jueves, 25 de julio de 2013

El campesino y las ciruelas - Por LEÓN TOLSTOI

Un campesino compró en la feria seis hermosas ciruelas para repartirlas entre él, su mujer y sus cuatro hijos.
De vuelta a su casa, entregó a cada uno de los muchachos una ciruela, diciéndoles:
—A ver cuál de vosotros hace mejor empleo de ella.
Al día siguiente, llamó a su hijo mayor y le preguntó:
—Vamos a ver, Iván: ¿Qué hiciste con la ciruela?
—Me la comí, padre —respondió el muchacho—; estaba riquísima. Pero guardé el carozo y cuando llegue la época de sembrarlo, lo plantaré en el huerto. De aquí a unos años, ya podremos tener ciruelas.
—Muy bien, hijo mío —aprobó el campesino—. Veo que eres previsor, y eso me agrada en extremó, pues tu porvenir está asegurado y pasarás tus últimos años en paz.
Luego hizo venir al segundo de sus hijos.
—Padre —dijo éste. Yo comí la ciruela que me habías dado y la mitad de la que diste a madre: como los carozos no me servían, los tiré.
El campesino torció el gesto.
—Mal hecho, hijo mío; si hubieras seguido el ejemplo de tu hermano, serían dos ciruelos los que habríamos plantado en el huerto, y mayor cosecha habríamos obtenido. Eres imprevisor y glotón, pues le quitaste la mitad de la fruta a tu madre. Corrígete de esos defectos, que pueden conducirte por mal camino.
Sergio, el tercero, se adelantó, y sin esperar a que el padre le preguntara, dijo:
—Padre: yo recogí los carozos que tiró Vanka, saqué las almendras que tenían dentro y me las comí. En cuanto a la ciruela, se la vendí a Teodor, quien me dio por ella tantos "kopeks" que mañana podré comprar en la feria una docena. Me comeré dos y venderé las diez restantes, y así, aumentaré mis ahorros.
—Tu modo de proceder no me agrada —dijo el campesino con tristeza—; porque veo que eres egoísta y avaro. Nunca te faltará qué comer; pero, ¡ay del infeliz que llame a tu puerta en demanda de un pedazo de pan! Malo es tirar las cosas y no pensar en el porvenir, como ha hecho Vanka; pero peor es pensar exclusivamente en sí mismo y vender al prójimo por el triple de su valor lo que no nos costó absolutamente nada. Ten cuidado y lucha contra esas dos funestas inclinaciones que agostarán tu corazón. Y tú, hijo mío —añadió el campesino dirigiéndose al menor—, ¿qué hiciste con la ciruela?
 Sacha se adelantó confuso, bajando la cabeza.
—Padre —contestó—; Nikka, el hijo de nuestra pobre vecina, está muy enfermo, y para aplacar la sed que la fiebre le produce le di a comer la ciruela. Si he hecho mal. perdóname,
—¿Perdonarte? —exclamó el campesino con los ojos llenos de lágrimas—. Ven a mis brazos, hijo mío: tú eres el que verdaderamente ha hecho mejor empleo del regalo que yo os había dado; porque la caridad es lo más hermoso de la tierra; lo único que consuela al corazón.


1 comentario:

  1. Extraordinario el mensaje; ojalá ese valor permeara en la actualidad.

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