sábado, 21 de septiembre de 2019

Madre en años luz: “El tiempo es una herradura” Por Héctor Fuentes

         Me gustaría verte detrás de las rosas. Sorprenderte en el banco de una plaza y acariciarte el pelo. Vislumbrar tu figura sobre el hechizo del poniente.
Pero estás del otro lado de las cosas, crujiendo tras los cristales fosforescentes. Bebiendo el hilo de la lluvia. Temblando en las hojas del otoño. Riendo en las veredas del infinito.
Hoy tengo ganas de hablarte, de cortar por un instante el hechizo de la muerte. Lo cortaría de un solo hachazo, fundiendo el acero irreversible contra mis ganas de abrazarte; contra mis manos de hijo agradecido; contra el hombre que forjaste desde el vientre.
Pero ya ves, nada me resulta fácil, y estoy hablando en secreto contigo.
Me deslumbra todavía el sonido de tu risa. Las campanas que tronaban desde el fondo de tu boca. Los mil grillos que soltabas explotando en carcajadas. El ida y vuelta de tus manos, que nunca descansaban.
Me gustaría verte detrás de las horas. Golpeando tu tambor de alegría, descorriendo el misterio de las sombras, apañando travesuras en los brazos, perfumando la casa con recetas de cocina. 
Pero estás del otro lado del tiempo, y yo solo soy un hombre simple que no puede detener el avance de las cosas.
Me gustaría encontrarte perdida entre la gente. Eligiéndote un vestido nuevo. Buscando el título de un libro. Haciendo cola en la entrada del cine.
Pero la vida es un nudo incierto, y a veces se deshilacha rompiendo el tiempo.
Todo el amor que me dieron tus manos lo recogió el atardecer para trillarlo contra la luz de mi ventana. El sendero quedó trazado, y por ahí andan otra vez los caminos. Caminos de tus pasos, pasos que abren caminos.
Tus manos están el aire, y tu voz es un aroma que desparrama el viento. La savia de tus deseos florece en la primavera. Canta el pájaro invisible la canción de tus pensamientos.
Maestra de niños y adultos. En los bancos de la escuela quedó inscripta tu enseñanza: todo eso en lo que creías, el país igualitario y justo que defendías. Siempre econtrabas la vuelta a la rueda que hace girar los días.
Un sueño brotó en tu frente, como una estrella prendida. Soltaste tu barrilete sin miedo a vivir la vida.
La melodía de tus canciones de cuna. El arrullo de tus manos. Un sol, un mate, una luna. La vida que pasaba por tu boca, como un chico que vende flores.
El preciso trazo de tu letra. La oración en sujeto y predicado. Tu delantal de maestra. La escarapela y la risa. Tus fragancias. Tus cosas.
Miles de horas pasamos acurrucados en tu cariño. Miles de sueños pasaron por nuestros ojos dormidos.
Madre: tu amor lo puede todo, hasta recomenzar lo perdido. Tu amor es un pájaro de fuego que parte hacia lo imposible.
Madre: el tiempo es una herradura clavada contra la higuera. Los niños juegan debajo, sin saber que los observas. 

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