Mi nombre es Thomas y soy viajero del tiempo. Esta historia comienza cuando sólo tenía diez años. Esperaba cada domingo para ir al “Mercado de Pulgas” de la plaza. Siempre tuve curiosidad por un reloj dorado, con escrituras que no comprendía. Ello me provocaba una gran curiosidad. Demás está decir que me llevó mucho tiempo reunir el dinero para comprarlo. Estaba felíz de tenerlo. Me quedé mirándolo como si nada existiera a mí alrededor.
El tiempo que siguió me dediqué a investigar qué significado tenían esos símbolos. Un polvoriento libro del altillo de mi casa, me ayudó a descifrarlo. El reloj decía: “Para embarcarte en tu mayor aventura, necesitas el corazón noble. Sólo así podrás acceder a Claylands, la tierra perdida de los artesanos”.
No terminé de leer la frase que un torbellino me atrapó y aparecí en un lugar peculiar. Se trataba de un pueblo de casas antiguas y calles de tierra. De repente una sensación de hambre se apoderó de mí. Revisé en mi bolsillo y sólo encontré dos monedas, pensando en que sería suficiente para conseguir un pedazo de pan y saciar mi hambre.
Un anciano que estaba sentado en una roca, me miró y yo solo le acerque la palma de mi mano con las dos monedas. Como si adivinara, de su canasto sacó un pedazo de pan y me lo dio. Le dije gracias y decidí quedarme ahí, junto a él. Se veía muy solo. Después de un largo rato de silencio, el anciano me dijo que ese reloj que yo tenía - y que no podía dejar de mirar le parecía familiar. Fue justo en ese momento en que le conté la historia de cómo lo había conseguido.
Ese reloj tenía una historia muy poderosa. Pues el anciano me contó que representaba las siete fuerzas de los guerreros Claylands: coraje, valor, humildad, amor, solidaridad, paz y unión. Quien lo posea deberá buscar esas fuerzas para unirlas y convertirlas en el corazón de un artesano. Debía buscarlas, pero no sabía cómo. Comencé a caminar y sentí que el camino me llevaba, como si fuese un imán.
Sin saberlo, mis acciones eran la prueba. Ahora puedo darme cuenta. El coraje me acompañó en cada paso. Así me detuve justo frente a un pequeño lago a tomar agua. De allí salió una extraña criatura que quiso alcanzarme con gruñidos y manotazos. En ese momento, pensé en el anciano, miré el reloj y recordé que el coraje era mi fuerza y el valor para enfrentarlo, mi prueba. Cerré los ojos y repetí en voz alta hasta el cansancio la frase secreta del reloj. Cuando los abrí, la criatura no estaba más. Reinaba el silencio y la paz. Así se sentía también mi corazón.
Continué mi camino y en la espesura del bosque alcance a ver, a lo lejos, una choza. Con coraje, valor y paz golpee a la puerta. Nadie respondía. Sin pensarlo abrí y una voz ronca me rodeó, diciéndome: “Acércate, necesito tu ayuda”. El reloj brillo tanto que el resplandor invadió la humilde casa y allí pude verlo. Un gran oso era el que me hablaba. La luz se quedó con nosotros y a su lado me senté. Le pregunté en qué podía ayudarlo un niño como yo. El oso me dijo que no podía ver, pues era ciego desde que nació.
El tiempo que pasó no puedo saberlo con exactitud. Permanecí junto al oso y lo acompañé siempre. Pero esa mañana fue distinta, hasta el brillo del reloj cambió. Como si quisiera decirme algo. Repetí en voz alta la frase secreta y las palabras hicieron latir muy fuerte mi corazón. Entendí que debía regresar pero junto al oso, hasta la aldea. Pude convencerlo de que era lo mejor para los dos. Y emprendimos el viaje por el bosque.
Así fue como llegamos. Poco a poco las personas comenzaron a acercarse a nosotros. Era un buen momento para unirnos todos. El reloj vibraba en mi mano. Sin saberlo, reuní las siete fuerzas de los guerreros Claylands, para mí y para todas las personas de la aldea. Juntos, armamos el corazón de un artesano.
El tiempo me trajo de nuevo al altillo de mi casa. Miré el reloj en mi mano. Yo ya no era el mismo. Y desde ese entonces, soy el custodio de mi corazón de artesano. ¿Ya conseguiste el tuyo?
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