Claqueurs, polacos, guardad
para nuestros gladiadores
palmas, tabacos y honores,
dejadme mi soledad.
No me aplaudáis. Cuando el eco
de vuestro aplauso resuena
me voy poniendo tan hueco,
que vuestro aplauso... me llena.
XVIII
Érase de un marinero
que hizo un jardín junto al mar,
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor,
y el jardinero se fue
por esos mares de Dios.
XVII
Si hablo, suena
mi propia voz como un eco,
y está mi canto tan hueco
que ya ni espanta mi pena.
XIX
Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
por la crin lo cogía...
“¡Ahora no te escaparás!”
Apenas lo hubo cogido
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
El caballito voló.
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a la amada le decía:
“¿Tú eres de verdad o no?”
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: “Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad”.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: “¿Tú eres sueño?”
¡Quién sabe si despertó!
XX
Si me tengo que morir
poco me importa aprender.
Y si no puedo saber,
poco me importa vivir!
XXI
“¿Qué es el amor?”, me preguntaba
una niña. Contesté:
“Verte una vez y pensar
haberte visto otra vez”.
XXII
Pensar el mundo es como hacerlo nuevo
de la sombra o la nada, desustanciado y frío.
Bueno es pensar, decolorir el huevo
universal, sorberlo hasta el vacío.
Pensar: borrar primero y dibujar después,
y quien borrar no sabe camina en cuatro pies.
Una neblina opaca confunde toda cosa:
el monte, el mar, el pino, el pájaro, la rosa.
Pitágoras alarga a Cartesius la mano.
Es la extensión sustancia del universo humano.
Y sobre el lienzo blanco o la pizarra escura
se pinta, en blanco o negro, la cifra o la figura.
Yo pienso. (Un hombre arroja una traíña al mar
y la saca vacía; no ha logrado pescar.)
'No tiene el pensamiento traíñas sino amarras,
las cosas obedecen al peso de las garras',
exclama, y luego dice: 'Aunque las presas son,
lo mismo que las garras, pura figuración'.
Sobre la blanca arena, aparece un caimán
que muerde ahincadamente en el bronce de Kant.
Tus formas, tus principios y tus categorías,
redes que el mar escupe, enjutas y vacías.
Kratilo ha sonreído y arrugado Zenón
el ceño, adivinando a M. de Bergsón.
Puedes coger cenizas del fuego heraclitano,
mas no apuñar la honda que fluye, con tu mano.
Vuestras retortas, sabios, sólo destilan heces.
¡Oh, machacad zurrapas en vuestros almireces!
Medir las vivas aguas del mundo...¡desvarío!
Entre las dos agujas de tu compás va el río.
La realidá es la vida, fugaz, funambulesca,
el cigarrón voltario, el pez que nadie pesca.
Si queréis saber algo del mar, vuelve otra vez,
un poco pescador y un tanto pez.
En la barra del puerto bate la marejada,
y todo el mar resuena como una carcajada.
Puerto de Santa María, 1915
XXIII
Sobre la limpia arena, en el tartesio llano
por donde acaba España y sigue el mar,
hay dos hombres que apoyan la cabeza en la mano;
uno duerme, y otro parece meditar.
El uno, en la mañana de tibia primavera,
junto a la mar tranquila,
ha puesto entre sus ojos y el mar que reverbera,
los párpados, que borran el mar en la pupila.
Y se ha dormido y sueña con el pastor Proteo
que sabe los rebaños del marino guardar;
'Proverbios y cantares' de Machado 173
y sueña que le llaman las hijas de Nereo,
y ha oído los caballos de Poseidón hablar.
El otro mira al agua. Su pensamiento flota,
hijo del mar, navega, -o se pone a volar.
Su pensamiento tiene un vuelo de gaviota,
que ha visto un pez de plata en el agua saltar.
Y piensa: 'Es esta vida una ilusión marina
de un pescador que un día ya no puede pescar'.
El soñador ha visto que el mar se le ilumina,
y sueña que es la muerte una ilusión del mar.
Sanlúcar de Barrameda, 1915
XXIV
De tanto y tanto soplar
su flauta no suena ni
por casualidad.
XXV
Dijo el caracol:
esto sí es prisa,
voy como una exhalación.
XXVI
Mientras la abeja fabrica,
melifica
con jugo de campo y sol,
tú vas echando verdades
que nada son, vanidades
al fondo de tu crisol.
XXVII
Del mar al precepto,
del precepto al concepto,
del concepto a la idea,
¡Oh la linda tarea!
De la idea...a la mar!
Y otra vez a empezar.
XXVIII
¿Mi corazón se ha dormido?
Colmenares de mis sueños,
¿ya no labráis? ¿Está seca
la noria del pensamiento,
los arcaduces vacíos
girando, de sombra llenos?
No, mi corazón no duerme.
Está despierto, despierto.
Ni duerme ni sueña, mira,
los claros ojos abiertos,
señas lejanas, y escucha
a orillas del gran silencio.
XXIX
Dice la razón: busquemos
la verdad.
Y el corazón: vanidad,
la verdad ya la tenemos.
La razón: ¡ay, quién alcanza
la verdad!
El corazón: vanidad;
la verdad es la esperanza.
Dice la razón: tú mientes.
Y contesta el corazón:
quien miente eres tú, razón,
que dices lo que no sientes.
La razón: jamás podremos
entendernos, corazón.
El corazón: lo veremos.
XXX
Perdió pie, cayóse al agua.
-¡Válgame la Magdalena! ya:
-Buen festín para los peces,
decían en la ribera.
XXXI
Lo vieron andar, y todos
se quitaban la chaqueta...
-¡Al agua! ¡pronto!...
De risa
se ahogaba el náufrago en la tierra.
XXXII
¡Gloria a Valdés que pintara
el fondo del alma huera
de D. Miguel de Manara
No hay comentarios:
Publicar un comentario