al respecto ratifica en La Vuelta:
“Ya es tiempo pienso yo
de no dar más contingente,
si el gobierno quiere gente
que les pague y se acabó”.
Por su innegable trascendencia en el plano de la literatura universal; el poema “Martín Fierro” de José Hernández sobresale con ribetes propios entre las obras de autores argentinos. Su autor ha sido quien izó más alto el pendón de la protesta de una clase postergada; a través de sus inmortales versos condenando los atropellos e injusticias que, en nombre de la civilización cometían las autoridades contra los hombres de campo.
La instrumentación de las levas y la formación de contingentes fueron motivos de preocupación para Hernández:
“Lo tratan como a un infiel,
completan su sacrificio
no dándole ni un papel
que acredite su servicio.
Y luego si a alguna estancia
a pedir carne se arrima,
al punto le caen encima
con la ley de la vagancia”.
Hernández tuvo también destacada actuación en el campo parlamentario, y desde su banca de diputado supo defender con firmeza y humanitaria sensibilidad los derechos de los pobres y más necesitados, y puede definírselo como el legislador de la justicia social. En una de las gestiones de la legislatura en 1880, Hernández polemiza con su colega Castro sobre el veto del Poder Ejecutivo de una ley de jubilaciones. Este último traía a colación lo que decían las legislaciones extranjeras al respecto y recordaba, que en Francia y otros países había leyes que acordaban una jubilación a los que habían prestado 30 ó 40 años de servicio; pero no encontraba bien que en Buenos Aires se diera una jubilación a un señor que había servido 34 años. En esa ocasión, Hernández defendía la capacidad de autodecisión nacional; sin ajustarse a patrones extraños.
HERNÁNDEZ SOLDADO
Cuando Hernández era un mozo de 18 años tuvo su primera prueba como soldado en el Combate de San Gregorio, librado en 22 de enero de 853 en la margen izquierda del río Salado, cerca de su desembocadura en el partido de Chascomús, allí a las órdenes de Pedro Rosas y Belgrano y Faustino Velazco contra las fuerzas del coronel Hilario Lagos, que se había levantado su vez, contra el gobierno de Valentín Alsina. Esa batalla significó una derrota para el poeta, y representó el comienzo de una vida en que la espada y la pluma andarían siempre mezcladas. El 8 de noviembre de 1854 cruzará nuevamente armas con las fuerzas del coronel Lagos en la acción de Tala, pero esta vez sería protagonista de una victoria.
Su última acción bélica sería la batalla de Ñaembé, librada el 26 de enero de 1871 y que produjo la derrota de López Jordán en cuyas filas estaba el poeta.
En el Canto IV del Martín Fierro hay un pasaje de la vida de soldado del autor:
“Y cáibamos al cantón
con los fletes aplastaos,
pero a veces medio aviaos
con plumas y algunos cueros,
que hay nomás con el pulpero
lo teníamos negociaos".
Volviendo al poema, el escenario geográfico donde se desarrolla el mismo, corresponde en la mayoría de sus pasajes a la llanura bonaerense del sur del río Salado, y una prueba de ello, es que el único pueblo que nombra es Ayacucho:
“Yo llevé un moro de número
sobresaliente el matucho,
con él gané en Ayacucho
mas plata que agua bendita…”
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