sábado, 23 de marzo de 2019

Día de la Mujer Mundial: “Para poder vivir viajamos por tu cuerpo” Por Héctor Fuentes

    En el día Internacional de la mujer me encuentro escribiendo estas palabras.
Tal vez, jamás pueda aproximarme al vasto universo que guardan sus encantos. Lo cierto es que lo bello no tiene explicación. El hombre usó el magnetismo para inventar la luz eléctrica, sin preguntarse demasiado cómo diablos se producía aquel fenómeno misterioso. Algo parecido ocurre con ellas.
Creo que el mundo aun no se ha desmembrado por completo gracias a las manos laboriosas de las mujeres. Son millones las que tejen día a día una malla invisible destinada a sostener los lazos que nos unen a la vida.
Mientras los hombres inventamos las guerras y nos lanzamos a la conquista, ellas nos esperan pacientemente para curarnos las heridas.
Las mujeres comprenden al mundo, y por eso se ríen y se apiadan de él. Los hombres, en cambio, procuramos entenderlo, por lo tanto es el mundo quien se ríe y se apiada de nosotros.
Creo que la vida es un cuento de hadas que una y otra vez ellas nos lo cuentan. Creo también que el mundo existe porque existe una mujer caminado por la calle. Sus pasos suceden en la tierra, pero la estela que va dejando se continúa en el cielo.
Todas las cosas tienen sentido si una mujer aparece de la nada y nos deslumbra. Es allí cuando comprobamos el encanto sobrenatural que las posee. Nada queda en pie cuando un aluvión salvaje despatarra la realidad. Recién ahí nos damos cuenta que todo lo palpable y tangible existe gracias a la benevolencia de sus pensamientos.
Hay algo indómito cuando una mujer se ríe, hay algo que no termina de desplegarse nunca. Es un juego que llama al juego. Un atisbo de lo que sienten las alas viajeras del viento.
Tres miradas guardaré para siempre en mi memoria.
La mirada pícara y chispeante de mi madre, cuando le conté una tarde que me habían elegido en la escuela como “el mejor compañero”.
La mirada de mi mujer: plena, radiante y en paz, luego de dar a luz a dos hermosos niños.
Y la mirada de mi hija de diez años, resumiendo todas las otras miradas, cuando una vez se posó sobre el brillo de un colibrí que no paraba nuca de danzar sobre el aire.
Esas tres miradas son, en definitiva, una mirada total acerca de la vida. El orgullo, la plenitud y la alegría, forman un círculo que solo se completa cuando los atrapa y los refleja la mirada de una mujer.
Para poder nacer, viajamos por tu cuerpo. Para poder vivir, viajamos por tus sueños.

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